Pláticas con…Enrique Jaramillo Levi

1 agosto, 2008

Uno de los escritores consagrados de la escasamente conocida literatura panameña. Que un escritor con su currículo se lanza a la búsqueda de publicación en España como si fuera su primera obra, no deja de resultar inquietante y a la vez aleccionador. Jaramillo Levi ha estado en España, invitado por Casa de América para dictar una conferencia sobre la cuentística panameña. Junto a Carlos Cortés, de Costa Rica, dieron a conocer sus obras de más reciente publicación. En el caso de Jaramillo Levi  se trata de dos libros de relatos: Secreto a voces (Uruk Editores, Costa Rica) y Justicia poética (Editorial de la  Universidad Estatal a Distancia, Costa Rica). El autor está conversando con diversas editoriales para ampliar la difusión de su obra y en particular ofrecer, una novela en elaboración, con una temática arriesgada. Su obra, hasta ahora basada  fundamentalmente en cuentos cortos, es muy prolífica. Además no ha dejado de trabajar en la docencia (de la que ya se jubiló) ni en la promoción cultural (varias editoriales como la última que ha logrado mantener junto a otros socios, llamada 9 signos; impulsor de premios como el Rogelio Sinán, uno de los más reconocidos en Centroamérica; y un extraordinario profesor de talleres literarios. Él mismo participó como alumno en cursos semejantes teniendo a profesores de la talla de Juan Rulfo y Salvador Elizondo.


“Somos un Boom Permanente de Cuentistas”

SM: Jaramillo Levi platica frente a unas “tapas” de quesos y aceitunas sobre la mesa. De lejos, da un aire de cierta altivez. Un hombre de mediana estatura, peinado hacia atrás con esmero, el pelo y la barba plateada. De cerca, la mirada directa y sin reparos apunta una íntima sencillez. Es de hablar tranquilo y largo, al contrario que la mayoría de sus cuentos, que se afilan hasta el final en el tiempo justo para atrapar al lector, lo que además los hace ideales para leer en pantalla. Lo que más impresiona es que estoy ante un hombre de más de 50 libros, entre relatos, ensayos, antologías, etc. La crítica más ortodoxa diría que esto va en detrimento de la calidad del texto. ¿Qué piensas sobre eso?

EJ: Curiosamente yo siempre he escrito mucho bajo presión. En los últimos quince años me he dedicado fundamentalmente a la docencia universitaria y a la promoción cultural, incluyendo el tratar de ser un editor independiente. Eso me ha quitado mucho tiempo para mi producción personal. En mis casi 64 años, yo calculo que he escrito más de 500 cuentos, de los cuales el 80% están publicados. La mayor parte son de literatura fantástica o de metaficción. Últimamente los combino. Aunque parezca mucho, yo los pulo hasta su esencia, me exijo mucho antes.

SM: Imagínate si hubieses tenido más tiempo.

EJ: Ahora de hecho lo tengo, porque estoy jubilado de la docencia. Tengo todo el tiempo del mundo para escribir y para viajar como ahora que estoy en España. La primera dificultad es la autodisciplina para escribir, ya sin presión. Antes, lo hacía sólo cuando podía. Y lo cierto es que desde agosto de 2007 hasta la fecha, yo he escrito 4 libros de relatos, 1 obra de teatro en cuatro actos, 2 poemarios y por lo menos, unos 15 ensayos. Eso es más de lo que nunca había escrito antes. Además, estoy escribiendo una novela. Creo que voy por la mitad a pesar de tener una estructura complicada.

SM: Desde luego, no te ha dado aún el síndrome del jubilado, esa apatía…

EJ: Bueno, es que yo empecé a escribir muy joven, a los dieciséis años, una novelita prematura que cometí el error de publicarla en la ciudad de Colón, Panamá. Luego pasé diez años sin escribir nada hasta que ingresé en un programa internacional de escritores en la Universidad de Iowa, y luego en México obtuve la beca centroamericana de escritura, auspiciada por el Centro Mexicano de Escritores y la Fundación Ford. Estar ahí, me impuso una disciplina de producción literaria.

SM:

“Pareciera que miles de miles de pájaros al unísono hubieran saturado con la múltiple mancha en movimiento de sus alados cuerpos la extensión toda del cielo cuando miras hacia arriba. Extraño espectáculo que fascina. Pero a la vez resulta atemorizante. Algo no está bien…”

Este es el inicio de tu cuento “Un Gran Pila”. Leyéndolo no parece un texto de alguien que escribe rápido sino que se detiene mucho tiempo en la corrección.

EJ: Mira, va a parecer de una gran inmodestia lo que te voy a decir, pero el método que utilizo para escribir es el mismo de los surrealistas: la escritura automática. Un párrafo como el que has leído salió absolutamente de un tirón. Por supuesto no idéntico al resultado final porque después se pule mucho. Creo que cada párrafo de un cuento debe ser como la miniatura de un orfebre, dejarlo en su mínima expresión, sin que deje de ser efectivo, funcional y bello. Sigo creyendo que la belleza debe ser una de las cualidades de un buen cuento.

“Decía Hemingway que si el personaje de un cuento entra en una cabaña y se pasan frases y frases describiendo un rifle colgado en una pared, lo mejor es que ese rifle se dispare en algún momento”

SM: ¿Aunque sea grotesco?

EJ: También está la belleza de lo feo. Pero la belleza a veces la marca una sola frase donde hay una historia. Ese método lo empleaba también en los talleres de escritura: proponía la primera frase que se me ocurría y los alumnos debían crear la historia que allí se contenía y que estaba por contar. Pero después no puede haber ningún tipo de gratuidad en lo que se escribe en un cuento. Todo tiene una función. Es como eso que decía Hemingway: que si un personaje entra en una cabaña y se pasan frases y frases describiendo un rifle colgado en una pared, lo mejor es que ese rifle se dispare en algún momento. El placer de describir por describir afectó mucho  a la literatura latinoamericana durante décadas.

SM: ¿Tú eres de los que tiene el final en la cabeza?

EJ: Casi nunca. Yo defiendo que el desenlace del cuento se resuelve escribiéndolo. Onetti decía que si él supiera cómo iban a terminar sus historias antes de escribirlas, no tendría sentido tomarse el trabajo de hacerlo.

SM: ¿Has tenido alguna vez alumnos con mucha voluntad  y sin ningún talento a los que tuvieras que insinuarles que dejaran de escribir o que repasaran nociones básicas? ¿Cómo se puede comunicar eso?

EJ: Bueno, he tenido situaciones embarazosas como las de tener en clase a la hija de un reputado autor panameño, a la que todo el mundo presuponía el mismo genio de su padre. Omito nombres.

SM: ¿Tienes en tu memoria algún “top ten” de cuentos ejemplares?

EJ: No. Pero si tuviera que hacerlo, pondría algunos de Cortázar (Axolotl; la Isla del Mediodía; Casa Tomada); también me gustan mucho los cuentos de Mario Benedetti, como el que se titula La Noche de los Feos; Los Asesinos de Hemingway, un cuento dialogado, que es muy difícil de hacer; me gustan mucho los de una escritora norteamericana llamada Carson MacCullers; los de Carlos Fuentes, como los que están en su libro titulado Cantar de Ciegos; de Rulfo, el único, El Llano en Llamas.

SM: ¿Y Borges no?

EJ: Es que lo considero demasiado cerebral a veces. Pero pondría el Aleph. Pero también tendríamos que incluir a muchos mexicanos como Rosario Castellanos, Jose Emilio Pacheco, etc.

SM: ¿Pondrías alguno de tus cuentos en esa lista?

EJ: No lo sé, pero te puedo decir que de todos los cuentos que he publicado, al menos el sesenta por ciento de ellos me siguen pareciendo muy satisfactorios. Si tuviera que elegir alguno, sería uno titulado Suicidio, y otro, La Fiesta del Sótano, tras haber asistido a una fiesta hippie en una sala donde contemplé ese tipo de efectos luminosos que parece que cuando estás bailando, te estás seccionando. Pertenece al libro titulado Duplicaciones, el que escribí bajo la tutela de Rulfo y de Elizondo en el setenta y uno.

SM: Ahora estás escribiendo una novela. ¿No temes que la técnica del cuento te afecte?

EJ: Eso ya me ocurrió en otros intentos de novela. Veía como al ir escribiendo capítulos sueltos, tendía a cerrar cada capítulo en redondo. Ahora lo que hago es seguir la escritura automática, haciendo capítulos que a primera vista parece que no tienen relación unos con otros. En el fondo eso me lleva a otro tipo de metaficción. Dos de los personajes son dos escritores compitiendo en nuestro país por destacar más. A lo mejor, al final, la novela no es más que la que está escribiendo uno de ellos.

SM: De los talleres con Rulfo, ¿recuerdas algunas enseñanzas?

EJ: Rulfo era muy parco, pero siempre quería que el cuento no tuviera aditamentos. El primer libro que escribí en aquel taller (Duplicaciones) le gustó mucho a Elizondo. Rulfo consideraba que yo iba a tener problemas con los lectores porque él buscaba más una anécdota concreta y no ciertas abstracciones que sí tenía mi libro. Gozó de cuatro ediciones sin embargo. Otra cosa que recuerdo de Rulfo es que cuando después de varios años me lo encontré en la calle, me animó a regresar a Panamá para hacer ahí lo que había iniciado en México a nivel de la promoción cultural. En México me quedé doce años. Allí era posible vivir trabajando por la cultura. Luego volví a Panamá para hacerlo también.

SM: En América Latina el cuento es el género rey. Se editan libros de cuentos, tenemos nuevas generaciones de escritores. Sin embargo el conocimiento de los autores y la distribución de los libros siguen siendo muy criticados. ¿Qué solución puede haber?

EJ: Cuando en Panamá se establecieron dos grandes editoriales transnacionales como Santillana, con el sello literario de Alfaguara, y Norma, de origen colombiano, yo creí que eso iba a ser la solución. Pero empezaron a publicar a nuestros autores muy lentamente y sin el aparato de promoción que tienen estas editoriales. Asusta que si estas editoriales con gran capital no pueden hacerlo (aunque en México sí hay un trabajo más efectivo), no veo la salida para que los autores sean más conocidos fuera de sus países. Qué podemos esperar de las pequeñas editoriales. En 9 signos, una editorial que fundé junto a otros ocho socios, hemos publicado un buen número de autores, pero todavía no hemos logrado hacerlo salir de Panamá. Es difícil convencer a librerías de otros países poner en sus estantes a libros de autores desconocidos y luego, cómo hacer para cobrarles. Algunos escritores preferimos venir a España y buscar como publicar aquí.

SM: Es una lástima

EJ: Sí, porque tenemos una gran generación de cuentistas y poetas.

SM: Y también está la generación del Hay 39, ese grupo que se formó en Bogotá.

EJ: Cierto. Es una buena forma de promoción. Yo creo que hay que convencer a las editoriales de que somos un boom de cuentistas.

SM: El cuento vende menos en cualquier caso. ¿Por qué?

EJ: Un editor me dijo una vez que eso se debía a que el lector prefiere continuar una sola historia y no tener que hacer el esfuerzo de comenzar y terminar varias en un solo libro. Yo creo que debería ser al revés. El lector que va en un tren, en un bus, puede tener la satisfacción de terminar una historia al terminar el trayecto.

SM: Mientras tanto, los premios como el Rogelio Sinán, siguen siendo una alternativa.

EJ: Sí. Y por cierto no lo ha ganado todavía desde que se fundó ningún nicaragüense, sólo Franz Gallich que era guatemalteco en realidad.


Para saber más sobre Enrique Jaramillo:

Nació en Colón, Panamá, el 11 de diciembre de 1944. Licenciado en Filosofía y Letras con especialización en Inglés. Tiene Maestría en Creación Literaria y Maestría en Letras Hispanoamericanas (Universidad de Iowa, Estados Unidos, 1970).  Estudios completos de Doctorado en Letras Iberoamericanas (Colegio de México, 1974 y Universidad Nacional Autónoma de México, 1975).

Residió en México de 1971 a 1983; y de 1993 a 1995. En ese país ha sido Profesor Titular en la Universidad Autónoma Metropolitana (1975-1983), así como profesor invitado en diversos centros de Enseñanza Superior. También en la Escuela de Escritores de Querétaro, de la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM) (1993-1995); y profesor invitado en los Estados Unidos, en California State University (San Bernardino, California, 1988) y en Oregon State University (Corvallis, Oregon, 1989). En Panamá, ha sido Profesor Adjunto IV en la Universidad de Panamá y Profesor Especial en la Universidad Tecnológica de Panamá (1996-2007), en donde también fue  director de la Coordinación de Difusión Cultural y su editor en la misma época.

Mereció una beca de la Latin American Studies Program of American Universities (LASPAU), que le permitió obtener una Maestría en Creación Literaria y otra en Letras Hispanoamericanas en la Universidad de Iowa, en Iowa City, Iowa (1967-1969). En 1971 obtuvo la “Beca Centroamericana de Literatura” del Centro Mexicano de Escritores, que le fue renovada al año siguiente; con ella escribió en el taller literario de dicho Centro (bajo la supervisión de los escritores mexicanos Juan Rulfo, Salvador Elizondo y Farncisco Monterde), el libro de cuentos “Duplicaciones”, cuya primera edición publicó la Editorial Joaquín Mortiz en 1973, en México, D.F. En 1987 mereció una beca Fulbright como investigador literario, que le fue renovada en 1988; con ella investigó durante dos años en la “Nettie Lee Benson Latin American Collection” de la Biblioteca de la Universidad de Texas, en Austin, Texas.

Entre sus libros de cuentos cabe mencionar: Duplicaciones (1973) con dos ediciones mexicanas y  dos españolas, así como la  publicación de este libro en inglés en Pittsburg, Estados Unidos;  Caracol y otros cuentos (Alfaguara, México, 1998); Luminoso tiempo gris (Páginas de Espuma, Madrid, 2002); En un abrir y cerrar de ojos (Alfaguara, Panamá, 2002); Para más señas (Alfadil, Caracas, 2005); En un instante y otras eternidades (INAC, Panamá, 2006) ; La agonía de la palabra (Letra Negra Editores, Guatemala, 2006); Gato encerrado (9 Signos Grupo Editorial, Panamá, 2006); Cuentos enigmáticos (Editorial Norma, Panamá, 2006);  Todo es nuevo bajo el sol (Letra Negra Editores, Guatemala, 2007).

En poesía, destacan entre otros,  Recuperar la voz (1994) que recoge casi toda su poesía hasta 1994; y Gajes del oficio (U.T.P., Panamá, 2007).

Entre sus numerosas antologías y compilaciones sobre literatura panameña, mexicana y centroamericana publicadas  en México, Estados Unidos y Panamá desde 1971, las más recientes son: Pequeñas resistencias: Antología del cuento centroamericano contemporáneo (Páginas de Espuma, Madrid, 2003)

Cuentos suyos aparecen en 22 antologías nacionales e hispanoamericanas. Fue el primer escritor panameño en publicar un libro de cuentos en España (1990) y en Venezuela (2005), así como en Argentina, Guatemala y El Salvador; y el primero en hacerlo, traducido al inglés, en los Estados Unidos: Duplications And Other Stories, 1994.Como promotor cultural, en su faceta de editor ha publicado alrededor de 150 libros de autores panameños entre 1982 y 2007, así como una docena de libros de autores extranjeros. En Panamá ha creado importantes certámenes y premios literarios, de los cuales siguen vigentes los siguientes: Premio de Poesía Joven “Gustavo Batista Cedeño” (INAC), Premio Signos de Poesía “Stella Sierra” (Fundación Cultural Signos), Premio Centroamericano de Literatura “Rogelio Sinán” (Universidad Tecnológica de Panamá), Premio Nacional de Cuentos “José María Sánchez” (Universidad Tecnológica de Panamá). Fundó, editó y dirigió la revista literaria “Maga” (1984-1987; 1990-1993; 1996-2007). Fundador y primer Presidente de la Asociación de Escritores de Panamá (2004-2007).

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Nacido en Andalucía, tiene la doble nacionalidad hispano-nicaragüense, países en los que ha trabajado en el mundo de la docencia, la cultura, el periodismo y la cooperación. Licenciado en Filología, y master en Periodismo y Derecho Internacional. Es consultor de comunicación y cooperación. Escritor, docente y colaborador en varios medios en España (como El País) y Latinoamérica (Gatopardo, La prensa, Confidencial, Etiqueta Negra, etc.) sobre temas literarios y de actualidad internacional, crisis, cooperación y desarrollo. Ha publicado, entre otros libros de antologías y colaboraciones, ensayos y relatos (Las cien Novelas para siempre del siglo XX y Si estuvieras aquí, de la editorial Icaria). Fundó con Sergio Ramírez la revista cultural Carátula www.caratula.net , de la que fue editor. Ha sido profesor de Comunicación y Humanidades, traductor y responsable de información de Médicos sin Fronteras. Ha conocido de primera mano numerosos conflictos y crisis humanitarias. Fue coordinador de la Campaña de Acceso a Medicamentos en América Latina. También ha coordinado proyectos que unen el mundo humanitario y el desarrollo con la Literatura como la serie Testigos del olvido de El País Semanal.