Realidad y ficción en la escritura del continente. LA GRAN NOVELA LATINOAMERICANA, de Carlos Fuentes

1 diciembre, 2011

Pese a todos los pesares Carlos Fuentes continúa lúcido y productivo, atado a su pluma y sensibilidad literaria crea historias y se da tiempo para continuar reflexionando sobre el quehacer narrativo en lengua española. En su más reciente trabajo LA GRAN NOVELA LATINOAMERICANA, circunscrito en la veta ensayística, desarrolla y expone alumbramientos y cuestionamientos que, desde la perspectiva de Moisés Elías Fuentes aquí en esta interpretación: Realidad y ficción de la escritura del continente, sirven para instalar a la novela como uno de los vehículos desde donde “si queremos comprender nuestros derroteros y atisbar nuestros alcances, debemos dejar el monólogo hispanoamericano e imbuirnos en el diálogo latinoamericano”. Moisés Elías, además nos hace ver que la obra ensayística del novelista mexicano está dedicada a la “reflexión y el análisis de la evolución de las literaturas latinoamericanas, sus interrelaciones y su relación con la literatura española”.


La paradoja es inevitable al referirnos al descubrimiento y conquista de América por parte principal, pero no únicamente, de España: el continente americano era deseado por los europeos, ávidos de salir no sólo de sus cada vez más constreñidas fronteras, sino además de un mundo que se estrechaba siempre que se ensanchaba. Europa, el llamado Viejo Mundo, conocedora de Asia y de África, se estrangulaba a sí misma cada que pretendía trascenderse, ser otra.

Europa deseaba a América, pero no la deseaba con un pasado milenario y con raíces arraigadas en el principio de los tiempos, sino que la quería joven, salvaje, despoblada, en el origen. Sin embargo, el Nuevo Mundo con el que se topó Cristóbal Colón en 1492 tenía historia, cultura, instituciones políticas y religiosas, una población considerable, metrópolis y ciudades periféricas. Mundo hecho y no por hacerse.

Para construir al Nuevo Mundo, para agrandarse sin miedo a encontrar linderos en su camino, los europeos debieron destruir al mundo que estaba ya asentado. Nada de comprensión ni entendimiento. He ahí la paradoja: para su sobrevivencia, América debió fingir que nacía a la llegada de los europeos, debió fingir que su historia nacía al haber sido tocada por Europa, al haber sido creada por Europa.

Sin embargo, el pasado es tozudo y difícil es quitárselo de encima. Con la misma tenacidad obsesiva que los españoles y los otros europeos (portugueses, ingleses, holandeses, franceses) desplegaron para borrar los vestigios de las culturas originarias de América, dichas culturas se mantuvieron vivas, se transmutaron en los símbolos de la religión impuesta, la cristiana, se dispersaron, se escondieron, se durmieron, pero al fin siempre han permanecido latentes.

Al fin, la transculturación promovida por los conquistadores, que tenía que llevar a la cómoda aculturación, no logró concretarse y, por el contrario, floreció el mestizaje cultural, las culturas híbridas, según las define Néstor García Canclini en su ya célebre texto: “… entiendo por hibridación procesos socioculturales en los que las estructuras o prácticas discretas, que existían en forma separada, se combinan para generar nuevas estructuras, objetos y prácticas.”

El mestizaje, la hibridación, son los fenómenos sociales que explican la riqueza y la unidad de la literatura latinoamericana, según lo ha entendido a través de su experiencia literaria y lo reitera el escritor mexicano Carlos Fuentes (1928) en su más reciente libro de ensayos sobre literatura, La gran novela latinoamericana (Alfaguara-Santillana Ediciones Generales. México, 2011. 439 pp.).

Digo que lo reitera porque buena parte de la obra ensayística del novelista mexicano está dedicada a la reflexión y el análisis de la evolución (debería decir las evoluciones) de las literaturas latinoamericanas, sus interrelaciones y su relación con la literatura española. De La nueva novela hispanoamericana Cervantes o la crítica de la lectura, de Valiente mundo nuevo El espejo enterrado. Fuentes ha cavilado los aspectos comunes que se imbrican en el quehacer literario latinoamericano, y ha considerado cómo dichos aspectos se extrapolan y se comunican con los quehaceres literarios en otras lenguas, en otros ambientes.

No es casual que, como ocurre en La nueva novela hispanoamericana, en La gran novela latinoamericana Fuentes incluye la obra del español Juan Goytisolo como una de las señeras para comprender el desarrollo de la novela en América Latina, así como la inserción de José María Machado de Assis, “milagro brasileño”.

A  diferencia de las teorías genealógicas racistas, según las cuales las combinaciones de razas devienen en seres humanos denigrados, hasta llegar a extremos como las derivaciones llamadas “salto atrás” o “salta pa’tras”, la teoría de genealogía literaria propuesta por Fuentes lleva a la pureza en cuanto más combinaciones se presentan.
Mestizos, mulatos, zambos, moriscos, tercerones, coyotes, postizos, cuarterones y salto atrás, encuentran su reivindicación en las voces del modernismo, del criollismo, del cosmopolitismo, del indigenismo, de lo real maravilloso y del realismo mágico. Las voces americanas originarias, las voces españolas, portuguesas, negras, asiáticas que confluyen en la América Latina se reencuentran y se replantean a través de la expresión literaria en general, y de la novela en particular.

Latinoamérica nació a raíz de una aculturación impuesta que una y otra vez ha sido transgredida, desmentida, burlada por la realidad de pueblos que han alcanzado y con creces una cultura propia, distinta y distinguible en cada caso. Con inteligencia y sentido del equilibrio, en La gran novela latinoamericana Fuentes no se refiere a la literatura del subcontinente como una unidad, sino que la aborda en tanto diversidad que comparte experiencias, ideales, fracasos y logros en común, lo que no impide la emergencia de las singularidades que caracterizan a cada país de la región.

Para reconocer nuestras individualidades debemos reconocer nuestras colectividades. Adepto a la conservación de las lenguas originarias, Fuentes no duda sin embargo en pedir el reconocimiento del español como la lengua franca de la mayor parte de los pueblos americanos. Este reconocimiento trae aparejada la convicción de que hemos transformado al idioma de los conquistadores en nuestra lengua, la que cubre nuestras insuficiencias comunicativas, la que borra el aislamiento de lo local y lo deviene en bien de la comunidad.

Las “culturas híbridas” encuentran un espacio propicio, adecuado para su formación e incluso para su reformulación, en la literatura, sea en la poesía de Rubén Darío o en la novela de Julio Cortázar, en el cuento de Machado de Assis o en el de Jorge Luis Borges. Espacio propicio, toda vez que pone en relieve y relativiza la paradoja primigenia que dio paso al surgimiento de la América moderna y contemporánea, la América de las dos tensiones: la “europeización” y la “americanización”.

En el ensayo-revisión de la Rayuela de Cortázar, el autor mexicano destaca la susodicha doble tensión, que se resuelve en el autor argentino a través de la ironía, la burla, pero también de la recreación permanente: “Es una épica decidida a burlarse de la imposible circularidad trágica, sustituyéndola por una circularidad cómica.”

Un párrafo antes, Fuentes ha escrito: “Novela es insatisfacción; la búsqueda de lo que no está ahí…” Lo que no está y es previsto, anhelado en las novelas de Rómulo Gallegos y en la novela única de Juan Rulfo. El hombre y la mujer de América ansían ser otros, pero los marcos sociales, políticos, culturales, jurídicos, económicos, los obligan a quedarse en sí mismos, imposibilitados de salir en busca de lo que no está ahí, lo que también nos pertenece pero que nos han arrebatado, que nos hemos arrebatado a fuerza de volvernos salvajes dóciles.

La literatura es el pulso de la realidad y de la ficción en el subcontinente. Evocando El siglo de las luces de Alejo Carpentier, Fuentes señala: “Víctor Hugues, heraldo de la revolución francesa, desembarca en el Nuevo Mundo con dos armas: el Decreto de Pluvioso del Año II que dicta la libertad para los esclavos, y la cuchilla desnuda y filosa de la guillotina: génesis y apocalipsis.” Lo que somos y lo que soñamos ser, lo que hemos destruido y lo que hemos construido, cómo nos creamos y cómo nos recreamos, todo confluye en el ámbito literario.

Todo confluye, por eso Hispanoamérica deviene en Latinoamérica, porque la convivencia del español de la Argentina, Uruguay, Paraguay o colombiano y boliviano, no obsta para que escuchemos las sonoridades del portugués brasileño. Al contrario, lo escuchamos mejor, con más brío al distinguirse a través de esas variantes del español habladas al sur del Continente, tan singular para nosotros, hablantes del español centroamericano o mesoamericano, que nos llevan a pensar que existe el “portoñol”, cuando lo que existe es algo más profuso y dúctil: el español permeado de portugués y el portugués con rasgos españoles, en una región que no corresponde a España ni a Portugal, sino a la América indo-afro-europea.

Para Carlos Fuentes, Joaquín María Machado de Assis es un “milagro brasileño” porque logra ver, más allá del romanticismo tardío y el naturalismo incierto que caracterizaron al siglo XIX hispanoamericano, a la tradición cervantina. Mientras que nuestras nacientes repúblicas independientes creían que “…podíamos ser instantáneamente modernos excluyendo el pasado, negando la tradición”, el narrador brasileño comprendió a las claras que “… no hay creación sin tradición que la nutra, como no habrá tradición sin creación que la renueve.”

Si queremos comprender nuestros derroteros y atisbar nuestros alcances, debemos dejar el monólogo hispanoamericano e imbuirnos en el diálogo latinoamericano. Este diálogo incluye a Europa, y es así que Fuentes busca la interlocución con Juan Goytisolo, porque para el escritor barcelonés “… mestizar es cervantizar y cervantizar es islamizar y judaizar. Es abrazar de nuevo lo expulsado y perseguido.”

La “impureza” que devela la obra de Goytisolo es la que nutre y fortalece las raíces de la América Latina, anglosajona, francesa, holandesa. La gran novela latinoamericana es la llamada al diálogo de las distintas Américas con sus raíces nómadas y sus raíces sedentarias, con el yo y el otro que se reconocen y recrean en las páginas literarias.


García Canclini, Néstor. Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Debolsillo. Random House Mondadori. México, 2009.

Báez, Fernando. El saqueo cultural de América Latina. De la conquista a la globalización. Debate-Random House Mondadori. México, 2008. 408 pp. A pesar de la inexactitud de algunos datos y de un discurso a ratos tendencioso, este libro devela de manera clara la aplicación de políticas propensas a la aculturación, a la vez que la denodada lucha social por preservar los patrimonios de la identidad cultural y racial.

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Managua, Nicaragua, 1972.
Poeta y ensayista nicaragüense . Licenciado en lengua y literaturas hispánicas por la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam). Ha colaborado en diversas revistas culturales de su país (Cultura de Paz, Decenio, El Pez y la Serpiente), así como de México (Diturna, Alforja de Poesía, Cuadernos Americanos). Publica artículos y ensayos de crítica literaria y de cine en el periódico El Nuevo Diario, de su país, y en la revista virtual Carátula, del escritor nicaragüense Sergio Ramírez. Ha participado en el 4º Encuentro Internacional de Poesía Pacífico-Lázaro Cárdenas (2002), en Michoacán, en el Primer Encuentro Internacional de Escritores Salvatierra (Guanajuato, 2004), en el 8º Encuentro Internacional de Escritores Zamora (2004), en Michoacán, en el Libro Club de la Fábrica de Artes y Oficios de Oriente (2004), como invitado especial en el Tercer Encuentro Regional de Escritores Salvatierra (Guanajuato, 2004), y en el Segundo Encuentro Internacional de Escritores Salvatierra (Guanajuato, 2005). Radica en México, D.F.