Microscopio invertido

25 noviembre, 2023

  • Fragmentos del libro Microscopio Invertido publicado el año 2021 por la editorial chilena Libros del Cardo.

He vivido mi juventud dedicándola a mirar la realidad a través de microscopios invertidos que, junto a la teoría feminista de la ciencia, me han permitido no sólo ver células bajo el microscopio, sino también figuraciones, dispositivos simbólicos, metáforas y representaciones visuales. Además de discursos del despojo y el colonialismo que subyacen en el momento que vemos un cultivo de células. El primer adoctrinamiento es siempre sobre la mirada y el ojo científico niega su carácter de metáfora para ser ojo. Nuestro compromiso como disidentes es, entonces, cuestionar esa mirada y proponer imágenes no lineales sino inclinadas o torcidas a esa forma de mirar.

Las notas no son nunca definitivas, el pensamiento cambia, la escritura se edita constantemente, no hay texto definitivo: aprendemos de los borradores. Para no sobresaturar, se escribe, para exponer lo que se piensa solo, lo que se piensa acompañado. Escribir es organizar un silencio que se acumuló y resonó en conexiones que urgen pasarse a palabras.

Comparto estas notas como pequeños cortocircuitos a esa manera hegemónica de mirar y escribir en ciencia y así, a modo de pequeños pestañeos del ojo torcido que tengo, escribir mi pequeño exilio microscópico.

***

Tenemos que volver a mirar las células, los virus, los microorganismos, la moléculas no bajo una óptica androcéntrica, sino que tenemos que mirar la vida biológica que podemos tener bajo un microscopio en relación a lo que está pasando en la sociedad donde vivimos.

¿Qué nos enseña un modo de organización social, una asamblea, una protesta o una performance sobre el modo en el que migran las células?

Hay que cambiar el lente y ajustar el objetivo. 

Quizás escribir y describir de otra manera puede ser una forma de comenzar a hacerlo.

***

Neuroglia
La biología funciona como un adhesivo, como una sustancia pegajosa, como un andamio que conecta ideas. Hay una potencia en los conceptos que ofrece la biología, sus palabras que significan procesos, sus historias que encarnan lo mejor y lo peor de la mente humana: cooperación, creatividad pero también competencia y androcentrismo. El esencialismo que pobló la escritura de la biología tiene que salir de su presente, tenemos que despejar las dudas entre biología y biologicismo.

No es posible que la biología sea propiedad de los biólogxs, la biología es una narración que ha sido hecha para todxs. Es quizás una de las historias más fascinantes que se hayan escrito pero también la más capturada por la especialización y la segregación en la universidad contemporánea.

Necesitamos abrir nuestros conocimientos a lxs otrxs, permitir que las palabras de la biología sean adhesivos que naden entre nosotrxs y así las ideas que surgen del vivir juntxs sean parte de nuestras diferencias.

Pienso en las neuroglias, en un tipo de ellas que se llaman astrocitos (se llaman así porque parecen estrellas) y que son las células que dan el soporte metabólico a las neuronas.

Glía significa pegamento, adhesivo, unión. Los astrocitos como una metáfora de la interconexión, como el adhesivo que recubre nuestro cerebro, como estrellas que se pegotean en la galaxia de nuestra mente, de nuestro cerebro esculpido por una cultura masculina que ya no resiste más. La biología y sus conceptos, como la plasticidad y sus sinapsis cerebrales, necesitan salir de las placas de cultivo y generar puentes con nuestra vida cotidiana.

Necesitamos de una biología sin biólogxs.

***

La pequeña sutura
He investigado durante casi diez años en una facultad de medicina. En este lugar me he dedicado a estudiar los mecanismos celulares y moleculares por los cuales las células cancerosas emigran de su nicho primario, diseminándome en un fino proceso hacia otros espacios donde proliferan y promueven el crecimiento. Estudiando paso a paso qué es lo que te puede matar en un mes o en diez años, qué situaciones se alteran o cuáles mecanismos se descontrolan desde el punto de vista de la biología celular y molecular en distintos tipos de cánceres. El cáncer es una enfermedad crónica, es decir, que no tiene una cura definitiva, siempre estará latente. Además es una enfermedad que crece en nuestro planeta de manera acelerada: las mutaciones en el material genético de nuestras células aumentan día a día principalmente por la contaminación de las ciudades y los estilos de vida urbanos que llevamos. Mi relación con la medicina ha sido más bien de investigación, he podido relacionarme con médicos e investigadores, la mayoría varones heterosexuales, con los que discuto sobre los experimentos que realizo. El año 2019, choqué con una puerta de vidrio cerca de la facultad y se me abrió la piel que está justo en la ceja. De punta a punta tenía la piel que recubre mi ceja abierta y sangrante, esa piel que está justo arriba de mi ojo, el mismo ojo con el que diariamente miro bajo el microscopio las muestras que tengo que analizar. Como pude llegué a la urgencia de la facultad. Necesitaba una intervención pequeña pero rápida: que me suturaran para que no se siguiera abriendo la herida que tenía. Como era algo sencillo me dejaron esperando por horas. Mi dolencia era casi tan microscópica como las moléculas que estudio comparado con el dolor y el sufrimiento que pude ver en el hospital durante las horas que esperé antes que me cosieran la piel. Es impresionante cómo nuestro propio cuerpo puede causarnos tantas dolencias. Lo que viví esa vez me sirvió para confirmar que la salud y la medicina son prácticas ultra-jerárquicas donde el médico es considerado un dios omnipotente, se consagra una actitud devota con su figura. Es impresionante cómo en el siglo XXI aún se consideran personas de primera y segunda categoría en la práctica y la investigación científica y biomédica. Creo que gran parte de las fallas en el sistema de salud, un sistema elitista y descarnado, tiene que ver con la formación que existe en las mismas instituciones bio-médicas. Esta experiencia de un dolor y una preocupación mínima que viví, comparado con todo el sufrimiento que existe en los hospitales, me confirmó que necesitamos escrituras que hablen de  nuestras heridas, de nuestras cicatrices y dolencias. Necesitamos escrituras encarnadas que patenten las suturas de nuestras pieles para que no queden solamente como diagnósticos, fichas, recetas médicas o recuerdos que es mejor olvidar. Necesitamos hacer una bitácora de los dolores del cuerpo y de la negligencia de nuestra salud para que al menos queden como la huella de una carne que si bien se cierra, no habita sola y permanece siempre como la cicatriz del abandono que vivimos.

***

Cadaverina y Putrescina
Cadaverina (C5H14N2) y Putrescina (NH2(CH2)4NH2) son dos de las moléculas que se liberan cuando un cuerpo ha muerto, es decir, cuando comienza el proceso de putrefacción porque las bombas eléctricas de iones, las bombas de sodio y potasio con las que nuestros músculos obtienen la energía para la contracción y excitación, ya cesan de trabajar. Son las responsables del olor fétido de la muerte. Porque cuando el rigor mortis de la carne se impone al cuerpo que ya no tiene moléculas energéticas para seguir, se liberan estos olores en abundancia. Es también una alerta, una llamada de atención, un halo que, desde la muerte, nos recuerda la vida. Cadaverina y Putrescina, me gusta pensarlas como dos hermanas travestis, atrevidas, malhabladas e insidiosas que siempre aparecen oportunistamente a arruinar los momentos de felicidad. Son hermanas inseparables y cómplices, que se aman y odian. Ya van dos casos en el último tiempo en que los edificios antiguos del centro de Santiago se aromatizan con este olor de una manera insoportable y entonces, comienza la búsqueda de los cuerpos muertos dentro de los departamentos. Mucha gente de edad, enferma y cansada, muere sola en sus habitaciones sin que nadie se entere. En mi edificio pasó hace poco, en el de otra amiga también. El aroma de la muerte inunda los antiguos edificios del centro con su característico aroma a vejez y soledad. Vivimos entre ancianos y ancianas enfermas y abandonadas, esperando el tiempo de su muerte, estas son nuestras vecinas. Mientras comemos, estudiamos, cocinamos o estamos teniendo sexo, Cadaverina y Putrescina están atentas a aparecer en cualquier momento para evidenciar la tristeza del desamparo, de una sociedad que siguió el patrón de la familia nuclear heterosexual como molde y que, demostrado con los años, significa puro abandono. La liberación de estas moléculas ocurre cuando estamos vivos también, aunque a menor tasa. A medida que nos acercamos a la muerte nuestros cuerpos expelen su olor hasta el momento del final.

Las vidas de mujeres, hombres y disidencias sexuales abandonadas, vidas silenciosas que transcurren en la ciudad, postrados en sus camas dentro de viejos edificios del centro de la ciudad sólo llaman la atención cuando Putrescina y Cadaverina, con su poder bioquímico de la despedida, aparecen en este vecindario para decirnos un adiós con su perfume característico.

***

Fruta podrida
La maduración de una fruta es el último proceso de la vida útil de todo vegetal. Una fruta madura es un tejido casi muerto y dulcemente agónico. Una fruta al madurar se endulza debido a los procesos que involucran la transformación de todas sus moléculas, de todos sus átomos, de sus hormonas, a la pérdida de agua que concentra el néctar y la fructosa, el azúcar de la fruta. Cuando una fruta madura y no se la come nadie, se pudre. Se pone oscura. Se pudre por el gas que emana. En el proceso de maduración, la fruta expulsa un gas que se llama etileno y que inicia el proceso de maduración. Cuando una fruta madura está con otras frutas, libera el gas. Hay un dicho popular que dice que hay que eliminar la fruta podrida porque si no pudre a todas las demás. A muchas de mis amigas en su infancia les dijeron que eran una fruta podrida y había que apartarlas del grupo para que no siguieran pudriendo a lxs otrxs. Las aislaron. Pero estas frutas siguieron su camino de rebeldía y entregaron su gas a otras.

Algo así es el feminismo.

Un gas que se opone a la uniformidad de las frutas sanas, serializadas, vigorosas, todas iguales. La potencia de una fruta madura es que pudre a otras por el gas que emana, porque están en contacto con ella. Las pudre, las madura y las convierte en un tejido muy dulce. Una sola fruta puede podrir a todas las otras lentamente por el gas que emana.

Una fruta podrida, por fuera, sólo parece una fruta madura.

***

Columba livia domestica
(La paloma bravía)
Una paloma cae en un patio interior de mi edificio sin que nadie haga nada
su cuerpo muerto sobre el primer piso reposa con las alas abiertas
está en un lugar inaccesible para mí
es una imagen triste
estamos tristes
las palomas son quizás los animales menos queridos del centro de la ciudad
«ratas con ala» se les dice
las palomas poseen un gran sistema nervioso y una inteligencia única
son estudiadas por neurocientíficxs porque pueden volar grandes distancias
y volver al lugar de origen
aún en días nublados
neurológicamente son más inteligentes que un niñx de 3 años
saben vivir en comunidad, se mueven con ayuda de otras aves en danzas migratorias colectivas
han sido alimento para algunas familias pobres
han servido para hacer estudios medioambientales porque al moverse por sectores
urbanos y a una altura no tan elevada
han censado la contaminación de las ciudades
son analizadas y exterminadas
tienen muy mala fama
portan infecciones
nadie las quiere mucho
las queman y las destruyen siendo ellas tan inteligentes
su figura sirve para marcas de jabones
y hay algunas, las blancas, que son las portadoras de la paz

pero a mí me interesan las grises, las que nadie quiere
pigeons se les dice en inglés

Moria Carey, mi gata
las mira desde el pequeño balcón interior de mi departamento en el quinto piso
se altera al verlas
emite sonidos y puede pasar la tarde completa observándolas
se miran una a la otra
por horas

recuerdo que hacían nidos en el techo de mi pieza cuando vivía con mis padres
teníamos que expulsarlas
mi familia las odiaba
dejaban todo sucio y rompían el techo
recuerdo también  el sonido que hacían por las noches
una especie de orgasmo gutural
un sonido indescriptible pero familiar

“estos bichos son también tristemente célebres por los daños ecológicos y el trastorno biosocial que ocasionan, son parientes preciadas y plagas despreciadas, sujetos para labores de rescate y para la injuria” dice la bióloga feminista Donna Haraway haciéndose pariente de estos animales rechazados
yo aprendo de ella también

han sido utilizadas como mensajeras
fueron espías
cada mediodía las veo
vuelan rápido, asustadas
luego del estruendo del cañonazo que emiten desde el cerro
todos los días
se han visto muy alteradas en estos tiempos de revolución social
se ven más tristes
con hambre
en esta cuarentena eterna

son lo que menos importa ahora

están siempre cerca de personas que viven en la calle
comparten su alimento
las migas del pan que les dan en la Plaza de Armas
les permiten sobrevivir
aunque nadie las quiere

hace un tiempo
una de ellas entró a un sector común del laboratorio donde trabajo
se quedó atrapada
no podía salir
yo no sabía qué hacer, estábamos ambas nerviosas
pude abrir la ventana y logró escapar aterrorizada
pensé escapar con ella

a veces no se dan cuenta y se paran en los cordeles de la luz para descansar
hacen de ese lugar peligroso
su nicho suicida

una paloma muere, cae al primer piso
puede quedarse ahí semanas antes de su descomposición
a nadie le importa
a nadie parece importarle una paloma muerta en estos días de violencia extrema
en estos días donde la idea del enemigo interno
tiene que una vez por todas
desaparecer
de nuestro imaginario.

***

¿Quienes somxs lxs virus?
Las mujeres, lxs maricas, lxs trans, las lesbianas, lxs que tienen sida, lxs migrantes, lxs disidentes, lxs depresivas, las que alguna vez han tenido una ITS (¡¿quién no?!), lxs invertidas, lxs raras, las mujeres solteras, lxs sodomitas, lxs pobres, lxs que marchan, lxs que critican, lxs calientes, lxs demasiado introvertidas y lxs demasiado hiperventiladas, lxs alcohólicas, lxs que se pierden, lxs sin casa, lxs que abortan, lxs putas, lxs presas, lxs viejas. Los virus, al igual que todas estas otras identidades, adquieren su condición a través de la validación de la vida biológica y la vida política. Todo quien no sea un hombre heterosexual, poderoso y validado, es un virus. De hecho, los virus han sido por siempre entidades inclasificables, están en una transición, entre lo vivo y lo no vivo. Se consideran parásitos porque desestabilizan la “higiene” de una nación. Lo que sí sabemos es que los virus contagian y desorganizan los equilibrios. Quizás sería bueno pensar de otra manera los equilibrios. El discurso higienista construyó un relato de la nación como un territorio aséptico. La sodomía se entendía en Chile hasta el año 1999 como un peligro para la salubridad del estado. Una sociedad completa declarada como sodomita, porque con sodomía no sólo querían hablar de la penetración anal sino también de todas aquellas identidades que promueven en las letras, en las calles y en las imágenes, la insubordinación política. Quienes desclasifican los órdenes establecidos. El sodomita es todo aquel que se vuelve insurrecto a la higiene de la nación. Coronavirus, como toda epidemia, no construye un relato nuevo, sino que cataliza la injusticia presente. Los virus no tienen la culpa, la culpa es del capitalismo. Los virus no pertenecen ni a los salubristas, ni a los biólogos, ni a los filósofos. Los virus siempre han querido desaparecerlos, aunque nunca se podrá.

¿Quiénes somxs lxs virus?

***

Tu revolución molecular
No importa que no haya nadie más que piense como tú ahí (siempre hay alguna silenciosa que enciende su corazón pero no lo dice, no importa, igual está ahí), no importa que te de miedo, no importa que te dejen en el lugar del extraño, del desadaptado o el utopista, no importa que te lo digan públicamente, no importa que te amedrenten, que te hagan sentir mal, que te desconcierten o te desenfoquen, que te hagan perder el camino, no importa, no importa que te amenacen con la imposibilidad de conseguir un trabajo si hablas, si escribes, no importa si te dicen aguafiestas, oscura, que eres demasiado criticona, no importa si te hacen sentir mal por decirlo, por pensarlo, por venir de otro lado y llegar aquí, no importa si nunca lo entienden (siempre habrá una amiga con la que resistir), no importa si no comprenden tus argumentos, si no quieren entenderlos, si te parece que el desequilibrio es una palabra que en la ficción consensual significa algo malo, no importa, porque nosotras amamos el desequilibrio, lo torcido, lo oblicuo, no importa nada, porque lo único que importa es que no podemos dejar de hacer la revolución molecular, esa que ocurre a diario, esa que se opone en alícuotas, en milimoles, en microlitros, en cantidades constantes y pequeñas. Muchas veces los grandes cambios ocurren con estímulos pequeños y constantes, antes que rápidos y excesivos. La biología nos enseña eso. No importa nada porque esa revolución que nunca apaga su fragor dentro de tu pecho, es la única revolución importante, esa revolución que por más que quieran adocrinar y sofocar, siempre tiene que seguir ardiendo.

No importa nada, lo único que importa es que no apaguen la única y más importante, tu revolución molecular.

Comparte en:

Biólogo (Pontificia Universidad Católica de Chile, 2010) y escritor. Posee un Doctorado en Bioquímica (2015) en la Universidad de Chile donde estudió los mecanismos moleculares del cáncer y la metástasis. En la misma universidad realizó una investigación postdoctoral estudiando la migración celular de células del sistema nervioso central. Actualmente realiza una investigación post-doctoral estudiando los procesos de migración celular colectiva en la University College London, UCL (2022-2025). A su vez su trabajo realiza cruces transdisciplinarios con las prácticas artísticas y el activismo de disidencia sexual. Inició su trabajo en la escritura y el activismo en acciones performáticas, circuitos, escrituras e intervenciones urbanas con el Colectivo Universitario de Disidencia Sexual, CUDS. Miembro desde el año 2019 de la primera cátedra feminista Amanda Labarca de la Universidad de Chile. Ha escrito y publicado artículos y ensayos en varias plataformas vinculadas a la poesía, la biología y la cultura queer. Ha sido curador en exposiciones de artes visuales y agitador teórico en montajes teatrales. Algunos de sus libros publicados son: Ojos que no ven (2019), una investigación sobre la ceguera realizada con la fotógrafa Paz Errázuriz. Emancipar la lágrima, ensayos transdisciplinarios sobre arte, ciencia y activismos de disidencia sexual (Trio Editorial, 2021) y Microscopio invertido (Libros del Cardo, 2022)