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Otra vez Carlos Fuentes. La inagotable escritura

1 agosto, 2012

¿Quién es Carlos Fuentes? Se me antoja describirlo a la manera de Luis Buñuel: “Carlos Fuentes quizá sea un gran destructor de las conciencias tranquilas”, pero además, para almibarar el comentario, un creador de esperanza humana.

Carlos es una enciclopedia de sensaciones y sentimientos forjados en el crisol del  cosmopolitismo que lo hizo nacer en Panamá para luego devenir en Chac Mool y de ahí encarnarse en las distintas personalidades inscritas en el Ixca Cienfuegos de La región más transparente, en el Artemio Cruz de su propia muerte, en el Gringo viejo, y en el Jaime Ceballos de Las buenas conciencias, para terminar en los huesos de Felipe Montero, enamorado de la vieja Consuelo Llorente y de la joven Aura. Todas sus novelas le responden a sus cuestionamientos con historia, con génesis, con cultura, por eso las escribe, para encontrarse.

Para decirlo pronto, Carlos Fuentes es la obra novelística que responde cuando nos preguntamos cuál es el signo más representativo de la narrativa contemporánea mexicana.


¿Por qué mantener la vigencia lectora de Carlos Fuentes? pregunto y contesto de inmediato: simple y llanamente por memoria, salvaguardar en nuestro acerbo la narrativa de Fuentes incita, siempre que se lee nos mueve a verificarnos como habitantes de México.

No creo necesario entrar en la hipérbole para allanarme el paso a estos apuntes acerca de su ficción. Si bien es cierto hemos mantenido una relación cercana con las palabras de Carlos a través de los volúmenes que ha publicado, es refrescante tenerlo cerca, es decir, atender a los guiños que hace para re-visitarlo, re-descubrirlo, o, como el caso de ciertos lectores explorarlo por primera vez.

Acudo al azar para encontrarme con Los días enmascarados, libro de cuentos de su autoría. El índice informa los títulos contenidos: “Chac MoolEn defensa de la TrigolibiaTlactocatzine, del jardín de FlandesLetanía de la orquídeaPor boca de los dioses y El que inventó la pólvora, seis cuentos cuya naturaleza fantasiosa induce a recorrerlos con la percepción prendida en el botón de las sensaciones. La contraportada también comunica que este  libro contiene sus textos iniciáticos. Fuentes fue precisamente uno de los primeros creadores mexicanos que se inmiscuyeron con su escritura en el pasado indígena, entremezclándolo con el tiempo actual, logrando con ello una simbiosis nada despreciable cuya virtud esencial es que coadyuva a re-encontrar la raíz propia del deambular por este México nuestro de todos los días.

Este tema al que aludo: lo indígena con el hombre de hoy, aparece un tanto en los Los días enmascarados, para indicarlo con más precisión en los relatos: Chac Mool y Tlactocazine, del jardín de Flandes. Los demás textos se encaminan hacia otros rumbos narrativos, ejemplo de ello es En defensa de la Trigolibia, que suena como un ejercicio más bien juguetón de la palabra, relacionándolo con una porción de la política y aunque se nota un tanto incipiente, ya deja ver en su estructura cierta carga de la búsqueda de Carlos Fuentes en los terrenos de lo sociopolítico, como una manera de explicar y explicarse le época en la cual vive.

No está por demás manifestar la vena fantástica en la que Carlos incursiona tanto en  Chac Mool como también En la letanía de la orquídea cuento ubicado en la Panamá de Centro América, donde hace crecer esta bella flor en la rabadilla de Muriel (protagonista) y desde ese referente botánico establecer una fantasiosa disquisición.

Ya en Los días enmascarados pueden observarse algunos elementos esenciales que constituyen la prosa narrativa de Fuentes vinculados con su forma de fabular, el uso de la palabra,  la visión  de su raíz indígena y de algún modo los atisbos de la atmósfera siempre intrigante de lugares y situaciones. Cuando terminé de arrimarme a estos días con antifaz, ingresó en mi espíritu esa suerte de sensación que me dejó Aura cuando la descubrí: ambientación nebulosa, impredecible y misteriosa que se asocia con la mohosidad y la incertidumbre, hay en Tlactocatzine, del jardín de Flandes mucho de ese  sabor que se aleja de una realidad pero de pronto sensibiliza y conduce a esas otras vertientes que no siempre nos gusta explorar. Chac Mool, por ejemplo,  desquebraja en su momento un mucho la cuentística de los medios del siglo pasado, por cuando sus implicaciones con la argumentación imaginativa de la anécdota, pervierten lo hasta ese entonces escrito, a pesar de que la temática, como se dice siempre, ya haya sido contada, sólo que Carlos tuvo la habilidad ¿el oficio? de volverla a poner en el tapete literario con la misma potencia de los grandes cuentistas que lo antecedieron.

¿Cómo concibo a Carlos Fuentes después de haberlo leído en algunas de sus creaciones? Se me antoja describirlo parafraseando a Luis Buñuel: un gran destructor de las buenas conciencias, pero además, para almibarar el comentario, creador de la esperanza humana.

Carlos es un almácigo de sensaciones y sentimientos forjados en el crisol del cosmopolitismo, que lo hizo nacer en Panamá un 11 de noviembre de 1928 por meras razones circunstanciales, porque su padre, Rafael Fuentes Boettiger, integrante del cuerpo diplomático mexicano, ejercía allí sus esfuerzos laborales. Debido a las constantes mudanzas de sedes diplomáticas Carlos tuvo el privilegio de aprender varios idiomas, entre ellos el inglés y el francés, que le ayudaron a realizar lecturas en esas lenguas sin necesidad de traductores. Estudia la preparatoria en México, experiencia que lo dota del compromiso de la búsqueda de la identidad mexicana, de tal manera que sus novelas le responden a sus cuestionamientos con historia, con cultura. Pareciera que por eso las escribe, para encontrarse.

Trabajó un tiempo como periodista e inició estudios universitarios en la Facultad de Leyes, los cuales abandona para viajar a Londres. Posteriormente decide fincar su residencia pasando partes del año en tierras inglesas, en París, y otro tiempo en México. Es decir deviene en Chac Mool y de ahí encarna en las distintas personalidades inscritas en el Ixca Cienfuegos de La región más transparente, en el Artemio Cruz de su propia muerte, en el Gringo viejo, y en el Jaime Ceballos de Las buenas conciencias, para terminar en los huesos de Felipe Montero, enamorado de la vieja Consuelo Llorente y de la joven Aura como un ejercicio lúdico que le permite atisbar el pasado y permanecer en el presente.

La narrativa de Fuentes, para decirlo pronto, responde a las expectativas cuando preguntamos cuál es el signo más representativo de la novela mexicana de la mitad última del siglo XX. Me apropio del concepto de José Emilio Pacheco para redefinirlo: ya no es nada más el gran novelista de su país, México, sino de todo el mundo hispánico.

La región más transparente, novela icónica de su producción ya cumplió cincuenta años de haber sido publicada, pero: la voz de Ixca Cienfuegos su protagonista, aún retiembla en los espíritus lectores.

Ixca continúa cual conciencia galopante extrayendo verdades a esos personajes tan vívidos creados por la pluma e imaginación de Carlos. No ha bastado el tiempo para anquilosarlo ni mucho menos convertirlo en ente caduco. Más bien, por lo que logra entrever dentro de la maraña de asesinatos, carestías, desempleo, desencanto social, miseria y otras lindezas del paisaje mexicano, cobra una notoriedad, que bien valdría reflexionar para entender y combatir.

Carlos Fuentes ha ensayado dentro de esta novela La región más transparente acerca del ser mexicano y sus contradicciones. Un ensayo lúcido y lúdico, virtudes que generan pensamiento y sonrisa irónica ante los aconteceres torales, que de pronto se nos escapan ante la maleza de informaciones (desinformaciones).

He releído La región más transparente con acentuado interés para redescubrir los matices que en aquella primera lectura se me escaparon y que a la luz del tiempo transcurrido, las experiencias, las investigaciones realizadas y las circunstancias actuales, me dejan con una carga de nuevas dudas. Eso y nada más eso exacerba mi pasión por este libro. Los tramos en los que envuelvo mi atención, ahora, me parecen esclarecedores a la vez que lapidarios. Cómo explicar que los acontecimientos vistos por Fuentes en esos tiempos se repiten ahora cual si fuese un ciclo de singular regularidad –me refiero a comportamientos de clase de una sociedad sujeta a reciclajes previstos por una fuerza superior que los acomoda, para que de nueva cuenta sucedan-, convirtiendo en protagonistas a ciertos personajes amparados al margen de los trajines, de los dramas, de los golpes, para aparecerse oportunamente e implantarse como los grandes salvadores de la nación.

La región más transparente a través de sus habitantes más conspicuos, elaboran la historia reciente de un México que sufre, como sufrió hace cien años los embates de una revolución, de un cambio obligado. Creo, porque lo confirmo viendo a mí alrededor, que la familia Ovando, Francisca y su mujer Lorenza, los Zamacona: Ana María, su hija Ana María con su hijo Manuel. Rosenda Zurbarán de Pola, Rodrigo Pola. Federico Robles, Norma Larragoiti y Roberto Régules entre otros, así como Teódula Moctezuma e Ixca Cienfuegos son los moradores de la historia actual mexicana encarnados en otros nombres.

Tal vez, y así tiene que ser, uno puede o no, estar de acuerdo en lo narrado por Fuentes, pero existe algo que hace de esta obra el retrato de una realidad: la manera en que nos endilga los orígenes de cada uno de sus personajes: Están contados con la sangre de alguien que parece los siguió de cerca. La verosimilitud de las narraciones dentro de la historia general logra momentos de gran alcance literario, porque hace al lector confiar en lo que está diciendo. Lo que se  descubre en La región más transparente, es verdad, ya sea dentro de los ámbitos de la pobreza o de la aristocracia, como también de los espacios habitados por los oportunistas que se hacen ricos con la información privilegiada a la que acceden merced a sus triquiñuelas.

Las bases para la conformación, construcción, de los grupos sociales de una ciudad, pueden verse en esta novela. México D.F. es atendida por Carlos Fuentes con el respeto inobjetable a un sitio que ama, y no quiero decir con ello que la trata con benevolencia sólo porque es su ciudad. No. Carlos hace una estupenda recreación de la polis, de la multitud que la acecha, de los itinerantes que llegan y se adosan a sus calles, a sus rincones, acomodando ilusiones que pronto serán cumplidas, o desbaratadas con las tragedias consecuentes.

“Todas las cosas son viejas, y solo son novedosas al tener éxito”, pregona un Rodrigo Pola, novio despreciado por Norma Larragoiti, quien tiene su desquite al emparentarse con Pimpinela de Ovando, figura frágil de la aristocracia decadente de los porfiristas, y triunfar en los terrenos de la argumentación cinematográfica, mientras, Norma ensoberbecida por la posición de su marido Federico desciende a los infiernos del empobrecimiento financiero, ergo, desprestigio social. Un mucho de esa expresión cabalga en los pasajes de la historia, en donde vemos el accionar de un Federico Robles combatiente de la revolución, quien aprovecha, como muchos, el caos de los sucesos para subirse al carro de la prosperidad y a partir de sus negocios, no siempre éticos, mantener un modus operandis que da fiel cuenta de la aparición de inéditas fortunas. 

La creación de nuevos ricos, las recientes formas de convivencia y relaciones amarradas al poder y al dinero, como las distintas perspectivas de visualizar la realidad moderna que se avecina, son armadas bajo la sombra, conformando nuevas clases gobernantes, convirtiendo a la vez a decadentes aristócratas en verdaderos parásitos del presupuesto. Historia no por menos conocida, real.

Ambientes y atmósferas se contorsionan ante los vaivenes volubles de las intenciones de Fuentes, creador visionario de un futuro atribulado. Convierte La región más transparente en un documento que, a la luz de los cincuenta años transcurridos le confieren la razón. La inteligencia de sus apreciaciones bien pudieron haber sido tomadas en cuenta para realizar estudios de lo que nos pasaría ahora en la actualidad, si no vean: Carlos toca el tema del petróleo, con la certeza de que más adelante será fruto de discordia entre los mexicanos, y señala con dedo flamígero a desleales funcionarios y empresarios ocupados en sacar la mejor parte de la raja, en lugar de buscar los beneficios para la población en general.

Amén de la estructura novelística basada en contar la historia general en boca propia de los protagonistas, Fuentes convierte los capítulos en el génesis de cada figura, así Norma Larragoiti tiene sus momentos de gloria, Federico Robles aparece contándole, al igual que Rodrigo Pola, sus aventuras vivenciales a Ixca Cienfuegos, quien, como ya lo consigné, es elemento sustancial del entramado –además de tener su propio apartado-.
Librado Ibarra, Rosenda Zurbarán de Pola, Mercedes Zamacona, Hortensia Chacón, mecanógrafa y segunda esposa de Robles, Gladys García, la prostituta, Betina Régules, hija del abogado magnate Roberto Régules, merecen también la atención específica de Fuentes y detrás o al frente de ellos, Ixca Cienfuegos observando, asestando consejas, aclarando conceptos, develando misterios, mantiene su protagonismo, disfrutando su ambigüedad y misterio.

No hay duda, fascinación por México es lo que siente Carlos Fuentes. Por ello acude a todas las formas posibles de contarlo, procurando no dejar nada por resolver en cuanto a lo que refiere, y así ocupa a la novela como mecanismo de violentar y mostrar la conducta de sus moradores. Sucede en la historia que cuenta en la novela Cristóbal Nonato, acaso ese carácter fársico, carnavalesco, de que está dotada, se revela en su discurrir: escenografía donde se retratan los distintos rostros político-sociales del variopinto territorio nacional, al amparo de la innovadora manera de expresarlo.

El discurso de Fuentes en Cristóbal Nonato se salta las trancas de la homogenización, pertrechado en los coloquialismos de la época, compone palabras, aplica términos en inglés, transgrede los innumerables estereotipos en que se venía cobijando la novela, fragmenta pensamientos y sentires dentro de una estructura por demás provocativa: quien narra aún no ha nacido, es decir, aún no es nadie, ve el mundo desde el encapsulamiento genital: el vientre de su madre.

El apellido Nonato, no nacido, es acaso solamente barrunto, una expresión de un futuro, algo que se vislumbra derivado de aquello creado y desarrollado por el humano en el presente inmediato, después el nombre: Cristóbal, se asocia ipso facto al descubrimiento de América por Colón, llamado de igual manera que nuestro protagonista, y que similarmente acusa la sorpresa por lo nuevo, el asombro, esa sensación en el espíritu ante la sorpresa. Con estos elementos, quiero creer, Carlos Fuentes escudriña detalladamente en el corpus de la nación mexicana, durante una etapa en que el decaimiento del partidazo -no nos hagamos-, llamado PRI, sufre las consecuencias de su deterioro político, claro está, por todo aquello que ha dejado de hacer por los ciudadanos que lo encumbraron, pero también por los grados sumos de corrupción incrustados en sus intestinos, piel y huesos, casi como filosofía del poder. Novela de casi 560 páginas, en donde se especula con la llegada al poder gubernamental de México del PAN el otro partido político que ha sido la sombra, el antagónico, y la más de las veces cómplice de las correrías de estos personajes paradigmáticos del partidazo, poseedores de una carga plena de ambiciones que cumplen a rajatabla con lo impuesto por la razón de ser de este tipo de servidores públicos emanados de la comodidad posterior a la revolución. Estos personajes en Cristóbal Nonato están encarnados con precisión de retratista en Ulises López y el Lic. Federico Robles Chacón (ya observado en La región más transparente, aquí repite) ambos ministros plenipotenciarios y con manga ancha para sacar todos los beneficios que les da estar en la cúspide de la pirámide política, asesorando al primer presidente panista en México: Jesús María y José Paredes, y alrededor de ellos toda la corte de adláteres enquistados.

Carlos, coherente a su idea y pensamiento de trasvasar el verdadero sentir de su escritura, que es plasmar en las historias que cuenta la realidad nacional embebida del espíritu mexicano, muestra el carácter desvergonzado y trágico que nos circunda, imprime a Cristóbal Nonato significativas dosis de visos socio- psicológicos en episodios donde se dan cita los distintos modelos conductuales de los habitantes, así entonces Ángeles, sin apellido, y Ángel Palomar Fagoaga se muestran como los padres de Cristóbal Nonato, quienes tiene el objetivo preconcebido que su hijo nazca el 12 de octubre de 1992 para ganarse el Premio que ha sido convocado por el Gobierno, en atención a los 500 años del descubrimiento de América. Ángeles y Ángel viven su romance tienen su pelea y separación aunque más tarde la redención quizá los aguarde, con todo y perdón, pero nunca olvido, inician un periplo por el territorio mexicano, obligados por las diferentes circunstancias de protestas y caos que envuelve al país merced a las barbaridades de los gobernantes, se hacen de amigos, al igual que ellos desencantados y aventureros: Los four jodiditos, pero también de enemigos: Matamoros Moreno y su hija Colasa Sánchez, quienes en venganza tras haber sido ninguneados por Ángel Palomar, por razón de unos escritos malos que Matamoros quería publicar, realiza una persecución implacable contra Ángel, en ese inter Matamoros se erige como estandarte de los choferes de trailers que transportan toda la carga de insumos en el territorio azteca, e inicia la revuelta en contra de los gobernantes, las imágenes de esos episodios son relatados por Fuentes con la eficacia que lo caracteriza. 

No puede dejarse de lado otra de las innovaciones propuesta por Fuentes, la utilización de un personaje real: Fernando Benítez, como uno de los bastiones de la estructura ficticia dentro de la historia, pero dicha utilización no sólo como poste sino como muestrario de las tragedias que padece nuestro país a todo lo largo y ancho de su territorio, y además, como contrapunto esencial al personaje burgués-conservador y oportunista Homero Fagoaga, protagonista insuperable de la novela y quien representa de modo preciso el sentir de una clase social, capaz de revolverse en todos los sentidos a fin de conservar sus comodidades y regalado modo de vida.

Personalmente sentí en Cristóbal Nonato el depósito de ciertas dosis de rabia, no tanto en los personajes que deambulan en la novela, sino del autor, claro, ocupando su mediación y en la descripción de lugares y circunstancias, evidenciado en la posición irónica y crítica de los manejos de los mandatarios del país y vislumbrada en el corpus de la historia. Esa cólera sembrada en las intenciones de Fuentes, parece ser consecuencia de su desencanto con respecto a los derroteros en que ha incurrido el desarrollo de México, posterior a la cruenta revolución que nos antecedió, por desgracia sin arrojar los resultados que se esperaban.

Hay en Cristóbal Nonato una apuesta fuerte en la manera de plantear las estructuras novelísticas y en las intenciones. Suena inconcebible que quien narre sea alguien que aún no es, de tal manera que mirada y narración resultan sorprendentes, me parece que los lectores, en general, deben reconsiderar la lectura de esta novela para revalorarla, en su sentido crítico, agudo e irónico y redescubrir nuestra realidad.

Llama mucho la atención en estos libros citados: Los días enmascaradosCristóbal Nonato y La región más transparente,  el sentido del reforzamiento que Fuentes hace de las conceptualizaciones de la narrativa desarrollada en la América hablante del castellano, sobre todo para un público que ya ha incursionado con cierta periodicidad en ellas, porque apuntala las diversas reflexiones que se puedan generar alrededor y permite producir mayores espacios de apertura en la crítica y en el análisis, pero también para aquellos que leen por simple gusto, Fuentes se aventura, a través de ellas –las novelas y el cuento-, a ofrecer puntos de vista y opiniones que no se tenían contemplados después de leerlas, una suerte de ars narrativo, tal como percibe y describe en el ensayo La palabra enemiga, que cierra el libro La nueva novela latinoamericana, del mismo Fuentes, dice: “Creo que se escriben y se seguirán escribiendo novelas en Hispanoamérica para que, en el momento de ganar conciencia, contemos con las armas indispensables para beber el agua y comer los frutos de nuestra verdadera identidad”; y precisamente esa es una de las ideas centrales que el autor expone y defiende en tanto ensaya con las obras de Domingo Faustino Sarmiento, Cortázar, García Márquez, Carpentier, Vargas Llosa, en este volumen ensayístico La nueva novela latinoamericana: la situación de la identidad y cómo la literatura se torna herramienta imprescindible de los latinoamericanos, a fin de mostrarnos cual somos ante el mundo entero.

Otro asunto toral que Fuentes aborda aquí, es el conflicto que se produce en el artista hispanoamericano mientras permanece en la disyuntiva de considerarse un escritor nacional, que en algunos casos lo sitúa en un terreno muy cercano al provincianismo de fondo, y por ende, en un anacronismo de forma, o sentirse con aspiraciones de narrador universal, asumiendo imitativamente estilos y temas de la vanguardia novelística que lo colocaría en el ninguneo, en la insignificancia y con el respectivo riesgo de perder a sus lectores regionales y además sin ganar adeptos en el extranjero. Esta perspectiva está expresada de manera muy sucinta en el ensayo llamado La constitución borgiana.

La nueva novela hispanoamericana recoge de manera precisa -como para enfatizar su trascendencia- los ensayos: El afán totalizante de Vargas Llosa;  Carpentier o la doble adivinación;  García Márquez: la segunda lectura;  Cortázar: la caja de Pandora;  Juan Goytisolo: la lengua común. En ellos se verifica el desarrollo y los caminos andados de la novela, sosteniendo como factor afín el sustento del lenguaje, que a decir del propio Fuentes, se re-inventa, porque el nuevo escritor latinoamericano se torna radical cuando voltea a ver su pasado, pues así puede emprender una revisión de su escritura a partir de una evidencia: la falta de un lenguaje. Entonces en ese construir la nueva manera de decir, expresa todo lo que la historia ha callado y aplica un ejercicio más crítico en sus creaciones, sin renunciar en absoluto a las emociones que ha cargado desde siempre: el amor a la justicia, el impulso libertario o la cólera justificada.

Carlos Fuentes, si se permite la expresión, seduce con su propuesta aquí en La nueva novela hispanoamericana, el tono persuasivo con que arremete al plantearnos sus ideas ejerce un fuerte sentimiento de aceptación, por supuesto -y esto es una opinión estrictamente personal-, el libro me hubiera parecido más completo si acaso hubiese focalizado su atención también en narrativas como la de Borges, Rulfo, José Emilio Pacheco, Donoso, entre otros escritores que han incidido de manera gravitante en la literatura de nuestro continente.

De cualquier forma La nueva novela latinoamericana, representa lo que la narrativa actual tiene de distinto y de igual que las anteriores.

Pero será cierto que el hecho cultural simboliza y conjuga cada una de las maneras de ser. Que una pintura, un poema, una obra cinematográfica, una puesta en escena de alguna obra teatral, o de un espectáculo dancístico o musical, indican cómo somos.

Será verdad que la cultura, sea la respuesta a los desafíos de la existencia. Es acaso factible amalgamar en América Latina los elementos sustanciales de la sociedad moderna, constituidos alrededor de la economía y la política desde la base de la unidad cultural. A ojo de pájaro, esta disyuntiva, esta resolución de nuestro ser, pudiese no parecer tan conseguible en tanto la dispersión y el desprecio a la cultura y las artes nos ronda.

Las inteligencias propias, y a veces extrañas, por fortuna, no nos abandonan, asumen el rescate de nuestras luchas desde la almena del decir, del pensar, del reflexionar y del ahondar en las raíces de la historia. Carlos Fuentes voz propia, vox populi, pone en la mesa de las discusiones ese tema, después de pensado lo escribe con una riqueza bibliográfica, con la profundidad de un intelectual avezado en la confrontación y estudio de las ideas en su libro El espejo enterrado, volumen expresivo y personal de su punto vista acerca de los problemas que nos atañen como país y como habitante de este planeta.            

Pero el ejercicio de pensamiento desarrollado en El espejo enterrado, no se queda exclusivamente en la propuesta fantasmagórica del intelectual alucinado, aquel que se piensa a sí mismo como el demiurgo dador de opiniones redentoras, me parece que la práctica realizada en este libro, demuestra que el análisis de las situaciones ocurridas a lo largo de la vida de cualquier país, tienen mayor valor y veracidad, en tanto están supeditadas al vigoroso estudio de su propia historia y a las historias de los demás países involucrados en su existencia. Fuentes está presente en El espejo enterrado como el magnífico investigador que ha sido a través de su desarrollo escritural, lo confirma la bibliografía apuntada en el mismo libro cuya extensión rebasa un poco más de las treinta cuartillas y en donde además de hacernos ver el ingente trabajo de descubridor, le da la oportunidad, -así lo expresa- de manifestar la biografía de su cultura, porque una cultura se compone de todos los que la portamos, la conocemos, apreciamos y aun procuramos enriquecerla y continuarla. Representa pues, para Carlos Fuentes una manera de decir que la bibliografía empleada para realizar El espejo enterrado es de la que se ha nutrido durante 50 años de lecturas, y que lo ofrecido allí es acaso sólo una selección, una referencia a las obras que consultó o recordó mientras escribía tan vasto ensayo.

El repaso de la historia asumido por Fuentes, está implícito en el texto, abarca desde la conquista de España precisamente, hasta la hispanidad norteamericana, pasando etapas cuya centro está asociado con el descubrimiento y la conquista de América, la muerte del mundo indígena, el siglo de oro español, los caminos hacia la independencia de los pueblos americanos, Bolívar y San Martín, el concepto de Tierra y Libertad de Zapata,  apuntes acerca de aspectos importantes relacionados con las culturas indígenas sudamericanas y los nacimientos de las respectivas oligarquías y dictaduras, para arribar, cual colofón natural, en la reciente democracia española post-franquista y como ya lo referimos: a nuestra inevitable relación con el norte, Estados Unidos para ser precisos.

Durante todo el periplo narrado a manera de ensayo histórico, podría decirse hasta novelado, Carlos Fuentes no cesa en su intento por demostrar su idea: las culturas sólo florecen en contacto con las demás, y perecen en tanto permanecen aisladas, de tal suerte que esa interacción cultural se asocia en Hispanoamérica, desde un terreno abonado por usos, costumbres, artes, maneras de ser, estar y gobernar de otros pueblos. Deviene desde que España es conquistada por romanos y árabes musulmanes y transportada a América por Colón y sus compañeros de aventura, para mezclarse con los autóctonos, sin olvidar el arribo de la negritud, trasladada de las planicies africanas por ingleses y portugueses.  Por eso la propuesta ensayística de Carlos Fuentes resulta de una importancia capital, pone a pensar agudamente con la idea de que en nuestro ser corre la sangre de un triculturalismo acendrado y que, por lo tanto, nuestra respuesta, a los problemas actuales, desde su perspectiva, debe ser de un optimismo relativo, pero eso sí, muy bien cimentado, porque enmedio de todas las crisis que nos aquejan, América Latina se transforma y se mueve, creativamente, mediante la evolución y la revolución, mediante el descubrimiento de la democracia a la americana y sobre todo, porque sus hombres y mujeres están cambiándose y moviéndose, rebasando a las instituciones tradicionales, convirtiéndose en protagonistas de su nueva historia por intermedio de una moderna figura social: la sociedad civil.

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Chichigalpa, Nicaragua, 1953.
Poeta, escritor, crítico literario. Reside en Puebla, México, donde estudió Ing. Química (BUAP). Mediador de Lectura por la UAM y el Programa Nacional Salas de Lectura. Fue editor y colaborador sección de Crítica, de www.caratula.net. Es Mediador de la Sala de Lectura Germán List Arzubide. Ha publicado: Reconocer la lumbre (Poesía, 2023. Sec. de Cultura, Puebla). Ámbar: Espejo del instante (Poesía, 2020. 3 poetas. Ed. 7 días. Goyenario Azul (Narrativa, 2015, Managua, Nic.). ahora que ha llovido (Poesía, 2009. Centro Nicaragüense de Escritores CNE y Asociación Noruega de Escritores ANE). Miscelánea erótica (Poesía colectiva 2007, BUAP). Fue autor de la columna Libros de la revista MOMENTO en Puebla (1997- 2015).