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Náwat – y no náhuatl. El náwat centroamericano y sus sabores: Náwat pipil y náwat nicarao

1 febrero, 2013

El náwat centroamericano, antes hablado desde Chiapas hasta Costa Rica, no es ni un dialecto del náhuatl clásico ni una forma “corrupta” de náhuatl. Es una lengua hermana del náhuatl que empezó a separarse hace unos mil quinientos años. El náwat nicarao y el náwat pipil no son idénticos pero son tan semejantes como formas regionales del español americano. La importancia de este hecho es que ahora con mejores conocimientos de la lengua náwat pipil de El Salvador, se puede llegar a una mejor aproximación de obras maestras como El Güegüence de Nicaragua y el Kujtan kuyamet de El Salvador. También refuerza las fundaciones de una cultura centroamericana y ofrece esperanza a los nicaragüences que quieren recuperar su lengua ancestral.


Un frecuente error que se encuentra en los estudios mesoamericanos es la idea de que se hablaba el náhuatl clásico en Centroamérica como lengua natal o popular. La verdad es que sólo se habla y se hablaba el náhuatl clásico en Anáhuac y algunas áreas vecinas del centro-sur de México. Al oeste de Anáhuac hablan unos dialectos relacionados al náhuatl clásico, algunos de los cuales son incomprensibles entre ellos. Al este del Lago de Texcoco, empiezan otros dialectos relacionados, tanto como la lengua náwat, dividida en varios dialectos o formas regionales, casi todos comprensibles entre ellos. Los dialectos orientales formaron un sub-estrato lingüístico para el náhuatl.

Aunque parece un poco decimonónico hacer tales divisiones basadas en la mitología, la división sí parece corresponder a la de Anáhuac y Tula, o digamos, entre los seguidores de Tezcatlipoca y los de Quetzalcóatl. Las descripciones prevalentes de la rama aztecan de la familia yuto-aztecan son de Lyle Campbell, Una Canger, Terrence Kaufman y Yolanda Lastra de Suárez, quienes separan el pochuteca, una lengua extinta antes hablada en Oaxaca, de las otras variedades alrededor de AD 400. Todas las lenguas nahuas existentes y sus variedades vienen del grupo azteca general; la que Campbell divide en 4 ramas: Occidental, Oriental, Huasteca y Centro. Ubica el náwat dentro de la rama oriental con los dialectos de la Sierra de Puebla, del Golfo (Veracruz y Tabasco), del Istmo (Chiapas y Tabasco) y Centroamérica. Kaufman divide el nawa en nawa oriental (i.e. náwat), el que consiste en el náwat de la Sierra de Puebla, el náwat del istmo de Tehuantepec, el nawa huasteca y el náwat centroamericano –y el resto de la rama nawa, incluso el náhuatl clásico (3). Canger privilegia una dicotomía entre el centro y la periferia, mientras que Lastra de Suárez destaca las distinciones entre occidente y oriente.

La situación, en realidad, parece ser un poco más complicada, ya que el náwat pipil tiene elementos del centro y de la periferia. Igual como el náhuatl clásico, el náwat tiene muchi “todo”, tiltik “negro” y de la periferia tiene yey “tres” (en vez de ey del náhuatl clásico), teksisti “huevo”, tisi “moler” y forma el plural con -met’. Aun más curioso es el hecho de que hay una dicotomía en la rama céntrica entre el náhuatl de los mexica de Tenochtitlán y los que viven al este del Lago de Tezcoco. Mientras los mexicas utilizaban -e’ para marcar posesión y nino-, tito- para la primera persona reflexiva; los tlaxcaltecas utilizaban -wa’ para la posesión y nimo, timo para la primera persona reflexiva, semejante a los pipiles y los nicaraos, los que utilizaban ni-mu, ti-mu (324; véase también el texto náwat de El Güegüence). Los mexicas decían miyec “mucho”, y los tlaxcaltecas miyak –como en el náwat pipil y el náwat nicarao. Una curiosidad es la dicotomía entre mochipa (336), la forma del náhuatl clásico, náwat muchipa (Calvo Pacheco) versus la forma oriental nochipa (336), la que se encuentra en El Güegüence.

Esto demuestra que, a lo mejor, la primera división ocurrió alrededor del Lago de Texcoco, pero debido a la proximidad, hubo un efecto de “Sprachbund” que mantenía la comunicación de innovaciones, así que las formas no se bifurcaron tanto. Por el otro lado, con la distancia hacia las periferias, las formas más distantes perdieron contacto con el centro y hubo  menos posibilidades de comunicar innovaciones. Claro que con la expansión de estados como el tolteca y el azteca, hubo una expansión de territorio e intercambio de pueblos, tanto como la llegada de soldados y mercaderes desde el centro. A la vez había peregrinajes y embajadas mandadas a los centros de poder político y espiritual. Así que no hubo una quiebra total entre las variedades.

Quizás el intercambio más significante fue la llegada de tropas auxiliares mexicanos que apoyaban a Cortés en su conquista de Centroamérica. Muchos de estos soldados establecieron barrios al lado de las ciudades mayores centroamericanas, por ejemplo Mejicanos, al noreste de San Salvador. Aunque es posible que algunos hablaran náhuatl clásico, se supone que la mayoría de los soldados eran de ciudades enemigas de Tenochtitlán. Probablemente se casaron con mujeres de las ciudades que poblaron y poco a poco se adaptaron al náwat, pero también prestaron unas cuantas palabras e innovaciones por su parte. Durante la colonia, en teoría, el náhuatl clásico fue la lengua administrativa en las áreas indígenas. En la práctica, se puede imaginar que los sacerdotes leían sermones en náhuatl clásico pero oían confesiones en el náwat de la calle. A la vez, hubo asentamientos de soldados mexicanos en áreas donde antes no se hablaba náwat, estos hubieron de dejar una influencia en el náwat cuando expandió a esas regiones, borrando lenguas indígenas de menor importancia para los españoles. Hay que mencionar que entre los mayas la influencia náwat empezó desde muy temprano, mucho antes de la llegada de los pipiles a El Salvador –probablemente en la época de la decaída de Teotihuacán, por los siglos VI y VII-. La mayoría de las lenguas mayas, incluso el yucateco obtuvieron entre el 5 y 10 por ciento de su vocabulario del náwat, y no del náhuatl, como se puede determinar al hojear los Libros de Chilam Balam, el Popol Vuh y los nombres de linajes y personajes mayas –como los Itzá, los Xiu, los Tepeu, etc.- La fuente, seguramente, fue el náwat del golfo o del istmo en la época antes de la marcha al sur de los pipiles.

Por decir que el Náwat Pipil y el Náwat Nicarao tienen orígenes semejantes y que eran mutualmente comprensibles, no infiere que eran idénticos. Tenían entre 500 y 1000 años de diferencia. Eran tan diferentes como las variedades regionales del español. Todavía son comprensibles con el náwat del istmo y, a lo mejor, el náwat de la Sierra de Puebla.

La historia de la llegada a El Salvador y Nicaragua es confusa y contradictoria, a pesar de ser documentada por muchos historiadores y lingüísticos de gran renombre. A lo mejor, parece que hubo varias entradas de grupos náwat en distintas épocas que se apoderaron a los anteriores. También hay que reconocer que hubo substratos lingüísticos distintos en El Salvador y Nicaragua: mayas (chol, kaqchikel, k’iche’, pokomchi, etc.), mije-zoques, xincas, lencas y posiblemente mangue-chorotegas en el este y el centro de El Salvador, versus mangue-chorotegas, subtiavas, misumalpas (matagalpas, etc.) y chibchas (corobicís, guatusos, huétares, etc.) en Nicaragua y Nicoya (Constenla 16). Se puede agregar que como Nicaragua y Nicoya no fueron tan nawatizados como El Salvador, que la llegada de las tropas mexicanas y sacerdotes educados en México pudo haber dejado mayores huellas (Jorge Lemus –comunicación personal).

Pero las diferencias no eran tan importantes como declaran Costenla y otros. Si la diferencia entre el náhuatl clásico y el náwat es como la diferencia entre el español y el portugués, la diferencia entre el náwat pipil y el náwat nicarao es como la diferencia entre formas regionales del español americano. Aquí, voy a detallar los argumentos de Costenla en letra itálica, uno por uno, para mostrar lo triviales que son:

El nicarao, como algunos dialectos nahuas introducidos en Guatemala después de la conquista (los del Valle de Motagua y el Valle de Salamá, Campbell, 1985: 939-42) fundió la /n/ con cero a final de palabra, cosa que no sucedió en el pipil salvadoreño. Ejemplos: theotbilche ‘hijo de Dios’ (c/. pipil piltsin ‘niño’) nanci ‘nance’ (cf . pipil nantsin ) teoba ‘casa de oración’ (cf. pipil tyupan ‘iglesia’) totoli ‘gallina’ (cf náhuatl clásico totolin).

Respuesta: lo mismo pasa a veces en El Salvador: e.g. español salvadoreño nance, además, hay varios hidrónimos que terminan en -apa, pero nunca en -apan: Acachapa, Comalapa, Jutiapa, Michapa, Nejapa, etc. La pérdida de /-n/ final no es universal en nicarao, e.g. nicarao y pipil chian vs. náhuatl chíá; nicarao tecuan “tigre” (véase a Rafael Urtecho). Curiosamente, algo semejante pasó en el español campesino de varias regiones de Cuba, la República Dominicana, Puerto Rico, etc. No es para tanto.

Como por lo menos una de las variedades guatemaltecas ya mencionadas y algunas de Chiapas, el nicarao fundió la /ch / preconsonántica con /sh/, cosa que no sucedió en pipil. Ejemplos: nicarao toste, nahua de Pueblo Nuevo Solistahuacán (Chiapas) tusti, nahua del Valle de Salamá tuxti ‘conejo’, pipil tuchti (cf. barrer’ nahua de Soyaló, Chiapas taxpana, pipil tachpa:na) nicarao sochit, nahua de Soyaló suchith, pipil xu:chit.

Nota: la confusión entre /ch, sh, s/ es bastante común entre toda el Nahuatlalli/Nawatan, i.e. en casi todas las variedades nahuas (John Sullivan, comunicación personal febrero 2012). Véase náwat pipil tisti “tiste” –versus náhuatl clásico textli “cosa molida”, tanto como el topónimo pipil Tasco versus náhuatl clásico Tlachco (ahora Taxco). Note que la flor nacional de Nicaragua es el sacuanjoche, una forma basada en /sh/ — y no el *sacuansoche. También se encuentran en Nicaragua topónimos como Jinotega, los que están basados en /sh/. En El Salvador se dice cipote, del pipil sipit –compara con náhuatl xipochtic, y con el español nicaragüense cipote, jipote (el último, de nuevo, fundado en /sh/).

El nicarao, como el nahua de Veracruz y el del Valle de Salamá perdió el alomorfo /-li del sufijo absolutivo cuando éste se presentaba precedido por temas polisilábicos terminados en /l/ y lo mantuvo cuando el tema precedente terminado en /l/ era monosilábico (en el nahua del Valle de Salamá parece haber, sin embargo, algún caso de retencón de / -li/ precedido por temas polisilábicos). El pipil, en cambio, lo perdió en todos los casos. Ejemplos: nicarao cali, nahua de Mecayapán, Veracruz kahli, nahua del Valle de Salamá kali, pipil kal, nicarao tonal ‘espíritu’, nahua de Salamá tunal ‘sol’, pipil tunal ‘sol, espíritu’ nicarao guacal, nahua de Mecayapán, Veracruz wahkal, pipil wahkal ‘recipiente hecho del fruto de Crescentia cujete’.

Nota: El pipil lo mantiene en variantes como tupilli “bordón”, prestado a Xinca del náwat pipil (Sachse 929). Así que la pérdida de -li no pudo haber sido muy temprano. El español nicaragüense demuestra formas como atol, pinol, posol/pozol, etc., no sólo en palabras compuestas.

Lehmann interpretó que la frase teba teba xuya traducida por Fernández de Oviedo como ‘¡bueno, vete!’ debía significar más bien ‘¡tú, tú, vete!’. Considero muy probable que haya estado en lo cierto. De ser así, el nicarao coincidiría en este caso con los miembros del grupo central, como el náhuatl de Tetzcoco, en que ‘tú’ es te’ua, y diferiría del pipil, que presenta taha. Por otra parte, en El Güegüence (Brinton, 1883:12) aparece una frase, asuyunguamenegua, que Brinton tradujo como “let me disclose myself” y que de acuerdo tanto con lo precedente como lo siguiente, que está en castellano, tiene que ver con la insistencia de un personaje de la obra en identificarse. En tal contexto, resulta muy factible que el negua con que termina la frase (203) sea el Pronombre de primera persona, que también resultaría ser del tipo que se encuentra en las hablas del centro de México y no del que se encuentra en pipil (c/. náhuatl de Tetzcoco ne’ua, pipil naha).

Nota: El cambio de /-a-/ > /-e-/ ocurrió muy tarde en Anahuac, c. 1500 (véase a Gordon Whittaker). Náwat pipil tiene na, naja, ta, taja, etc. Nicarao newa y teba, más bien son cognados de náwat pipil ni-yawi “me voy” y tewan “compañero,” o si no, posiblemente de ni-wan “y yo, conmigo”, ti-wan “y tú, contigo, compa”.

En el vocabulario, el nicarao parece no compartir algunas particularidades muy características del pipil. Ejemplos: Nicarao oçomate, oçumate, uçumate, náhuatl clásico oçomatli /¿osoma?tli/ ‘mono’, pipil sunt ûmak [sic]; nicarao quiavit, Quiavit, náhuatl clásico quiauit; pipll a:t ‘lluvia’ (en pipil se emplea la palabra que significa ‘agua’ en general).

Nota: En pipil, “mono” es usumat (Calvo Pacheco) –no encontré *sunt umak por ninguna parte; ajkayawit es “huracán, chubasco” < aj- “actor por parte de otro, representante”. Es una declaración completamente espuria.

En nicarao se registró oçumate como signo del calendario (Squier, 1990:43) y Oçumate, Uçumate como nombre propio de persona (en un censo de 1581, E. Ibarra, comunicación personal 1993). En nicarao quiawit se registró como signo del calendario (Squier, 7990:43) y Quiavit como nombre propio de persona (Lehmann, 1920: 1014).

Nota: Donde sí hay una diferencia interesante entre el náwat pipil y el náwat nicarao es con cognados del náhuatl cuauh “árbol, palo, madera”. En palabras compuestas en náwat pipil, kwawi(t) se reduce a veces a ku(j), e.g. kuj-tan “bosque”, ku-nakas-t’, ku-pinul, ku-tusa; o conacaste, copinol, cotuza en el español salvadoreño; mientras que en el náwat nicarao, generalmente se reduce a wa-; como se ve en wa-nakas-te, wa-pinul, wa-tuza, o en español nicaragüense: guanacaste, guapinol y guatuza. Eso se puede verificar con su próxima visita al Restaurante El Guapinol, en cualquier mall de El Salvador y Nicaragua –con la excepción de la cotuza/guatuza. Curiosamente, no hay otros ejemplos, y por otra parte, hay topónimos nicaragüenses con kwa-, en vez de wa-; e.g. Cuacuya, Cuacuyu, Cuajachío, Cuajiniquiñil, Jiñocuajo, Cuajinicuilapa, Cuasquite, Cuajilote, Zopilocuao, etc. Las formas con wa- posiblemente se pueden explicar como producto de influencia mangue-chorotega, una lengua que marca el artículo con una consonante nasal, en glosarios de mangue-chorotega (véase a Quirós Rodríguez), eso se reduce a una consonante sonora por un proceso semejante al siguiente kwa-tusa > ? *N-kwa-tusa > ? NG-wa-tusa > ? Gwa-tusa > wa-tusa.

Ahora es obvio que hay diferencias entre el náwat pipil y el náwat nicarao, pero son  mínimas y no impiden la comunicación. La importancia para la filología del náwat centroamericano es enorme. Se puede aproximar más fácil a una lectura fidedigna de textos como El Güegüence a través del náwat pipil que por el náhuatl clásico. Por supuesto, hay que tener los ojos abiertos a las posibles diferencias entre dialectos hermanos de una misma lengua.

Se puede agregar que, por seguir el hilo de los dialectos de náwat, se nota que hay una conexión entre los mitos náwat de la Sierra de Puebla, México y los de los pipiles –sobre todo el ciclo de Nanawatsin (véase a Taggart). También hay paralelos entre los mitos pipiles y los cuentos folclóricos de Nicaragua. El náwat no era un “náhuatl corrupto”, como piensan algunos. Fue el vehículo de una cultura brillante que sobrevive en toda Centroamérica.

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Se doctoró de la Universidad de Texas, Austin. Es profesor de Español en Delaware State University. Fue Becario Fulbright en 2007 en El Salvador, para estudiar la poesía centroamericana y Becario National Endowment for the Humanities, el premio más prestigioso del gobierno EEUU para investigadores de literatura, para investigar la lengua y literatura náwat de Centroamérica. Tiene más de 100 publicaciones, la mayoría sobre la literatura centroamericana en español, náwat y maya. Está casado con la escritora salvadoreña Abby Guerrero.