Mínimo homenaje tras su muerte el 17 de abril 2014. De amor y de amores, en García Márquez.

1 junio, 2014

Es inevitable, después de su partida, conversar acerca del narrador preponderante de la literatura mundial de fines del siglo XX, Gabriel García Márquez. Bajo cualquier perspectiva, la que a usted se le ocurra: la del artista, la del lector, la del académico, la del investigador, historiador, filósofo, etc. La obra de García Márquez estará en la mira de sus intereses. Y todo porque lo que escribió, sencillamente penetró de manera inobjetable en el alma de los habitantes de nuestra época. Cada quien hemos sido tocados por las palabras del colombiano-mexicano, contador de historias, fabulador. Se me figura, García Márquez, a aquellos juglares de otros tiempos, ocupados en relatar lo que veían, siempre con el envoltorio de su ficción y la emotividad que le causaban los hechos, impregnados, eso sí, de una poesía cuasi inevitable, cuando las escribía. Hechos, anécdotas, experiencias y relatos, obtenidos de lo escuchado y a su vez relatado por sus familiares cercanos, en su caso de la abuela, de sus tíos, de amistades cercanas, fueron metamorfoseados con el concurso de sus palabras y narrativa para entregarnos un universo que pareciera, sonsacado de una mente calenturienta, por cuanto lo que fabulaba resulta fantástico, casi imposible de aceptar como algo sucedido a los humanos, sólo que a la vez cierto, real, impregnado de lo que su intelecto y visión había acaparado desde que salió de Aracataca. Narrador, dueño de una voz inconfundible como entrañable, ha deslumbrado y seducido a tantos lectores en todo lo ancho, largo y esférico de nuestro mundo.


“Cuando no hubo en el pueblo ningún otro hombre que pudiera pagar algo por el amor de Eréndira, la abuela se la llevó en un camión de carga hacia los rumbos contrabando.”

De La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y de su abuela desalmada.

Gabriel García Márquez.

Hay amores que por su profundidad emotiva están destinados a la trascendencia, acaso, sólo en el lenguaje de la novela, son en su esclarecedora esencia: duraderos, inexplicables. Sobreviven en el lector merced al incómodo y ninguneado huésped que nos habita  y que muchas veces no queremos dar a conocer: el espíritu romántico; interlocutor en clandestinidad al que acudimos por causas diversas, para ejercitar lúdicamente los resabios embodegados en nuestro interior y a partir de ellos renacer, fulminados o fortificados.

Fermina Daza, Juvenal Urbino y Florentino Ariza, tres personajes entrañables, ahora, hicieron su aparición en la narrativa de Gabriel García Márquez, insertos en la historia El amor en los tiempos del cólera (1985) -posterior a Cien años de soledad (1967) y a Los Funerales de la Mamá Grande (1962)-, novela cuyo arranque se ubica en una Colombia aún verde y selvática, tantito tiempo después del principio del siglo XX, con paisaje caribeño y costumbres del mismo tenor, impregnadas de las estelas del coloniaje europeo. La triada de Daza, Urbino y Ariza, protagonizan, con la veracidad que son capaces de emanar personajes imaginarios nacidos de una pluma elocuente, una saga rica en matices, en descripción y revive, en gran medida ese sentimiento romántico, al que aludimos líneas arriba, no sin saber que su temeraria propuesta, y digo temeraria, porque hablar del amor con ese lenguaje un tanto vehemente y profuso, en estos tiempos rebosantes de relaciones que buscan más la satisfacción meramente sexual que el cultivo del sentimiento amoroso, es una osadía, porque también implica despeñarse en la cursilería si no se atiende a una forma de contar con los elementos necesarios para equilibrar la melcocha. Pero García Márquez posee esa onza del encanto y retribuye al lector momentos gratos de lectura, amparado en la seducción, en la sinestesia, en la carga de sensualidad que pueden soltar las palabras, y en el embrujo cautivador de su narrativa: “…Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados. El doctor lo percibió desde que entró en la casa todavía en penumbras, adonde había acudido de urgencia a ocuparse de un caso que para él había dejado de ser urgente desde hacía muchos años…”, de ese modo tan natural -así parece todo lo que toca Márquez con sus construcciones verbales para contar-, inicia El amor en los tiempos del cólera, y uno como lector casi nunca puede desprenderse de su magia.

Gabriel José de la Concordia García Márquez retoma de nueva cuenta el amor como tema esencial de su narrativa, emprende vuelo fulgurante  a partir de un suceso periodístico que le fue encomendado cubrir un 26 de octubre de 1949 por su jefe de redacción del diario donde hacía sus pininos de reportero. No teniendo noticias importantes de donde sacar buenos temas se le encomendó acudir al convento de Santa Clara pues estaban vaciando las criptas funerarias: “Convertido en hospital desde hacía un siglo, iba a ser vendido para construir en su lugar un hotel de cinco estrellas”, ahí los albañiles encontraron una cripta cuya lápida mostraban la leyenda Don Ygnacio de Alfaro y Dueñas, segundo marqués de Casalduero, sólo que de las tres lápidas existentes la del marqués estaba vacía, aunque sí yacían los restos de su marquesa y en la tercera hornacina, dice García Márquez, estaba la noticia; después de desbaratar la lápida a punta de piocha, una cabellera viva de color cobre intenso, larguísima, se derramaba fuera de la cripta sujeta apenas de huesesillos menudos y dispersos que correspondían al nombre, tatuado en la lápida, de Sierva María de Todos los Ángeles, así sin apellido.

Según los mismos datos del incipiente reportero que era García Márquez, la cabellera medía veintidós metros con once centímetros. El hallazgo, por supuesto le provocó a Márquez el motivo para una novela: Del amor y otros demonios, que vería luz en 1994, cuyo contenido refiere, para no ir tan lejos, las peripecias de Sierva de María, hija no esperada y mucho menos deseada, por ser descendiente de noble: el segundo marqués de Casalduero y de plebeya: la hija de indio ladino y blanca de Castilla doña Bernarda Cabrera. A Sierva, su madre no la quiso desde un principio, es más la odió desde que le dio de mamar por única vez, y se negó a estar con ella por temor a matarla, en tanto el marqués le vaticinó, que lo único que sería estas niña fruto de su segundo matrimonio era “ser ramera” si Dios le confería vida y salud. En vista de semejante circunstancia del abandono desde su génesis, Sierva María fue criada por la esclava negra propiedad del marqués Dominga de Adviento. Confinada al patio de los esclavos Sierva María aprendió a bailar antes que hablar, fue amamantada por Dominga y consagrada a la deidad yoruba de ambiguo sexo Olokun. Cierto día que Sierva María de Todos los Ángeles salió al mercado acompañada con una sirvienta mulata a comprar una ristra de cascabeles para festejar sus doce años fue mordida por un perro, el suceso a pesar de ser asunto de todos los días, no alarmó a la criada, ella misma la hizo a la niña sus menjurjes curativos a punta de limón con azufre, pero no pudo evitar las consecuencias posteriores por lo que Sierva María padeció el encierro y el confinamiento puesto que ya la declaraban poseída por el demonio. Es entonces cuando hace presencia el padre Cayetano Alcino del Espíritu Santo Delaura y Escudero, y la historia de amor, pasión, arrebato acontece. Los pasajes de la relación que se establece entre estos dos paradigmáticos personajes del realismo mágico son deslumbrantes en cuanto al tratamiento, como dije, siempre cautivador de García Márquez, desde que el padre Cayetano le lee los cuarenta sonetos del caballero de amor y de armas, de don Garcilazo de la Vega, y toma la mano de Sierva de María para posarla en su corazón. “Ella sintió dentro el fragor de su tormenta”.

-Siempre estoy así, -le dijo Cayetano, y ahí le confiesa decididamente la pasión que lo abrasa a partir de conocerla. “Tarde en la noche, después de una jornada entera de retozos, se sentían amados desde siempre… entre bromas y de veras, Cayetano se atrevió a zafarle el cordón del corpiño. Ella se protegió el pecho con las dos manos, y hubo un destello de furia en sus ojos y una ráfaga de rubor le encendió la frente… Entonces la besó en los labios por primera vez. El cuerpo de Sierva María se estremeció con un quejido, soltó una tenue brisa de mar y se abandonó a su suerte. Él se paseó por su piel con la yema de los dedos, sin tocarla apenas, y vivió por primera vez el prodigio de sentirse en otro cuerpo… En los días siguientes sólo tuvieron instantes de sosiego mientras estaban juntos. Se agotaban a besos… se revolcaban en cenagales de deseo hasta el límite de sus fuerzas: exhaustos pero vírgenes. Pues él había decidido mantener su voto hasta recibir el sacramento, y ella lo compartió…”

Si se piensa en otras relaciones amorosas desarrolladas en novelas de otros tantos creadores en el universo de la literatura, de inmediato se recogen títulos importantes. Cada autor expresa su emotividad, su manera de ver y recrear el amor y las refiere en sendos relatos con su particular sentimiento, así entonces pasan a la historia, se tornan paradigmáticas y son leídas en todos los tiempos con la vigencia concedida exclusivamente por la ración artística otorgada por quien la escribe, me viene a la mente Rojo y Negro de Stendhal con su trío protagónico Julian Sorel, Madame De Renal y Matide de La Mole; Oliverio y la Maga de la Rayuela cortazariana; el Romeo y Julieta, de Shakespeare; Doña Flor, Vadinho y Teodoro Modureira, de Jorge Amado en Doña Flor y sus dos maridos, enfrascados en los juegos amorosos con ingredientes hasta del más allá; la niña y su amante de la China del Norte en la afamada novela de Margueritte Durás, en fin, los ejemplos son varios y variados, sólo algunas de estas novelas sobreviven y logra traspasar la frontera de la moda, y del cruel tiempo. Personalmente creo que en el caso de las historias planteadas por García Márquez, también adquirirán, como las grandes obras citadas, connotaciones de obras artísticas de gran calado.

En Memoria de mis putas tristes, García Márquez no deja de regodearse con el asunto y retorna cual exiliado nostálgico a su patria amorosa, pese a la implícita provocación contenida en la expresión del protagonista al inicio de la novela, cuando decide en la flor casi marchita de sus noventa años regalarse “una noche de amor loco con una adolescente virgen”. El nonagenario, profesor de castellano y latín,  periodista de toda la vida en El Diario de la Paz, hijo de la italiana Doña Florina de Dios Cargamantos, solterón empedernido, poco dado a las amistades, jubilado, afecto a la disciplina más como reacción contra su negligencia que por virtud, de espíritu conciliador para no sucumbir a su ira contenida cuando sabe que no puede enfrentarse. Entremezclado con su habitat, la relación con putas y/o damiselas sexo-servidoras se da naturalmente en el ambiente pintado magistralmente por García Márquez, de tal manera que se observa como un acontecer cotidiano y común, así las cosas, nuestro personaje acuerda con Rosa Cabarcas, alcahueta que le había hecho ya algunas gestiones, la consecución de una nínfula, por supuesto virgen, para ser su objeto sexual. Rosa Cabarcas logra conseguirle al nonagenario –con quien ya asistimos por intermedio de sus propias reflexiones y andares por un territorio delineado a la manera gabrielana donde el paisaje tropicaloso hace eco a la voz colombiana-,  su regalo y le prepara el terreno para que el periodista haga de las suyas, sólo que este nunca percibirá los límites del deseo, ni su enamoramiento de la muchacha, de nombre Delgadina, que lo aguarda en el dizque discreto cuarto dispuesto por Cabarcas. Los avatares de don profesor de latín y periodista Cargamantos están al límite y refocilar la senectud, tal vez  “vejeztud” con dosis de esperanza, vivifica su espíritu, a sabiendas que se necesita un oasis en el largo –o corto- camino que nos depara el destino. Es ahí donde García Márquez de nueva cuenta la emprende con su prosa y nos regala como en los anteriores amores, retazos de su arte: “La noche de su cumpleaños le canté a Delgadina la canción completa, y la besé por todo el cuerpo hasta quedarme sin aliento: la espina dorsal, vértebra por vértebra, hasta las nalgas lánguidas, el costado del lunar, el de su corazón inagotable. A medida que la besaba aumentaba el calor de su cuerpo y axhalaba una fragancia montuna. Ella me respondió con vibraciones nuevas en cada pulgada de su piel, y en cada una encontré un calor distinto, un sabor propio, un gemido nuevo, y toda ella resonó por dentro con un arpegio y sus pezones se abrieron en flor sin tocarlos.”

No está por demás acotar la sensibilidad del amor por la vida, representado en el enamoramiento del viejo por la ninfeta, insuflándolo de nuevo vigor llevándolo a la convicción de del deseo sin importar la edad: “…cuando desperté vivo la primera mañana de mis noventa años en la cama feliz de Delgadina, se me atravesó la idea complaciente de que la vida no fuera algo que transcurre como el río revuelto de Heráclito, sino una ocasión única de voltearse en la parrilla y seguir asándose del otro costado por noventa años más…”

La predilección temática del amor en García Márquez no ha hecho más que refrendar dicho sentimiento como dinamo de nuestra vida. Jóvenes, viejos, maduros, ancianos, todos estamos expuestos para gozarlo o padecerlo y creo que en ambas circunstancias, duela o no, jamás debemos permitirnos dejarlo de lado.      

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Chichigalpa, Nicaragua, 1953.
Poeta, escritor, crítico literario. Reside en Puebla, México, donde estudió Ing. Química (BUAP). Mediador de Lectura por la UAM y el Programa Nacional Salas de Lectura. Fue editor y colaborador sección de Crítica, de www.caratula.net. Es Mediador de la Sala de Lectura Germán List Arzubide. Ha publicado: Reconocer la lumbre (Poesía, 2023. Sec. de Cultura, Puebla). Ámbar: Espejo del instante (Poesía, 2020. 3 poetas. Ed. 7 días. Goyenario Azul (Narrativa, 2015, Managua, Nic.). ahora que ha llovido (Poesía, 2009. Centro Nicaragüense de Escritores CNE y Asociación Noruega de Escritores ANE). Miscelánea erótica (Poesía colectiva 2007, BUAP). Fue autor de la columna Libros de la revista MOMENTO en Puebla (1997- 2015).