Pipe (cuento inédito)
26 noviembre, 2014
Luis Topogenario
“Saben que la verdad va vestida de cal, y susurra en los patios al matar a los perros, y vuela por las llanuras para secarlas después que las alambran”. Carátula comparte un cuento inédito de Luis Topogenario, autor nicaragüense residente en Uruguay
El cuerpo de tu padre, ¿cuándo fue que lo trajimos? Nosotros ya no te podemos responder eso con exactitud. Lo enterramos allá atrás en el patio en una bolsa con cal, bajo la sombra de un viejo nancite todavía frondoso, mientras decidíamos qué hacer al respecto. Y recién lo desenterramos ayer, ¿no es cierto, muchachos? No, es cierto. No lo trajimos nosotros. Lo trajeron ellos, no logro precisar cuántos eran, pero fue en aquellos días en que hubo paz, a ver, ¿cuándo fue eso? ¿Alguno de ustedes se acuerda de cuándo fue eso? La cosa es que hubo un tiempo en que aquí la paz estuvo de moda, y fue allí que nos trajeron el cadáver de tu padre. Nosotros no te habíamos avisado porque sabemos todo lo que sufriste. Para vos tu padre ya se había muerto, y la guerra te había exacerbado esa renuencia y ese abandono, hasta mezclarlo en propaganda y odio. Tu padre era un ser muy básico en ese sentido. Para él, el que no mata en esta guerra es un pendejo. Y el que se muere, es un pendejo también. O sea que, en resumen, parece muy difícil no ser pendejo. Nosotros todavía recordamos cuando te (ilegible) y luego tuviste que huir. A tu padre no le gustó, ¿verdad? ¿Es cierto o no es cierto? Es cierto. Creo que pasó años en los que te señalaba francamente como un pendejo. Ve, pero ¿y ya les contaste a estos compañeros tuyos lo que te pasó? ¿Ustedes están al tanto de lo que le pasó a él? Yo creo que, en el fondo, todo fue nuestra culpa. Pero no te preocupés, tranquilizáte, guardá la pistola, no se preocupen, que aquí todo se vuelve. ¿verdad, muchachos, que aquí todo, hasta los ríos, se regresan? Guardá. Guardá eso, que les tenemos respeto. Entonces ellos trajeron el cadáver. Nosotros ni nos molestamos en anunciártelo. A ver, empezá a mostrárselo al hombre aquí. Él era un traidor, y eso no le gustaba a mucha gente. Había traicionado la organización, y del otro lado de la frontera lo buscaban desde hacía mucho tiempo. Apenas apareció nosotros lo acogimos y lo protegimos. Realmente no supimos cómo es que lograron capturarlo. Fueron ellos. Ustedes ni se enteraron, hasta ahora. A ver, empezá a mostrárselo. Para que vean. Nosotros les mostraremos todo a ustedes. Te puedo narrar aquella noche, si querés. Después ustedes decidirán que hacer con nosotros. Ellos nos tocaron la puerta una madrugada. Llegaron sin hacer ruido, sin ninguna señal excepto un penetrante hedor a pólvora, que envolvía los ranchos y hacía cagarse a los hombres. Nosotros nos asustamos. En cierta medida, éramos muy cobardes. Estábamos todos aquí en este rancho, reunidos mientras discutíamos sobre la organización, y cuando los escuchamos que nos tocaban la puerta nos paralizamos. Creo que ni latíamos, ¿verdad? ¿Fue o no fue así? Entonces ellos dijeron algo que no percibimos bien, luego esperaron una hora en silencio, arremolinados allí en sus caballos sobre el camino terroso, hasta que volvieron a tocar. El rancho cimbraba, como estupefacto. Allí nosotros abrimos. Entornamos apenas unos milímetros la puerta. La noche apareció monstruosa por la hendidura, y mostraba unas lucecitas eléctricas rabiosas en los ojos de fango que había en el camino, ah, claro, porque había llovido. Sí, había llovido. Como hoy, cuando llegaron ustedes. La luneta aparecía flaca y desteñida. Nosotros no estábamos dormidos. Entonces de entre ellos, que iban todos montados a caballo sin excepción, se adelantó uno para darnos la voz de anuncio. Nos dijo Aquí les traemos el cuerpo de Aquilino; su voz estaba apenas timbrada y era casi un susurro, aunque se articulaba con naturalidad. Nosotros nos miramos así, ¿no es cierto?, ¿cómo nos miramos nosotros?, así. Así nos miramos, sorprendidos. De entre nosotros escogimos uno que respondiese y que dijo Bueno, pero ¿y qué Aquilino es ése? Nada estaba claro. La noche hería el hierbario sobre el que se apoyaban los cascos de sus caballos; y del pantano que se abría junto a las veredas subía el rumor espantoso de un insectíbulo despierto. La lluvia es el agua de los diez mil ruidos. En realidad, la vida toda estaba demasiada despierta. Ellos se sorprendieron. Ellos respondieron Ése, y señalaron el cadáver que arrastraban sobre una lona gruesa, que a su vez habían atado por un cuello al arnés de uno de los caballos. Abrimos unos centímetros más la puerta para poder ver. Nosotros dijimos Ése no es Aquilino, y nos callamos para deliberar unos instantes, Ése es Pipe, concluimos. Ellos parecían molestos, clausuraron el asunto diciendo Bueno, ése, cortaron la cuerda de mecate donde estaba la muesca de un nudo que ahorcaba la lona al arnés del caballo, y se retiraron. Les preguntamos a la carrera, ¿verdad?, ¿no es cierto que les preguntamos?, les gritamos ¿Y qué es lo que pasó con sus manos? La luneta ya no oscilaba en los ojos de los charcos de fango. Uno de ellos se volvió, muy fastidiado, y respondió Se las amputó el gobierno. ¿O no estaban fastidiados? Nosotros también tenemos las manos amputadas, por eso nos había llamado tanto la atención. Lo dejaron casi enfrente de la puerta, y luego desaparecieron. Nosotros no queríamos tener ningún contacto con ellos, así que esperamos mucho tiempo, algunas horas, antes de abrir por completo la puerta de la habitación celdario y salir hasta donde se encontraba el cadáver. Lo ingresamos con cierta dificultad por la puerta, y lo trasladamos al claro del patio, donde lo observaba receloso este árbol de nancite que te mencioné. No puedo decir que la noche o el amanecer fuesen especiales en vista de aquel cadáver sensacional que nos miraba mientras lo movíamos, no. Naturalmente, lo primero que nos dijimos una vez que lo depositamos en el patio fue Éste no es Pipe. Tu padre odiaba a Pipe, ¿no es cierto, muchachos? ¿Y ya saben estos por qué estás aquí, y por qué los has traído junto a vos? Las muñecas se veían frescas en el cadáver, como si se las hubiesen macheteado recientemente. Por respeto fuimos al frente, delante de la puerta que se abría al camino terroso, a conferenciar lejos del muerto. Tu padre te odiaba, ¿es así, o no es así, muchachos? Tranquilizáte, hermano, tranquilizáte, sólo te cuento lo que todo el rancherío ha sabido desde siempre. Tu padre nos dijo, antes de marcharse por última vez, Si ustedes ven a Pipe aparecer por ese camino de tierra no duden en volarle la cabeza, y hacía así con una escopeta winchester que siempre cargaba colgada a la espalda. Hacía así. Sus palabras, su pose, su cuerpo, sus gestos, tu nombre, todo era una puerta a universos agresivos. Nosotros sabemos que vos, y ustedes, están aquí no sólo para retribuirse con el cadáver de tu padre, a ver, muchachos, muestren la bolsa abierta a aquellos de allá al fondo, que no lo han visto bien, arrástrenlo hasta allí, para que lo vean. Ustedes vienen a callarnos, y lo sabemos, ¿verdad, muchachos? El día que tu padre se fue sabíamos que regresarían a callarnos aquellos que más le temían. Esa bolsa con cal y despojos es más peligrosa que el más cabrón de todos ustedes. Y por eso están aquí, porque le tienen miedo a una bolsa con cal y despojos. Este cadáver, ¿ya se lo mostraron a los de allí, junto al montículo?, sin manos, que es el animal de las diez mil aguas. Saben que la verdad va vestida de cal, y susurra en los patios al matar a los perros, y vuela por las llanuras para secarlas después que las alambran, y hiede. La mentira, la tuya, que transpira y sonríe como los atletas, y estos que te acompañan, ¿les contaste? ¿Les contó, muchachos? Pero detrás de su máscara de vigor hay dos comas de cal, dos comas tristes. Y.
Managua, Nicaragua, 1980.
Radicado desde 1998 en Montevideo, Uruguay, donde estudió medicina, sin finalizarla, y archivología. Autor de la nouvelle Fat boy (Uruguay, 2010), de forma independiente y del libro de narrativas Volumen, compuesto por relatos, (Nicaragua: Leteo ediciones, 2013). Ha publicado en diferentes medios y revistas nacionales y extranjeras, como Narrativas; Resonancias; Paréntesis; 400 Elefantes, entre otros. Está incluido en la antología ¡De Acá! Algo de narrativa joven uruguaya de ahora (Uruguay: Rebeca Linke editoras, 2008) y Flores de la Trinchera, narrativa nicaragüense (Fondo Editorial SOMA. 2012). Técnicamente, es un outsider, tanto del país de origen como del actual.
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