Poemas de Francisco de Asís Fernández

25 noviembre, 2023

José Angel Leyva

Francisco de Asís Fernández, Granada, Nicaragua, 1945. Desde hace ya más de una década, Francisco de Asís permanece atado a una silla de ruedas que ha convertido en una nave espacial con la que recorre el cosmos de su soledad y fantasía. Escribe versos como poseso, versos embriagados con la luz cenital de Rubén Darío o con el rubor crepuscular de Huidobro, del Angelus dubitativo de Cardenal y con una oscura luz que la sale del dolor y la inmovilidad corporal. Sus poemas son flores, florituras estelares como los cuentos y los cantos para arrullar a los enfermos y a los niños, que es la conjunción desvariante de los enamorados. De Asís le canta a la memoria y a la fantasía, al deseo y a lo imposible.

Poeta, narrador, ensayista y gestor cultural. Es Presidente de la Fundación Festival Internacional de Poesía de Granada, Miembro Correspondiente de la Academia Nicaragüense de la Lengua, y acreedor de la Medalla de Honor en Oro de la Asamblea Nacional de Nicaragua.

MI PEQUEÑO MUNDO 

Todo lo que visto en mi vida ha sido un milagro.
Es que la vida es un milagro, una rosa espinosa.
Nací y crecí en una ciudad que tenía 25.000 habitantes,
creyendo que era el centro del mundo.
Allí me bañaba en la mar dulce.
Yo creí que esta ciudad sería mi hogar para siempre.
Pero ya mi ciudad desapareció,
se murieron mis abuelos y los amigos de mis abuelos,
se murieron mis padres y sus amigos,
se murieron mis primeros amigos.  
Se van desleyendo los campanarios, el adobe y el taquezal,
ya no existe el Club donde bailaba con las muchachas 
alegres y mal comprendidas.
Ya nadie se acuerda de quiénes eran mis Arellano,
mis Lacayo; de la Mary Jane, la Honey; de Chiclica
Horvilleur, ni de las pantorrillas de la Chabela Mora.
Ahora llego a Granada como un desconocido,
y ya no oigo a mi padre hablar de San Juan de la Cruz,
de los pintores del Renacimiento, de Rodin, de Rilke.
Y yo voy a morir, igual que mi ciudad,igual que mis padres, 
igual que los grandes poetas granadinos-nicaragüenses
con quienes me crié y crecí.
Amé esa ciudad que desapareció, 
y voy a morir amando su recuerdo.

HAY UNA HOGUERA EN EL MAR

Hay una hoguera en el mar
igual a la que retiene mi corazón con tu nombre.
Es una hoguera hecha de rosas
con el fuego de la mística salvaje de sus pétalos.
Mi amor es un querubín alumbrado
por la hoguera del mar.

GAVIOTAS ENTRE EL MAR Y EL CIELO

Para alargar la vida hay que perseguir gaviotas
y montarse sobre sus alas para pintar de espuma
el azul del mar.
Las gaviotas viven entre el mar y el cielo
igual que la nostalgia y mi corazón.
Yo tengo una pasión secreta prendida con un alfiler
al triunfo sobre la muerte.
Así van a leer mis poemas los enamorados,
viendo gaviotas entre el mar y el cielo.

LA BELLEZA DEL RELÁMPAGO 
                 Y EL LIRIO

Ya no oigo lo que me dicen
todo me llega en la tempestad     
se mezcla con lo que he vivido
con  palabras que se van uniendo a otros significados,
al llamado de la sangre por un lugar en la vida,
así como entran las frases musicales en un músico sordo 
y todo se entiende adentro
donde se levantan el trino y el ala del gorrión,
el verso del canario y el ciprés,
con la fuerza de un alfabeto creando palabras, 
la armonía ordenando el  estallido del mar contra el azur.

***

Hay una gotera infame en el techo de mi cabeza
que está inundando todos los pensamientos
que todavía se podrían salvar con algunas reparaciones.
Y hay mucho comején destruyendo memorias, imágenes,
manías, amores y rencores antiguos
que sostenían muchas paredes de papel y densas sombras.
En mi cuerpo parece que se soltó un animal
cuyo único afán es destruir lo que encuentra y lo que ama,
comerse los espejos de los ríos del paraíso
donde mira el horror de sus ojos vacíos abiertos
y los muñones del alma.

YO TAMBIÉN QUISE LA DICHA

Cuando estaba muchacho 
tu sombra presa entre mis brazos,
tu atareada sombra, dulce déspota insaciable,
tu sombra que me ocupaba todo el pecho.
Entonces yo tenía una bala de plata como último recurso,
la iba a utilizar cuando en la desesperación 
solo me quedara el rastro humano de la lluvia íntima.
Pero la bala de plata me estalló en la cara
y la pólvora me desfiguró el rostro, 
borró los rastros de ternura que me dejo mi madre,
las lágrimas que hicieron ciegos mis ojos.
Ahora ya no soporto la luz
y no puedo ni siquiera hurtar tu sombra.
Se hicieron insufribles la esperanza y la dicha
porque llevo muchos años cargando sus andrajos,
tantos que ya no recuerdo para qué las quería 
ni qué iba a hacer con ellas.

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Granada, Nicaragua, 1945.
Poeta, narrador, ensayista y promotor cultural. Es Presidente del Festival Internacional de Poesía de Granada, Miembro de Número de la Academia Nicaragüense de la Lengua, Medalla de Honor en Oro de la Asamblea Nacional de Nicaragua, Cruz de la Orden al Mérito Civil otorgada por el Rey Juan Carlos I de España, Doctorado Honoris Causa en Humanidades otorgado por la Universidad American College. Sus últimos libros publicados son: “Hay un verso en la llama” (2020) “Detente, cielo mío” (2020). “Quiero morir en la belleza de un lirio” (2020); “La Tempestad” (2021); “63 poemas de amor a mi Simonetta Vespucci” (2021).