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» Recordando a Mario Benedetti: El torero avergonzado

1 junio, 2009

Mario Benedetti era ya una leyenda aún antes de su muerte. Y para estar en la leyenda hay que ser el poeta en singular, de quien la gente se sabe poemas enteros, y uno los repite al amanecer en la mesa del bar entre los amigos, otro se los dice al oído a la novia que a su vez se los sabe también. Un poeta para todas las edades, para los años de nostalgia, cuando se van quedando atrás los años como fantasmas diminutos, y para los de la adolescencia, cuando empiezan a aparecer esos sueños que después serán fantasmas.

Estaba yo una vez en Alicante y Mario iba a dar un recital de sus poesías en Murcia y me fui yo a buscarlo. Caminamos desde el hotel donde se alojaba al Teatro Romea, que está en la plaza Julián Romea, donde le tocaba el recital, y él, que siempre parecía abrumado por todos los pesares del mundo, los suyos y los ajenos, iba callado, preocupado digo yo, porque otra vez iba a enfrentarse al público como si no tuviera ninguna experiencia, como si no hubiera andado de gira tantos años con Nacha Guevara por los teatros de América Latina, él recitaba y ella cantaba, o en el escenario con Serrat, o con Sabina, que cantan sus poemas como las cantaba Nacha. No me vas a decir ahora, Mario, que no sos de las tablas. O peor, como si a las puertas del teatro lo esperara alguien para decirle al oído: tenemos poca gente, esperemos unos minutos, es que el tiempo, el transporte, hay exámenes en la universidad, los muchachos ocupados estudiando.

 Y ya estábamos allí frente al teatro, y nos despedíamos por el momento porque a él se lo llevaban para que entrara por la puerta de los actores, pero había un tumulto en las gradas y entonces le dije: mirá, Mario, hay gente de sobra, no han abierto todavía las puertas y ya es hora en que esto fuera a comenzar. Y quien de entre los organizadores del recital se lo llevaba, un muchacho se seguro aprendiz de poeta, dijo con un brillo de gozo en los ojos: qué va, si es adentro que ya está lleno, esta gente se quedó afuera y ya no pudo entrar. ¿Qué era aquello? ¿Una corrido de toros de cartel mayor, el concierto de un rock star, o el punto final de un reality show, o qué?

Y adentro, era cierto, la gente estaba que rugía y no cabía un alma, todas las plazas tomadas, centenares de adolescentes sentados hasta en los pasillos laterales porque ya no había asientos libres, y todo el mundo impaciente, arrancaban conatos de aplausos demandando que era hora de empezar, y luego se abrieron por fin las cortinas y apareció Mario como un torero avergonzado porque no más verlo el público entrar empezó una ovación  que no terminaba y aquello era un desorden.

Primero, que se callaran los aplausos y que se callaran los que se habían quedado afuera y que parecía que iban a botar las puertas, y él allí en el escenario, agobiado no sólo por los aplausos, sino por todos los pesares del mundo otra vez como siempre, los suyos y los ajenos, un fardo de dolores y de indignaciones tantas, y luego ya por fin sentado frente a una mesita con una lamparita verde, pero nadie quería respetar el orden del recital porque cada quien pedía un poema a gritos, no sólo dando el título, sino que el solicitante empezaba a recitarlo, todos enardecidos por las palabras como en una gran rebelión juvenil, de las que le gustaba a Mario que se dieran en las calles y en los países sometidos a iniquidades, haciendo lo que podía para imponerse hasta que su propia voz los fue callando a todos y entonces una sentía la presencia del milagro y cómo la leyenda iba haciéndose carne entre nosotros, Mario leyendo ya a la luz de su lamparita verde con voz suave y pausada sacada de las entrañas del sur desde donde venía y donde ahora se quedó sin olvido y tan lleno de memoria.

Masatepe, mayo 2009.
www.sergioramirez.com

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Escritor nicaragüense. Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes 2017. Fundó la revista Ventana en 1960, y encabezó el movimiento literario del mismo nombre. En 1968 fundó la Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA) y en 1981 la Editorial Nueva Nicaragua. Su bibliografía abarca más de cincuenta títulos. Con Margarita, está linda la mar (1998) ganó el Premio Internacional de Novela Alfaguara, otorgado por un jurado presidido por Carlos Fuentes y el Premio Latinoamericano de Novela José María Arguedas 2000, otorgado por Casa de las Américas. Por su trayectoria literaria ha merecido el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso, en 2011, y el Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria en Idioma Español, en 2014. Su novela más reciente es Ya nadie llora por mí, publicada por Alfaguara en 2017. Ha recibido la Beca Guggenheim, la Orden de Comendador de las Letras de Francia, la Orden al Mérito de Alemania, y la Orden Isabel la Católica de España.