Poemas de Thomas Merton

1 abril, 2023

Traducción de José Argüello Lacayo


CANTO A LA MUERTE DE AVERROES

(De Ibn Al Arabi, según la versión
española de Asín Palacios)

Mi padre me envió a hacer un mandado a casa de su
amigo Averroes, uno de los cadíes de la ciudad, el grande,
sabio Averroes, hijo de Aristóteles.

Averroes había manifestado deseos de verme para
saber si era cierto que Dios me había hablado en
la soledad.

Llegué así a casa de Averroes, en Córdoba. En ese
entonces yo era tan joven que mi barba ni siquiera
había crecido, pero Dios me había hablado.

Y cuando yo entré a la casa de Averroes y llegué
al apartamento donde él estaba absorto en sus
pensamientos,

Se levantó de donde estaba sentado y vino a mi
encuentro con respeto y afecto.

Me tomó en sus brazos y en un tono indagante
dijo: ¿Sí?

Yo dije: “Sí”.

Mi respuesta acrecentó su alegría.
Porque él notó que le había entendido de inmediato.

Pero entonces comprendí el motivo de su satisfacción
e inmediatamente dije: “No”.

Porque aunque yo lo había comprendido, él no me
había comprendido a mí.

Entonces Averroes se llenó de consternación. Se puso pálido.
Al instante comenzó a dudar.
Toda la verdad de su doctrina estaba ahora en juego.

Me interrogó entonces: “Así es que averiguaste la respuesta: pero ¿cómo?
¿Por el Espíritu?¿Por su Luz? ¿Cuál respuesta?
¿Es tal vez la misma respuesta a la que hemos llegado por la razón?

Respondí: “Sí y No.
¡Entre el ´sí´ y el ´no´ el Espíritu vuela lejos de la materia!
Entre el sí y el no
¡la cerviz es arrancada de la carne!”

Entonces Averroes se puso lívido y, en un arrebato de miedo, se sentó.
Parecía sobrecogido de estupor
Como si de casualidad
Hubiera captado el núcleo de mis alusiones.

II

Averroes, un filósofo eminente, dedicado por entero
a una vida de pensamiento, de estudio y de investigación
discursiva, no podía dar sino gracias a Dios
por haberle permitido vivir en una época en la que
con sus propios ojos podía ver a un ser humano
que ignorante, había penetrado en el santuario espiritual
y que había emergido como el propio Averroes.

Sin la ayuda de educación alguna, sin estudios, sin
libros, sin maestro.

Por esta razón exclamó: “¡He aquí ese estado espiritual
cuya existencia por largo tiempo hemos defendido
con pruebas discursivas, sin jamás encontrar
a nadie que lo conociera por experiencia”.

“Alabado sea Dios que nos ha hecho vivir en una era
en la que existe uno de esos a los que se les han
conferido místicas gracias, uno capaz de abrir Su
puerta, y alabado sea Él por concederme a mí, además,
el don de contemplar una persona semejante con mis
propios ojos”.

Yo deseaba volver a ver a Averroes, y por la misericordia
de Dios, él me fue mostrado cuando yo estaba
en éxtasis. Pero lo vi de tal forma que parecía que
entre su persona y la mía se interponía una delicadísima
cortina, a través de la cual podía observarlo
yo a él, sin que él pudiera verme a mí, o percatarse
del lugar en que yo estaba.

Ahí estaba, ensimismado, sumido en profundas reflexiones.

Y dije: “Es verdad, entonces. No hay manera de traerlo
al lugar en que estamos los demás”.

III

Nunca más vi de nuevo a Averroes hasta que murió.

Su muerte fue en el año 595, en una ciudad de Marruecos,
y él fue solemnemente trasladado a Córdoba, al lugar de
su sepulcro, donde ahora reposa.

Cuando trajeron el cuerpo de Averroes a España
y cuando la gente de Córdoba se amontonó para
contemplar su retorno a la ciudad del entierro,

El ataúd que contenía sus restos iba montado a un
lado de una bestia de carga. Y al otro lado, para
hacer contrapeso, ¡qué no fue lo que colgaron sino
todos los libros que había escrito Averroes!

Yo también miraba, en compañía del gran estudioso
Bencobar, y de Benazarak, mi discípulo, el copista.

Volviéndose hacia nosotros, el joven dijo: “¿No observáis
lo que cuelga como contrapeso al Maestro Averroes mientras
cabalga? A un lado va el Maestro y al otro sus obras,
esto es, ¡los libros que compuso!”

Entonces explicó Bencobar: “¡Sobra señalarlo, hijo mío,
Porque es tan evidente! ¡Bienaventurada tu lengua que
lo ha expresado!”

LO INÚTIL

Hui Shi dijo a Zhuangzi:
“Vuestra enseñanza toda
Está centrada en lo que no es útil”.

Zhuangzi replicó:
“Si no sabes apreciar lo que no es útil
Tampoco puedes comenzar siquiera
A hablar sobre lo que es útil.
La tierra, por ejemplo, es amplia y vasta
Pero de toda esta inmensidad
Un hombre solo utiliza unas pocas pulgadas
En las que está parado.
Suponte ahora que de pronto quitas
Todo lo que en realidad no está utilizando
De manera que, en torno a sus pies, un abismo
Bosteza, y él está parado en el Vacío,
Sin más solidez que la que tiene debajo de cada pie:
¿Cuánto tiempo será entonces capaz
De utilizar lo que está utilizando?”

Hui Shi dijo: “Ya no serviría para nada”.

Zhuangzi concluyó:
“Esto muestra la necesidad absoluta
De lo que no es útil”.

LA NECESIDAD DE GANAR

Cuando un arquero tira por gusto
Posee toda su destreza.
Si dispara por una hebilla de bronce
Ya está nervioso.
Si dispara por un premio de oro
Se ciega
O ve dos blancos-
¡Está fuera de quicio!
Su destreza no ha cambiado. Pero el premio
Lo escinde. Se preocupa.
Piensa más en ganar
Que en disparar-
Y la necesidad de ganar
Le drena su poder.

MACARIO EL JOVEN

I

El lugar en que vivía
Se llamaba Escete.

En medio del desierto
A un día y una noche de jornada
Del monasterio de Nitria.

Ningún camino, ningún sendero
Ningún mojón
Muestra el camino hacia allá.
Hay que guiarse por las estrellas.

Escasea el agua:
Si es que se encuentra
Huele a alquitrán
Pero es potable.

Pocos viven allí
Lejos
Sin verse unos a otros
Verdaderos hombres de Dios:
Tal lugar
Soporta solamente a aquellos
Que se han decidido.

Hay mucho amor entre ellos
Y amor para todo aquel
Que pueda ir tan lejos.

Si algún viajero
Da con ese lugar
Es bien recibido:
Quien cruza semejantes soledades
Anda necesitado.

II

Pues un día alguien llevó un racimo de uvas
A Macario en Escete.

Él, olvidándose de su propia sed, le llevó
Las uvas a otro
Que estaba mal.

Este, feliz y dando gracias a Dios por tanto amor
Llevó a su vez las uvas a otro.

Las uvas anduvieron así de celda en celda,
Recorriendo todo el desierto,
Sin que nadie supiera quién había comenzado.

Hasta que al fin uno vino adonde Macario, diciendo:
“Padre, le traigo aquí buenas uvas,
Tómelas, que lo refrescarán”.

Entonces Macario se alegró mucho de ver el valor
De aquellos hombres
Que vivían ocultos en el desierto de Escete.

III

En otra ocasión, los dos Macarios, ambos
Hombres de Dios,
Tomaron el bote que cruza el río
Para ir a visitar a otro hermano.

El bote iba lleno de funcionarios y de gente rica,
Con caballos, pajes y guardas.

Un tribuno vio a los monjes como un par de sacos
Recostados en la popa, vagabundos harapientos,
Sin nada,
Hombres libres.

“Ustedes”, les dijo, “son gente feliz.
Ustedes se ríen de la vida. Del mundo apenas necesitan
Cuatro trapos, un pedazo de pan”.

Y le respondió uno de los Macarios: “Es verdad,
Seguimos a Dios. Nos reímos de la vida.
Y nos pesa que la vida se ría de ti”.

Entonces el funcionario se vio a sí mismo tal como era.
Regaló todo lo que tenía
Y se alistó en las huestes del desierto.

Créditos de los poemas

  • «Song for the Death of Averroes,» by Thomas Merton, from THE COLLECTED POEMS OF THOMAS MERTON, copyright ©1963 by The Abbey of Gethsemani. Reprinted by permission of New Directions Publishing Corp.
  • «The Useless,» by Thomas Merton, from THE WAY OF CHUANG TZU, copyright ©1965 by The Abbey of Gethsemani. Reprinted by permission of New Directions Publishing Corp.
  • «The Need to Win,» by Thomas Merton, from THE WAY OF CHUANG TZU, copyright ©1965 by The Abbey of Gethsemani. Reprinted by permission of New Directions Publishing Corp.
  • «Macarius the Younger, » by Thomas Merton, from THE COLLECTED POEMS OF THOMAS MERTON, copyright ©1963 by The Abbey of Gethsemani. Reprinted by permission of New Directions Publishing Corp.

Sobre el traductor

José Argüello Lacayo (Nicaragua). Teólogo y escritor nicaragüense. Obtuvo una maestría en filosofía y un doctorado en teología en las Universidades de Heidelberg y Tubinga, en Alemania. Es autor de una biografía del poeta y sacerdote Azarías H. Pallais y de obras didácticas de amplia divulgación. Con el Equipo Teyocoyani ha promovido la formación de líderes laicos en la Iglesia de Nicaragua.

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(1915-1968). Monje, escritor y poeta de nacionalidad norteamericana nacido en Francia y criado entre EE.UU., Francia e Inglaterra. Huérfano de padre y madre a sus 15 años, a los 18 ingresa a la Universidad de Cambridge y a partir de los 20 estudia Letras en Columbia, Nueva York. Se convierte al catolicismo en 1937 y obtiene su Maestría en 1939 con una tesis sobre William Blake. Tras su ingreso a la Trapa de Gethsemani, Kenntucky, inicia una fulgurante carrera literaria con la publicación de su autobiografía La montaña de los siete círculos, que alcanza una divulgación de dos millones de ejemplares. Se suceden libros de espiritualidad monástica, pacifismo, crítica social, budismo, poesía, diarios personales y cartas. Sus obras logran un enorme impacto y se traducen a varias lenguas. Muere inesperada y trágicamente en Bangkok en 1968. En apenas 54 años de vida publica cuarenta libros en prosa y diez poemarios. Se destacan, entre muchos otros, Poesía reunida (New Directions, 1977), La vida silenciosa (Editorial Sudamericana 1958), El diario de Asia (1973), El diario de un ermitaño (Editorial Lumen 1998); sus cartas han sido publicadas póstumamente.