Para construir el amor Carlos Tünnermann Bernheim Pavsa Managua, 2009
1 diciembre, 2009
Llegó a mis manos un pequeño libro, en formato; que es grande en contenido por el rigor y la pureza de la palabra. Tiene la capacidad de sugerir ideas mediante la sencillez de utilizar la música que construye el poema. Me recordó un librito de Rubén Darío que va por el mundo, desapercibido y solitario. Me refiero a Poema del otoño. En ambos hay un algo distinto de música que cambia en cada tiempo y lo hace ser diferente en cada apartado.
Carlos Tünnermann no es poeta. Eso pensaba antes de leer su libro Para construir el amor. Habrá quienes piensen así porque sólo ha escrito un único libro y esperan de él el segundo y el tercero para consagrarlo y concederle el título. Pero en la Universidad de la literatura no hay carrera de caballos o de carros o de libros, qué más da, lo que importa es la obra. Una vez leído puedo afirmar que Carlos Tünnermann es poeta. Un excelente poeta.
Tampoco podía imaginar que un hombre, como el doctor Tünnermann, que viene del mundo universitario e intelectual, que ha sido Rector, Ministro y Embajador, más próximo a la ciencia y la política, pudiese escribir versos.
En verdad, me ha sorprendido la idea central del libro en torno al amor. Un tema tan antiguo y tan moderno, que hoy en día los poetas no escriben por pertenecer a la lírica del espíritu, sino temas que por ser de todos los días se convierten en relajos. Pero Tünnermann ha sabido sacarle buen partido, a través del uso cuidado que hace de los diversos estilos que configuran cada una de las partes del libro. Esta primera razón, lo convierte en un poeta de los de verdad, porque conociendo la verdad sabe donde se esconde la mentira en la poesía.
Lo precede un prólogo de Anastasio Lovo. Es noble y generoso en sus palabras. Además, un prólogo no tiene por qué ser un foro de debate, sino la puerta que invita al lector a entrar en la casa que es el libro.
La primera parte, que el autor titula “Para construir el amor”, es magnífica. Tiene poemas bellos, como el primero, que repite nuevamente el título, y otros que merecen destacar como “De las maneras de juzgar mi amor”, “Yo quiero un amor…”, “Amarte es…” o “Ahora, amor mío”, por lo universal del tratamiento. Al llegar aquí, pensé que al poeta le quedaba poco por decir. Pensé que el tema estaba planteado y resuelto. Pero entré en la segunda parte, “Poemas para recordarte” y me sorprendió el cambio de registro. Había otro ritmo y otra música. ¡Cuánta maravilla!
Si la palabra se había estrechado hasta quedarse en los huesos, lo mismo diría de los “Nocturnos”, la tercera parte. Aquí queda desnuda la soledad. El cuarto apartado, “Cuando amaneces propenso a la filosofía”, el poeta se torna en pensador que filosofa o al revés. Y así avancé, a través de los “Epigramas”, que me paren distintos a los del uso. En “Vida-Muerte”, el poeta refina la línea epigramática, hasta llegar al penúltimo apartado, “Despedida”, que yo creí el último por ser un himno a la vida. Pero, no. Entonces dije, basta. Y cerré el libro.
No cabía en mi mente tanta belleza ni tanto cambio de registro de una a otra sección, cada una a cual más bella. Realmente, es un libro que tiene mucho de vida y mucho de conocimiento poético, escrito con enorme sensibilidad latina, como el nicaragüense Rubén cuando escribió en Mallorca sus poemas latinos de El canto errante. No cabe ninguna duda, que hay en este libro del doctor Tünnermann muchas buenas lecturas y sabiduría.
Retomé el libro en el último apartado y, para sorpresa mía, el poeta cambia de estrategia. Utiliza un nuevo estilo, de amplio respiro, que conecta con la primera parte, superándola. Aquí el tema ya no es el amor individual sino el universal. El conflicto humano se convierte así en un final que alcanza esplendor, gracias al discurso torrencial, como en esas grandes sinfonías que terminan apoderándose de nosotros. Su voz se convierte en épica. Es profética. Pensé en el Quijote y en Azul…, dos libros mágicos que son grandes por la riqueza de estilos. Los muchachos que se inician a poetas deberían leerlo para saber qué estilo elegir de mayores.
Es un libro que crece en progresión, subiendo peldaños, hasta llegar al nivel ocho. El número que, según los esotéricos, es símbolo de solidez y coherencia. De haberse quedado en el siete no habría pasado de ser un libro misterioso.
No cabe quitar ni poner nada, porque todo está colocado con pulcritud y precisión. Sin embargo, yo eliminaría el último verso del primer poema, que pertenece al cuarto apartado, donde dice: “del cual sólo Cristo nos puede salvar”. Así el poema terminaría donde empieza el misterio poético, y donde hay respuesta quedaría la pregunta.
Pensé en Horacio, en Catulo, en Ronsard, en Whitman, en Rubén, en Eluard, en Cardenal, en tantos otros, en todos. Pensé que Carlos Tünnermann Bernheim es un poeta formidable, de esos que no se dan todos los días, ni de vez en cuando, porque son un raro espécimen, que sabe absorber el pasado y el presente para escribir en futuro.
Miro el entorno que rodea al doctor Tünnermann y veo al nieto de Rubén en su sed de música; veo al hijo de Pablo Antonio en la tensión verbal, y al hermano mayor de Mejía Sánchez y Martínez Rivas porque de ellos fue la palabra precisa.