Poemas
1 abril, 2023
recurrir a ellas
para ver
el dorso de las cosas
el otro lado
que no muestran
sus implicaciones.
En el lenguaje de adentro
cada palabra es un mar
un conglomerado de experiencias
se da cita en tantas palabras
y ellas
las palabras no atinan a pagar su deuda
a tantos posibles significados
que saben de la gota todos los grafemas
que sabe el ojo de la caída circular
del agua
de su imperceptible acrobacia
de su rebote provocando
la acústica inagotable
de la que dan fe todos los oídos
cuando en el ritmo de los tiempos
sucumbe el alma de las cosas
segura de que el amor
también es polvo
que cada átomo comparte su ración de estrellas
y que el tímpano agudiza su
apetito temperamental de estrellas
se afina en la nostalgia
la certeza de que mañana
estaremos, acaso, sordos
y entonces será en nosotros
solo el recuerdo de la luz
que transita el mundo
a una velocidad terrible
para las palabras.
¿existe o no una pelota
en las manos del niño que donquea
su movimiento entre las ramas de un árbol?
habrá quien diga que en su ecuación imitativa no existe pelota
otros hurgarán en urgencia al milagro de imaginación
de la que algunos son dignos para decir
hágase la pelota en la merced de la visibilidad
de un movimiento identatario
del método y de la redondez de cuánto cuesta
la realidad otra que no alcanza a llegar a algunas vivencias
y aunque nunca fuimos al espacio para atestiguar la luz
somos niños
como cuando los ojos dictados de una cromatografía
experta en la mentira nos apropia su carcajada de estrellas para
entretenernos de las cosas que importan
y las que quedan afuera de los nombres
a donde el juego se trata del hombre
de su inteligencia,
su entelequia metafísica y somática,
su gravedad irrepetible
de su astucia irresuelta
vaya usted a saber
si la pelota exista en
el testimonio que provea el espectador
porque su posibilidad está enferma
porque si pertenece a uno solo
la conjetura
no puede extenderse como verdad
y la razón para la verdad agoniza.
en la praxis de la teoría real de lo utilitario
si esa verdad nos extermina,
entonces, lo necesario era otra cosa.
Las ausencias suelen ser
más que pedazos de cuerpos dispersos en la memoria;
migajitas de un tiempo en que fuimos mendigos
mientras intentamos devolverle el hambre a las entrañas,
evitar que se nos escapen niños de los ojos y vernos
en otras pupilas como al reflejo mismo a pleno vuelo.
Destilo para ti mis mejores ausencias;
el recuerdo del mar batiendo fuerte y recio contra mis huesos,
las caraberas de mi barco desgastado por la brisa
que un pirata abandonó en mis playas
en un día de un mes cualquiera.
Por eso te guardo entre mis párpados;
sabio olor a caricia lavándome las sienes
perfectamente estupefactas de maravilla,
por eso te guardo para que nadie adentro pueda encontrarte;
murmullo de polvo en los poros que despiertan y aseguran
que nunca has partido, que siempre regresas en la risa
alguna madrugada vagabunda de luciérnagas pálidas:
titilando que existen más años,
que queda tiempo, antes de que la esperanza se evapore
a merced de la deriva.
Cuando estás,
jamás suelo pensar en otros puertos,
me incorporo a tu meñique
que magistralmente resbala en mis ausencias.
Cuando estás,
como siempre en tus adentros la vida fluye;
el huracán en mi cabeza se detiene a mirarte pasar,
como si no te hubieras ido.
Como si volvieras algún viaje por mis versos
con los ojos perdidos de horizontes.
Cuando estás,
es como si la nostalgia hiciera sus maletas
y se fuera…
Perdóname Eliseo
pero ensayo cada tarde mi comedia;
la casa tiene demasiadas habitaciones
y pienso qué hubiera sido si mi padre
me hubiera llevado AL PARQUE,
si yo con mi tristeza
le hubiese podido sacar los silencios de la boca.
Y la lágrima de mi abuela la guardo taladrándome la espalda
esta que se ha empeñado tantas veces en convertirse en madre.
Eliseo,
yo soy ese fragmento que jamás podrá unir a su familia
que ha sucumbido en las herramientas todas del hombre
y que no puede nombrarlas porque la Isla está desierta.
Y muchas veces intento buscar ese exacto perfume de amor
y el amor se me enrosca en el poco cuerpo que tengo
y los hombres no acaban por encontrar en ese cadáver mi alma.
y mi alma dolida se encorva el destierro
y quiere darle su carne a morder a los mortales
para ver si algo pasa,
para saber si algo encuentran.
Todos Eliseo intercalamos la alegría-tristeza
con el preludio y la fuga
y nadie sabe en verdad.
no hay no hay nadie que interprete la sombra
y el futuro no es futuro ni mañana, está escrito en el tiempo.
He notado que
para borrarnos ideas tardamos siglos
y el ser humano que somos ya no existen adjetivos
para nombrarlo.
Y este pullover no se me rebela, Eliseo,
el desenfreno, aún no acaba por estrangularme.
Penélope:
El banco donde se recuesta la noche está bajo lluvia
el agua en las alcantarillas musita la repetición de los ríos que divagan por mi sombra.
Los autos resbalan sobre el asfalto
las callejuelas de la tarde se hacen oscuras y estrechas.
Me he visto partir con el recuerdo de la humedad en las botas.
Un silencio se dibuja en los rostros de aquellos transeúntes
que luchan sin remedio contra las nieblas del parabrisas.
Tú te recuestas sobre la tarde.
Te adueñas del banco y del aguacero, de la noche más gris
de la huella más profunda entre mis miedos y el agua.
El banco es una cama de luciérnagas bajo tu vestido verde.
La nostalgia es un tazón de hormigas rojas
que columpian sus enramadas bocas
sobre la menguante silueta de una luna mutilada.
Es de tarde y no amanece.
Yo sueño, Penélope, con un helado de fresa en los labios
con una mueca que ponga una sonrisa
al ademán flagelado en tus poros.
Pero un gemido quiebra el compás de tu espera
y me vuelvo ausente, me voy quedando sin pasos
sin versos, sin manos, ni máscaras, ni alas.
A tu boca le hace falta un grito de acuarelas
a mi boca, un timbre exacto que pueda resucitarte.
Mis ojos en decadente orbita deliran el preludio del diluvio.
Mis ojos me censuran y enmudezco.
Soy un animal tierno
cubierto de la fiereza que el pasar del tiempo abandonó sobre la escarcha.
Te llamo Penélope, pero…
Tu tímpano no retuvo el eco de mi voz
tus pestañas clausuraron el pretexto de mi retrato eclipsado.
Tu no recuerdas siquiera mi nombre
y una alfombra de hojas secas y amarillas se tiende sobre la hierba mojada.
Paso.
Me abandono en el vitral de tus pupilas
en que soy un rompecabezas de versos sobre mi propia historia
donde en silencio se me fuga la esperanza por el cristal de mi auto
y se desliza en tu mirada a recordar el tránsito del verde.
Yo me guardo el olor de aquellos parajes dormidos que nunca visitamos.
Yo me pierdo entre la lluvia
la lluvia esparce entre sus gotas el arpegio desgreñado de un rumor que se acuna en mi ombligo.
La lluvia sabe, Penélope, que sigo tejiendo entre palabras.
Sabe del embate del olvido en mis galeras.
Sabe, de este ejercitado simulacro.
Sabe que tú eres entre mis versos
el subterfugio de un cometa con fecha de expiración a mis cicatrices perforadas
sabe que yo soy la auténtica.
Que nombrarte es como ponerle un mantel a la mesa
como reconstruir los recuerdos de la casa.
Como exhumar los vestigios del otoño para enterrar los presagios de un mito.
Nombrarte, Penélope, es ir contra de un nuevo fraude
con la evidencia entre los dedos.
Sabe el desmemoriado
que las cosas perdidas
no son más que frecuencias rotas
a veces y abandonado por las brújulas
que penden de las sobras de la luz
la memoria le escala los ojos
mientras barre su infancia en los pisos
del Caribe conocido
y se duele en el duelo
de lo que era
de su idea
muda en el tiempo que le otorga una tregua
y detiene al que le cuenta
con su puño desordenado
nada de lo visto
se agota en los ojos
todo es maravilla
pregunta
colofón
que no atina a predecir
cuánto le cuesta al informero
su parte de la verdad.
Poeta y editora nacida en San Juan, Puerto Rico, 1975.
Ha participado en diversos congresos y lecturas de poesía en su país así como en República Dominicana, Perú, México, Chile, Barcelona, Colombia, Venezuela, El Salvador, Costa Rica y Estados Unidos. Sus textos están incluidos en varias antologías nacionales e internacionales. Obra poética publicada: Dosis (2006), Prosac (2010), Recuentos y Volteretas (2016). Dosis, fue reeditado y publicado en una versión añadida (2017). La casa del Vacío (2018). En preparación el libro: De dónde me vienen los pájaros esos.