Cinco poemas de Damián Andreñuk
1 febrero, 2023
Lenguaje irrefutable
Desde un acantilado neblinoso
me llama la locura.
Me entumece los brazos
un aire polar
cuando recuerdo mi muerte.
No me importan esas burlas malintencionadas
de alimañas inconscientes que se ríen.
Sólo creo en el lenguaje irrefutable
de todas las pasiones.
Las tempestades en mi pecho y en mi mente
se equilibran con dos copas de buen vino.
Sé que el fondo de mi ser es puro enigma.
Soy un espíritu en un breve viaje humano.
Ya no vivo en las tinieblas del temor
ni estoy petrificado por mi lucidez
ni camino el laberinto de la angustia
golpeando sus paredes.
Siento el calor de la bondad
como un conejo entre mis manos.
Lágrima oscura
He aquí una mínima sabiduría:
ya no persigo las dichas pasajeras.
Convivo con mi muerte y su alfabeto de luz.
Ahora sé que despertar
es arrancarse cualquier miedo.
Una vez hubo una mujer entre mis brazos
-era un ángel disfrazado que me rescataba-
Luego esa magia terminó -ignoro cómo-
Pero la fuerte melodía de su encanto
entró en mi corazón
y ahí todo es para siempre.
Jamás un buitre se comerá mi entereza.
Jamás mi voluntad estará llena de moscas.
He aquí una breve confesión:
algo me grita en la Otra Vida
y puedo escucharlo.
Se me ha ensuciado la alegría, el descanso.
No sé muy bien el funcionamiento del dinero.
No sé muy bien el funcionamiento del deseo.
Me reseca la esperanza el odio de las alimañas.
Tengo una lágrima oscura tan antigua como mi conciencia.
Cosas verdaderas
Porque abunda un hervidero de soberbias.
Una salvaje hipocresía donde muere lo real.
Porque insisto en mis palabras que arden
mientras el vicio se respira.
Tristeza y soledad y confusión
se respiran claramente.
Porque hay millones de cobardes masturbándose en el caos.
Asesinatos a mansalva y personas hambrientas.
Porque hay gritos de victoria tan dignos como poderosos.
Un amor indestructible que no sabe sobre genuflexiones.
Porque es difícil la ternura en este tiempo siniestro
-mareas de napalm, muchedumbres desalmadas, psicópatas ocultos-
Porque temblando nos adentramos en enamoramientos
para salir como corderos degollados.
Porque he intentado persuadir a odiosos reptiles
que únicamente merecían mis trompadas.
Porque he sentido que era el mundo una patética farsa
yo entregué toda mi sangre por cosas verdaderas.
Palabras desgastadas
En el duro cascarón de mi inconsciencia
viví una solitaria una mecánica promiscuidad.
Después hacerlo con afecto fue casi la primera vez
(si hay sentimientos profundos todo es diferente)
Estoy herido de ansiedades inútiles.
Palabras desgastadas como amor y belleza
me siguen asfixiando
(quiero embriaguez, tormentas o delirio)
¿Qué cortejo de lobos desgarrando la niebla
me une a mi melancolía?
¿Dónde se encuentra una evidencia, el tibio amparo
de mi nombre, aquella risa de quien desaparece?
En el duro cascarón de mi inconsciencia
sólo páramos y exilios por miedos a lo que dirán.
Nunca advirtiendo las hermosas procesiones de lo mínimo.
Nunca creyendo en la definitiva mutación al más allá.
Balance
Se llena el cuenco de los años perdidos.
Cada torpe resplandor ha sido en vano.
La muerte pide un balance
y fue tan poco, tan poco lo real.
Ni una sola reliquia para atesorar.
Ningún carruaje para rescatarme del olvido.
Se llena el cuenco de los años perdidos
y vuelven a su madriguera
los lagartos extenuados de la vanidad.
Cada aislamiento de caverna ha sido necesario.
Pero no estuve en el tembladeral de la avaricia
ni en las irreversibles pesadillas del crimen.
Se llena el cuenco de los años perdidos.
Se hace más grande la insistente melodía del adiós.
Anduve solitario por geografías de fuego.
Pero no estuve degradándome el espíritu en las modas fugaces.
Pero me supe delirando bajo el sol porque es tremendo estar vivo
(en el pecho de una mágica mujer hallé un refugio esmeralda)
Argentina, 1986.
Es docente y escritor. Su última obra publicada es Música del polen (Hespérides, 2021), a través de un Certamen en dicha editorial.