«I won»

18 enero, 2021

Guillermo Cortés Domínguez

Cuento inédito relacionado a la elección en USA, con el personaje Trump de por medio y la pandemia.



Hay gran agitación por las próximas elecciones de los animales en todas las selvas: en la taiga rusa, en las estepas norteamericanas, en las planicies africanas, en el Amazonas de América del Sur, en las reservas naturales declaradas por la Unesco, en todos los reductos de la naturaleza que lucha ante la voracidad mercantil y consumista del humano.

Estos comicios de los animales para dotarse de sus líderes entre 2021-2024 coinciden con que la Tierra se encuentra a las puertas de la Sexta Gran Extinción en la que desaparecerían de todo rincón del mundo 5,200 especies que ahorita están en alitas de cucaracha: 11% de las aves, 20% de los reptiles, 34% de los peces y 25% de los anfibios y mamíferos.

Para detener la deforestación, desde estas manchas verdes surgen desesperados sonidos de la inmensa mayoría de los animales del planeta: zumbidos, berreos, bramidos, castañeteos, graznidos, cacareos, gruñidos, maullidos, chirridos, ronquidos, aullidos, ladridos, croar, siseos, rugidos, grajeos, chillidos, etcétera.

Los animales elegirán a un presidente, diputados y senadores. En las últimas décadas se han visto demostraciones públicas contra el sistema de los colegios electorales, sobre todo entre los mamíferos, pues sus 270 votos son los que deciden, y no el sufragio directo de la población, de modo que un cerdo puede ganar la primera magistratura sin tener el voto de la mayoría de las especies.

Hubo elecciones primarias en todo el mundo animal y finalmente solo quedaron dos contrincantes que dejaron en el camino a una veintena de ballenas, panteras, rinocerontes, gatos, jirafas, leones, ratones, venados, lagartos, aves del paraíso, perros, ranas de múltiples colores, etcétera, gracias a su capacidad de comunicarse con los animales y de explicar sus programas de gobierno. Uno de los dos, el elefante, tenía más experiencia que el otro, el burro, pues era el Presidente y estaba finalizando su período, pero, como la mayoría de sus antecesores, quería la reelección, lo cual no era fácil, cuatro de ellos no lo consiguieron.

Un mordaz chimpancé llamado Nast, que en las últimas cuatro décadas de los años 1800 trabajó en una revista sarcástica, en sus caricaturas asociaba el burro y el elefante a los partidos políticos mayoritarios de los animales y así se quedaron. En los últimos 200 años hubo otros partidos, pero, por diferentes razones, no calaban en el corazón de los votantes.

Donaldo, el candidato de los elefantes, estaba tan seguro de su victoria, que en su campaña se mostraba exultante, tenía una fe desmedida en sus bases constituidas por los animales más apegados a los valores conservadores y que para defenderse de los hombres andaban armados, les gustaba pelear, eran vocingleros, no simpatizaban con los negros, las minorías y los inmigrantes, y estaban en contra del matrimonio homosexual y del aborto. No le gustaba Facebook pero era un fanático de Twitter.

No era eufórico el aspirante presidencial del partido de los burros, más bien José se mostraba comedido, casi parco, contrario a su candidata a vicepresidenta, Kamala, una entusiasta pantera que cautivaba a las audiencias. Como pensaba que su oponente se equivocaba mucho al hablar o escribir, la principal estrategia de José era que Donaldo fuera más público que él.

La primordial bandera del equipo de campaña de los burros era en realidad la de todos los animales: luchar contra el cambio climático, además, privilegiar el enfrentamiento a la terrible peste del coronavirus que en su país ya había matado a un cuarto de millón de animales. Durante su mandato, su oponente no fue contundente contra la Covid-19, más bien laxo. Por otro lado, José prometió no deportar inmigrantes que buscaban asilo político, sobre todo los provenientes de Nicaragua, Venezuela y Cuba.

El mensaje de los burros fue eficientemente transmitido por toda la nación animal especialmente por loros, papagayos, cuervos y palomas, pulpos delfines y ballenas, monos y chimpancés. La campaña de los elefantes fue más agresiva y con mensajes poco complejos que calaban en las mentes más conservadoras, como que el candidato opositor era “comunista”, que eliminaría la propiedad privada, establecería una tarjeta de racionamiento por familia y le entregaría el país a los chinos y los rusos.

Varias empresas encuestadoras, algunas de ellas dirigidas por búhos y cerdos, perfilaban como favorito a los burros, sobre todo por la mala gestión de la Covid-19 de parte de los elefantes, así como por sus políticas en contra de los animales negros e inmigrantes. Consideraban que para Donaldo sería perjudicial el asesinato de George Floyd. En promedio le daban a José diez puntos de ventaja.

Pero el día de los comicios fue diferente: Donaldo inició ganando en muchos Estados, y todo parecía indicar que tendría una fácil victoria, pero cuando comenzaron a contar el voto por correo, se fueron revirtiendo los resultados iniciales en varios lugares y los burros ganaron la presidencia con 306 votos de los colegios electorales y casi 80 millones de votos de la población, contra 232 y casi 74 millones, de los elefantes, y retuvieron la Cámara de Representantes y estaban pendientes del desenlace en el Senado.

Pese a su ímpetu y desbordado optimismo, en su fuero interno el candidato de los elefantes luchaba contra las vocecitas de muchas bacterias y virus, principalmente alojados en su estómago y en su cerebro, que le advertían que podía perder, y por eso tempranamente Donaldo agitó a los medios de comunicación y la sociedad al alertar que habría fraude electoral y luego arremetió contra el voto por correo, señalando que sería fraudulento.

¿Por qué el voto por correo fue proporcionalmente mayor para José que como ocurrió con el voto en las urnas?, se preguntaban en una mesa redonda de delfines, pulpos y palomas. El consenso fue porque Donaldo, indolente y permisivo ante el Covid-19, desalentó esta manera de votar, en cambio, el líder de los burros motivó a sus votantes a que con anticipación depositaran su boleta en un sobre para no exponerse a contraer el coronavirus al asistir a los centros de votación.

Cuando el candidato de los elefantes comenzó a advertir que estaba siendo derrotado, la emprendió con ira contra los burros, intensificó su discurso sobre un fraude, por todos los medios posibles trataba de desacreditar el proceso electoral y las instituciones y remando contra la corriente se desgañitaba afirmando: “I won!”.

Un analista político de la especie de los pulpos, que competía con los mejores politólogos de las familias de cuervos, cerdos, ardillas, palomas, elefantes, delfines y chimpancés, calificó de “errónea” y catastrófica” la estrategia que siguió Donaldo: primero, de acusar de fraude; segundo, de acudir a la Corte Suprema de Justicia; tercero, de entablar demandas judiciales; y cuarto, de tratar de impedir que los colegios electorales certificaran los resultados; pues las acusaciones no cambiaron los números, la Corte rehuyó el asunto, más de 30 demandas fueron rechazadas o retiradas y los estados iniciaron su certificación.

Entre muchos elefantes había molestia por la actitud de Donaldo ante la derrota, pues nunca en la historia un candidato se había comportado así, lo que proyectaba que tenía mala memoria, atentando contra una de las facultades portentosas que se le atribuyen a esta especie. Los elefantes asiáticos consideraban que el candidato los estaba desprestigiando porque son conocidos por sus habilidades numéricas cercanas a las de los humanos. Como se sabe, estos paquidermos tienen habilidades para el conteo y esto no se ve alterado por la distancia, la magnitud o las proporciones de las cifras que se les presentan.

Donaldo es uno de los pocos elefantes de la Tierra que practica el golf. En varios campos de juego de este costoso deporte son memorables las reacciones virulentas del Presidente ante sus derrotas. Es igual con las elecciones, pues como un niño humano malcriado ha armado un tremendo berrinche y se ha retirado a la Casa Blanca, donde ha estado tratando de destruir todos sus juguetes, sobre todo las instituciones electorales, pero sin éxito.

Joe y Kamala no han iniciado una transición para la toma del gobierno, como corresponde, por la negativa de Donaldo a aceptar los resultados de los comicios. Ha llegado el 20 de enero del 2021 y el líder de los elefantes continúa atrincherado en la Casa Blanca, donde hoy los electos deben tomar posesión, según el calendario oficial de la nación animal.

Las fuerzas armadas y las agencias de inteligencia y seguridad acordaron sacar a como sea del recinto oval al ex mandatario, pero el Partido Republicano se opuso, aunque individualmente varios líderes estuvieron de acuerdo. Funcionarios y militares de alto nivel y graduación se dirigieron a la oficina del Presidente, pero este, alertado por los pocos miembros de su equipo de seguridad que le quedaban, fue llevado al cuarto de refugio destinado para él y sus ministros ante una emergencia atómica, por ejemplo, y que tenía alimentos para años. Y ahí se escondió.

El Presidente y la Vicepresidenta del partido de los burros tomaron posesión, iniciaron su gestión y aunque por meses trataron por todos los medios, menos por la fuerza, de que Donaldo saliera de su escondite, este se negaba una y otra vez y así pasaron los cuatro años del mandato de José y Kamala, quienes en comicios de reelección ganaron de nuevo, pero invertidos los cargos, y la cautivadora pantera se convirtió en la primera presidenta hembra y negra de la nación animal.

El primer gesto de Kamala como presidenta fue abrir la pesada y ancha puerta de acero y titanio del refugio presidencial, para alentar a Donaldo a que saliera, lo cual no ocurría, aunque pasaban días, semanas y meses.

Un día, un nuevo funcionario de seguridad, creyendo que por descuido estaba abierta la puerta del refugio atómico, la cerró, y como era algo despistado, cuando le preguntaron si el derrotado candidato de los elefantes había salido, hizo un gesto con la cabeza que fue interpretado como una afirmación por quienes lo observaban, y desde ese día se dio por hecho que el expresidente había huido subrepticiamente. Nadie se acordó más de lo que en ese refugio secreto había ocurrido.

Cuando al séptimo año, ya cansado y sin alimentos, Donaldo y sus guardaespaldas quisieron salir de su escondite, no pudieron, porque el refugio había sido sellado y abandonado por otro nuevo, con más sofisticadas medidas de seguridad. Y ahí se quedó para siempre, aunque vive en la memoria, sobre todo de las personas mayores que son parte de los casi 74 millones de animales que votaron por él. Algunos empleados de la Casa Blanca han comentado discretamente que por lo menos una vez, al pasar por el antiguo refugio, les ha parecido escuchar un grito: “I won!”.

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