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Cinco poemas nicaragüenses

28 julio, 2019

(Costa Rica, 1958) Ha publicado más de veinte títulos en novela, cuento, poesía, ensayo y teatro. Es profesor catedrático e investigador del Instituto Tecnológico de Costa Rica donde dirigió la revista FRONTERAS y el Encuentro Internacional de Escritores; coordina el Programa Miércoles de poesía, la Cátedra de Estudios Culturales Luis Ferrero Acosta, así como el Taller Literario y la revista del mismo nombre. Ha sido antologador de poesía y narrativa costarricense y centroamericana y ha participado en múltiples festivales y encuentros de escritores nacionales e internacionales. Igual ha participado como ponente y conferencista en múltiples congresos, simposios y encuentros académicos. Colabora con varias publicaciones nacionales y latinoamericanas.


Adriano de San Martín


VERDE OLIVO

Luciano se llamaba el miliciano
que enterramos en Sapoá
o en Peñas Blancas
bien no lo recuerdo

Así se llamaba el guerrillero
de mirada clara y ardiente
alto delgado recio
proleta tierno inteligente

Lo recuerdo internándose en el parque
de La Sabana con su novia
porque entonces para el amor
no se consideraba el dinero

Llegaremos a Managua juntos
tomaremos el infierno por asalto
pronosticó como si nada dos días atrás

Había fatigado San José y Heredia
Ciudad Quesada Terrón Colorado
donde laborara con refugiados

Cuzamos el río Ostallo
con el enorme cadáver hasta el Gran Lago
donde como velas blancas se hermanaban
los compas en una camioneta azul

Ciertamente lo asaltamos
Infierno Irato de otra Managua
enardecida como enorme supermercado
Tu muerte no fue en vano
compañero del alma tan temprano

la piñata, sin embargo,
ha sido el corolario

COLINA 50

El Gran Lago
Entrecruza la niebla
Atiborrado de vultúridos

Arriba las trincheras
Manos / granadas / manos
Agua púrpura / viento salobre
Bocas sin boca desenterradas

Las estaciones ciñen las cruces
Con huesos
Abren los senderos de la ceniza
Donde crecen enormes árboles de silencio
Para cobijar a los muchachos
Que regresan con sus mochilas
Y la muerte adherida a las camisas

EPIGRAMA

A Cristián, a Eduardo

Los rostros son manos humeantes
con el pañuelo rojinegro en colinas de sangre
donde ruedan niños/ángeles y chicas
por el lodazal del eterno combate

Las manos son los rostros transparentes
en las fotografías de piel más reciente
bajo el traje de fatiga y los sombreros de verde
con el fusil cargado de poco futuro y mucha muerte

Los rostros las manos y el vientre
adjetivos minados plenos de púas y pelambre
obtusos por lo perdido bosque adentro
verticales por lo encontrado en abrazo a suerte

Al final somos eso: minadas imágenes
llovizna de nostalgia
insomnio de la fiebre
alrededor del cerco enemigo
calcinado por la memoria

palabras disparándose
contrapalabras

52.

¿Acaso Morazán, Juanito, Sandino, Farabundo,
eran poetas como Otto René, Roque, Leonel,
Roberto, Debravo o Chuchú?

¿Acaso también ellos acompañan estas palabras
como el humo o el perfil de la silueta metálica
con sombrero y polainas sobre el atardecer
de una laguna en Managua?

¿O el almita de los compas que rodaron por las colinas,
por el barro de las tapias, sombras de la selva, caídas al río
en un rumor que asciende por los libros de memorias
y crece con los volcanes en los tiznes del tugurio,
la toma de tierras donde el disparo, hermanito Gelman,
siempre mata pero resucita “el pájaro maravilloso de la belleza”?

CABANGA

A Jeannette Amit, Alejandro Cordero, Mauricio Molina y Alfredo Trejos

Un bar sobrevive del Gran Hotel en el centro de las ruinas de Managua: fotografías de músicos, caricaturas de mujeres, artistas, la antigua ciudad, los edificios de entonces, avenidas deslizadas por autos de los 60: afiches sepia invisibilizando los crímenes de la satrapía.

Y el grupo de poetas alborotando la tarde con las cervezas, o el baile del guiñol alrededor del tiempo perdido en medallas, cenizas de neón, azogue de vitrinas.

Brindan por el zarpazo telúrico, las serpentinas bajo las luces, el relente de la cámara, como si el lago detuviera su fauna de revolución pirateada en la lujuria, el asco de los neocomandantes, su graznido.

Esas imágenes son el pasto del poema. La superficie subterránea por donde fluye la trama de sus espectros. La fusilería de sombras balinesas. Ratas calientes de la madrugada. Corriente alterna del sueño y de la hierba en noches de vela apagándose al borde de la memoria con las estatuillas del primer intento en un parque, una calle, una habitación clausurada por la tinta de los años donde corren perros famélicos y desdentados tras sus aullidos, eco de jaguares relampagueantes en la aurora.

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(Costa Rica, 1958). Escritor, profesor, catedrático e investigador del Instituto Tecnológico de Costa Rica donde dirigió la revista FRONTERAS y el Encuentro Internacional de Escritores. Ha sido antologador de poesía y narrativa costarricense y centroamericana y ha participado en múltiples festivales y encuentros de escritores nacionales e internacionales, así como en variados eventos académicos como ponente. También escribe teatro y ensayo y colabora con varias publicaciones nacionales y latinoamericanas.