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Raúl Ortiz y Ortiz: “El español está en peligro”

1 abril, 2024

A ocho años de la partida del intelectual Raúl Ortiz y Ortiz, Carátula recupera una entrevista realizada por la escritora Myriam Moscona.


Defensor implacable de nuestra lengua, ha sido consejero cultural en Londres y en París. Participó en la creación de la sala mexicana del British Museum y ha sido un extraordinario profesor de fonética inglesa, historia, música, literatura. Especialista en Joyce, Shakespeare, Proust, Góngora, Quevedo: mantiene a sus 73 años un punto de vista lapidario sobre escritores, políticos y jóvenes que maltratan el español todos los días.

—¿Cómo ha sido tu relación con el lenguaje?

—De mucha nalga, tiene uno que estar sentado largas horas. Decía Goethe que el genio era fruto de un lange Geduld (una larga paciencia) y yo le he dedicado muchas horas de estudio y de placer.

—¿Cuántas lenguas hablas?

—Me defiendo en seis y ataco en las que puedo. Conozco como idiomas propios el inglés, el francés y el español (al que defiendo contra el embate que parece estar organizado para hacerlo desaparecer con la influencia de Televisa y con la de TV Azteca que es todavía peor). Hablo italiano y alemán (que aprendí en forma autodidacta porque lo necesitaba para leer poesía). Llegue a hablar ruso a los 24 años, pero como no lo practico pasa como con algunas partes de mi anatomía que, por la edad, y por no usarlas, ya se han deteriorado.

—Y sin duda hay cosas que duele haber perdido

—Bueno, sobre eso de los órganos, vieras ¡qué a gusto se vive cuando ya no se tiene que estar esclavizado al llamado de la carne!

—Ah, vaya. En cambio, tus amores con el idioma son para siempre.

—Con el español, que amo hasta el delirio, nunca puedo perder de vista las reglas que no quiero quebrantar. Quisiera que sobreviva como una persona afectada por un cáncer al que intento sanar con algún medicamento.

—Es decir, ¿la ves como una lengua enferma?

-Estamos a un “tris” de que al español le ocurra lo que le pasó al latín: se corrompió y dio lugar a otras lenguas.  Cuando oigo hablar a ciertos jóvenes, da vergüenza su pobreza de lenguaje. Cuando cambias los canales de la televisión de noche y te encuentras con Big brother y otras cosas espeluznantes, te das cuenta que el español está en peligro.

—Hay además aberraciones de uso común. “Evento”, por ejemplo, ya se impuso como sinónimo de acontecimiento. 

—Ah, pues no me extraña. Yo jamás lo usaría. Hay otro muy común. En vez de se lo dije” (a ellos) la gente usa “se los dije”. Mal, muy mal.

—¿Y la palabra “alternativa”?

—Casi nadie la utiliza bien. Dicen “no tengo otra alternativa”, en vez de no tengo “ otra opción”.

—Y no hemos hablado del burocrañol.

—Qué joyas encuentra uno allí. “Aplican restricciones” en vez de “se aplican.”, “Fulanito enfrenta un reto” en vez de “Fulanito se enfrenta a un reto”; también dicen “a la mayor brevedad posible” en vez de “en breve” o “a la brevedad”. En fin, son mis dolores de cabeza.

—Es común que un estudiante de maestría diga que “aplicó” para obtener una beca.

—Se lo tenemos que agradecer a Emilio Azcárraga que nos decía que somos un pueblo de jodidos que hay que mantener con circo.

—¿Qué te parecen los reporteros que todos los días en la radio dicen “lo que es la Avenida Reforma”?

—Y luego un señor que tiene todo menos lo vivo y que se llama Gutiérrez Vivó. El pronuncia la “v” como si estuviera hablando francés junto con otro que tuvieron que mandar al Fondo de Cultura Económica para mantenerlo tranquilo.

—¿Te refieres a De la Madrid?

—Evidentemente.

—¿Y qué dices de los noticiarios que anuncian “lo más relevante?”

—Pero niña. No hay más que ver quién está de Secretario de Educación para darse cuenta lo que puedes esperar del uso de nuestra lengua. Otro delamadridismo es “más igualitario” y por favor recuerda que el presidente Fox se deja “transquilar”. ¿Y qué me dices cuando se comunicó con el rey de España para felicitarlo? ¿Sabes cómo lo saludó?

—¿Cómo?

—Simplemente le dijo. “Hola rey” Además el presidente dice “testiga” cuando intenta ser democrático con los géneros. Ignora que la palabra “testigo” viene del derecho romano donde solo se permitía dar testimonio a quienes tenían testículos. De modo que se dice, el testigo y la testigo. Esos se llaman sustantivos epicenos, como el tigre y la tigre. Tigresa es otra cosa. Igual que el vampiro y la vampiro. Son también sustantivos epicenos. Existen vampiresa y tigresa, pero significan otra cosa.

—¿Cuáles son los mejores diccionarios para ti?

—En el siguiente orden: El de María Moliner, el Diccionario ideológico de la lengua española de Julio Casares, El Corominas (carísimo), el Diccionario de dudas de Manuel Seco. Y hay otro, muy divertido, de un enano que se prestó a todo género de manipulaciones para sustituirme en la Universidad, se llama José Guadalupe Moreno de  Alba. Él ha publicado, entre otros engendros, uno muy divertido y muy bien hecho que se llama Minucias del español.

¿Y el de la Real Academia?

—Si te hace falta papel en alguna parte de la casa lo puedes utilizar.

—¿Qué piensas de los albures?

—Cuando oyes en un diálogo decir: “Yo no circulo los viernes” “Ah, pues pásamelo” te das cuenta que son maravillosos y únicos en México. Denotan una rapidez, un ingenio y una velocidad admirables. Igual que cuando alguien te dice “se me fue el avión”. Eso me lleva a pensar en la diferencia entre símil y metáfora. ¿Sabes cómo se les llama en Grecia a los autobuses?

—No

—Metáforas. “Meta”, es más allá. Y esos autobuses trasladan a la gente de un lado al otro. Es el mismo sentido que en la preceptiva.

—También debe fascinarte el origen de las palabras.

—Desde luego. La palabra hereje, por ejemplo, viene de elegir. Quien solía elegir lo que le venía en gana, quien no aceptaba someterse y se salía de los cánones, era un hereje. 

—¿Y cuál es el libro que más has releído?

El Ulises y En busca del tiempo perdido porque son los libros que más me han ayudado a sobrevivir espiritual y económicamente.

—¿Lo dices porque los has enseñado?

—Sí, además de haber enseñado a Rulfo, Shakespeare, Góngora y Quevedo. No quiere decir que los haya leído 35 veces, pero siempre estoy con ellos. Igual que con Oscar Wilde, una inteligentísima puerta para ingresar a lo mejor de la literatura de una forma divertida.

—¿Hay escritores consagrados mexicanos a los que les detectas fallas de lenguaje?

—A todos, menos a Salvador Elizondo y a José Emilio Pacheco.

—¿Qué es lo más visible en la prosa de nuestros malos escritores?

—La profusión de “qués” de ripios, de adjetivación gratuita, de lugares comunes, de participios pasados y presentes.

—¿Qué tan cierto es que a veces la erudición sea un estorbo para la creación?

-No sé, yo no soy un erudito y mucho menos un creador. He tratado de cultivarme a lo largo de la vida sin creerme un hombre culto, evito enfrentarme a los grupos de artistas que se reúnen para practicar el deporte de “Melés” y “Teleo” y hablar mal los unos de los otros. 

—Sin embargo, has estado cerca de muchas generaciones de escritores.

—No es algo que yo haya buscado a pesar de haber conocido a Ionesco, a Graham Greene, a Camus, a Sartre; además de haber sido tan cercano a Rosario Castellanos. Quizá me ciegue el amor que le tuve de amigo, pero sigo pensando que nunca conocí ni mujer ni hombre más inteligente. Juntos supimos que las palabras son lo más cercano a la música, pero con las palabras se pueden hacer (y deshacer) muchas más cosas.

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Escritora mexicana de origen búlgaro sefardí. Es autora de más diez libros de poesía, un libro de semblanzas de poetas mexicanos y varios más de poesía visual. Recibió por la traducción de Jen Hofer, los premios Landom Morton de la Academia de Poetas Americanos de NY y el del Pen International al mejor libro traducido (2012). Premio de Poesía Aguascalientes, 1988 por Las visitantes, becaria de la Fundación Guggenheim, 2006. Su novela Tela de sevoya, publicada en México, Argentina, España, Estados Unidos e Italia, y próximamente en Francia, recibió el prestigioso Premio Xavier Villaurrutia, 2012. Parte de su poesía se ha traducido al inglés, alemán, árabe, hebreo, chino, sueco, holandés, ruso y, a excepción del rumano, a todas las lenguas latinas. En el 2017 recibió, por el conjunto de su obra, el Premio Manuel Lewinski. Su libro más reciente es La muerte de la lengua inglesa.

Foto de Natalia Musacchio.