Pláticas de comida con Martín Caparrós

1 febrero, 2014

A Martín Caparrós no lo olvidas fácilmente. No olvidas su altura, su cabeza rapada, sus bigotes poblados a la antigua, ni su voz… Sobre todo su voz. Uno se llevaría su voz grabada para que contara historias en noches de lluvia. Considerados por muchos periodistas, entre ellos Leila Guerriero, como el modelo de cronista y periodista de raza, hoy nos encontramos con él como novelista. El libro es extraño y muy interesante. Comí es la historia de un tipo que se ve obligado a limpiar su estómago durante varios días para someterse a una intervención médica. Entonces, reflexiona sobre las comidas que ha degustado con toda la vida alrededor de ellas.


SM: ¡Vaya librito este! Lo primero que quiero preguntarte es: ¿qué cosa es un “revuelto de Gramajo”? que aparece al inicio de la novela.

MC: El revuelto de Gramajo es un plato argentino de una simplicidad extrema, como típico plato argentino, que consiste en unas papas fritas  cortadas muy finas y revueltas con huevo y jamón. Se supone que lo inventó el coronel Gramajo, edecán del presidente Julio Argentino Roca, que cuando volvía de la casa de gobierno, a altas horas de la noche, se detenía en un club donde le preparaban un plato con las sobras del día para no irse a casa sin cenar. Desde entonces se ha servido en los viejos menús de las fondas argentinas y es el plato que comía de chico el protagonista de este libro raro.

Ahora descubramos si se trata de un protagonista de novela o es el autor. ¿Cuál es tu plato favorito? ¡Ojo a la respuesta!

Me resulto muy difícil decir un plato favorito porque hay demasiadas cosas que me gustan. Es la desgracia de mi vida. Nunca he podido hacer una misma cosa demasiado tiempo porque hay muchas otras que me gustan. Nunca he podido vivir en un mismo lugar demasiado tiempo, nunca he podido estar con la misma mujer demasiado tiempo, porque siempre tengo la sensación de que me estoy perdiendo algo…. Con la comida me pasa lo mismo.

Eso sería un titular (y Caparrós se ríe, el rostro adusto y el bigotón desaparecen con la risa, un niño acaba de hacer una travesura. Se levanta, nos enseña el cartel de una película argentina en la que acaba de actuar interpretando a un periodista.  Hoy, Martín está en Barcelona, mañana viaja a Cartagena, pasará por Buenos Aires, México, Estados Unidos. Si alguien pudiera vivir muchas vidas…)
Si Caparrós, el protagonista de Comí, se parece al autor, entiendo que hay alguien que se parece a Silvana.

No – contesta rápidamente.

Lástima, me gusta su manera de caminar, o al menos como la describes en la novela.  Por cierto, en la novela, en realidad, la comida es una excusa para hablar de la vida, ¿no?

Porque la comida es una puesta en escena muy precisa de lo necesario y de lo efímero al mismo tiempo. Una de las cosas que más me gustan del hecho de cocinar es que uno dedica más tiempo en preparar un acto de placer que en consumirlo o consumarlo. Y además se trata de preparar el placer de otro. Es curioso que las cosas que nos importan tanto sucedan en un tiempo tan limitado. Por ejemplo, coger, digo, el sexo, que mueve montañas, mundos, mares y todo lo que se pueda mover, empezando por los cuerpos de los involucrados, es algo cuya concreción es tan desproporcionada con los efectos que produce. Quiero decir, por un polvo que puede durar 15 minutos, hay gente que se pasa dando vueltas, buscando, pensando, escribiendo, llorando. Con la comida pasa algo parecido. Lo que cocinamos durante tres horas, nos lo podemos comer en cinco minutos. Creo que las cosas que valen la pena son aquellas en que esa desproporción, o despilfarro, se produce.

La comida se relaciona también con el tema de la muerte, y eso nos lleva a la anterior novela con la que ganaste el premio Herralde, Los Living. No sé si por eso sueles vestir de negro o no, pero por qué está tan presente en tu obra.

Es cierto, y debería planteármelo seriamente. Tiene un papel muy importante desde la primera novela que escribí. A veces quiero pensar que se debe a la fuerte presencia de la muerte en la cultura argentina, o por lo menos cuando yo empiezo a percibirlo a finales de los sesenta y setenta. Esa estrofa final del himno argentino “Coronados de gloria vivamos, o juremos con gloria morir” se hizo carne en mucha gente que se involucró en organizaciones combativas. La muerte pasó de ser una opción simbólica a algo real y que muchos amigos de entonces sufrieron. Quizá sea por eso.

El personaje ha escrito para una revista de cocina y tú también lo hiciste. Hay un cierto aire naif de especialización en torno a la comida.

Sí. En el libro está el cálculo de que una persona, más o menos de mi edad, de unos cincuenta y tantos años, ha comido más de cincuenta mil veces en su vida. Es decir, se trata de un acto del que deberíamos tener una serie de opiniones o criterios bien formados, pero desde hace algunos años hemos entregado ese saber comer a expertos, como críticos gastronómicos, que nos dicen lo que tenemos o no tenemos que comer. Pero en buena parte, eso tiene que ver con la comida como algo que contribuye a la construcción de la personalidad. La clase media que ha ido creciendo, por ejemplo, ha necesitado que le digan cómo y qué comer en sociedad.

A Caparrós le faltan pocos países en su pasaporte. Últimamente se ha obsesionado por el tema de la comida, y por lo tanto del hambre. Lo que ha visto y vivido han empezado a tener forma de ensayo, blogs, novelas. Lo que hace es como él: ahora, la novela, mañana un ensayo….por tanto de la comida. Su blog en El país, “Pamplinas”, sus crónicas en diferentes medios de Argentina, artículos en el New York Times, etc.
Me han gustado dos capítulos especialmente, el quinto y el décimo- le digo.

¿A ver?

El capítulo quinto, porque reflexionas sobre la culpa. De chico siempre nos han dicho: “Niño, cómete eso que los niños en el África se mueren de hambre”. A la vuelta de uno de esos viajes a países que sufren desnutrición, fuiste a comer en uno de los mejores restaurantes del mundo, el Celler de Can Roca. ¿Allí, sentiste culpa?

Pues hablé de eso con uno de los hermanos Roca y algunos cocineros. Tenían una noción bastante clara sobre el problema de la falta de comida en otras partes del mundo, y también, ahora, en España. Trataban de solventarlo participando en causas solidarias. A mí más que culpa, me impresiona muchísimo el hecho de que nadie tenga un poco de mijo para llevarse a la boca, y yo pueda disfrutar de decenas de platos de una gran sofisticación. Y la culpa quiero convertirla en cabreo.

Si tuviéramos que señalar a culpables de la desnutrición….

Hay muchísimos, pero por supuesto hay grados de culpabilidad. El máximo tiene que ver con las grandes compañías que manejan la alimentación en el mundo. A ello se suman las grandes financieras porque como sabes, desde hace no tantos años, los alimentos se han transformado en uno de los objetos de especulación financiera más calientes. Pero lo curioso es que a través de eso, muchos otros podríamos pasar por esa ronda de culpables. Muchos que ni siquiera lo sabemos, porque esas compañías de inversión lo que hacen es manejar fondos, como los de pensión por ejemplo. ¡Cuántos sindicatos de maestros bien intencionadísimos, de Estados Unidos, de Francia, de España, Alemania o tantos otros países, contribuyen con su dinero a la especulación que hace que el precio de los alimentos suba y por lo tanto millones de personas no puedan comprarlo en Asia, África o América Latina!

El capítulo 10, en cambio, habla del amor.

Pero yo hablo poco de eso.

¿No? Pues aquí hablas mucho. Hay una escena muy tierna en la que le preparas a Silvana una comida….

Yo no preparo nada, se excusa.

Bueno, perdón, que el personaje de la novela le prepara a Silvana una comida que él cree que le va a gustar a ella, pero no es así exactamente. Te leo:
“Pienso en la opción de sorprender a Silvana con salchichas… (mientras leo oigo a Caparrós riendo, con la misma risa de antes). A Silvana le encantan las salchichas, pero le da vergüenza. Todavía, después de doce años, le da vergüenza comérselas conmigo”. Si hoy, viernes por la noche, viniera a cenar  uno de esos amores de tu vida, ¿qué le prepararías?

¡Uf! Es que hay dos tipos de platos: los que muestran el trabajo que lleva cocinarlos, y los que lo disimulan. El risotto, por ejemplo ,es un plato que demuestra lo mucho que trabajaste porque hay que estar muy pendiente del arroz. Lo contrario sería la tortilla de patatas española, cuyo trabajo no se ve pero lo tiene. Si tuviera que sorprender a un amor hoy mismo, le haría una moqueca, en una versión muy personal, pero se trata de un plato típico brasileño que parece que tiene mucho trabajo y realmente es muy fácil, hecho con pescado, camarones, cilantro, aceite de palma, etc.

Somos lo que comemos finalmente, ¿no?

O lo que queda de lo que comemos, y de lo que hemos rechazado comer, también.



NOTAS:

De las muchas obras de este periodista galardonado con el premio internacional Rey de España, o de este novelista, premio Planeta en 2004, por Valfierno, permítannos destacar algunas por género:

– Ensayos y crónicas: El Interior, 2006, un minucioso recorrido por el norte argentino, y La voluntad. Una historia de la militancia revolucionaria en la Argentina 1966-1978, escrito con el periodista Eduardo Anguita; 2006. Ambas en Planeta.

– Novelas: A quien corresponda, 2008, una profunda revisión sobre la generación de que luchó y fue aplastada por la dictadura argentina, y Los living, premio Herralde 2011.  Ambas publicadas por Anagrama.

– Películas: La última, ¿Quién mató a Mariano Ferreyra?, dirigida por Alejandro Rath y Julián Morcillo (2013), en la que Caparrós interpreta al protagonista, un colega de profesión que investiga el asesinato de un activista político.

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Nacido en Andalucía, tiene la doble nacionalidad hispano-nicaragüense, países en los que ha trabajado en el mundo de la docencia, la cultura, el periodismo y la cooperación. Licenciado en Filología, y master en Periodismo y Derecho Internacional. Es consultor de comunicación y cooperación. Escritor, docente y colaborador en varios medios en España (como El País) y Latinoamérica (Gatopardo, La prensa, Confidencial, Etiqueta Negra, etc.) sobre temas literarios y de actualidad internacional, crisis, cooperación y desarrollo. Ha publicado, entre otros libros de antologías y colaboraciones, ensayos y relatos (Las cien Novelas para siempre del siglo XX y Si estuvieras aquí, de la editorial Icaria). Fundó con Sergio Ramírez la revista cultural Carátula www.caratula.net , de la que fue editor. Ha sido profesor de Comunicación y Humanidades, traductor y responsable de información de Médicos sin Fronteras. Ha conocido de primera mano numerosos conflictos y crisis humanitarias. Fue coordinador de la Campaña de Acceso a Medicamentos en América Latina. También ha coordinado proyectos que unen el mundo humanitario y el desarrollo con la Literatura como la serie Testigos del olvido de El País Semanal.