Pláticas con…Mario Vargas Llosa

1 agosto, 2009

Madrid. Seis de la tarde. Cerca de la Plaza de las Descalzas, nos recibe Mario en su casa. La sala amplia, llena de sol. Detrás de él los libros y una terraza. Aún se recupera de una operación en el hombro. También de su último viaje a Venezuela. Vamos a hablar de cómo se documenta para las novelas, en especial, para la última que está escribiendo, y en la que he participado brevemente en un viaje con él a Congo. No sabe cuándo la terminará, pero parece que aún le llevará mucho tiempo. Su agenda está repleta de compromisos. Pero su voz contagia optimismo. Parece imposible que le pueda derrotar el desánimo o la tristeza.


“Estar comprometido con la actualidad es peligroso, pero bueno para la Literatura.”

SM: Vamos a hablar de persecuciones. Persecuciones a personajes de novela. Y si te parece, comencemos por el que estás persiguiendo ahora, para tu próxima novela, persecución que compartimos en su episodio del Congo.

VLL: Pues es un personaje histórico. Se llama Roger Casement, de origen irlandés.
Me fascinó desde que lo conocí, leyendo una biografía de Conrad. Fueron muy amigos, incluso Casement ayudó mucho a Conrad durante las primeras semanas de su estancia en Congo. Mi persecución, de la que tú fuiste testigo en el Congo, no es la que haría un historiador en busca de una verdad histórica, sino la de un novelista. Es la de alguien que va a utilizar tanto fuentes históricas, como las de la imaginación para recrear el mundo del personaje sobre el que escribe.

Casement fue cónsul británico en el Congo, cuando era colonia belga. Estuvo allí cerca de veinte años, y documentó con mucha minucia las injusticias que se cometían con los nativos. Sus informes fueron decisivos para abrir una gran campaña en Europa que acabase con la violencia que auspiciaba el rey Leopoldo II de Bélgica. Luego estuvo también en la Amazonía investigando la condición de los indígenas en las plantaciones caucheras del Putumayo. Hizo un informe muy eficaz, porque estas empresas, registradas en Londres, sufrieron quiebras importantes, como las de Julio Arana. Roger Casement tuvo las más altas condecoraciones del imperio británico, y luego, en la tercera parte de su vida, se vinculó al nacionalismo irlandés hasta que le descubrieron traficando con armas desde Alemania. Finalmente fue juzgado por traidor, y ejecutado.

SM: Este tipo de personajes duales, siempre han suscitado tu interés. Lo digo porque además se descubrieron unos diarios de Roger Casemont en los que él escribía sobre supuestos actos de pedofilia.

VLL: Eso es una controversia que no ha terminado y creo que no terminará nunca. El gobierno británico hizo circular, después del juicio en el que le condenaron a muerte, unos fragmentos de un supuesto diario que habría encontrado Scotland Yard en un apartamento que Roger Casement tenía en Londres, fragmentos muy obscenos que detallaban experiencias homosexuales y de pedofilia, y en los que Roger Casement habría usado un lenguaje extremadamente vulgar para relatar esas experiencias. Hay quienes sostienen que esos diarios nunca los escribió Casement, sino que fueron utilizados por el gobierno británico para contrarrestar una campaña de políticos e intelectuales que pedían la condonación de su pena. El gobierno quería escarmentar a un traidor y, en efecto, hubo algunos intelectuales que retiraron su firma de los apoyos a Roger Casement cuando supieron, según estos textos, que había sido un «pervertido».

SM: ¿Qué opinas tú? ¿Los escribió realmente?

VLL: Es muy difícil tomar partido sobre eso. Una posibilidad es que él los escribiera porque era una manera de vivir esas experiencias. Me resulta muy difícil pensar que en una localidad como Boma, que tú conoces, un pueblecito minúsculo donde la comunidad europea debía de ser muy reducida, esas cosas hubieran pasado desapercibidas. Sin embargo, todas las personas que lo conocieron, todas, sin ninguna excepción (enfatiza con la voz y con un gesto de manos tajante), dicen que eso es imposible. Entonces, creo que no se puede descartar que fueron aventuras de la imaginación, como sucede cuando leemos novelas. En todo caso, los tiempos han cambiado. Hoy día, si esas aventuras realmente hubiesen ocurrido, no empobrecerían para nada todo lo que hay de meritorio, incluso heroico en el trabajo de Roger Casement denunciando, tanto en África como en América Latina, lo que sucedía con los indígenas en las plantaciones caucheras.

“no quiero hacer arqueología cuando escribo novelas situadas en el pasado”

SM: En ese viaje al Congo, cruzaste el trabajo de novelista con el de periodista, al trasladarte hacia el Este del país para hacer un reportaje sobre la situación humanitaria.

VLL: Sí. Yo no quiero hacer arqueología cuando escribo novelas situadas en el pasado. Yo quiero hacer novelas actuales. Incluso, si tratan de cosas que ocurrieron  hace cien años, tienen que ver con una problemática actual, con ideas, creencias, o situaciones que están vigentes todavía, y que pueden hablarle a un lector contemporáneo como de algo vivo.  Aunque en la región occidental de Congo no hay guerras civiles, hay pobreza y marginación. En la región oriental, sin embargo, me tocó vivir verdaderamente toda la violencia social, política, cultural, que arranca indudablemente en la época de la colonización.

SM: Un viaje en el tiempo.

VLL: Sí. Un viaje en el tiempo. Y además hacia un presente que es tan trágico. De alguna manera, eso también me dio una idea de lo que debió ser el gran trauma de la colonización, el caos y la anarquía, que no sólo fue social y económica, sino sobre todo psíquica; de ese encuentro tan desigual entre Europa y el África en las tierras del Congo.     Además, desde el punto de vista personal, fue uno de los viajes más útiles. Tener la lección viva de la realidad siempre es enriquecedor.

SM: ¿Siempre has utilizado el mismo método de visitar los lugares y consultar las fuentes de la época de tu personaje?

VLL: Sí. Éste es un método de trabajo que yo he seguido en casi todas las novelas que he escrito, haciendo una documentación previa y, a veces simultánea, con la escritura de la novela, no con la idea de buscar siempre la verdad, sino con la de familiarizarme con el ambiente del personaje para la novela.

Al volver al colegio real de la Ciudad y los Perros,“dí un discurso patriótico”

SM: En otras novelas, como Conversación en la Catedral o La Ciudad y los Perros, la persecución del personaje histórico se realiza dentro de tu propia memoria, ¿no?

VLL: Bueno, fundamentalmente en mi memoria, como en Conversación en la Catedral, pues yo viví los años de la dictadura de Odría. Pero para contaminarme de lo que quería inventar, leí muchos diarios de la época; fui a ver hemerotecas, y hasta revisé discursos del dictador. Fue muy divertido ver como los estilos variaban según los amanuenses que empleaba para redactar sus discursos.  Pero ese tipo de documentación es la que me va creando un clima psicológico que me permite inventar mejor que sin tener un asidero para la realidad.

SM: ¿Alguna vez volviste, por ejemplo, al colegio de la Ciudad y Los Perros?

VLL: Cuando escribí la Ciudad y los Perros tuve que recurrir a mi memoria y a mi fantasía porque la escribí en Europa. Yo volví al Perú cuando la novela estaba publicada. He vuelto al colegio después, porque algunos amigos que venían de Europa querían conocerlo. La última vez fui con una pareja de amigos españoles. No había cambiado mucho. Recuerdo que llegó un teniente, responsable de cadetes de tercer año, a pedirle al coronel que yo me dirigiera a los cadetes del tercer año antes de que rompieran filas. (Mario se ríe al recordarlo) Lo divertido fue que me encontré al rato dando una alocución de tintes patrióticos. Recuerdo que lo que más me impresionó fue lo jovencitos que parecía estos cadetes de tercer año. No adolescentes sino niños. Yo no recordaba que había sido tan niño cuando entré a ese colegio.


“Nada mata tanto a un hombre como representar a un país”

SM: En los últimos años, con lo que ha ocurrido en América Latina, desde la presencia de Hugo Chávez, tú no has dejado de jugar un papel destacado como figura intelectual del continente. Impresiona el impacto que puede tener un artículo tuyo, algunas veces, como el último que escribiste sobre la situación de Nicaragua, en apariencia uno más, pero que provocó muchas reacciones de grupos de mujeres en contra de Daniel Ortega. La responsabilidad que implica tu figura desde el punto de vista del periodismo, ¿no te da miedo?

VLL: Mira, Paul Válery dijo algo parecido a esto: «Nada mata tanto a un hombre, como representar a un país». Yo no represento a nada más que a mí mismo en mis artículos. Escribo desde mis convicciones. No pertenezco a un partido político ni hablo en nombre de ideología o institución alguna. Puedo equivocarme. Sí. Seguramente me equivoco muchas veces, pero no tengo esa presión que te da hablar como un vocero o representante de alguna institución o de alguna comunidad o nación. Desde que empecé a escribir, siempre he creído que la vocación literaria no puede disociarse de un compromiso de tipo cívico. En esa época lo que se denominaba «el compromiso del escritor» era algo que la mayoría aceptaba. En esa época me he formado, y aunque he cambiado en algunas cosas, no en la convicción de que el periodismo es mi manera de estar en el debate cívico y político, defendiendo y criticando ciertas cosas, o para mostrar otro tipo de cosas. Creo que esa implicación en lo que es la vida de la calle es buena para un escritor que no entiende la Literatura como un mundo aparte. A mí me apasiona la Literatura, mi verdadera vocación es la de escritor. Pero si algo me conmueve de la Literatura, de los libros que admiro, es que esos libros me hacen ver de una manera más lúcida el mundo en el que estoy.

SM: Hay jóvenes escritores que sí participan en el debate intelectual, estoy pensando en algunos como Jorge Volpi.

VLL: Sí, algunos hay, pero no es la tónica dominante en nuestro tiempo. Creo que ahora los escritores ven con cierto desdén, y hasta con desprecio, todo tipo de implicación política como si eso fuera dañino para la vocación literaria. Si bien es cierto que estar demasiado comprometido con la actualidad puede ser peligroso, por otra parte de ahí fluye un tipo de vida que es bueno que aparezca en la Literatura.

SM: Te pregunto lo mismo, pero no desde el nivel periodístico, sino literario. Gozas de un estatus de celebridad mundial de la Literatura, a salvo del premio Nobel (Mario se ríe). Todo el mundo está de acuerdo en que eres uno de los mayores escritores vivos de la Literatura Latinoamericana.

VLL: Bueno, eso no me lo creo, porque el día que me lo crea estaré perdido (y no para de reír).

SM: Pero cuando la crítica se vuelve más suave, debido en parte a ese consenso, ¿cómo haces para volver sobre la tierra?

VLL: Bueno, yo creo que una de las cosas que aprendes, y bastante pronto, cuando dedicas tu vida a escribir, es que lo fundamental de la vocación se juega, no ante el público, sino en una privacidad casi absoluta, que es cuando escribes. Un trabajo literario como una novela, te toma tiempo, te hace pasar por períodos de inseguridad, de confusión. Luego, si la historia va saliendo y empiezas a dominar esa masa, al principio tan compleja, empiezas a sentir una satisfacción cuya compensación es la de vivir esos momentos. Ya lo que viene después…

Incluso los más vanidosos de los escritores, que hay muchos, ya sabemos (dice con un tono de ironía), en el fondo saben que la verdadera valía de su obra sólo va a saberse cuando no estemos vivos. Ese tiempo es el que determina la perennidad o la fugacidad de una obra. De modo que los reconocimientos y premios halagan la vanidad. Pero si eres un buen o mal escritor lo dirá el tiempo.

SM: ¿Sigues pensando que cuando pase ese tiempo, tu mejor novela será Conversación en La Catedral?

VLL: Pues mira, no lo sé. Yo creo que uno no tiene distancia suficiente para dar un juicio claro sobre eso. Lo que sé es que es una de las novelas que más trabajo me ha costado, y me gustaría que la que más trabajo me ha costado sea la que se considere mejor.

SM: Última pregunta. Cuál es la pregunta que más veces te han hecho.

VLL: (mira hacia el suelo en silencio, como si estuvieran las preguntas allí desordenadas, y por fin señala una. Yo pensaba que me iba a decir la del puñetazo a García Márquez. Pero no):  Bueno, generalmente la pregunta más repetida que le hacen a todos los escritores sin que ninguno sepa muy bien cómo responder es «por qué escribe usted; para qué escribe usted» (se ríe). Es una pregunta que siempre exige el cliché, el lugar común, y merece respuestas artificiosas, falsas.

SM: Bueno, entonces por hoy, no te la voy a hacer.

(Al final de la entrevista, Mario seguía sonriendo. Ya no había tanta luz. Era casi de noche en Madrid)

* Fotografías de Juan Carlos Tomasi – www.juancarlostomasi.com

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Nacido en Andalucía, tiene la doble nacionalidad hispano-nicaragüense, países en los que ha trabajado en el mundo de la docencia, la cultura, el periodismo y la cooperación. Licenciado en Filología, y master en Periodismo y Derecho Internacional. Es consultor de comunicación y cooperación. Escritor, docente y colaborador en varios medios en España (como El País) y Latinoamérica (Gatopardo, La prensa, Confidencial, Etiqueta Negra, etc.) sobre temas literarios y de actualidad internacional, crisis, cooperación y desarrollo. Ha publicado, entre otros libros de antologías y colaboraciones, ensayos y relatos (Las cien Novelas para siempre del siglo XX y Si estuvieras aquí, de la editorial Icaria). Fundó con Sergio Ramírez la revista cultural Carátula www.caratula.net , de la que fue editor. Ha sido profesor de Comunicación y Humanidades, traductor y responsable de información de Médicos sin Fronteras. Ha conocido de primera mano numerosos conflictos y crisis humanitarias. Fue coordinador de la Campaña de Acceso a Medicamentos en América Latina. También ha coordinado proyectos que unen el mundo humanitario y el desarrollo con la Literatura como la serie Testigos del olvido de El País Semanal.