Mujeres de Sol y Luna de Helena Ramos CNE. Managua, 2007
1 febrero, 2008
“Mujeres de Sol y Luna” es una recopilación de la poesía de 37 autoras de los años 70, 80 y 90 que ha sido trabajada con mucho afán y esmero por Helena Ramos. Esta es una muestra muy interesante que reúne poesía de mujeres con grandes diferencias de clase social, edad, profesiones, intereses, técnicas y gustos estéticos que solamente entran en contacto cuando todas se avocan a practicar un género de escritura casi mítico si se está en Nicaragua: la poesía.
Entre las autoras podremos encontrarnos con nombres ya reconocidos como Gloria Gabuardi, Isolda Hurtado, Rosario Murillo, Karla Sánchez o Daisy Zamora para citar a algunas y a la par podemos incursionar en las diferentes texturas, calidades y dones particulares de la pluma de autoras más recientes como Andira Watson, Jazmina Caballero, Erika Castillo, Deborah Robb, Marta Leonor González o Alejandra Sequeira, cada una de las que se puede esperar una fuerza expresiva violenta, una plataforma estudiada, bien estructurada de intertextualidades y lecturas de las mejores poesías femeninas de Hispanoamérica y del mundo, o la suave añoranza por el objeto amado trabajado muy concientemente desde la técnica del melodrama o a veces del poema exteriorista.
“Mujeres de Sol y Luna” tiene como precedentes al menos dos antologías de mujeres recopiladas también por mujeres como lo son: Poesía Nicaragüense (Managua: Editorial Nuevos Horizontes, 1948) de María Teresa Sánchez y la de Daisy Zamora La mujer en la poesía nicaragüense (Managua: Nueva Nicaragua, 1992). Una particularidad de esta antología es que aunque la autora insiste en que las fichas biobibliográficas de las antologadas “distan de ser exhaustivas” la verdad es que las referencias biográficas parecen anotadas como si se tratara de una hoja de vida que curiosamente insiste en que muchas de estas mujeres son madres y que debemos aprender con humildad a valorar lo que eso significa. Lo arriesgado, intrincado o difícil que es escribir una línea por mala que sea, por buena que sea, mientras se intenta hacer el almuerzo, ir a traer los niños a la escuela, comprar provisiones, hacer veces de maestra, amante, sicóloga y trabajadora del hogar al mismo tiempo que una se aguanta las ganas de sentarse a escribir el milagro. El milagro es tener tiempo.