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Prólogo del libro “A la conquista de un sueño” de Karly Gaitán Morales. La otra historia.

1 octubre, 2014

En la película Vértigo, de Alfred Hitchcock, un industrial contrata a un detective para que siga a su esposa, porque piensa que está poseída por un espíritu. El detective descubre que la mujer está obsesionada con Carlota Valdez, una dama que vivió en San Francisco en el siglo XIX. Para averiguar quién fue Carlota Valdez, el detective le pregunta a una amiga pintora que dónde puede encontrar libros de la historia de San Francisco. La pintora le dice que hay muchos libros de historia en bibliotecas y librerías, pero él le aclara: “No, esa no es la historia que me interesa, necesito la otra historia; la historia de la gente que nadie recuerda, de la gente de la que nadie quiere saber nada”.

(Palabras introductorias de F. Caldera el 10 de septiembre de 2014 en la Alianza Francesa de Managua)


Mientras Karly Gaitán Morales investigaba, descubría y registraba la Historia del cine en Nicaragua, junto con la gran historia (la historia de nuestros héroes, artistas, presidentes y dictadores, todos los cuales ocupan un lugar destacado en el libro que hoy presentamos), sin proponérselo, fue descubriendo paralelamente parte de esa otra historia, la de las personas que nadie recordaba y que ahora disfrutan de sus 15 minutos de inmortalidad, gracias a que alguna vez tuvieron algún tipo de relación con el cine.

Uno de estos personajes que tiene para mí valor sentimental es Federico Ripley, quien tocaba piano en las salas de cine de Managua en los tiempos de las películas silentes (otro pianista que ejerció el mismo oficio fue Carlos Tunnermann López, padre de Carlos y Guillermo Tunnermann Bernheim). Mi papá me contaba que cuando terminaba la última tanda, Ripley se mostraba eufórico, saludando efusivamente a las personas que iban saliendo.

Era evidente que mientras tocaba el piano, ingería dosis de alcohol de alguna pachita que llevaba escondida en el saco. Karly no solo desenterró y revivió a Ripley, sino que encontró una nota periodística de 1926 que anunciaba su inminente muerte, “víctima de la bohemia y el alcohol”.

A la conquista de un sueño destaca la figura de uno de nuestros primeros documentalistas, el fotógrafo Adán Díaz, padre de las dueñas de la Foto Estudio Díaz, donde los estudiantes del Instituto Pedagógico de Managua nos tomábamos las fotografías del cuadro de honor y de  bachillerato para la Memoria Escolar. De Díaz se conservan valiosos noticieros de gran importancia histórica, entre ellos uno sobre el develado del monumento a Rubén Darío, en el que se aprecian personalidades políticas de la época y varias jovencitas vestidas de canéforas. El documental fue presentado treinta años después, en 1964, en el Teatro Margot con una nota informativa, en la que se identificó a todas las “canéforas”, una de ellas María Augusta Peñalba, hermana de Rodrigo Peñalba, director de la Escuela de Bellas Artes.

PRIMERAS PELÍCULAS DE FICCIÓN

Karly nos revela que el primer largometraje de ficción, es decir, que reconstruye la realidad con actores, dirigido por un nicaragüense fue “El nandaimeño”, realizado en 1957 por Benjamín Zapata, hermano de Camilo Zapata, autor de la canción que da título a la película, de la cual no existe ninguna copia. Las dos películas de ficción dirigidas por nicaragüenses más antiguas que están disponibles son el cortometraje experimental “Señorita”, de Rafael Vargarruiz, realizado antes del terremoto del 72; y el largometraje “El espectro de la guerra”, realizado en 1988 por Ramiro Lacayo Deshón, co-fundador y director del Instituto Nicaragüense de Cine durante la década de 1980.

LA PRIMERA REVISTA DE CINE

En su labor de arqueóloga del cine (el periodista Nicolás López Maltez la llama, “la gurú del cine nicaragüense”), Karly descubrió la primera revista nicaragüense de cine, editada en León por un cinéfilo precoz, Alejandro Dipp Muñoz, en 1930. De la revista salieron varios números, pero conociendo la tradición entre los nicaragüenses de rechazar instintivamente todos los esfuerzos que se hacen en el campo de la cultura (acentuamos lo negativo, ignoramos lo positivo y encontramos intenciones malévolas en todo), no debe extrañarnos que haya recibido duras críticas de los medios que afirmaban que con ella se desperdiciaba tinta y papel en algo tan trivial e innecesario como el cine.

 Y es que la idea del cine como arte tardó mucho tiempo en afianzarse, y más de 100 años después de la invención del cine y a pesar de Griffith y de “El Acorazado Potemkin” y “Metrópolis”; del neorrealismo italiano, de la nueva ola francesa y del cinema novo brasileño; a pesar de Orson Welles y Satyajit Ray y Buñuel y Bergman y Kurosawa y los cineasta chinos de la quinta generación; muchas personas, incluyendo algunas que ocupan cargos direccionales en la burocracia cultural, siguen pensando que el cine es una rama de la farándula; claro que no todo lo que se filma es arte igual que no todo lo que se escribe es literatura, pero a estas alturas la discusión debe girar en torno a si el cine fue o no el arte más importante del siglo XX.

VIVIENDO LA HISTORIA

Antes que historiadora e investigadora, Karly es escritora. Y gracias a este don, más que narrar los hechos que presenta, nos hace vivirlos, a través de descripciones detalladas para las cuales llena los espacios vacíos con su imaginación. El libro, que tiene una visión, además de histórica, sociológica y antropológica del cine, está lleno de artículos periodísticos, carteleras de cine, cartas de lectores, manifiestos, leyes y reglamentos, y un material gráfico impresionante.

Cuando tuve el libro, por primera vez en mis manos, sentí lo mismo que siento cuando leo las colecciones empastadas de ejemplares antiguos del Diario LA PRENSA: como que estoy viajando en una máquina del tiempo, inmerso en el pasado.

Y así, de la mano de Karly, asistimos a la primera exhibición de cine en Managua, en enero de 1900; subimos las escalinatas del Teatro Castaño y acompañamos a los caballeros con elegantes trajes de casimir y a las mujeres con faldas largas y zapatos negros de hebilla al estilo Guillermina, muy de moda en la Managua de finales del siglo XIX.

DISTANCIAMIENTO INTELECTUAL

Un miembro del Partido Socialista de Nicaragua desde los tiempos de su fundación (hombre con una asombrosa memoria para cosas de cine) le dijo a la autora que le extrañaba el desapasionamiento con que ella aborda temas políticos controversiales. Y lo que a este compañero le puede parecer una deficiencia del libro, “falta de combatividad”, a mí me parece una de sus mayores virtudes, porque si no enfrentamos la historia con cierto distanciamiento intelectual, no vamos a poder extraer de ella las lecciones que debemos aprender para no repetir los errores del pasado, o como decía Shakespeare en uno de sus sonetos, “para no tener que pagar lo ya pagado”.

INCINE 

Esta objetividad se pierde un poco quizá justificadamente cuando el libro adopta un tono elegíaco para reconstruir el ascenso y caída del Instituto Nicaragüense de Cine (INCINE), primer intento coherente de crear una cinematografía nacional. El instituto nació en los frentes de batalla de la insurrección popular de la década de 1970 con el nombre de Instituto Sandinista de Cine, y cambió de nombre cuando pasó a ser un organismo del Estado Revolucionario.

INCINE sirvió de escuela, universidad y campo de entrenamiento para muchachos que ahí aprendieron a hacer cine y que, casi 25 años después del cierre del instituto, continúan haciendo cine: Ramiro Lacayo Deshón, Carlos Vicente Ibarra, Rafael Vargarruiz, Rossana Lacayo, Frank Pineda, Fernando Somarriba, María José Álvarez, Martha Clarissa Hernández, Mariano Marín e Iván Argüello, entre otros; además de los miembros de los diferentes equipos técnicos, como Johnny Henderson, el editor estrella del instituto, o Rafael Ruiz, director de fotografía; todos los cuales, incluyendo a los nicaragüenses que comenzaron a hacer cine en décadas posteriores, reciben amplio reconocimiento en el libro de Karly, en el cual definitivamente “están todos los que son”. Florence Jauguey, quien en 2011 realizó “La Yuma”, inició su carrera de cine en Nicaragua como actriz.

El instituto se encargaba de seleccionar y aprobar proyectos, conseguir el financiamiento y hacer que las películas se exhibieran en festivales internacionales; la mayoría de las cuales ganaban premios en parte debido a la popularidad de la Revolución Sandinista en el exterior (“Alsino y el cóndor” dirigida por el chileno Miguel Littín en Nicaragua fue nominada para el Oscar de Hollywood como mejor película no hablada en inglés). Actualmente, hacer cine es una tarea heroica, el realizador debe encargarse de todo; pero a pesar de eso, se siguen haciendo películas y algunas logran presentarse en festivales y ganar premios.

Y si bien en un país pequeño como Nicaragua, en el que no existe un público lo suficientemente grande como para sostener una industria del cine, es importante el financiamiento estatal; por otro lado, los seres humanos tenemos que volar alguna vez fuera del nido, y la incertidumbre, el riesgo, las decepciones, los fracasos y la felicidad de lograr algo por nuestros propios méritos, son parte de la experiencia humana.

Como dijo el mandarín chino en “La posada de la sexta felicidad”: “Una vida planificada no es vida, se puede soportar, pero no se puede vivir”.

Y “A la conquista de un sueño” es ejemplo de un proyecto totalmente independiente, que nace y concluye con su autora. Por supuesto que ella recibió muchas colaboraciones para hacer realidad su sueño, apoyo económico y de otra índole, pero nunca aceptó ninguna ayuda que implicara cambios en el contenido. Lo que aparece en este libro, es lo que Karly consideró que debía estar ahí.

CONCLUSIÓN

Para concluir esta introducción, quiero referirme a algunas semblanzas incluidas en el libro de nicaragüenses que actuaron en países con industrias cinematográficas sólidas. Joaquín Elizondo, Gabry Rivas y Lilian Molieri intervinieron en películas de la época dorada de Hollywood; Flor Procuna Chamorro y Hugo Hernández Oviedo trabajaron en el cine mexicano (Hernández Oviedo co-protagonizó junto con Blanca Amador y Archibaldo Arosteguí, “Milagro en el bosque”, dirigida por el mexicano Fernando Durán, rodada totalmente en Nicaragua y estrenada en 1975); Henry Rivas, nuestro gran declamador, hizo películas en España y es el leproso que pide una limosna a Charlton Heston y Sophia Loren en “El Cid”, filmada en 1960 en los estudios de Samuel Bronston en Madrid. Bárbara Carrera, oriunda de San Carlos, departamento de Río San Juan, es la única nica que logró el estrellato; fue una de las villanas inolvidables de la serie de James Bond en “Nunca digas nunca jamás”. Bianca Jagger hizo cine en el exterior, pero es más conocida internacionalmente por su labor en pro de los derechos humanos.

Hablé sobre esto con una persona amiga y me preguntó: “Y eso, ¿qué importancia tiene?”. Le contesté: “Tiene la misma importancia que tiene saber cuántas bases se robó Duncan Campbell en la temporada de béisbol profesional de 1960”; y uno de nuestros intelectuales más valiosos le dio a este dato tanta importancia que lo incluyó en un libro sobre la historia del béisbol nicaragüense.

Con esto quiero decir que las cosas tienen la importancia que les demos. Y la trascendencia de “A la conquista de un sueño” dependerá en gran medida del valor que le demos; y ese valor reflejará el valor que nos damos a nosotros mismos como nicaragüenses, porque este libro es la historia de nuestros compatriotas, de nuestros padres; abuelas, bisabuelos, tatarabuelas… y si ponemos atención y abrimos bien los ojos mientras recorremos las autopistas, las avenidas, las calles y los caminos de tierra de este libro, es posible que nos encontremos con nosotros mismos.

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Poeta, ensayista, traductor y crítico de cine. Es abogado. Desde 1968 publica en La Prensa Literaria poemas, críticas literarias y de cine y traducciones de poesía en lengua inglesa. Fue uno de los asiduos de la cafetería La India, el emblemático sitio de reunión de los poetas y pintores de la Generación del 60 y leyó sus poemas en La tortuga morada, la primera discoteca de la Managua de antes del terremoto.
Desde temprana edad tuvo gran afición por el cine y junto con Ramiro Arguello es uno de los auténticos y últimos cinéfilos y contadores de películas de nuestro tiempo. Ha escrito numerosas críticas y crónicas en revistas nicaragüenses e internacionales y ha participado en seminarios junto a cinéfilos de la talla de Guillermo Cabrera Infante y Manuel Puig.
En 1983 escribió con a Ramiro Arguello, Datos útiles e inútiles sobre cine; en 1996, Luces cámara acción: cien años de historia del cine. Guarda un libro de poesía a la espera de publicación. Es co-editor, con Ligia Guillén, de la revista “Poesía Peregrina”. Reside en la Florida desde 1985, donde goza de los constantes reestrenos de películas noir. Es miembro del equipo de Carátula y colaborador permanente de su sección de \”Cine\”.