Rafael Cadenas, el amante dos veces desterrado

1 febrero, 2023

La obra de Rafael Cadenas (1933) inscribe en la poesía venezolana, mediante un gesto magnífico en bien de la certidumbre transparente, el lugar, la visión, el decir de un sujeto elocuente que se caracteriza al ser esencialmente dramático y doblemente virtual: por ser sujeto en la poesía y porque su fisonomía poética coincide con la duda constante acerca de su propia consistencia, de su aptitud para consistir.

El lugar, lo marca la confluencia de sus dos destierros; la visión, forja una imagen en que la pérdida del paraíso se funde con la inaceptabilidad del mundo y con el alejamiento inquisitivo respecto de sí mismo; el decir, lo es de una voz centrada e insistente que se oye a sí misma proclamar su impotencia en palabras impecables e implacables, que rechaza los términos en los cuales se le propone la existencia y trasluce su amor a la plenitud ausente e irrenunciable. Tal es lo que los lectores de esta obra ahora pueden comprobar, gracias a la Antología de ella entregada por Monte Ávila Editores en 1991, dentro de la colección Altazor y con selección y prólogo del joven poeta y crítico Luis Miguel Isava, el mismo autor del libro Voz de Amante (Estudio sobre la poesía de Rafael Cadenas) publicado por la Academia Nacional de la Historia en 1990.

El destierro como fuerza impulsora y de sustentación para la poesía de Cadenas siempre ha estado presente en la estimativa de sus lectores críticos; y no es de extrañar: el poeta mismo lo exhibe como emblema desde el título y en los textos del que se tiene como su primer libro, Los cuadernos del destierro (1960). En vista del carácter fuertemente existencial e inquisitivo de esta poesía, el destierro celebrado en este libro se lo asocia casi siempre a la experiencia biográfica del exilio político a que se vio sometido el ciudadano y militante revolucionario Rafael Cadenas por la dictadura militar que asoló a Venezuela durante la quinta década; el exilio que lo llevó a vivir por algún tiempo en la caribeña (y por tanto, cercana nuestra) isla de Trinidad.

De acuerdo a los patrones subliterarios dominantes todavía en la comprensión de la poesía, frecuentemente se ha confundido este exilio biográfico con el destierro poético sustentado en la obra de Cadenas. En consecuencia, el destierro se hizo igual al exilio, éste se igualó con la pérdida biográfica del lar nativo y ésta, finalmente, se hizo una con el destierro asumido y proclamado como destino poético, tema principal de la voz que habla en su poema. Pero en la poesía de Rafael Cadenas, destierro no es lo mismo que exilio, ni exilio coincide con alejamiento forzado del lar nativo, lugar que no existe en sus libros. Los lugares que en su poesía sí existen, en cambio, son el paraíso que se pierde y el infierno al que se regresa desde el paraíso perdido; es decir, ese lugar-mundo del cual un día se partió para más tarde retornar a él como quien cumple una condena: ese mundo de tormento que desde entonces se extendió por toda la obra de Cadenas y al cual sólo el libro Amante (1983) contrapone alguna redención.

Por lo tanto, en la poesía de Cadenas el destierro es, en primer lugar, pérdida del paraíso; y el paraíso, tal como lo hace patente Una isla (libro que hasta la mencionada antología no había sido incorporado al corpus cadeniano) no yace en el lugar del cual un día se tuvo que partir, sino al contrario, en el lugar adonde se llegó y donde se descubrió la plenitud vital y se la conoció hasta su culminación en la experiencia del amor. El otro destierro, el definitivo, empieza con el viaje de retorno desde el paraíso al mundo; y constituye nada menos que el destierro respecto de sí mismo: esa celebración de una extrañeza irremediable que el sujeto poético de la obra de Cadenas postula en Una isla y sostiene a lo largo del espléndido trayecto que va desde Los cuadernos del destierro hasta Memorial (1977) pasando por el poema “Derrota” (1963) y los libros Falsas maniobras (1966) e Intemperie (1977).

Pero además de esta confusión entre biografía y poesía, la obra de Rafael Cadenas ha sido pasible de un equívoco según el cual, de entre los dos filos de la radicalidad que la caracteriza, sólo se mira hacia la configuración del desasimiento y la imposibilidad que en ella es tan patente, quedando fuera de percepción cabal nada menos que el inmenso vigor espiritual (y civil) implicado en su temple de denuncia y desafío frente a las dimisiones que hacen a la inhumanidad del mundo y alimentan el fariseísmo reductor de los alcances espirituales de la vida. 

Así, alejado de las poéticas y los corpus poemáticos centrados en la certidumbre acerca de los poderes del yo sobre sí mismo y sobre el lenguaje; pero también, distanciado de aquellos otros que confían en contrarrestar la dificultad de ser con el acatamiento de una incertidumbre empobrecedora, sólo capaz de afectar por separado a la subjetividad o a la experiencia o al lenguaje, la poesía de Rafael Cadenas escoge la dignidad primordial de la existencia tanto como de la elocuencia, por vía de la inclusión antiheroica de la subjetividad en el desastre universal, y a fuerza de reivindicar los fueros de la individualidad junto a las exigencias de un decir poemático regido por la contención, lo intenso del nexo verbal con su sentido y la transparencia de la vocación reflexiva que también lo caracteriza. 

Es lo que consta en los poemas de que están hechos los libros de Rafael Cadenas, desde Una isla hasta Intemperie; y es también lo que su último poemario editado hasta el presente, Amante, invita a comprender con mayor claridad, precisamente en la medida que este libro despliega sin reservas el trasfondo amoroso de todos los destierros y funda en el amor la magnificencia de su requisitoria poética.

1992

Tomado de Lecturas de poesía. Caracas, Oscar Todtmann Editores, 2005. (Volumen I de Se solicita pensamiento para esta realidad)

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La obra de Alfredo Chacón ha sido distinguida con el premio de prosa de la Bienal Literaria José Rafael Pocaterra (1980), el Premio Anual del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas al Mejor Trabajo en Ciencias Sociales (1980), y el premio de poesía de la Bienal Literaria Mariano Picón Salas, en su primera edición (1991).
Entre sus libros en prosa y antologías temáticas resaltan: Curiepe. Ensayo sobre la realización del sentido de la actividad mágico-religiosa de un pueblo venezolano; Ensayos de crítica cultural, 1964-1981; La pasión literaria, 1959-1985; La voz y la palabra. Lecturas de poesía venezolana, 1986-1998; La izquierda cultural venezolana, 1958-1968; Poesía y poética del Grupo Orígenes (Selección, prólogo, cronología testimonial y bibliografía), Biblioteca Ayacucho, 1994; y Ser al decir. El pensamiento de la poesía y siete poetas latinoamericanos.

Crédito foto: Ivonne Adler