Pláticas con…Jorge Galán

1 febrero, 2007

Fuera de El Salvador, el nombre de George Alexander Portillo era absolutamente desconocido. En Centroamérica, el nombre de Jorge Galán no lo era mucho menos, aunque en ciertos ámbitos resonaba como un ganador de premios de poesía y de novela. Hasta ahora había sufrido el mal de la gran mayoría de escritores centroamericanos, la del desconocimiento por la falta de difusión fuera de su país. Acaba de ganar el premio Adonáis y eso puede representar un cambio total. Ahora tendrá muchos más lectores en dos continentes. El Adonáis es uno de los premios más celebres en lengua española para autores menores de 35 años y goza de un prestigio incomparable. Aún con el premio caliente en sus manos en el mes de diciembre, Carátula se encontró con Jorge Galán quien afirma que para él “la poesía es un bello dolor”, y que aprendió de Faulkner que “han sido otros los que nos han contado como ser joven”.


“En uno de mis poemas escribo acerca de que la muerte no vale mucho aquí, en este sitio (El Salvador), pero luego veo que he vivido entre muertos toda mi vida».

SM: Hablemos primero del premio Adonáis. 60 edición. ¿Ya te lo crees del todo? ¿Lo esperabas?

JG: Lo esperaba y no. Es decir, me dormí tranquilo el domingo – sabía que el lunes 18 de diciembre se daba el fallo-, pero sabía que era muy difícil. Me despertó la llamada que me anunciaba como ganador. Luego de eso pasé la mañana entera diciéndome a mí mismo: ¡Qué increíble! Ahora lo creo un poco más. Espero que lo suficiente.

SM: Claudio Rodríguez, José Ángel Valente, José Hierro, Caballero Bonald, Blanca Andreu, todos ellos tienen que ver contigo. Alguna vez ganaron el mismo premio. ¿Es una lista cargada de responsabilidad, no?

JG: Mucha. Es gente que no solo he leído, también admirado, y estar entre ellos es para mí una satisfacción enorme, sin duda un gran honor.

SM: Según resumió el jurado, el premio te fue concedido por «su dominio de los recursos expresivos que sirven a una rica visión de la naturaleza y a una voz intensa y reflexiva».   ¿Estás de acuerdo? Cuidado con lo que respondes, porque en caso contrario sería una bomba.

JG: Debo estar de acuerdo. Es muy halagador en verdad. En todo caso ¿quién soy yo para contradecir a un jurado de tanta altura? Muy halagador. Me llena de muchísimo orgullo leer algo así.

SM: ¿Llegarás alguna vez a plantearte a la hora de escribir que no sólo será un lector latinoamericano el que abra tus páginas sino un lector de España? ¿Te influye eso?

JG: No, en absoluto. Seguiré escribiendo de la misma manera. Aunque, de hecho, mi lector imaginario jamás fue un lector “Latinoamericano” sino un lector sin denominaciones geográficas. Un ser humano acaso sin rostro pero no por eso desprovisto de alma.

“La poesía original y su sentido desaparecieron hace mucho. Ahora no sé qué queda en realidad… quizá quede mucho si se lee un poema verdadero…no suelo leer mis poemas en público porque no creo que la poesía sea para leerse de esa forma. Por supuesto, podría estar equivocado. Quizá finalmente pueda ir al festival de Granada y encuentre una respuesta.”

SM: Hablemos un poco de ti, si te parece. ¿Por qué un tipo que se llama George Alexander Portillo decide cambiarse el nombre y que le conozcamos como Jorge Galán?

JG: Jorge porque George, el anglicismo, no me gusta como suena. Eso es simple. Ahora explicaré lo otro. Yo me llamé toda mi vida George Alexander Portillo Galán. Portillo Galán son los apellidos de mi madre. Al cumplir 18 años, al sacar mis papeles de mayoría de edad, me suprimieron el Galán. Para no perderlo, es decir, por puro sentimentalismo, decidí firmarme con ese apellido en mi quehacer literario. Por ello Jorge Galán.

SM: Y hablando de cambios, resulta que también eres novelista y cuentista. ¿Crees que la prosa se escribe en un estado de ánimo distinto a la poesía? ¿Dónde hay más satisfacción?

JG: Se escriben en dos estados muy distintos. Al menos para mí así es. Por otro lado, la poesía es para mí un bello dolor. En la novela hay más espacio para el disfrute y el regodeo en la historia.

SM: Eso era como escritor. ¿Qué ocurre como lector? ¿Lees por igual prosa y poesía, o depende del momento? ¿De qué te nutres con más frecuencia?

Hoy en día las leo por igual. Aunque, debo admitir, que poesía es un campo que domino más que la novela, es decir, mi espectro de autores es mayor.

“No sé quién es el responsable de esto, pero, por ejemplo, el último libro de Claudia, Olvida Uno, no se encuentra en las librerías, y lo mismo sucede con Memoria de Roxana Méndez. Si los libros no están no puede haber ni interés ni desinterés del público”

SM: Tu poesía se compone de versos de arte mayor, o sea, de largo recorrido. No das tregua. Es como si quisieras que la digamos de corrido como un enfado o un desahogo. Te pongo un ejemplo de un poema titulado Palabras Hermosas que pertenece al libro Tarde de Martes . Permíteme recitar algunos versos:

de qué vale la gaviota, inusitada siempre, que en tu mano
descansa de ese vuelo de una estación a otra estación a otra estación,
porque de nada vale que seas la música que musita el pino más anciano
el más sabio de todos, el más bello, ese que observó a Dios
besar una bellota y más tarde dormir y más tarde soñar
de qué vale la vuelta del viento con su vestido blanco
con su capa lustrosa que te cubre la espalda y no produce frío,
en 
ese campo amarillo
¿sirve para algo más que contemplarlo hasta volverlo una tristeza?

De nada vale el cielo que en torno a ti elabora su estelar geografía
ni la gota de ámbar que baja hasta tus ojos y divide la noche.
De nada valen las palabras hermosas, cualquier otra o estas,
tu silencio implacable las oscurece a todas.

JG: Supongo que es parte de mi personalidad. Incluso cuando escribo métrica, mi preferida es el arte mayor, sobre todo el verso alejandrino.

SM: Hace poco leía que tu generación, la de Claudia Hernández, y aún con huellas de la de Otoniel Guevara, no ha encontrado su estilo, su tendencia. Imagino que esto no te preocupa lo más mínimo, y haces bien. Pero después de un grupo tan marcado como La Generación Comprometida y tras el paso de Roque Dalton, ¿no te parece que la falta de definición puede afectar a vuestra generación? ¿Falta de interés del público lector? ¿Confusión?

JG: Primero, creo que Claudia y yo somos generaciones distintas de Otoniel. Por otro lado, quiero mencionar que lo que yo entiendo por “mi generación” es distinto a lo que el artículo se refería. Una generación no es una simple coincidencia cronológica. Cuando pienso en mi generación identifico a Claudia en primer lugar, pero también hay otros escritores como Roxana Méndez, que es una poeta magnífica. Cuando leo lo que ellas escriben no siento una falta de estilo ni de tendencia. En cuanto a eso, no veo una verdadera afección. Si hay una falta de interés del público no creo que se deba a eso sino a otros motivos.

SM: ¿Qué motivos, por ejemplo?

Creo que los libros no llegan adonde tienen que llegar. No sé quién es el responsable de esto, pero, por ejemplo, el último libro de Claudia, Olvida Uno , no se encuentra en las librerías, y lo mismo sucede con Memoria de Roxana Méndez . Si los libros no están no puede haber ni interés ni desinterés del público, puesto que el público no puede reaccionar ni negativa ni positivamente ante algo que parece que no existe.

SM: Naciste en 1973 en San Salvador. Este hecho no puede pasar desapercibido y aún menos para un poeta. Has crecido en las vicisitudes de la guerra. Has asistido a un país que se masacraba, al asesinato de Romero, a la creación de ARENA, a los tiempos difíciles de la paz. ¿Cómo crees que está la huella de todo eso en tu poesía?

JG: Está de una manera que no es tan evidente. Cuando leí la frase de Faulkner: “otros nos han contado lo que es ser joven” pensaba en mi niñez y me decía lo mismo. Hay una visión sombría de todo lo que me rodea, una oscura emoción contenida, y creo que eso viene de ahí. En uno de mis poemas escribo sobre que la muerte no vale mucho aquí, en este sitio, y cuando escribí eso no me di cuenta, pero luego veo que he vivido entre muertos toda mi vida. La muerte es vista como una cotidianeidad. Lo terrible es que es una cotidianeidad en mi vida. Por ello, aunque no hable de una manera directa de la guerra, es un alma presente.

SM: ¿Es ahora El Salvador de la “Supermano dura” con la que Toni Saca se alzó a la presidencia, un mal lugar para la lírica, o exactamente lo contrario?

JG: Es un lugar a veces terrible, no demasiado bueno para vivir. Sin embargo, no podría decir que no es un afluente de temas terribles y poéticos. Uno aprende a observar cosas que, seguramente, en otras sociedades, no podría quizá ni imaginar. Tristemente es así.

“me costó mucho entender cierta poesía como la de Trilce (de Vallejo) o alguna del señor Dalton de la misma forma que me costó entender a Tapies y a Pollock o a de Koning en la pintura, con una salvedad: Tapies, Pollock y de Koning ahora me parecen maravillosos; Trilce y el señor Dalton no tanto”

SM: Confesión de fe: ¿Crees que existe el poeta inmune a todo? ¿Crees en la torre de marfil? ¿Crees en el Arte por el Arte? ¿Crees en Eliot?

JG: Creo en el Eliot poeta, en el de la Tierra Baldía pero más en el de Miércoles de Ceniza y mucho más en el de los Cuatro Cuartetos . Pero no creo en ninguna inmunidad y menos en una torre de marfil.

 SM: Como poeta joven, ¿es también César Vallejo tu fantasma inevitable o crees que empieza pasar de moda?

JG: Nunca fue mi fantasma inevitable. Lo leí pero no está entre mis influencias. En mi primera etapa me llenó más Darío y Miguel Hernández. En la segunda Aleixandre, Octavio Paz y Huidobro. En la tercera Ezra Pound y T.S. Eliot y los poetas chinos. Si hablo por mí, quizá pueda pensar que comienza a pasar de moda, aunque, la verdad, no veo por qué un gran escritor deba tener que pasar de moda.

SM ¿Dices Miguel Hernández y no Roque Dalton?

JG: Al principio fue una mera cuestión de gusto y ahora sigue siéndolo. No hay en este gusto ningún matiz de otra índole que no sea literario. Mis primeras lecturas fueron de Darío, de Lorca, de Hernández, de Jiménez y de don Pablo Neruda. A Neruda lo leí casi entero. Pero el señor Dalton nunca me llamó la atención demasiado, la verdad. A mí me costó mucho entender cierta poesía como la de Trilce o alguna del señor Dalton de la misma forma que me costó entender a Tapies y a Pollock o a de Koning en la pintura, con una salvedad: Tapies, Pollock y de Koning me parecen maravillosos ahora y Trilce y el señor Dalton no tanto. Por supuesto, cuando leo Los Extranjeros me parece extraordinaria, pero, debo decir, no toda la obra de él me parece tan extraordinaria.

SM: Entre algunos de tus galardones ( Premio de Poesía Hispanoamericana de Quetzaltenango, Premio Nacional de Novela, Charles Perrault de Cuento Infantil) que impresionan un poco, está también el de Gran Maestre de la Poesía de tu país, El Salvador. ¿Qué es eso de ser Gran Maestre?

JG: Significa ganar tres premios nacionales de poesía. Antes yo creí que iba a significar mucho, es decir, creí que iba lograr ser publicado con esos tres libros, pero muy pronto me di cuenta de que no iba a ser así. El camino era largo entonces y sigue siéndolo ahora. Aunque, a decir verdad,  ahora camino con más esperanza. 

SM: Asistirás al Festival de Poesía de Granada en Nicaragua, donde se dan cita un gran número de poetas de todo el mundo cada mes de Febrero. Recitales, debates, representaciones. ¿Y después? Quiero decir, ¿qué nos queda después de la poesía? ¿Para qué sirve recitar un verso? ¿Para qué sirven las palabras hermosas si todo después “se vuelve una tristeza”?

JG: Antiguamente, cuando se recitaba un verso y ese verso tenía implicaciones religiosas quedaba algo. Eso sucedía hace quince mil años. Esa poesía original y su sentido desaparecieron hace mucho. Ahora no sé qué queda en realidad. Quizá no quede demasiado. O quizá quede mucho si se lee un poema verdadero. La verdad, no lo sé con exactitud y eso se debe a que no suelo leer mis poemas en público porque precisamente no creo que la poesía sea para leerse de esa forma. Por supuesto, podría estar equivocado. Quizá finalmente pueda ir a Granada y encuentre una respuesta.

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Nacido en Andalucía, tiene la doble nacionalidad hispano-nicaragüense, países en los que ha trabajado en el mundo de la docencia, la cultura, el periodismo y la cooperación. Licenciado en Filología, y master en Periodismo y Derecho Internacional. Es consultor de comunicación y cooperación. Escritor, docente y colaborador en varios medios en España (como El País) y Latinoamérica (Gatopardo, La prensa, Confidencial, Etiqueta Negra, etc.) sobre temas literarios y de actualidad internacional, crisis, cooperación y desarrollo. Ha publicado, entre otros libros de antologías y colaboraciones, ensayos y relatos (Las cien Novelas para siempre del siglo XX y Si estuvieras aquí, de la editorial Icaria). Fundó con Sergio Ramírez la revista cultural Carátula www.caratula.net , de la que fue editor. Ha sido profesor de Comunicación y Humanidades, traductor y responsable de información de Médicos sin Fronteras. Ha conocido de primera mano numerosos conflictos y crisis humanitarias. Fue coordinador de la Campaña de Acceso a Medicamentos en América Latina. También ha coordinado proyectos que unen el mundo humanitario y el desarrollo con la Literatura como la serie Testigos del olvido de El País Semanal.