Mi ideal de escritor

1 agosto, 2014

En este artículo del escritor panameño Enrique Jaramillo Levi, su autor reflexiona sobre su escritor ideal, aquel que «es genuino hasta la raíz, no hace concesiones, no repite fórmulas, a nadie imita o quiere impresionar o complacer ni con su conducta ni con lo diferente de sus obras».


Hay una forma singular de talento que se reconcentra en los abismos interiores sin dejar de otear el mundo, y haciéndolo rompe todos los límites. Ajeno a los oropeles y halagos, la mirada hacia adentro se complementa en la observación minuciosa del detalle exterior. Una obstinación innata lo sustenta en su diario quehacer, y la vida la vive en función de la elaboración artística de los avatares de ésta que habrán de seguir. Todo lo que ocurre o deja de ocurrir parece destinado a plasmarse tarde o temprano en un texto, tras pasar por el incandescente filtro de una imaginación contenida o del todo desbocada. Pero, lógicamente, habrá de hacerlo con disciplina inquebrantable y con oficio.

Nada le es ajeno a este tipo de creador de mundos, salvo la precisión de las palabras mismas con las que habrá de convivir para poder expresar sentimientos e ideas, temores y esperanzas, ansia de salvación ante los embates de un mundo fundamentalmente indiferente y básicamente hostil al ser profundo. En estas condiciones, el verdadero artista sólo tendrá de su lado la fuerza abrumadora de un lenguaje propio, originalmente articulado, con el que, inclaudicable en su visión de mundo, habrá de plasmar toda suerte de vivencias y fantasías cuando ya no sea capaz de contenerlas palpitando oblicuamente o a mansalva en la frágil piel de su alma.

Lo inaudito le será tan familiar como el tedio de obligadas convenciones y las viejas costumbres inducidas. No tendrá necesariamente metas fijas en la vida, sino más bien vidas intensas y personalísimas vividas a trasmano de lo predecible. El absurdo y lo fantástico le resultarán  fenómenos casi cotidianos y aceptables pese a todo, de tan usuales, mientras que el murmullo y las sombras de los sueños, vividos tanto de noche como en pleno día se impondrán a la rutina harto sabida de memoria por estársele repitiendo sin remedio a diario, alimentando así el imparable flujo de ese mismo sinsentido.

En esta clase de artista de las letras –pero igual puede ocurrir con ciertos adelantados de la humana creatividad en cualquier otro territorio del Arte y la Ciencia–, hay sin duda, y a contracorriente de lo que podría esperarse de él si realmente tiene talento, una suerte de entrañable ascetismo; de no-me-importaismo a menudo chocante o incluso agresivo; de rompimiento, declarado o no, con las expectativas de la sociedad. Sobre todo cuando ésta es, como suele ocurrir, un sólido entramado de apariencias, fingimientos o intereses rebuscados cuya forma de mantenerse estable y por tanto vigente da por sentado que todo el que rompe reglas establecidas y crea sus propias normas y para colmo  les es fiel; todo el que propicia extrañamiento, otredad, transgresión, es decir formas de ser o pensar diferentes; todo el que crea paradigmas nunca antes sustentados, es un ser peligroso, algo así como un francotirador; o simplemente un loco. Por lo que hay que reprimirlo o ignorarlo.

Este artista, cuando es genuino hasta la raíz, no hace concesiones, no repite fórmulas, a nadie imita o quiere impresionar o complacer ni con su conducta ni con lo diferente de sus obras. Sólo busca expresarse a sí mismo, comprenderse, entender a fondo las contradicciones de la realidad, sobre todo las suyas. Sus textos tienen densidad, substancia, conmueven. En última instancia, permanece fiel al análisis y al autoanálisis de todo lo que acontece fuera y dentro de su ser –y a la vez fiel a sus intuiciones–, como una manera de estar raizalmente en el mundo sin ser un vegetal. Y lo hace como la forma más genuina de comprender mejor sus propios sentimientos y creencias, sus limitaciones y sus fobias. Sus gustos. Para sobrevivirse con dignidad.

Sin duda hay otros tipos de escritores meritorios, valiosos, que han aportado sus obras a la literatura universal. Siempre los ha habido y siempre existirán. Sin embargo, ese ser que he descrito como controvertido, indagador de sí mismo y del mundo, poco sociable, pero profundamente auténtico, es mi ideal de escritor.

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Colón, Panamá, 1944.
Poeta, cuentista, ensayista, profesor universitario, investigador literario, promotor cultural y editor independiente.

Maestría en Literatura Hispanoamericana y Maestría en Bellas Artes con especialización en Creación Literaria, por la Universidad de Iowa (Iowa, Estados Unidos), así como estudios completos de Doctorado en Letras Iberoamericanas en la Universidad Nacional Autónoma de México (México, D.F.).

Fundador y primer Presidente de la Asociación de Escritores de Panamá, fue Coordinador de Difusión Cultural de la Universidad Tecnológica de Panamá (1996-2007); fundador y Director de la revista cultural panameña “Maga; creador del Diplomado en Creación Literaria que se imparte en la Universidad Tecnológica de Panamá desde 2006; y fundador de la empresa 9 Signos Grupo Editorial.

Es autor de 12 poemarios, 20 libros de cuentos, 8 libros de ensayos, 2 libros de obras teatrales y 1 libro de entrevistas a escritores panameños; así como de numerosas antologías y compilaciones históricas sobre literatura mexicana, centroamericana y panameña; y de tres compilaciones de ensayos de especialistas panameños en torno al tema del Canal de Panamá.

Ha sido incluido en 25 antologías del cuento panameño e hispanoamericano. Hay 8 libros, de diversos autores, publicados en varios países, que estudian los aportes de su obra literaria.