Poesía: Elisa Díaz. Fragmentos de Proyecto Manhattan

2 agosto, 2021

I. (En el continente americano. En los Estados Unidos de América. En Nuevo México. En lo que alguna vez fue territorio mexicano. En la tierra que recorrieron los Navajo, donde hace miles de años se asentaron los Clovis. En el desierto. Cerca de las montañas. En los alrededores del punto cero. En el centro mismo de la bomba. Rompimiento. Bambalinas. En el lugar exacto. Aquí.


(Amanece el calor:  
es el personaje central en primer plano. 
Quienes han conocido la nieve, el agua
de una presa honda, lo olvidan todo
ahora. Hay simetrías y materiales oblicuos.
El tema de lo horizontal y la luz que lo intersecta.
Figuras. Será domingo por la luz tan transparente. 
Lunes por la resignación que se respira. 
Jueves por el aire de vidrio de la espera.
A lo lejos, tercer plano derecha, 
líneas en profusión y simetrías, 
en centro izquierda 
un horizonte cauto que se horma 
a los límites de nuestro humilde escenario.)


(El desierto es una habitación pintada de amarillo. Tres paredes y un hombre que al hablar hace sombra.)

Estoy harto. Siempre preguntan lo mismo. Soy 
una cinta rayada que repite 
ese instante limpio a la mitad del desierto. 

¿Cómo decir la bomba? ¿Cómo contarles? Siempre
les invento algo nuevo, les cito al Bhagavad Gita:
soy yo, les digo, el destructor de mundos, me he vuelto

la muerte y les sonrío. Les cuento: fue la lumbre
de mil soles que al mismo tiempo incendian
la madrugada negra. Y ellos me miran como niños

ávidos y envidiosos. La verdad, una sola palabra
pasó por mi mente: funcionó.
Funcionó, mientras me escaldaba la luz y el desierto

se convertía en vidrio, funcionó,
mientras hacía de las suyas el uranio,
sus isótopos y ese estallido tenso

como la inhalación de un dios, funcionó.
Mirar el exterminio y sentir
el orgullo de un padre.


III. (La cuarta pared levanta su ladrillo por ladrillo hasta el nivel del techo y se proyectan las calles empinadas, las tan mentadas calles de San Francisco, el puente siempre explícito y la curva de Telegraph Hill. el lugar es otro y es el mismo. Sin movernos de sitio hemos escapado del desierto. Hay agua. El sonido de lluvia recubre todo esto. Una mujer que no vemos lee a Kropotkin en ruso. Su voz es un susurro.)


(Jean Tatlock, una mujer joven de pelo castaño, atraviesa a nado la alberca de vidrio transparente que ha sido colocada sobre el escenario. Se detiene a la mitad, sus pies apenas tocan fondo. Camina hacia el frente. Se distingue su cuerpo bajo el agua, discontinuo. Nos mira y recarga antebrazos sobre la orilla del vidrio. Su cabeza permanece fuera del agua, su pelo negro, intacto, labios rojos.)  

Quise vivir, quiero decir: quería: nadé desnuda en un lago, tuve 16 años, me morí de miedo frente al escenario, salí a comprar azúcar, pasé frío en mi departamento, me pinté las uñas, aprendí de memoria el nombre de mis huesos, fui sola al cine en la mañana. Quise vivir, quería: me sangraron las rodillas, me sangraron las costras, aprendí a sangrar, coleccioné cucharas, comí demasiados pistaches, observé la calva brillante de mi tío e intenté distinguir en ella mi reflejo. 


(Dentro del agua de la alberca un líquido aparece, rojo oscuro, denso como una cabellera, se trenza, se distiende, se propaga. Jean permanece inmóvil. El agua es un tinto tartárico, tempranillo. Dentro del color espeso, el cuerpo de Jean se borra. Sólo queda la cabeza inmóvil, cercenada, los labios del mismo tono que el agua, las palabras flotando sobre el rojo.)  

Supongo que me encontrará mi padre. Esperaré bajo el agua, muerta de frío. Labios azules como aquella vez que sola, de cuatro años, me sumergí en el mar sin tener miedo. Mi padre me rescató entonces pero ahora. Dejaré la mañana apagada, la tele sin sonido y la ventana abierta. Mi padre cree que me rescató. Aclaro. Cree. Quizá piense que puede hacer lo mismo. Ya lo veo. Que llegue a mi casa, no habrá nadie, que toque la puerta, no habrá nadie, que salte por la ventana. El futuro imaginado es opción múltiple. El futuro imaginado es cierto, tanto. Lo dejaré sin hija y, si la vida es una ecuación, como pensaba Robert, yo he sabido anularla y regresar al cero. 

(Jean sumerge la cabeza en la alberca.)


(El agua de la alberca se vacía. No hay nadie dentro. Nadie dentro, ante, bajo, con, contra. No hay nadie sobre la mesa de autopsia, sólo un cuerpo, un antes y un después, una quietud compleja, llena de huesos, sangre que se estanca, inflexiones. Entra Jean con un vestido rojo, el sonido de sus tacones es un segundero estricto, un tiempo que se saca filo contra la madera, artefacto de manecillas y dientes. Le da la varias vueltas a la mesa de autopsia al mismo ritmo.) 

Los muertos ya no son lo que eran. Eso lo decía mi maestro de fisiología en primer año. Ahora duermen horas extra sobre la mesa de metal, sus pieles almidonadas huelen a formol. No le temen a nada. Dóciles, dejan que esculquemos sus órganos, que les contemos huesos al oído. Practicamos, con ellos, en ellos, practicamos.


(Jean se acuesta sobre la mesa. El metal frío contra su espalda.)

Le pedí a Robert que me hablara de la bomba. Eso es traición, me dijo. Y yo le contesté: todo esto lo es, en más sentidos que uno. Fue la última noche. Vino a visitarme desde su deseo deslumbrado. Hablaba aventando lejos sus palabras, como si le quemaran. Yo intentaba convencerlo, enfilando mis palabras letra a letra contra las suyas: era mejor que el átomo no pudiera romperse. Deseaba que la estructura íntima del universo fuera concreta, irresoluble. Del otro lado de nuestras voces, la lluvia atenuaba la última esquina del otoño contra el vidrio. Me dolían los vértices de sus sílabas, los huesos de sus manos. No es de extrañar que todo sea de espléndida belleza: es el pasado. Partió una manzana roja con los pulgares y me entregó la mitad. Estábamos desnudos.

(Una manzana roja sobre la mesa de autopsia.)

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Ciudad de México, 1986. ​​Poeta y traductora mexicana. Con el apoyo de las becas Fulbright-comexus y Goldwater, cursó la Maestría en Creative Writing (Poetry) en la Universidad de Nueva York.Primer lugar en el Premio Poetry International 2016; segundo lugar del Premio Literal Latté 2015; y semifinalista del Premio Tupelo Quarterly 2016. Ganadora del Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal 2017; del Premio Bellas Artes de Traducción Literaria 2019; y del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2020. Ha publicado los libros Principia (FETA, 2018), El reino de lo no lineal (FCE, 2020) Y Proyecto Manhattan (Antílope, 2021). Ha sido becaria del programa Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes fonca 2015-2016, 2018- 2019 y de la Fundación para las Letras Mexicanas flm 2016-2018. En 2018, fue seleccionada como una de las dos poetas jóvenes de América Latina invitadas al Festival Internacional de Poesía que se celebra en Trois Rivières.