Pablo Antonio Cuadra y la identidad nicaragüense
6 diciembre, 2021
Darío fue uno de los primeros intelectuales del continente en reconocer la riqueza del aporte indígena a nuestra cultura y fue persistente en el propósito de rescatar ese “otro lado” de nuestro ser. “Porque fue Darío, nos dice Pablo Antonio Cuadra, en su ensayo “Rubén Darío y la aventura literaria del mestizaje”, “el primer valor que, en la corriente de nuestra literatura culta, no sólo señala lo indio como fuente de originalidad y de autenticidad literarias sino que proclama en sí mismo -contra todos los complejos y prejuicios de su tiempo- el orgullo de ser mestizo”.
En su ensayo “Estética de los primitivos nicaragüenses”, Darío reconoce que nuestros indios “no desconocían el divino valor de la poesía. Gustaban del símbolo y del verso…” “…Tenían la noción de la gracia…” “…La antigua civilización americana atrae la imaginación de los poetas”. Si en la figura del “salvaje y aguerrido” Caupolicán Darío descubre el paradigma de “la vieja raza”, en su poema “Tutecotzimí” lleva a cabo, como lo ha señalado Pablo Antonio, “la primera incorporación del indio a nuestra poesía culta nicaragüense y esa incorporación la realiza para elaborar un mensaje contra la tiranía, la violencia y la guerra”.
Con Rubén, y por Rubén, el mestizaje deja de ser considerado un estigma para transformarse en motivo de afirmación y orgullo. Y es que si en alguien el mestizaje adquiere su plena dimensión universal y nos muestra todas sus potencialidades creadoras y renovadoras es en el mestizo Rubén Darío, cuya misma personalidad tenía cierta grandeza y dignidad de enorme indio chorotega.
Pero es el propio Pablo Antonio Cuadra quien mejor ha dibujado los rasgos que caracterizan nuestro modo de ser nicaragüenses y nuestra cultura mestiza. Justamente calificado por Ernesto Cardenal “como el más nicaragüense de nuestros poetas”, su primer libro “Poemas nicaragüenses”, publicado en 1933, cuando el poeta tenía 21 años, señala un hito en la historia de nuestra literatura pues, además de ser “el primer libro de poesía nueva o de vanguardia publicado en Centroamérica”, la obra es nuestra misma Nicaragua, vista por un joven que en plena intervención extranjera descubre maravillado el encanto de su tierra. En otras ocasiones, he afirmado que en los años de la intervención norteamericana, Nicaragua dio dos grandes testimonios de nacionalismo: Sandino en la montaña y Pablo Antonio Cuadra en sus “Poemas Nicaragüenses”.
En su discurso de ingreso a la Academia Nicaragüense de la Lengua, Sergio Ramírez señaló que el gran legado de Pablo Antonio a nuestra cultura, “es precisamente la búsqueda permanente de nuestra identidad en sus raíces populares y en los elementos tan variados del mestizaje. A través de la imaginería de sus poemas hizo trascender el término vernáculo, desde su páramo doméstico, a una dimensión universal”.
Adentrándose en lo nativo, Pablo Antonio supera el simple regionalismo y se afirma por el lado universal de lo nuestro. Fiel a la divisa de Tolstoi: “Describe bien tu aldea y serás universal”, Pablo Antonio sabe que su “pequeño país cristiano, compuesto de unas pocas primaveras y campanarios, de zenzontles, cortos ferrocarriles y niños marineros” puede, en la voz de sus poetas, alcanzar esa resonancia, pues “en el principio existía la comarca, el mundo nos fue dado por añadidura”.
Esta es la tierra del poeta, nuestra tierra. En ella está enraizado su canto. Tierra y canto se confunden. Y del barro de esta tierra brota su ansiedad por trascender lo temporal, encontrar las huellas de lo eterno y descifrar el enigma de la vida, el otro Norte de su poesía, que ya se anuncia en el poema de mayor aliento de su primer libro: “Introducción a la tierra prometida”. “Cuadra, expresa Julio Valle Castillo, ha cantado para inventar, y reservar, construir, reconstruir y recrear Nicaragua, al nicaragüense y la nicaraguanidad, o sea, lo autóctono”.
La otra raíz poderosa en la poesía de Pablo Antonio es su nunca negada fe católica. A este respecto, Francisco Arellano nos dice: “En la poética de Pablo Antonio Cuadra hay una estrecha relación entre fe, poesía y sociedad. No la poesía al servicio del catecismo ni la fe como adorno de la poesía, sino una unidad sustantiva… Fe y poesía aparecen en la poética de Pablo Antonio no como una dualidad, sino como una unidad vigorosa y trascendente; el hombre y su creador… Hay en Pablo Antonio Cuadra una voluntad de cristianizar la cultura y en su poética consigue su objetivo”.
En 1967 publica El Nicaragüense, que lleva ya varias ediciones, verdadero “best-seller” de nuestra literatura. La obra es una colección de “Escritos a Máquina” a través de los cuales PAC nos describe “la ironía y el drama de ser nicaragüense”, dibujando los rasgos más acusados de nuestro pueblo: su naturaleza exódica, vagabunda e itinerante, de la que los pies fugitivos de Acahualinca representan el primer testimonio (“abandonaremos nuestra Patria y nuestra parentela porque ha dominado nuestra tierra un dios estéril”); la dualidad original “que obliga a la incesante empresa de unir, fusionar y dialogar”; su imaginación y fantasía desbordantes, “que con mucha frecuencia llega a la extravagancia barroca o a la fanfarronería”; su sobriedad en el vivir, que se refleja en la casa que habita; la simplicidad de la carreta que usa o del traje que le cubre (¿será que su espíritu nómada le mueve a construir una morada provisional y a privar de adornos su “casa peregrina y caminera” que es la carreta?); su gozo en la agudeza, la crítica punzante y la burla, que generalmente revierten contra sí mismo y su tierra (¿o será este un modo de evadir la dura realidad que le agobia?); su extraversión (“el nicaragüense es un pueblo con el almario abierto”), etc…
Esta obra, primera y hasta ahora única aproximación al estudio de nuestro ser, debería constituir acicate para nuestros sociólogos y psicólogos, pues Pablo Antonio Cuadra les ha mostrado a nuestros científicos sociales el rico campo para la investigación que es el ser nicaragüense y su identidad.
A propósito de este pionero aporte de PAC al estudio de la nicaraguanidad, el Dr. Nicasio Urbina afirma: “Todo pueblo necesita sus historias y sus mitos para construir su identidad… Ningún escritor en la historia de Nicaragua ha pensado la nación, ha intuido sus secretos, y ha hilvanado los retazos dispersos de su identidad, como lo ha hecho el gran poeta Pablo Antonio Cuadra”.
Otro libro muy nicaragüense de Pablo Antonio Cuadra es El jaguar y la luna, que su autor consideraba como: “el libro de poemas más original, aboriginal y mío. Esta arrancado directamente, no de lo literario, sino de las formas pictóricas de nuestros dibujos en cerámicas precolombinas”. Poemas concisos, a propósitos como para que puedan escribirse en cerámica, extraídos del legado indio para “devolver a la poesía su mágico destino de creadora de mitos”.
«El caudillo es silencioso
(dibujo su rostro silencioso)
El caudillo es poderoso
(dibujo su mano fuerte).
El caudillo es el jefe de los hombres armados
(dibujo las calaveras de los hombres muertos)».
“A mi ver, afirmó José Coronel Urtecho, el más estrecho contacto poético de lo contemporáneo con lo precolombino lo ha establecido Pablo Antonio Cuadra en su realmente mágico y talismático pequeño libro de poemas El jaguar y la luna.
Quizás, uno de los aportes más trascendentes de Pablo Antonio Cuadra es su libro Cantos de Cifar. Con este canto épico a nuestra Mar Dulce y a sus “ulises criollos” Pablo Antonio, como le dijera con entusiasmo el poeta José María Valverde, ha “ganado una batalla nueva que, para quien sea capaz de verlo, cambia la situación y naturaleza de la poesía en español”. Se trata de la batalla de la narrativa, pues Pablo Antonio “ha hecho en verso lo que debía haber sido hecho en novela”.
Cifar, el Navegante, encarna en un humilde marginado, de esos que pueblan nuestro Gran Lago y realizan la hazaña cotidiana de vivir del riesgo y la intrepidez. Cifar Guevara, es un héroe de carne y hueso, nacido en una isla “pequeña como la mano de un dios indígena”.
El Maestro de Tarca, que es como una prefiguración del propio Pablo Antonio, sabio y conceptuoso, sentado en la piedra del Aguila, le enseña, a través de la vida, los secretos del mar:
«Es conveniente
es recto
que el marino
tenga cogidas
las cosas por su nombre.
Dijo la madre a Cifar
¡Deja las aguas!
Sonó Cifar el caracol
y riéndose exclamó:
-El lago es aventura.
-Prefieres, dijo ella
lo temerario a lo seguro.
-Prefiero
lo extraño a lo conocido».
Lleva así mucha razón Nydia Castillo cuando al analizar la creación poética de PAC nos dice: “Hablar sobre Pablo Antonio Cuadra, la voz lírica más alta de la poesía nicaragüense en los últimos sesenta años de este siglo, es entablar un diálogo con el portavoz de la nicaraguanidad. Es un hecho bien conocido que la obra de Cuadra tan vasta como excelente, que incluye poesía, teatro y ensayo, se distingue por su constante reacción a su tiempo y los hechos que la originaron”…“Cuadra ha hecho de la nacionalidad el pivote central que alienta toda su producción literaria”.
“¿Ha habido un poeta más consciente en su obra de la biodiversidad y la riqueza ecológica de un lugar donde le ha tocado vivir que Pablo Antonio Cuadra?”, se pregunta su crítico Steven White y agrega: “Gran conocedor del paisaje visible con sus volcanes, montañas, selvas, sabanas, lagos, islas, ríos y costas, Cuadra también ha sabido revelar los secretos de otro paisaje, invisible pero historiado y animado por la memoria colectiva de un pueblo en la forma de folklore y cantos populares y también mitos de origen indígena”.
Alejandro Serrano Caldera, al prologar los ensayos de PAC, escribió: “Pablo Antonio es un pensador de esta contradictoria realidad, de la ambivalencia de nuestra identidad y del sistema de signos encontrados que prefiguran el alma y la sicología del ser nicaragüense”… “Pablo Antonio, es un pensador fundamental en la historia de nuestro país, un paradigma de coherencia entre el hombre, el poeta y el pensador, desde su propio lado de la trinchera y con su propia visión de la historia y la cultura jamás desmentida. Es, él solo, sin lugar a duda, toda una época, una especie de hombre símbolo y un referente inexcusable en la historia de la cultura nacional”.
En un ensayo publicado en el número 44, 2ª época de la revista LENGUA de la Academia Nicaragüense de la Lengua, bajo el título: El desarrollo de nuestra conciencia de nacionalidad, Pablo Antonio pasa revista a nuestro desenvolvimiento histórico para determinar en qué momento del mismo surgió nuestro sentimiento colectivo del “nos” nacional.
En el período prehispánico la nacionalidad “estaba encogida, reducida a la tribu”. Durante la colonia, al principio dominó la confrontación entre lo español y lo indígena. Más tarde surgió entre los criollos y los peninsulares. Los criollos, cada vez más, adquirieron la conciencia de la “americanidad”. La independencia, por eso, más que rasgos nacionalistas los tuvo de americanidad, afirma PAC.
Entre los nicaragüenses, en las primeras décadas de vida independiente, analiza Pablo Antonio, la ausencia de una capital fuerte unificadora fue un obstáculo para la formación de la conciencia nacional. En realidad, la capitalidad era disputada entre León y Granada, lo que no favoreció la emergencia del “nos”. Según Pablo Antonio: “Fue la Guerra Nacional contra el invasor filibustero la que produjo la primera vivencia colectiva profunda del “nos” nacional”… “Terminada la Guerra Nacional, la siembra de fraternidad y de unidad nacionalista produce una primera cosecha patriótica de convivencia que ha venido llamándose “Los Treinta Años”: un proceso oligárquico, de original desarrollo, que sembró el espíritu republicano y que, lastimosamente, no lo dejamos pasar el puente de la oligarquía hacia la plena democracia”… “La sola elección de un presidente leonés despertó las suspicacias granadinas, y volvió a saltar la chispa de los localismos encendiéndose una guerra civil que llevó al poder al general José Santos Zelaya, que quiso continuar el proceso de ese período, pero cayó en el molde típico hispanoamericano del dictador”… “El dos de nuestra dualidad histórica nos andaba por dentro, no se había hecho uno, y proseguía montando los dos viejos localismos sobre las paralelas de los dos partidos, el Conservador y el Liberal”… “Nuestra literatura no sigue el mismo proceso. Al contrario. Hay un contraste –desde el surgimiento de Rubén Darío hasta hoy- entre la poderosa expresión de nicaraguanidad que ha sido nuestra literatura, y la pobreza y primitivismo de nuestra política”… “De Darío al movimiento de vanguardia y a las siguientes generaciones, la literatura repone el vacío político y da expresión literaria –voz y canto- al sentimiento del “nos” nicaragüense”.
Eminentes críticos literarios extranjeros también han opinado sobre la obra de Pablo Antonio Cuadra. Fernand Verhesen, del Centro Internacional de Estudios Poéticos de Bélgica, sostiene: “Si yo escribiera un día un ensayo sobre el acceso al humanismo verdadero del hombre hispanoamericano, deberé hacer un llamado, en primer lugar, a poetas como Pablo Antonio Cuadra, pues creo que su antología, más que una selección de poemas, es uno de los pilares del próximo humanismo de la América Latina”.
Luis Jiménez Martos, al comentar la selección “Poesía escogida” de PAC, que la UNAN publicó para inaugurar la “Colección Poesía” de la Editorial Universitaria, en mis tiempos como Rector del Alma Mater, nos dice que: “El toque especial de Pablo Antonio Cuadra está, aparte su constante vocación de nicaragüense, en incorporar a la palabra poética el tono solemne y el conversacional (Vallejo al fondo), haciéndolos parte de lo mismo; en darle a lo cotidiano, desde el presente o desde la memoria, una profunda dimensión sin conceptualismo. En Pablo Antonio Cuadra, la patria es, ante todo, sabor a tierra; el hombre es, ante todo, individuo”.
Supo muy bien don Pablo Antonio que el escritor no puede guardar silencio ante lo que sucede a su alrededor, porque el escritor “es el ser dicente por antonomasia”. Y Pablo Antonio cumplió bien con esa tremenda responsabilidad. Su pluma, hábil para el canto, fue también afilado estilete en la denuncia social y política. Porque, como él mismo dijo: “La palabra, nos compromete con el Hombre: con su destino, con su evolución, con sus derechos, con su justicia, con su libertad”.
BIBLIOGRAFÍA
- Ernesto Cardenal. Nueva poesía nicaragüense, Instituto de Cultura Hispánica, Madrid, 1949.
- Francisco Arellano. Mesa Redonda sobre Cifar. La Prensa, Managua, Nicaragua, junio 11 de 1972, Sec. La Prensa Literaria.
- José María Valverde. Mesa Redonda sobre Cifar. La Prensa, Managua, Nicaragua, junio 11 de 1971, Sec. La Prensa Literaria.
- LENGUA. Revista de la Academia Nicaragüense de la Lengua, 2ª época, núm. 44, Managua, mayo de 2021.
- Luis Jiménez Martos. La Estafeta Literaria, N° 432, Madrid, 15 de noviembre de 1969
- Pablo Antonio Cuadra. El Nicaragüense, Editorial Unión, Managua, 1967.
- Pablo Antonio Cuadra. Torres de Dios (Ensayos sobre poetas), Ediciones de la Academia Nicaragüense de la Lengua, Tipografía Universal, Managua 1958.
Managua, Nicaragua, 1933.
Educador, jurista, escritor, académico y diplomático nicaragüense. Autor de más de una decena de obras entorno a la educación superior, Rubén Darío y los valores de la cultura nicaragüense. Ha sido Ministro de Educación, Embajador en Washington y la OEA, presidente de la Unión de Universidades de América Latina y consejero especial del director general de la UNESCO. Universidades de Nicaragua, República Dominicana, México y Colombia lo han distinguido con el doctorado honoris causa. Entre sus obras se encuentran: Rubén Darío, puente hacia el siglo XXI (Centro Nicaragüense de Escritores, Managua 2003); Rubén Darío y la Generación del 98 (Anamá, Managua 2004); La Universidad del futuro (Hispamer, Managua 2011); Galería de Próceres, Escritores y Educadores (Hispamer, Managua 2012) y Memorias de un Ciudadano (Hispamer, Managua 2016).