Gioconda Belli
Gioconda Belli

Poema del amor que no fue

29 enero, 2015

Gioconda Belli

– La noche del 27 de enero, en una abarrotada Sala Mayor del Teatro Nacional Rubén Darío, se rindió un merecido homenaje a Ernesto Cardenal en su cumpleaños noventa. Antecediendo la lectura de poemas en el que el Padre Cardenal recorrió su vasta obra poética, la escritora Gioconda Belli compartió este poema íntimo que aquí presentamos. Disfruten.


Gioconda Belli, lectura del poema POEMA DEL AMOR QUE NO FUE, en homenaje a los 90 años de Ernesto Cardenal, Teatro Nacional Rubén Darío, Managua, 27 de Enero, 2015. Fotografía Eva Bendaña y Jorge Mejía Peralta

 A Ernesto Cardenal en sus 90

Yo habría querido ser Carmen o Claudia,
una de las muchachas que amó Ernesto
si yo hubiera sido una de ellas
no lo hubiera defraudado.

¡Ah! pero entonces ese hombre
habría perdido más de lo más que perdieron ellas
por no amarlo.
Un marido simplemente habría sido
otro más de saco y corbata con un oficio
profesor quizás o hasta abogado
y su soledad nunca habría sido suficiente
ni su silencio
para escribir los versos y poemas
que le inspiró el desamor.

Nada sucede en vano.
Por eso Ernesto se detuvo un día en una calle
abandonado del amor terreno
y allí lo asaltó Dios y lo envolvió y lo hizo suyo para siempre.
Empezó el pereginar de este poeta por la escalera luminosa de Jacob
y ya no hubo UNA mujer que lo amara
sino muchas y muchos hombres también.

Yo recuerdo en los años setenta
cuánto se me revelaba mientras lo leía.
Él me mostraba cual si lo estuviera viendo
a Bartolomé de las Casas
denunciando el maltrato que los españoles daban a los indígenas
¡Ah! Los pobres indígenas de América
El poeta lo cita diciendo que los indígenas eran
“pacíficos, con sus repúblicas bien ordenadas
proporcionados y delicados y de rostros de buen parecer
que pareciera que todos ellos fueran hijos de señores”
Y cuenta luego por boca de De las Casas los abusos que sufrieron
tanto abuso que leyendo
cuesta contener las lágrimas:
“porque se los llevaban en navíos a vender
y las criaturas nacidas, chiquitas parecían
porque las madres no tenían leche en las tetas
y se ahorcaban desesperadas con los hijos
y las mujeres tomaban hierbas para no parir”

Ernesto a mí me hizo asomarme al principio de estas tierras cuando la codicia
y la esclavitud no se conocían, cuando Gonzalo Fernández de Oviedo
hizo la crónica de la abundancia del Nuevo Mundo
y describió plantas, animales y pájaros nunca vistos.
Yo me enamoré más de Nicaragua maravillándome de sus maravillas
como si las viera, como Oviedo, por primera vez.
“Gonzalo Fernández de Oviedo viene a Castilla
y cuenta de los mameyes, que saben a melocotones
y a duraznos, o mejor que duraznos, y huelen muy bien
y son de más suave gusto que el melocotón; del guanábano
que es un árbol muy grande y hermoso
y la fruta es de una pasta como manjar blanco
espesa y aguanosa y de lindo sabor templado
y del guayabo que cuando está en flor huele tan bien
…………………
huele como el jazmín y el azahar”

De todo eso nos habló Ernesto
cuando escribió El Estrecho Dudoso
uno lee ese poema y se alegra de la estrella
de cuyo polvo emergió el poeta que recogió estas crónicas
las tejió e hilvanó
para que nosotros viviéramos como presente ese tiempo antiguo.

En su Hora Cero
Ernesto amasó el pedestal en el que colocamos a Sandino,
habló de ese “nicaragüense en el extranjero
un “nica” de Niquinohomo
trabajando en la Huasteca Petroleum Co. de Tampico
y tenía economizados cinco mil dólares
y no era militar ni político
y cogió tres mil dólares de los cinco mil
y se fue a Nicaragua a la Revolución de Moncada
pero cuando llegó, Moncada estaba entregando las armas
Pasó tres días triste en el Cerro del Común
triste, sin saber qué hacer
y no era político ni militar
Pensó y pensó, y se dijo por fin:
Alguien tiene que ser
y entonces escribió su primer manifiesto”

Si una canción de amor
“la Adelita” fue el himno de Sandino
los versos de Ernesto hechos música
fueron banda sonora de la Revolución Sandinista
“¿Qué es aquella luz alla lejos? ¿Es una estrella?
Es la luz de Sandino en la montaña negra”
La poesía de Ernesto más poderosa
que una ametralladora 50;
un arma que no mataba pero que entraba como un proyectil
en la conciencia.
Yo tengo aún en mis ojos la imagen de otro poema, el Canto Nacional, mimeógrafeado,
las hojas engrapadas pasadas de mano en mano.
Un poema clandestino donde se enumeraba a los pájaros
“el pájaro bufador de los suampos, que da bufidos
en los suampos, en los pantanos
y claro también como el zanate clarinero
Zanatillo zanatillo
el pájaro de los oprimidos
……………………….
y el che-che de las montañas del norte, la de las guerrillas
que canta CHE CHE CHE CHE CHE CHE”

Ernesto dice también:
“Desmentir a la AP, a la UPI
ésa es también la misión del poeta”
y él cumplió su misión a cabalidad.
Viajó a Cuba y habló de lo que vio
y mucho de lo que escribió en ese libro era conmovedor
como decir que alguien tenía un par de zapatos solamente
pero no le importaba porque sabía que en la isla
todos sin excepción tenían zapatos
y nadie andaba descalzo.

Yo habría querido ser una de las muchachas
que amó Ernesto
pero si ellas le hubieran correspondido
no existirían sus epigramas, sus salmos
ni Solentiname,
la única utopía que llegó a ser real en América Latina
no el lugar que no es; sino el lugar que fue
donde Ernesto dijo misa y enseñó a escribir poesía.
De allí nació toda una generación de pintores
y una escuela de arte primitivo
y las plantas y pájaros de sus esculturas
y los muchachos como Laureano Mairena
que fueron valientes y lucharon por liberar la Patria
y quedaron vivos y mal hablados para siempre
en poemas que hoy se leen lo mismo en chino que en alemán.

Pocas veces se ha visto un uso más fructífero de la nostalgia
que la que hizo el poeta;
la sublimación del amor humano por el divino
el paso de la Tierra al Universo y Pluriverso,
al hombre quieto asomado en la noche oscura al telescopio
“Cuando no tengas respuestas –nos dice- mira las estrellas
(las estrellas que están en tu retina)
No es que respondan. También ellas preguntan
Mirándonos a nosotros, habitantes de una estrella”

Ahora yo me acogeré al silencio
No hablaré más de lo que él ha sido, hecho, y pensado
Yo callaré para que él nos lo cuente
Y oigamos su voz
Esta noche en que nos convoca
Y en que por obra y gracias de sus palabras
somos todos las muchachas que amó
Y que lo amamos.

Gioconda y Cardenal – fotografía Mejía+Bendaña

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Managua, Nicaragua, 1948.
Poeta y novelista. Premio de Poesía de la Universidad Nacional de Nicaragua con su primer libro, Sobre la Grama (1972). Premio Casa de las Américas 1978 por Línea de Fuego. Entre 1982 y 1987 publicó tres libros de poesía, Truenos y Arco Iris, Amor Insurrecto y De la costilla de Eva. Premio Internacional de Poesía Generación del 27 en 2002 por Mi íntima multitud. Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla 2006 por Fuego Soy Apartado y Espada Puesta Lejos. Premio Sor Juana de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en 2008. Es también una reconocida novelista. Su obra se ha traducido a más de catorce idiomas. Miembro del Pen Club Internacional y Miembro Correspondiente de la Academia Nicaragüense de la Lengua. Divide su tiempo entre California y Managua.