Notas para acompañar la lectura de «Víspera del gozo» de Pedro Salinas

5 junio, 2023

HEMOS ido al mar por la mañana. Un día espléndido. Así estaba previsto pero así ha sido, y hemos ido. El dulce sol, el aire. Algún poema. Doy un paseo por el Paseo de Gracia tras el café y vuelvo a sentir qué día más bueno es hoy. Se lo digo a mi madre al volver. Al prever que iba a acabar Ángulos de visión de Juan Larrea pensé en libros que leer. Pensé en Las hijas del fuego, de Gérard de Nerval, que empecé un verano pero me quedé muy al principio. Seguro que ha de interesarme. Pero me acordé también de la Narrativa completa de Pedro Salinas, que compré hace muchísimos años y no he leído. Lo compré en un tomo de Barral Editores, en la colección en la que tengo y leí joven la prosa de Cernuda y compré también en ella los tomos de Aire Nuestro de Guillén. Cuando esta narrativa de Salinas. Veo la fecha en su portada: septiembre 1993. Una vida. Una vida en espera para ser leída. Pienso que he leído varias veces los tomos de Guillén, la última este verano y otoño, y no he leído las narraciones de Salinas. Y que he de solucionarlo. Soledad Salinas de Marichal dice en su prólogo algo que es razón y debí pensar y debe pensar casi todo el mundo, y causar que estas narraciones queden sin leer o pasen a atenderse poco. Esto dice: “Es por lo tanto manifiesto que en el Salinas narrador no hubo una continuidad creadora paralela a la del poeta lírico. Y no es sorprendente que en la generalidad de las historias de la ficción española contemporánea apenas haya alguna que otra alusión a la obra narrativa de Salinas. Ni pretende el presente volumen reclamar para Pedro Salinas un lugar notorio en la novelística española de este siglo. Dada sin embargo la importancia (por todos reconocida) de la poesía lírica y de la personalidad literaria de Pedro Salinas, no estimamos necesario justificar la edición del presente volumen. Apuntemos, a este propósito, que La bomba increíble (redactada de febrero a abril de 1950) ha de verse como secuencia, en prosa narrativa, del poema Cero (septiembre-octubre, 1944). Del mismo modo, han de situarse las narraciones de El desnudo impecable en el amplio contexto de las obras dramáticas de Pedro Salinas. En suma, la voz narrativa de Pedro Salinas, aunque de tono menor en el conjunto de su obra, emana del centro mismo del espíritu creador de un gran poeta”. Está muy bien. Es un juicio, quiero decir, de una gran ponderación, y que debí compartir, y por ello quedaron sin leer. Pero pienso que quiero leerlo. Por lo que es Salinas, por lo que es su poesía, por un tiempo de y para este país. Las narraciones del primero de los libros, Víspera del gozo, las dio a conocer -bueno, algunas- en la Revista de Occidente en 1924 y 1925. Volver a ese tiempo. Leerlas. Porque es un tiempo de arte. Empiezo así la primera de estas narraciones, “Mundo cerrado”, y cuando estoy leyendo su párrafo final llama a mi madre Paloma, su prima y amiga. Para quedar y verse esta tarde. No se han visto desde la pandemia. Se han hablado mucho, han estado al tanto una de otra, pero no se han visto. Me alegra muchísimo que se vean. Me parece que el tiempo detenido se reanuda, que vuelve de verdad la vida. En el mar, en la amistad, en el arte. El afecto, las lecturas. La memoria. A Paloma le acompaña una de sus hijas, que está casada con un amigo y compañero de clase, a quien le digo que dé recuerdos y un abrazo de mi parte. Abrazos aún en el tiempo, aún los tiene y los ha de tener para nosotros. En esta ciudad y sus recodos, y en los recodos de la memoria y la expresión.

II

DOY UN VISTAZO a las narraciones del primer libro de Salinas tras dejar a mi madre y haber escrito una nota que exprese la emoción de que también para ella la vida vuelva -y sobre todo esto-, un vistazo que expresa, dice de manera literal lo que con ellas he hecho, que es verlas, sopesarlas con la mirada en su extensión entre las manos, como si en ese vistazo pudiera resultar una idea, una impresión de cómo son estas piezas, de su factura. Y un poco sí es así. Será un placer leer estas prosas de este libro breve, prosas y narraciones de un tiempo, de una generación, de una juventud. Poco tienen que ver las narraciones de juventud, por ejemplo, de Francisco Ayala con lo que es su narrativa posterior, y también hay un foso o un vado entre los libros primeros de Salinas y los de madurez -libros de poemas, quiero decir, aunque en arte todo es madurez. También la juventud y sus obras y las expresiones que trae y alcanza. La juventud de una época, una manera de escribir que a veces se ha considerado de manera ácida y crítica -pienso en Cernuda-, alrededor de la Revista de Occidente, que ha llegado a nombrar con su nombre a la generación -así nos lo dice y recuerda Francisco Ayala en sus Recuerdos y olvidos. Queda este libro con estas narraciones de Salinas del que dio a conocer algunas en esta revista, precisamente, en 1924 y 1925, por leer, como si aún quedara algo por vivir y por decir. Y lo queda. De aquí que pueda leerlas. Quizá lo haga esta tarde o mañana por la mañana junto a mi madre en el jardín. Aún hay arte por descubrir y vida que vivir, la vida tiene arte aún por encontrar y con el que decirla. Sea esta lectura reafirmación de esta verdad, de este deseo, así la emprenda y cumpla en mi ánimo.

III

HACE UN DÍA espléndido este sábado, como se esperaba, y salgo a disfrutar de su mañana y doy un breve paseo por el Paseo de Gracia. La mañana permite e invita a que luego vayamos al jardín con mi madre y así lo hacemos, desde él, en él escribo. Y al llegar la belleza del sol contra las chimeneas de la azotea de la Pedrera, la belleza y la serenidad de la luz y el aire, de la tierra, de los árboles. Aquí quiero terminar las narraciones del primer libro de Pedro Salinas en que reunió éstas, Víspera del gozo, de 1926. Qué título, pienso ahora, más definitorio. De la celebración de la vida y el gozo de existir que hay en su creación, como la hay en la de su sin par amigo Jorge Guillén -como amigo y como cantor de esta celebración. Ayer por la tarde empecé este libro, con asombro y gusto, el asombro y gusto de encontrar y descubrir algo que tenemos y sabemos y es a la vez en ese reencuentro nuevo. Leí en casa varias narraciones. Y ahora, esta mañana, también en casa, antes de ir al jardín con mi madre, leo la narración en que me había quedado, “Aurora de verdad”, y siento que es como un sostenido poema de Salinas. Un poema in extenso, narrado. Lorca llamó a las poesías de Salinas prosías, lo sabemos todos, y aquí tenemos, pienso, su contrario y complementario, es decir, una narración que es un poema sostenido -como una larga nota musical sostenida-, poesía in extenso. Me agrada así sentirlo. Ayer sentí una invitación a la poesía y a la vida en este inesperado reencuentro con la poesía de Salinas a través de estas no leídas narraciones, pese a tenerlas conmigo desde hace muchos años. Escribí y reflexioné sobre ello, y otra vez lo hago ahora. Más y lo mismo. Siento en este reencuentro y la sorpresa y el asombro de este reencuentro la invitación a la vida que la poesía es, y cómo la poesía está en esta reanudación de la vida. La poesía y la amistad y la música y recobrados sitios queridos de esta ciudad. Me olvidé de decir -digo me olvidé porque lo pensé y recordé y sentí, pero luego, al escribir sin anotaciones ni plan alguno, se me quedó en el tintero, una expresión antigua, pienso ahora, que cubre el olvido y puede decir, sentimos a veces, media vida- que me llegó a media semana desde Roma y las manos y las intenciones de Carmelita un ejemplar de Nuova Antologia, esta legendaria revista de Florencia, una de las más antiguas de Europa, en cuyo número de octubre-diciembre de 2022 los dos hemos salido -yo con un poema mío y ella con la traducción al italiano del mismo. Abro la puerta y me llega la poesía. En mi idioma y una lengua muy hermana que siento también mía. Y con la poesía la memoria y el corazón, historia del corazón la poesía y todo el tiempo que hay en ella. Siento también esta invitación a la vida y a la poesía en la lectura de estas narraciones de Salinas. Pienso acabar este primer libro de ese tiempo fulgurante para la poesía ahora en este jardín. Antes escribo estas líneas. Este primer libro, breve, de título que siento ahora tan revelador y significativo, que se publicó en un año, 1926, que está a las puertas de aquél con que se nombra a la generación, lo acabaré ahora. Me gusta y me habrá gustado leerlo por entero. Pienso leer las narraciones posteriores, escritas al final de su vida. Una de ellas nos remite a un largo poema. Pienso que es invitación a releerlo, y, de hecho, a releer la poesía completa de Salinas, que compré y leí muy pronto, tras esa primera antología en que me lo dio a conocer Julio Cortázar, y he leído entera también bastantes veces. De la narrativa a otra vez la poesía, de escritos que se tienen por complementarios a los que se consideran medulares. Pero en la poesía y en la vida de un poeta todo es medular. También los márgenes y las orillas, los olvidos, las obras primerizas, las que no se entendieron o no gustaron. Todo nos lleva al centro del misterio del crear y nos remite a él. Forma parte de él. También tú, porque de él participas, lo invitas en tu ánimo a ser.

IV

LEO LA NARRACIÓN que sigue de Salinas, titulada “Volverla a ver”, y la siento también un narrado y sostenido poema: el final, el párrafo final avanza entre sus líneas hacia tu sentir, hacia lo profundo de tu sentir, como lo hace un poema y recuerdas y tienes en el corazón lo hacen, precisamente, sus poemas. Las líneas que van al corazón con un ritmo preciso y que recuerdas y sientes el mismo. Tú, para el poema. Y el poema para ti. Creo que le gustaría esta final formulación referida a los que él escribió a Pedro Salinas.

V

AL PRINCIPIO, HACIA el final de la narración siguiente, “Livia Schubert, incompleta”, encuentro una pregunta que encaja con lo que hace un momento escribía, y quiero transcribirla, pregunta la respuesta o conato de respuesta, y así lo digo porque ya se sabe que en verdad tal no puede ser, que en esta narración se da. Así en las páginas 51 y 52 de esta Narrativa completa de Pedro Salinas puede leerse: “¿Prosa o poesía? No se sabe. Palabras desnudas y puras, ordenadas, aquí en el centro, unas debajo de otras como los versos, parecidas de lejos a versos o a ondas, todas distintas, pero apoyadas en la siguiente, y que van a la misma cosa. Y luego, a derecha e izquierda, como dos orillas exactas y firmísimas de tierra, de dos y dos son cuatro, números, dos márgenes de números, viendo pasar ellos, lo inmutable, lo eterno, como dos filas de chopos, esa corriente cantarina de las palabras fugaces, por en medio”.

VI

Y LA SENSACIÓN de poema, de asistir en el sentir a un poema de Salinas mientras continúo y avanzo en esta narración. Pienso que está siendo un gusto leerlas, que ha sido como un regalo esta manera de volver a encontrarme con Salinas a través de estos textos que increíblemente no había leído y me lo hacen otra vez sentir, y sentir tal cual es y lo tengo en los adentros. Avanzo en esta narración y hago un alto un momento, para ver cuántas más quedan de las que forman este libro. Veo entonces que es la última. Lástima, me digo y pienso. Pero también que la poesía de un poeta encuentra caminos para volver a nosotros, y que muchas veces son caminos imprevistos, y que hemos de estar para ellos abiertos.

VII

TERMINO ESTE LIBRO de narraciones, Víspera del gozo, y al acabar la última de ellas que en él se incluye, “Livia Schubert, incompleta”, pienso que los títulos de estas narraciones son completamente, merecerían ser títulos de poemas. Muchos poemas de Salinas carecen de él, y el de estas narraciones son, me parece, en su perfecta síntesis, en su carácter anunciador, propios de poemas. Responden a lo que las narraciones son, y las resumen y anuncian, como caben y saben hacer los títulos de poemas con lo que en el poema encontramos. Pienso esto, y siento al punto que de un modo misterioso en una creación de arte todo se completa, y a la vez que todo en ella sigue abierto, como una invitación a vivir. A que ese arte y su poesía tú vivas.

Barcelona, 17 y 18 de febrero de 2023


EL CONTEMPLADO

Leo los otros dos libros de Narraciones de Pedro Salinas que llevaba tantos años por leer, El desnudo impecable y otras narraciones y La bomba increíble, subtitulada “Fabulación”. Ha indicado en la nota que las precede en esta edición la hija del poeta la correlación de esta última -que da que pensar y hace acordarse a uno de momentos que se dan en la actualidad- con el poema “Cero”, y lo leo. Cojo el tomo de sus Poesías completas y voy a buscar este poema, y lo leo, y también el que le precede, “El viento y la guerra”. Pienso que puedo releer la poesía de Salinas, y especialmente pienso en sus libros finales, y entre estos libros -porque es el primero de ellos, y por más cosas- pienso en El Contemplado. Que es el mar, y suscitó el mar de Puerto Rico. Desde su contemplación se escribió, y el poeta lo indica. Ayer una amiga me trajo el Boletín de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española, en que se han publicado mis “Poemas con Jorge Guillén”, poetas no sólo amigos sino tan hermanos, tan hermanados en sus creaciones. Y lo que ejemplifica y se da como llevado al extremo en El Contemplado es quizá lo que más los hermana, consiste en lo que quizá más los acerca en sus obras poéticas y maneras de sentir y mirar y recibir el mundo. El mar es también el mar que me hace nacer poemas, y su tan sólo mirarlo -contemplarlo. Es para mí también el contemplado, y lo es en las playas de la Costa Brava o en mi ciudad. En Barcelona. El contemplado, y yo el poeta que lo contempla y esa contemplación dice -ella le hace decirla. Algunos motivos que explican mi deseo de ir a buscarlo y releerlo. Y también los otros libros finales. Voy a leer en primer lugar el prólogo de su amigo Jorge Guillén y veo que en su primer párrafo subraya este carácter necesario -necesario y a tener en cuenta- de estos libros finales. Dice Jorge Guillén en este primer párrafo: “Los sesenta años de Pedro Salinas (1891-1951) se resolvieron en una línea recta. Treinta años de preparación. Treinta años de producción. La obra poética en verso se distribuye en nueve libros, que se agrupan en tres etapas. La etapa inicial -de 1923 a 1931- comprende Presagios, Seguro azar, Fábula y signo. La segunda etapa constituye un ciclo verdadero. De 1933 a 1938 se desenvuelve el gran tema: La voz a ti debida, Razón de amor, Largo lamento. Con ese ciclo llega a su cumbre la actividad de nuestro autor. Pero esta imagen de cumbre no debe rebajar el comienzo a una tentativa preliminar ni los poemas finales a un epílogo. Salinas es Salinas a lo largo de toda su carrera, y cada libro contribuye a determinar el conjunto. Este conjunto es lo que más importa en un poeta de primer orden. Esenciales son también los tres libros de los años 40: El Contemplado, Todo más claro y el póstumo Confianza”. Ésta será la frase final de este prólogo: “El mundo poético de Pedro Salinas es una evidente creación perdurable”. Leo lo que dice de El Contemplado: “Aquellos primeros años 40, de trágica historia pública, fueron vividos por Salinas con preocupación -más bien obsesión- diaria. Sus escritos -y no sólo sus conversaciones- lo irán reflejando. Pero la jornada del hombre completo no se reduce a la participación en la vida social. Así ha sido siempre y así debe ser. De todos modos, la presión política llegó a tal grado en aquellos tiempos que se produjo una especie de gazmoñería de intelectual puritano. Aún hoy es menester justificar al poeta que mira el mar y lo dice bien. En época de bélico despropósito son más imprescindibles algunos minutos de pausa ante un espectáculo no corrompido por el desorden. No se trata de purificación sino de respiración”. Guillén dice más cosas de este libro, todas precisas, acertadas. Volveré quizá a alguna de ellas. Voy a leer el libro. Éste es su epígrafe: Mar de Puerto Rico, 1943-1944. Y sus citas: “La luz, que nunca sufre,/ me guía bien” (Muchas gracias, adiós), “¿La luz no es quien lo puso/ todo en su tentativa de armonía?” (Paso a la Aurora), Jorge Guillén, en Cántico. Y es un “Tema con variaciones”. En el Tema el nombre y la acción misma que subyace tras este nombre y es el contemplar -porque el mar es el Contemplado, sí. Así lo dice en este primer poema, que es el Tema: “De mirarte tanto y tanto,/ del horizonte a la arena,/ despacio,/ del caracol al celaje,/ brillo a brillo, pasmo a pasmo,/ te he dado nombre; los ojos/ te lo encontraron, mirándote./ Por las noches,/ soñando que te miraba,/ al abrigo de los párpados/ maduró, sin yo saberlo,/ este nombre tan redondo/ que hoy me descendió a los labios./ Y lo dicen asombrados/ de lo tarde que lo dice./ ¡Si era fatal el llamártelo!/ ¡Si antes de la voz, ya estaba/ en el silencio tan claro!/ ¡Si tú has sido para mí,/ desde el día/ que mis ojos te estrenaron,/ el contemplado, el constante/ Contemplado”. A este encuentro con el nombre, a su aparición y advenimiento, a su importancia, que es la de sentir que no hay, no puede haber para él otro -es el que tiene, el que lo designa y también el que merece, el único que de verdad merece-, dedicará otro poema, una de las Variaciones, la III, con el epígrafe o lema Dulcenombre. Dice en ella: “Desde que te llamo así,/ por mi nombre,/ ya nunca me eres extraño./ Infinitamente ajeno,/ remoto tú, hasta en la playa/ -que te acercas, alejándote/ apenas llegas-, tú eres/ absoluto ensimismado.// Pero tengo aquí en el alma/ tu nombre, mío. Es el cabo/ de una invisible cadena/ que se termina en tu indómita/ belleza de demandado./ Te liga a mí, aunque no quieras./ Si te nombro, soy tu amo/ de un segundo. ¡Qué milagro!/ Tus desazones de espuma/ abandonan sus caballos/ de verdes grupas ligeras,/ se amansan, cuando te llamo/ lo que me eres: Contemplado./ Obra, sutil, el encanto/ divino del cristianar./ Y aquí en este nombre rompe/ mansamente tu arrebato,/ aquí, en sus letras -arenas-,/ como en la playa que te hago./ Tú no sabes, solitario/ -sacramento del nombrar-,/ cuando te nombro,/ todo lo cerca que estamos”. Me parece un gran acierto el nombre -El Contemplado- y que sea un Tema con variaciones. Eduardo Chillida, compañero del alma en su sentir el arte de Jorge Guillén -y así se lo escribió al poeta-, dice en uno de sus pensamientos que la música de Bach es como el mar o las olas del mar, siempre el mismo y siempre diferente. Tema con variaciones. Sí, así el mar, El Contemplado. No otro nombre lo puede más designar, significar. Y hay también esta acción de contemplar, y la de contemplar el mar. ¿Qué es el contemplar, qué puede ser, y cómo se puede sentir su razón de ser y hasta su utilidad, su significación? Esto nos dice Jorge Guillén: “¿Sentimiento religioso, panteísmo? Este contemplador se encuentra allí, junto al mar, en acto de salud, goce y gozo con la conciencia subyacente de una Creación. No se va en busca de gloria celeste o una Arcadia, aunque surja -vaivén de aquella orilla- el contraste entre Naturaleza e Historia, entre ocio y negocio. “En Wall Street banqueros puritanos…”. Verso que permitió -vaivén de la crítica- incluir en una antología este poema, justificado (¡) como poesía… social. Se celebraba, pues, el aparente prosaísmo como si esos vocablos “Wall Street, banqueros”, fueran per se prosa (gracias a Dios) cuando en el poema -¿quién no lo sabe?- todo depende nada más del contexto, y no hay expresión poética o antipoética por sí misma. Obra social era El Contemplado como cualquier obra de arte,  y no sólo por una referencia a Wall Street”. La Variación XII tiene tres partes, y la segunda acaba con estos versos que cita y glosa Guillén. “En Wall Street banqueros puritanos/ las escrituras firman// para comprar al río los reflejos/ del cielo que está arriba”. Ésta es la tercera parte de este poema o variación: “Un hombre hay, que se escapa, por milagro,/ de tantas agonías.// No hace nada, no es nada, es Charlie Chaplin,/ es éste que te mira,// somos muchos, yo solo, centenares/ las almas fugitivas// de Henry Ford, de Taylor, de la técnica,/ los que nada fabrican// y emplean en las nubes vagabundas/ ojos que no se alquilan.// No escucharán anuncios de la radio;/ atienden la doctrina// que tú has ido pensando en tus profundos,/ la que sale a tu orilla,// ola tras ola, espuma tras espuma,/ y se entra por los ojos toda luz,/ y ya nunca se olvida”. Sí. Recuerdo -pero tendría que buscarlo o buscarlos- que en algún momento de alguno de sus libros, en varios seguramente, Ernesto Sabato nos dice que la creación de carácter sólo espiritual, plenamente espiritual -y de ahí la que viene de la contemplación y la dice-, tiene también una utilidad social o general, pues sirve a la humanidad. Porque las personas pueden lograr consuelo y alivio de sus angustias y tristeza, de su soledad en ellas. Y es verdad. De ningún modo cabe negar esta utilidad entendida de esta manera más ancha. En la contemplación del mar sentimos el peso o la suma de la especie, el instinto que a ella nos lleva y que nos hermana. Lo ha señalado Guillén en su comentario al libro, y lo encontramos en los versos de Salinas, como en los que constituyen la Variación XIII, con el epígrafe o subtítulo de Presagio: “Esta tarde, frente a ti,/ en los ojos siento algo/ que te mira y no soy yo./ ¡Qué antigua es esta mirada,/ en mi presente mirando!/ Hay algo, en mi cuerpo, otro./ Viene de un tiempo lejano./ Es una querencia, un ansia/ de volver a ver, a verte,/ de seguirte contemplando./ Como la mía, y no mía./ Me  reconozco y la extraño./ ¿Vivo en ella, o ella en mí?/ Poseído voluntario/ de esta fuerza que me invade,/ mayor soy, porque me siento/ yo mismo, y enajenado”. Nos dice después en su poema final: “Este afán de mirar es más que mío”. La contemplación la exige y pide nuestra raíz más profunda, algo que tiene que ver con nuestra naturaleza y nuestra especie. Y no es acción fútil o baladí sino necesarísima. Acción la más necesaria, porque nos salva. Es la que nos salva. Así acaba el último poema del libro y por tanto el libro: “Y de tanto mirarte, nos salvemos”. Y la luz, en y de la contemplación la luz. Estaba ya en las citas de Guillén. Y la encontramos en los poemas de Salinas, como en este final, que lleva el lema o epígrafe Salvación por la luz. Sentir la luz de los seres y de las cosas, saberla sentir, recibir. Cantar. Como al mar. Y que esta contemplación y la luz que hay en ella nos salve. Así acaba este “Tema con variaciones” que es El Contemplado, el canto a la contemplación del mar. Con la afirmación de esta conciencia. Que es la de que nos salva. Ha de salvarnos.

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Barcelona, España, 1966.
Licenciado en Derecho y Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona. Profesor de la UNED, de ESADE, de la Facultad de Filosofía de Cataluña de la Universidad Ramon Llull y de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Su primer libro fue Hospital de Inocentes (1989). Ha publicado también Ética confirmada (1990), Tierras (1996), Los versos del fantasma (2003), El anarquista de las bengalas (2005), finalista del premio Quijote 2006, que concedía la Asociación Colegial de Escritores de España al mejor libro publicado en el año mediante votación de sus socios, y Absurdos principios verdaderos (2011). Es autor de una tetralogía formada por los libros: La poesía es un fondo de agua marina (2011), Los soles por las noches esparcidos (2013), Hasta el final camina el canto (2015) y Sobre el cielo imposible (2016)-, y a ésta se han sumado con posterioridad los libros La lucidez del alba desvelada (2017), La antigua luz de la poesía (2017), Poesía en Roma (2018). La hispanista brasileña Ester Abreu Vieira de Oliveira ha publicado un libro dedicado a su obra poética, con un estudio de la misma y también una antología de su poesía en edición bilingüe castellano-portugués: A arte poetica de Santiago Montobbio (Analisi e traduçao) (Editorial Opçao, Brasil, 2017). Nicaragua por dentro (2019) es su último libro de poemas.