
Poesía: Boulevard
1 abril, 2021
BOULEVARD
Todas las tardes me dedico a deambular por esta bella ciudad de mierda
sin mayor orden ni concierto que recoger tickets de lavandería del suelo,
y contar toda la chatarra que consigo a mis pies
desagües, ancianos, naranjas,
adolescentes narcotizados,
talleres mecánicos, dientes cariados, ojos eléctricos,
ex boxeadores orinando la fachada de las iglesias
vendedores de fritangas y fresas oscuras
recitales de poesía en idiomas imprevistos
niñas líquidas que exhiben su ombligo de cristal
donde yo juego a encajar una esfera que no es el amor
ni siquiera el sexo, ni una uña de tigre de Siberia,
tropiezo con buhoneros, pensiones de mala muerte, perros rojos
de tanto ladrar
y corbatas dignas de un incendio
consigo hombres escarbando en la basura
buscando la última edición de la Biblia,
el mejor libro de autoayuda que ha escrito alguien
así gritan los pregoneros, así piensan los políticos en mitad de la orgía.
Esta ciudad es un concierto de rock
un desfile de largas piernas turbias con el nombre de la mujer que amo
un aguacero de putas viejas y mandarinas
un chirrido de crack en los pulmones.
Yo escupo sobre el plexo solar de esta calle
amanezco abrazado a los bomberos de mi urbanización
celebro mi hastío en los parques
los restos de alcohol que brillan en el suelo
el delirio de los vagabundos a las dos de la tarde
tus pechos que marean a un ascensor de hombres desesperados
mientras Dios golpea impaciente un teléfono público
y no puede comunicarse con los dueños de esta ciudad
¿quién le presta un celular, quién atiende su voz, su reclamo,
su grito de almanaque olvidado?.
Por las tuberías circula el pensamiento unánime de todos aquellos
que se lavan la cara y ríen y duermen en esta bella ciudad de mierda
y yo hundo mi rostro en este valle
y voy con mi mosca amaestrada sobre el hombro
con mi aspecto de peatón bautizado en aceite de luna
flotando como una factura de hotel sobre los charcos del pavimento
donde un ejército de vendedores de ropa interior
y postales de la última navidad
gritan el precio de sus vidas desperdiciadas
y los minoristas de bluejeans proclaman el nimbo de su miseria
en sus propios huesos zurdos
y los astrólogos de supermercado, los porteros de los bares,
los jefes civiles de la soledad
repiten la vieja canción de los crepúsculos
y la ciudad entera se derrumba
con la dulzura de los orgasmos caraqueños.
BOLERO
Una mujer que fue la víspera de mi caída.
Una mujer como un rumor de piedras indóciles y amarillas.
Sin atavíos, sin madera, sin otra índole que el olvido.
Una mujer que se decidió alambre para mis párpados.
Llevo como una noticia lenta el colmillo de su adiós.
Mi voz es un humo que se aleja.
No tengo mucho que decir.
Sólo contradicciones y unos ojos preparados para la frontera.
Me derrumba el lado izquierdo de esta música.
Mi insistencia es una cicatriz con su nombre.
Un jardín de vocales un poco rancias.
Pierdo el ritmo, rompo lo blanco,
se detiene mi sangre
en el brusco jueves de una mujer.
Allá, al fondo de los semáforos.
Donde ningún peatón advirtió el desastre.
PETITORIO
Que ocurra lo imprevisto.
Lo letal.
Lo asignado a la ventisca.
Que las bisagras del sexo entonen su fervor.
Que cada bar se trague los límites de lo proscrito.
Que los pulmones alojen la caligrafía del éxtasis.
Que nos arrase la desmemoria.
Que la noche enloquezca de sudor.
37 GRADOS A LA SOMBRA
Dícese de tu cuerpo, que simula la multitud del
metro, cayendo sobre mi recuerdo.
Dícese de lo incierto, que humedece mi ropa,
cada vez que la autopista propaga tu adiós.
De lo imposible, lo que está al final de la calle, parpadeando como un letrero ruinoso.
Es de tu nombre, este vapor.
PÁGINA ROJA
La tinta de un crimen moja el asfalto.
La luz de un yesquero deambula por el callejón.
Un hombre huye, otro agoniza.
No hay farmacias de turno.
No hay una sola ambulancia en la autopista.
Dos ángeles sueñan una playa en un hotel cercano,
entrelazados y hambrientos.
Una madre escucha crujir la foto de su primogénito.
Se viste de negro.
En la estación del metro ocurre un romance
afuera llueve azufre.
La noche, ya de vuelta,
pronuncia el diamante del dolor.
Caracas, Venezuela, 1959
Poeta, cronista, articulista de prensa, ensayista, guionista de cine y televisión. Ha publicado 21 libros entre poesía, crónica, ensayo, libros de entrevistas y literatura infantil. Es quizás uno de los poetas y cronistas venezolanos más leídos en su país. Fue miembro de Guaire, grupo literario de decisiva influencia en la década de los 80 en la literatura venezolana. Ha sido traducido a varios idiomas y editado en Argentina, Colombia, Alemania, Bulgaria y los Estados unidos. Premio de Poesía UCAB y Premio Fundarte de Ensayo. Miembro fundador de La Casa de la Poesía Pérez Bonalde. Ha publicado los poemarios La Orilla Encendida (1983); Balada (1993); Tatuaje (2000) Boulevard (2002), El Amor Tóxico (2005); Los Materiales Humanos (2009), Métodos de la Lluvia (2011) y Contracanto (Poesía reunida, 2017).