» Recordando a Mario Benedetti: Perdidos en Bluefields (Homenaje a Benedetti)
1 junio, 2009
Recién pasado el triunfo de la Revolución en julio de 1979, pocos meses sino tan solo semanas después, llegó creo que por primera vez a Nicaragua Mario Benedetti. Llegó, procedente de Cuba, un domingo solitario en que nadie acudió a recibirlo al aeropuerto, quizás porque se esperaba hasta el lunes a quien desde hacía mucho tiempo ya vivía entre nosotros como un residente permanente en ésta que también fue su tierra, con sus novelas, cuentos y poemas. Poemas todos suyos por nuestros y “poemas de otros” como nosotros tan suyos.
Me lo imagino en el “Aeropuerto Augusto César Sandino” desconcertado como un niño y por primera vez perdido en lo que auguraba ser un paraíso, hasta que se le ocurrió llamar a Sergio Labarca, un amigo chileno suyo y en ese entonces mío también, embajador de la OEA en Nicaragua, quien me avisó que Mario, después de lograr comunicarse con él, había insistido en tomar un taxi y que en aquel momento iba camino de su casa. Lo esperábamos ansiosos cuando del carro se bajó un viejo amigo con el que en persona me estaba encontrando por primera vez. Tranquilo, tal si nada de anormal le hubiese sucedido, se acomodó, como si se tratara de una rutina, a las nuevas circunstancias. Lo único que le inquietaba era haber extraviado o agotado su inhalador para el asma y localizarle uno fue la primera tarea que me impuse y logré no sin dificultad. Esa pequeñez lo hizo tan inmensamente feliz como el estar en Nicaragua acabando de tener el imaginario y apoteósico recibimiento oficial que merecía éste escritor solidario con todas las causas justas del mundo y por lo mismo entrañable hermano nuestro por ser, pues siempre se comportó como tal, hijo de Nicaragua. Repito así lo que ya consignamos en el comunicado del Centro Nicaragüense de Escritores al deplorar su muerte. La muerte que no hubo porque una felicidad traviesa como la del que encontró el tesoro es el recuerdo de su mirada al tener su inhalador. Siempre me parecerá importante que aquella pequeñez me haya confirmado la grandeza de espíritu de este hombre. Su inmortalidad.
En 1980 volvió a Nicaragua. Era mayo y el Ministerio de Cultura que dirigía Ernesto Cardenal organizó un inolvidable viaje a Bluefields, al que fueron muchísimos escritores de todas partes del mundo y cantautores como Carlos Mejía Godoy. El ambiente festivo era alucinante con Palo de Mayo, danzas sensuales y las pieles transpirando rones, aceite de coco y sexo. Una noche pretendimos reposar andando y Mario Benedetti, Ernesto Cardenal, José Coronel Urtecho, Eliseo Diego, Lizandro Chávez Alfaro, Fernando Silva, Julio Valle-Castillo y yo nos escapamos del flamante Hotel Cueto e iniciamos una prolongada caminata y conversaciones que nos iban conduciendo a profundidades remotas, calles cada vez más oscuras y supuestamente sólo conocidas por nuestro guía, oriundo del lugar, Lizandro. Comentaba Benedetti, después de haber oído cantar a Carlos Mejía Godoy y con igual brillo en los ojos que cuando tuvo el inhalador para el asma, que era imposible con canciones como estas no tener una revolución tan hermosa. Y es que la revolución ocupaba, musicalizada por los Mejía Godoy sobre todo, pasado, presente y futuro de las vidas de aquellos caminantes nocturnos que al fin nos percatamos de que nos encontrábamos perdidos en Bluefields.
Entonces, antes de que un buen samaritano ebrio orientara a Lizandro para poder regresar, con humor se hicieron toda clase de especulaciones literarias sobre aquellas circunstancias en que, lejos de toda preocupación, parecíamos encontrarnos muy a gusto. Tan a gusto que Coronel, provocando a Mario después de que éste había dicho que jamás se imaginó estar perdido en Bluefields con nosotros, soltó con su habitual siseo lleno de picardía: “Esto es como estar perdidos en un cuento de Benedetti”. Veintinueve años después, presentando éste acto en su homenaje, tengo la misma sensación de que “Perdidos en Bluefields” es un cuento de Mario Benedetti, inédito hasta ahora, en el cual después de andar perdidos volvemos a encontrarnos todos sus personajes, nosotros y ustedes.
Texto leído el Homenaje a Benedetti, el día 3 de junio de 2009, en el Centro Nicaragüense de Escritores.
Escritor nicaragüense nacido en Panamá,1942.
Fue uno de los redactores de la nueva Constitución Política de la República de Nicaragua. Es fundador del Centro Nicaragüense de Escritores, del que ha sido secretario general y presidente. “Premio Latinoamericano de Poesía Rubén Darío”, l983. “Cruz de Caballero de la Orden Isabel la Católica”, 1980. “Orden de los 300 Años del Estado Búlgaro”, 1984. “Orden Darío-Cervantes”, Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica, 2009. “Distinción de Honor al Mérito”, Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, 2011. Ha publicado “Domus Aurea” (poesía), 1968; “Ejercicios de composición” (prosa), 1974; “Phocas” (poesía), 1983; “La vida consciente” (poesía y prosa), 1996; “Dichoso el árbol” (fotografías), 1997; “Un solo haz de energía ecuménica” (prosa), 1998; “La vida consciente”, 2005; “PEDRO. ``Teniendo conocidos en cielo” (prosa”), 2008; y “Me quema la palabra” (antología de artículos periodísticos, 1982-2011). Es académico de número en la Academia Nicaragüense de la Lengua.