Pláticas con…Julio Ortega sobre Rubén Darío

1 febrero, 2008

Galaxia Gutemberg/ Círculo de Lectores abre el año en España con la edición revisada de las obras completas de Darío, un acontecimiento editorial y una labor que aún se llevará a cabo durante los dos próximos años. El primer tomo, que ha visto la luz en el mes de enero, está dedicado a la poesía y ha estado a cargo de Julio Ortega, y lleva el prólogo de José Emilio Pacheco. En los dos siguientes tomos se recopilará la prosa del poeta. Los prólogos serán de Susana Zanetti, profesora de la Universidad de Buenos Aires, y de Carmen Ruiz Barrionuevo, profesora de la Universidad de Salamanca.


“La mayoría de los biógrafos de Darío han sido malos testigos”

Julio Ortega, Casma, Perú, 1942. Poeta y narrador, profesor de Estudios Hispánicos en la Brown University; crítico, ensayista, con una obra inmensa publicada en libros, suplementos y revistas de todo el mundo en español, que se centra en análisis en profundidad sobre la Literatura Hispanoamericana y su relación con la Historia. Entre otras, destacan El discurso de la abundancia,  y  Retrato de Carlos Fuentes. Así mismo se ha convertido en el responsable de las Antologías de referencia tanto para el cuento como para la poesía más joven escrita en América Latina. Entre los poetas a los que más se ha dedicado está César Vallejo y Rubén Darío. De este último vamos a platicar hoy, porque Ortega acaba de editar para Galaxia Gutemberg/ Círculo de Lectores  el primer tomo de la Obra Completa del vate nicaragüense, que se plantea en  tres tomos. Los restantes estarán dedicados a la prosa, y aparecerán en los dos años próximos años.


“Yo creo que Darío sólo pudo haber sido nicaragüense, porque el habla en Nicaragua fue una de las primeras en democratizar su circuito comunicativo. No fue un lenguaje vertical y autoritario sino horizontal y creativo.”

SM: Julio, la primera pregunta tiene que ver con una petición de Juan Ramón Jiménez, a la que parece que tú has sido uno de los que la han respondido. Me refiero a aquella vez en la que le pidieron que formase parte de un comité para dedicarle un monumento en Madrid a Rubén Darío, y él se negó diciendo que el mejor monumento era editar una obra completa, “la obra buena de Rubén Darío” decía JRJ. Se han editado ya algunas. ¿Por qué ésta y ahora? ¿Qué crees que añade o descubre diferente a las anteriores?

JO: No es una edición crítica (tarea futura de una próxima generación de darianos) sino una revisada y cotejada, que establece, por tanto, un texto más limpio y solvente. Corrige alrededor de 200 erratas de las ediciones de poesía completa, incluso algunas de la que probablemente es la mejor, la de la Biblioteca Ayacucho. Y reordena la obra porque empieza por los grandes libros de Darío, sin los cuales Darío no sería Darío, y sigue con los primeros libros, la obra juvenil y la póstuma. Postula una lectura actual de esta obra, y busca establecer con el lector un diálogo no histórico sino presente y gozoso. También por eso deja de lado una parte del rimado circunstancial del poeta, que prodigó en su deambular mundano entre álbumes de señoras.

SM: ¿A qué obra “buena” de Darío se refería JRJ, según tu opinión?

JO: No creo que se refiriera a una en particular sino que llamaba buena a la obra completa, precisamente. Si hubiese querido distinguir una parte de esa obra habría dicho la “obra mayor.” Aunque con Juan Ramón toda sentencia se nos hace sospechosa, ¿verdad?

“Sin el periodismo no existiría el Modernismo… el oficio de escritor carece de estatuto social…está terminando la época del mecenazgo y ha empezado la profesionalización del escritor, entre la diplomacia y el periodismo.”

SM: En la editorial Omega en 2002 habías escrito una biografía de Rubén Darío. ¿Qué descubriste de él que no sabías?. ¿Qué Rubén Darío, cuántos Rubén Darío son los suyos?

JO: Mi tesis es que la vida de Darío no está en su biografía, que como se decía entonces es demasiado humana. Sus biógrafos han sido, en la mayor parte, malos testigos, Y no es raro, los poetas suelen tener como amigos a muy pobres testigos. Lo mismo le pasó a Vallejo. Esa vida está en su obra, pero no porque haya una distancia entre vida y obra sino porque la vida se realiza en el diálogo que la obra posibilita. Desde adolescente Darío escribió con el lector al frente: respondiendo, apropiando juicios, conversando con sus interlocutores, críticos y poetas. Llamo “lectura mutua” a esa lectografía, donde el poeta se lee leído y escribe en el espacio de esas miradas.

Toda su obra es una gran conversación: con los clásicos castellanos, con la poesía francesa, con los poetas de cada etapa de su viaje, con la crítica local y española, con sus pares y sus impares, y, cómo no, con sus discípulos, Juan Ramón, Machado, Nervo, Lugones…De allí su permanente actualidad, nos incluye en esa formidable ciudad del habla poética.

“Darío le añade una pluma chorotega a la tradición poética española. Y no es casual que la poesía en español termine hablando de otro modo después de él.”

SM: El primer volumen de estas Obras completas se centra en su poesía, que ha estado a tu cargo, y lleva el prólogo de José Emilio Pacheco. En los dos siguientes tomos se recopilará la prosa del poeta. Los prólogos serán de Susana Zanetti, profesora de la Universidad de Buenos Aires, y de Carmen Ruiz Barrionuevo, profesora de la Universidad de Salamanca. Dicen algunos que al releerlo, descubren en Darío a un prosista espléndido. ¿Te ha pasado a ti?

JO: En efecto, Darío fue un magnífico cronista. La prosa le permite, justamente, una conversación mundana y gozosa con la actualidad, y por lo mismo poner en práctica el cosmopolitismo deleitoso que instauró como estética. Muchas veces, ya no sabemos quienes son los artistas, personajes, autores que retrata en sus prosas, pero nos siguen encantando. No era un prosista en el sentido preciosista y adornado de algunos modernistas, al contrario, era claro y hasta periodístico, pero siempre con una vivacidad verbal capaz de comunicar la vivencia del instante.

SM: En Mi Rubén Darío, de JRJ, se menciona la crítica que alguien hizo, por ejemplo, del libro Los Raros, catalogándolo de “exceso de periodismo”. El Modernismo parece deberle mucho al periodismo. Otros dicen que fue una traba para los buenos poetas, porque les quitó tiempo para mejores obras.

JO: Sin el periodismo no existiría el Modernismo. Primero porque el oficio de escritor carece de estatuto social, y está terminando la larga época del mecenazgo y ha empezado la profesionalización del escritor, entre la diplomacia y el periodismo. El periódico es, como alguien ha dicho, la plaza pública de la modernidad. Darío publicaba sus poemas en los diarios, no sólo sus crónicas. Y esa fugacidad de las prensas, los cables y las crónicas, deben haberle dado la medida del tiempo artístico mismo, ya que el Modernismo fue siempre consciente de su fugacidad. De allí su extraordinario culto de los sentidos, de la sensibilidad y la sensorialidad. Darío, como nadie, logró fundir esas fuerzas en su habla poética, cuya ductibilidad, música y duración son un prodigio.

SM: Unamuno dijo de él en tono despectivo que “se le veía la pluma bajo el sombrero”. Él, en respuesta, reivindicó esa pluma. ¿Americanismo o Indigenismo?

JO: Novomundismo, habría que decir. Darío le añade una pluma chorotega a la tradición poética española. Y no es casual que la poesía en español termine hablando de otro modo después de él.

SM: En los colegios de España hasta no hace mucho se estudiaba a Rubén como uno más de los españoles. En Nicaragua Rubén está en todas partes, el único casi, el paisano inevitable que lo declaró la Vanguardia Nicaragüense de los años posteriores, con Coronel Urtecho por ejemplo.

“Sus contertulios cuentan historias de fantasmas para aterrorizarlo y dejarlo solo en un bar, incapaz de volver a su casa a dormir…”

JO: Yo estoy asombrado de cuantos poetas y escritores españoles escucharon de niños los poemas de Darío que sus padres les recitaron. Aleixandre dijo que se hizo poeta el día que leyó un verso de Darío. Su poesía tiene ese poder revelador. Hace con el lenguaje algo que pocos han hecho, y despierta, por eso, el lenguaje en el lector, en el escritor. Yo creo que Darío sólo pudo haber sido nicaragüense, porque el habla en Nicaragua fue una de las primeras en democratizar su circuito comunicativo. Quiero decir, no fue un lenguaje vertical y autoritario sino uno horizontal y creativo. Tal vez por la suma de orillas del español, por la ausencia de una Colonia inquisitorial y hasta por su ingreso menos traumático al XIX. Claro que con esa formación verbal Darío se abrió al mundo en Chile y en Argentina, y se apoderó de la poesía francesa para liberar a la poesía española de su pesadumbre.

SM: De los autores de aquella época tenemos una imagen como de personajes de un cuadro de costumbres, o de un baile de máscaras. Ellos mismos parecieron venderse como tales. Mezclados entre la bohemia, o la élite. Había malos muy malos, buenos muy buenos. Aún en nuestros días han causado furor y han contribuido a esas imágenes  autores como Trapiello por ejemplo. ¿Tiene usted esa imagen de ellos, tras adentrarse en aquel mundo? ¿Era Vargas Vila tan malo malo?

JO: Darío tuvo muchos, quizá demasiados, amigos, y la historia de esas amistades es en buena parte penosa. Lugones tiene 18 años cuando, en Buenos Aires, le reprocha no haberle incluido en “Los raros” y le reclama hacerlo. Chocano lo conmina a escribirle un prólogo, y Darío busca aplacarlo con un poema prologal. Rufino Blanco Fombona pega un puñetazo contra la pared a pocos centímetros de la cara del poeta. Sus contertulios cuentan historias de fantasmas para aterrorizarlo y dejarlo solo en un bar, incapaz de volver a su casa a dormir…Y Alberto Ghiraldo firma como si fuese autor el Archivo de Darío que le ha permitido copiar Francisca Sánchez. Pero tuvo, claro, buenos amigos. Amado Nervo, en primer lugar, y sin duda Juan Ramón Jiménez, que a los 19 años fue su secretario y que siempre lo llamó “mi maestro.”

SM: He leído unas declaraciones suyas en las que dice que la principal cualidad  de Darío era «la capacidad para humanizar con el lenguaje el espacio contrario a través de la sensorialidad». Podría explicarnos esto con algún ejemplo.

JO: Lo Fatal es un poema donde la fuerza brutal de la muerte es ya no sólo un horror (Darío temía a la muerte con pánico casi infantil) sino un pensamiento hecho humano gracias al lenguaje. Así mismo, si pensamos en las agonías de todo tipo que padeció el poeta, nos asombra aun más su capacidad creativa. Se puede por eso concluir que para Darío lo mas humano es la imaginación de la belleza.

SM: ¿Qué queda aún  de Darío? JO: De Darío queda la lección poética, que es única y distintiva de nuestra lengua: creer que la cultura puede ser una realización plena del hombre. Esto es, que América Latina no es sólo su historia y de ninguna manera su política (que es lo más deplorable que nos ha ocurrido) sino su capacidad de invención. Y la extraordinaria convicción de que se puede vivir en el arte, en la literatura, como en una realidad más plena. En su época, las comunicaciones vivieron su máximo esplendor: eran parte de la cultura moderna, una fuerza democratizadora, y hasta una estética urbana. Hoy la cultura casi ha desaparecido de las comunicaciones, reducida al entretenimiento, marginada entre el cine y los deportes. Lo moderno es hoy lo residual. Y la cultura del espectáculo, como la literatura del mercado, contribuyen más bien con el calentamiento global. Darío, como sus grandes continuadores, Vallejo, Borges y García Márquez son la llama viva de la tradición moderna, que contra todas las razones contrarias siguen cultivando muchos y buenos escritores hoy mismo.

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Nacido en Andalucía, tiene la doble nacionalidad hispano-nicaragüense, países en los que ha trabajado en el mundo de la docencia, la cultura, el periodismo y la cooperación. Licenciado en Filología, y master en Periodismo y Derecho Internacional. Es consultor de comunicación y cooperación. Escritor, docente y colaborador en varios medios en España (como El País) y Latinoamérica (Gatopardo, La prensa, Confidencial, Etiqueta Negra, etc.) sobre temas literarios y de actualidad internacional, crisis, cooperación y desarrollo. Ha publicado, entre otros libros de antologías y colaboraciones, ensayos y relatos (Las cien Novelas para siempre del siglo XX y Si estuvieras aquí, de la editorial Icaria). Fundó con Sergio Ramírez la revista cultural Carátula www.caratula.net , de la que fue editor. Ha sido profesor de Comunicación y Humanidades, traductor y responsable de información de Médicos sin Fronteras. Ha conocido de primera mano numerosos conflictos y crisis humanitarias. Fue coordinador de la Campaña de Acceso a Medicamentos en América Latina. También ha coordinado proyectos que unen el mundo humanitario y el desarrollo con la Literatura como la serie Testigos del olvido de El País Semanal.