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Periodismo digital en tiempos de acoso y censura

12 diciembre, 2022

Periodistas de América Latina reflexionan sobre el papel del periodismo digital frente a los grandes retos que enfrentan en sus respectivos países, en un diálogo virtual organizado por el festival Centroamérica Cuenta


Censura y voces disidentes

Los periodistas latinoamericanos son víctimas de la censura, como en Venezuela, donde es un desafío diario para Luz Mely Reyes, directora desde hace siete años del medio digital Efecto Cocuyo. “Un cocuyo es un bichito de luz en tiempo de oscuridad, como estamos viviendo en Venezuela”, explica Reyes. 

Luz Mely ha vivido en carne propia cómo el autoritarismo en Venezuela corroe desde hace 21 años la libertad periodística. El periodismo digital emplea armas como la resiliencia, pero la censura es más sofisticada al centrarse en el espacio digital y bloquear a medios independientes. 

Venezuela es pionero en las tácticas de censura que ya son comunes en países como Nicaragua, donde el autoritarismo se ha instalado durante décadas. Según el director de Bacanalnica, Manuel Díaz, el gobierno de Daniel Ortega limita el acceso a internet y espanta a los proveedores no alineados con su ideología. “Se han preparado para ese escenario porque tienen dos proveedores aliados, [uno] chino y otro ruso”, señala Díaz. 

En Nicaragua, “prácticamente todos los canales y radios son propiedad de la familia, los hijos son los directores”. El gobierno, agrega Díaz, usa el modelo norcoreano, donde el control es más cerrado y cruel.

Entretanto, en El Salvador, el gobierno de Nayib Bukele controla todas las herramientas tecnológicas, según José Luis Sanz, corresponsal en Washington D. C. del medio digital El Faro, quien además vivió 17 años en El Salvador.

Bukele, señala Sanz, es uno de los líderes que atacan a periodistas y violan los derechos humanos, pero son populares. En tres años de régimen ha tomado medidas antiderechos que disparan su aceptación. Tiene tanto respaldo popular que “la censura clásica no es necesaria ni conveniente”, pues tiene “múltiples herramientas para infundir terror [y] excluir a las voces críticas: la intimidación, la desinformación”. 

El espionaje: la gran amenaza

Espiar es la manera “clásica” de controlar el pensamiento disidente por medio del monitoreo y la intervención de dispositivos. Todos los detalles de nuestras vidas están bajo permanente vigilancia en internet y los gobiernos autoritarios aprovechan eso para monitorear a los periodistas disidentes.

En este entorno se destaca el programa Pegasus, “una de las más grandes amenazas porque socava la credibilidad de los medios y fuentes”, según Luis Botello. Unos 34 periodistas fueron espiados en El Salvador, asegura Sanz sobre Pegasus, que recopila toda la información en los celulares y complementa “una estructura enorme de monitoreo de redes sociales”. De esa manera, la vigilancia estatal amordaza al periodismo con el terror de compartir información.  

Del temor se pasa a la difamación contra los periodistas utilizando información recabada en sus dispositivos, en un patrón identificado por Luz Mely Reyes en Venezuela. Las proveedoras privadas europeas como Movistar se prestan a los bloqueos, convirtiéndose en “verdugos” hipócritas al respetar las normas europeas, pero no las venezolanas.  

Nicaragua, por otro lado, no usa Pegasus por falta de dinero, aclara Manuel Díaz, pero sí procesos baratos como contratar programadores que simulan la existencia de 100,000 jóvenes afines al gobierno. O encarcela por ciberdelito a 300 disidentes. Ese es el mayor recurso tecnológico del orteguismo y hace innecesario el ciberespionaje. “Todo el que comenta lo que hace el Gobierno tiene como requisito estar fuera, porque si no estaría encarcelado”, dice Díaz.

Retos

Otro desafío del periodismo latinoamericano es la desinformación. En El Salvador, Bukele la alimenta por medio de influenciadores que contrarrestan y desarticulan a la disidencia. El mandatario salvadoreño invierte mucho en narrativas, popularidad y posicionamiento de marca en América Latina, asegura José Luis Sanz, por medio de influencers, pauta y redes sociales. “Los pueblos de la región [lo] aplauden, eso lo legitima frente a la sociedad salvadoreña” y lo convierte en actor político internacional. 

Ante la desinformación, los medios digitales deben ser más creativos y auténticos, dialogar con la sociedad, a pesar de la enorme cantidad de contenido pagado en redes sociales. “Tenemos que hacer mejor periodismo”, no “pensar cómo se nos escucha”, señala Sanz. Es imposible competir con dinero, pero sí con autenticidad en las crisis políticas. La falta de dinero ha perjudicado a Efecto Cocuyo en Venezuela, que solicitó donaciones para crear un tejido protector con su audiencia. 

Además de propaganda, los gobiernos crean mitos para presentarse ante el mundo como salvadores, creadores de nuevas políticas y exterminadores de la inseguridad y el crimen. En Nicaragua, en cambio, dice Manuel Díaz, Ortega no necesita popularidad como Bukele, pues tiene ejército y policía para reprimir y delinquir abiertamente. 

Alternativas

En un entorno de censura, vigilancia y persecución, los medios digitales independientes deben insistir y no callar, señala José Luis Sanz. “El gran fracaso de los regímenes es que no nos van a callar”. Propone comprender que estos ataques son una tendencia internacional que el periodismo digital puede combatir con una red de protección de ciudadanos y periodistas. Algo parecido opina Luz Mely Reyes: “No son acciones aisladas, son estrategias utilizadas como una receta”. Su solución es hacer mejor periodismo. 

Otra arma contra el autoritarismo, la censura y la desinformación es que las historias lleguen a más gente. “Tenemos que hacer que lo que está sucediendo se conozca, se comprenda e importe en otros países”, dice Sanz.

Manuel Díaz agrega la necesidad de que los medios encuentren una alternativa que sustituya a la venta de publicidad. Propone, como Luz Mely, acercarse a la ciudadanía, “los medios [deben] encontrar una forma de sobrevivir que no sea por grandes donadores que tienen una agenda. [Hay] que buscar ese balance para tener una sociedad informada”.

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Es periodista, documentalista y directora de Reportar sin Miedo. Trabaja para medios de investigación periodística como En Altavoz y Reporteros de Investigación, donde escribe sobre derechos humanos, salud sexual y reproductiva, géneros, diversidad sexual, niñez y juventud, medio ambiente y migración. También ha cubierto temas de libertad de prensa, vigilancia electrónica y privacidad. Ha dirigido y filmado como documentalista a la comunidad LGBTI en Honduras, así como a los grupos de defensoras de territorio y poblaciones originarias como garífunas, misquitos, lencas y maya chortís. Sus artículos han sido publicados en El Tiempo de Colombia, Univision, Presentes y Anfibia de Argentina, entre otros medios. Ha sido becaria de Summit Foundation, GoJoven Internacional, People in Need, Fundación Gabo, ICFJ y IWMF.