Poemas de Carlos Perezalonso
6 diciembre, 2021
De amorosa botánica
Estas son las medicinas para el amor.
Primero busca la Mandrágora
que tiene frutos pálidos y dulces
con semillas como de pera
y hojas blancas como lechugas
y su raíz que emite terribles aullidos cuando la arrancan
(hay que desenterrarla con perros)
es blanca cuando está en la tierra
y cuando la sacan es negra
como que se muere
y al morderla produce dulces sueños.
Luego ve a traer el Morión
que crece en lugares sombríos y subterráneos.
Y toma el té de sus hojas que te sabrá un poco amargo
pero que provoca fuertes deseos carnales.
Hecho todo eso
úntate la lengua de Curare
(Chondodedrum Tormentosum)
que es recomendado contra la mordedura de serpiente
y entonces sí, sal
y encuentra a la mujer.
(El otro rostro, Managua, 1971)
Impotencia del verbo
El papel donde esto escribo
con el aire de la ventana sube
y baja suavemente
como un pez que expira.
Con cautela de serpiente la línea
explora su blancura.
Avanza, repentina salta
y retrocede,
muestra los afilados colmillos,
la gota de cristalino veneno
¡ataca!
muerde la nada.
(Orígenes y exilios, San Salvador, 2002)
Ocaso en El Tránsito
El ocaso, que es único,
en espejos de tiempo se repite.
Aunque no hay nada sucesivo. Todo
ocurre a la vez. Mañana,
hoy y ayer.
En el herrumbroso pasado
se desgrana el amor.
En canciones
que llegan del fondo de una vieja cantina;
en la memoria de aquellos pecados ahora
secos como higos deshidratados.
Y ahí está de nuevo tu figura contra el cielo
amarillo de otro septiembre,
mirando ausente el mar
¡oh confiada de olas
y de cielos!
mirando el fantasma del adolescente insepulto,
mirando las cenizas en el viento
que no llegan a la espuma,
al eterno resoplido, y que en las rocas
húmedas se estampan para siempre.
(Ocaso en El Tránsito, Managua, 2009)
Viendo madurar a las guayabas
“(…) y yo que estoy aquí deshecho
T.S. Eliot
ofrezco mis hechos al olvido”
Viendo madurar a las guayabas
el viejo tiempo dice
“No te inquietes.
No te apresures”.
Las guayabas maduras;
su aroma invade
todo el jardín,
la pulpa rosácea
Pubis virginal
tierna pero maciza
dulce y agria como recuerdo.
El sol que las madura
extrae mieles; llegan las moscas
que horadan la corteza
y ponen sus huevos.
Pronto aparecen en los poros
las cabecitas blancas de los gusanos
y después, ya lo sabemos,
caen podridas
¡Oh flor de aroma!
al suelo.
El mismo sol que las maduró
las mata, las reseca
con todo y gusanos
y las regresa a la tierra
de donde vinieron.
Allá arriba del guayabo,
blancas, todavía flores
las nuevas guayabas.
Gira la rueca de vida
y de muerte,
y en un rayo de luz
que se filtra entre las hojas
danza el polvo.
(El jardín de La Cuchilla, León, 2013)
León, Nicaragua, 1943-2020.
Poeta, ensayista, crítico literario, abogado y economista. Desde sus 15 años se dio a conocer como poeta. Solía decir que la poesía es verdad; la novela, ficción. En su abundante obra, en parte aún inédita, puede rastrearse su propia vida. El amor y el desamor, la muerte, la cotidianidad, las frustraciones y contradicciones de la vida laboral; la naturaleza, los amigos, son sólo algunos temas de los abordados en su poesía. Recibió el Premio “Joaquín Pasos” de poesía en 1961, el “Mariano Fiallos Gil” de cuento en 1967 y el de Cuento Infantil de “Libros para Niños” en 2010. Publicó diez libros de poesía y uno de cuentos.