Réquiem para un nómada

1 octubre, 2009

La guerra es como una actriz que se está volviendo mayor.
Es cada vez menos fotogénica y cada vez más peligrosa.

Robert Capa

Yo en lo que hago no soy objetivo.
Siempre defiendo un punto de vista bien claro
que es el mío y cada uno es libre de pensar lo que quiera sobre él.

Christian Poveda

Cuando la poetisa chilena Gabriela Mistral supo del suicidio de su amigo el novelista vienés Stefan Zweig, en Petropolis, Brasil, convencido de la victoria incontenible de la Alemania Nazi, dijo: “murió de Guerra”. Lo mismo podríamos señalar sobre el asesinato del fotógrafo y documentalista franco español Christian Poveda.

Poveda murió de guerra, una guerra silenciosa y solapada que se desarrolla en El Salvador desde hace más de siete años y que se incrementa día a día. Una guerra social, de pobres contra pobres, excluidos contra excluidos, marginados contra marginados. Una guerra protagonizada particularmente por la Mara 18 y su archirival la Salvatrucha. Una guerra que en el 2008 provocó casi cuatro mil muertos y en lo que va de este año lleva tres mil muertos, tres mil asesinatos, sin necesidad de tanques, ni misiles, sin más estrategia que la emboscada.

El Salvador se ha convertido en el país más peligroso de Latinoamérica y uno de los más peligrosos del mundo. La tasa de homicidios alcanza 60 personas por cada 100.000 habitantes, es decir casi doce asesinatos al día, cifras que sólo se conciben en situaciones de guerra, por eso los cuatros disparos que recibió Christian  Poveda la tarde del dos de septiembre último fue una acción de guerra y quizás su último combate de los muchísimos de los que participó en sus más de treinta años como corresponsal de guerra.

Las Maras, son bandas juveniles multitudinarias que se conforman a partir del 2001 cuando comienzan a llegar centenares de jóvenes salvadoreños expulsados de los Estados Unidos y se vinculan con los miles de jóvenes y niños abandonados de todo que pululaban por las calles y las colonias pobres de El Salvador.

Christian Poveda llegó a El Salvador por primera vez en 1980, para cubrir la Guerra Civil que estaba al borde de iniciarse, entre un ejército corrupto y torturador y la insurgencia marxista del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), hoy en el gobierno, democráticamente elegido.

Aquella guerra civil se prolongó por doce años, dejando setenta y cinco mil muertos. En la década de los 80 la población de El Salvador rondaba los cuatro millones y medio de habitantes, lo que significa que casi el 2% de la población perdió la vida a lo largo del conflicto. La guerra civil también dejó miles de desaparecidos, más de medio millón de exiliados, pérdidas por 1.579 millones de dólares, miles de armas sin dueño diseminadas a lo largo del territorio, una fenomenal herida que sigue sangrando en el inconsciente colectivo y la seguridad de saber que matar es mucho más sencillo de lo que parece.

Christian Poveda llegó como fotógrafo «freelance» a un Salvador convulsionado, al borde de la inmolación con una activísima guerrilla urbana y grupos paramilitares actuando a cara descubierta. Poveda no tardó en ser contratado por la publicación estadounidense Time Magazine. En esa primera estadía tuvo oportunidad de tratar a Monseñor Oscar Arnulfo Romero, Arzobispo metropolitano: unas semanas después que Poveda saliera de El Salvador, Romero iba a ser asesinado el 24 de marzo de 1980, en lo que se reconoce como el día del inicio de la Guerra Civil.

En octubre de ese mismo año, la guerrilla salvadoreña deja de ser urbana y se fortalece también en las áreas rurales y en el monte. Poveda se filtraría clandestinamente desde Honduras en 1981, acompañando a las columnas de las Fuerzas Populares de Liberación, (FPL) de Salvador Cayetano Carpio, una de las tantas organizaciones que conformaban entonces el FMLN, durante la primera ofensiva, que inició el 10 de enero de 1981, con la que Poveda estuvo en los enfrentamientos de Chalatenango y con quienes marchó durante cuarenta y cinco días, siendo testigo privilegiado de infinidad de acciones.  

También le tocó acompañar a la Fuerza Aérea, con el acuerdo del tétrico Coronel Domingo Monterrosa, organizador de la matanza del El Mozote en Morazán, donde unidades a su mando exterminaron a todo el caserío, más de doscientos hombres, mujeres y niños, para luego continuar con poblaciones vecinas: La Ranchería, Jocote Amarillo, Los Toriles, el cantón Cerro Pando y La Joya, elevando el número de campesinos asesinados a más de mil.

Pero para Christian Poveda esa guerra no había sido la primera. El primer trabajo que lo cataloga como corresponsal de guerra fue su ya mítico reportaje sobre la lucha del Frente Polisario en el Sahara Occidental contra la invasión de los ejércitos de Marruecos y Mauritania.

Christian Poveda, había nacido en Argelia en 1955, durante la ocupación francesa, hijo de Republicanos españoles, exiliados de la tiranía franquista. Vivió en Argelia hasta que en 1961 los independentistas expulsaron a los colonos franceses. La familia Poveda se afincó en Saint-Denis, una barriada obrera en la periferia de París. Christian creció entonces junto a niños de su misma condición, emigrantes pobres, quizás esta experiencia haya sido determinante para los trabajos que realizaría en El Salvador a partir del 2004, cuando regresa como fotógrafo de Paris-Match.

Siendo muy joven, militando en organizaciones de izquierda contra la guerra de Vietnam, y de la mano del fotógrafo y documentalista Yves Billon ingresó al mundo de la fotografía, teniendo acceso a los trabajos de los grandes popes de la fotografía de guerra de Vietnam Larry Burrows, Don McCullin, lo que de alguna manera determinó su vocación.

Además de El Salvador durante la guerra civil. Christian fue corresponsal en diferentes momentos de la guerra del Líbano como la batalla de Zahlé;  la Guerra entre Irak e Irán. Le tocó cubrir el retorno de la democracia en Argentina; la caída de Ferdinand Marcos en Filipinas; Los comandos de la muerte en Guatemala; la contra en Nicaragua; La invasión norteamericana en la isla de Grenada; cubrió el décimo aniversario del golpe militar en Chile; la lucha de Sendero Luminoso en Perú; hizo trabajos en Bolivia; estuvo en el Sahara Occidental, Sierra Leona, Camboya y realizó reportajes sobre el SIDA en Francia, la ascensión de la derecha en Europa, los toros en España y la lucha libre en Bulgaria.

Además de miles de fotografías, de todas esas campañas quedan una docena de documentales para televisión como Les guerriers de l’ombre (Los guerreros de la sombra), On ne tue pas que le temps (No se mata sólo el tiempo), Voyage au fond de la droite (Viaje hacia el fondo de la derecha). Christian Poveda fue reportero de Sipa Press (1982-1987) y Keystone (1987-1988). Sus fotos eran distribuidas por la Agencia Vu y la agencia Corbis, la más importante en el mundo.

En Julio 2004 Poveda vuelve a El Salvador, por encargo de París Match, para retratar a integrantes de la Mara 18 que estaban presos. Christian llevaba a El Salvador un proyecto bien claro: realizar solo retratos de pandilleros. Como el fenómeno de los pandilleros salvadoreños ya venía siendo trabajado por muchos fotógrafos, se propuso hacerlo desde otro lugar. Eso fue lo que lo llevó a tomar solo retratos con toda la formulación de fotos de estudio, donde consiguió casi doscientas copias finales. El resultado de aquella indagación comenzó por exponerlo en los diferentes penales de El Salvador. Por cada retrato había realizado una entrevista completa a cada uno de sus modelos, donde los mareros contaron acerca de sus vidas, familias y la vida dentro de la pandilla.

Con todo ese resultado volvió a Paris donde montó una gran muestra con una importante repercusión, luego la presentó en la bienal de Cantón en China y en enero de 2005 en Bellas Artes del Distrito Federal, en México.

Aquella experiencia de trabajo con los mareros detenidos le abrió un universo de posibilidades y comprendió que detrás de aquellos jóvenes había mucho más que una historia violenta.

Así surgió la idea de rodar La Vida Loca que finalizó en 2008. Con este film Poveda se sumergió en lo más profundo de la Mara 18, durante un año y medio, muchas veces filmando y otras solo estando allí, conociéndolos y ganando su confianza. Para aquellos, sin duda su experiencia juvenil en las barriadas de Saint-Denis, fue fundamental.  Christian fue introduciéndose poco a poco en la vida cotidiana de un grupo de pandilleros que viven en el barrio La Campanera, del municipio de Soyapango, en el este de San Salvador, llegando solo y desarmado a un ámbito donde la policía solo ingresa en caravanas de vehículos y agentes bien armados. Durante el rodaje Christian fue testigo de siete homicidios, tres de ellos eran parte del grupo con los que estaba trabajando.

La Vida Loca, es también un documento acerca de los métodos implementados por la Policía contra estos grupos. Poveda muestra la cara humana y solidaria de la Mara y se pregunta por qué razón un niño de 12 o 13 años se une a la banda y es capaz de entregar su vida por ella.

En las entrevistas a los pandilleros Poveda pudo contabilizar que un promedio de 75 por ciento de los mareros fueron o son niños abandonados, hijos de madres solteras o dejados a cargo de una abuela cuando sus padres debieron emigran a los Estados Unidos por razones económicas. Como uno más, Poveda pudo participar en sus salvajes ritos de iniciación, consumo de crack, cumpleaños, sesiones de tatuajes, su extremada violencia, las fiestas y los funerales. Sin duda estas imágenes son por momentos revulsivas, difíciles de asimilar: mujeres con el rostro cubierto de tatuajes, adolescentes abatidos en mitad de una calle, una madre o una hermana llorando sobre el ataúd de un marero, pero ese es el mundo de la Mara y Christian solo quiso, como siempre, denunciar una realidad incómoda.

La vida loca, se exhibió en festivales de San Sebastián, Morelia, La Habana, San Luis, Helsinski y Gothenburg, en el Festival de Cine Latinoamericano de Rosario, Argentina y en el encuentro Visa Pour L’Image en Perpignan. Mereció una medalla de honor en el festival de Scoop y Periodismo en Angers en Francia, así como en universidades y museos de El Salvador. Actualmente se emite en la televisión española y será estrenada en salas francesas el 30 de septiembre.

Gracias a su experiencia en situaciones extremas, Poveda además de conectarse con los líderes de las pandillas para realizar su fílm, fue más allá, supo que las autoridades gubernamentales (entonces el partido derechista ARENA) enfocaban equivocadamente sus planes antimaras.

Tomó conciencia que los pandilleros querían que intermediara entre las dos pandillas (MS y 18), para conseguir un alto el fuego, cosa que logró momentáneamente. Christian estaba negociando también con el gobierno del FMLN, para establecer negociaciones que pusieran fin a la exclusión y conseguir incorporarlos a la vida social.

La tarde del miércoles dos de septiembre Christian Poveda volvía en su campero de una reunión con los miembros de la Mara que habían protagonizado su película. Diferentes versiones dicen que fue a hacer tomas para una segunda parte de La Vida Loca, que viajó para pedir que dejaran a un fotógrafo francés de Elle retratar a las chicas de la Mara o para aclarar algunas versiones acerca de los derechos de La Vida Loca.

Quizá nunca se llegue a saber claramente a qué había ido y qué pasó en aquel viaje de vuelta.

Su cuerpo fue encontrado en una carretera poco transitada entre Apopa y Tonacatepeque, en el cantón de Rosario, una región rural, unos 16 kilómetros al norte de San Salvador. Las primeras investigaciones señalan que Poveda provenía de la colonia la Campanera. El cuerpo de Christian había recibido cuatro impactos de bala que fueron disparados en ese mismo lugar.

Christian Poveda, participó de muchas guerras y había aplicado siempre aquella sentencia de Robert Capa: “Si la foto no funciona, no estás suficientemente cerca», por eso Christian murió de guerra, tan igual que Capa, por el respeto a su profesión, por su coraje y por su inclaudicable desprecio a la mentira.

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Buenos Aires, Argentina, 1955.
Escritor, periodista y crítico de cine, especializado en problemáticas (violencia social, política, migraciones, narcotráfico) y cultura latinoamericana (cine, literatura y plástica).

Ejerce la crítica cinematográfica en diferentes medios de Argentina, Latinoamérica y Europa. Ha colaborado con diversas publicaciones, radios y revistas digitales, comoArchipiélago (México), A Plena Voz(Venezuela), Rampa (Colombia),Zoom (Argentina), Le Jouet Enragé (Francia), Ziehender Stern(Austria), Rayentru (Chile), el programa Condenados al éxito en Radio Corporativa de Buenos Aires, la publicaciónCírculo (EE.UU.) y oLateinamerikanisches Kulturmagazin (Austria).

Realiza y coordina talleres literarios y seminarios. Es responsable de la programación del ciclo de cine latinoamericano "Latinoamericano en el centro" , uno de los más importantes del país, que se realiza en el Centro Cultural de la Cooperación de Buenos Aires.

Ha publicado la colección de cuentos El Guerrero y el Espejo(1990), la novela Señal de Ausencia(1993) y La guerra de la sed (2009),con prólogo de Sergio Ramírez.

Es colaborador de la sección de "Cine" de Carátula.