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Rubén Darío y la Academia de Mujeres

1 octubre, 2023

El modernismo de Rubén Darío, que aspiraba a revolucionar el idioma, la poesía y el pensamiento de los países hispanohablantes, no podía tener buena acogida en las instituciones dedicadas a proteger la tradición. Las academias y los académicos de España y de otros países, con unas pocas pero notables excepciones, ignoraron o rechazaron las iniciativas de Darío, trataron de ridiculizarlas y desprestigiarlas, o intentaron entrar en polémica con ellas. Darío evitaba generalmente esas disputas, y sus ataques anti-academicos se recuerdan más que todo por un verso muy conocido: “De las Academias, líbranos, Señor!” (Letanía a Nuestro Señor don Quijote) y por algunas crónicas de carácter satírico (Los inmortales, de España contemporánea; El inmortal Señor Ferrari, en La Nación del 13 de junio de 1905). A un nivel menos visible, pero no menos importante, hay que recordar sus numerosas referencias a la novela L’Immortel, de Alphonse Daudet, publicada en 1888, ataque feroz contra la Academia Francesa. Es interesante, sin embargo, que Darío haya dedicado una atención más que fugaz a una iniciativa que causó algún revuelo en la Francia finisecular. Se trataba de crear, frente a una Academia Francesa irremediablemente varonil, una Academia de Mujeres.

En su crónica  Las mujeres que escriben, publicada originalmente en La Nación de Buenos Aires el 14 de septiembre de 1902 y retomada 4 años después en el volumen Opiniones, Rubén Darío enumera 40 damas francesas que podrían ser candidatas para una Academia de Mujeres, paralela a la Academia en la cual solo se admitían varones. Los nombres presentados por Darío fueron: “Mmes Edmond Adam, Marie-Anne de Bovet, condesa Colonna, Jeanne Chauvin, Judith Cladel, Alfonso Daudet, Dieulafoy, Judith Gautier, M. L. Gagneur, Eugène Garcin, Henry Greville, Gyp, Manoel de Grandfor, Robert Halt, Paulina Kergomard, Leconte de Nouy, Jean Laurenty, Nelly Lieutier, Daniel Lesueur, Max Lyan, Jeanne Mayret, Hector Malot, Michelet, Marni, Luisa Michel, María Mangeret, Mesureur, Mendès, María L. Néron, de Peyrebrune, Rachilde, Rostand, Clémence Royer, Ratazzi, G. Rénard, Mary Summer, Séverine, Simonne Arnaux, Marcel Tinayre, Vincens”, todas ellas escritoras o artistas, conocidas al público ya sea por su nombres propios, por el nombre de sus maridos o por un seudónimo artístico.

La enumeración –bastante impresionante en ese párrafo– es un procedimiento empleado por Darío en muchos de sus escritos y que le sirve en los más diversos contextos. Por lo general, como en su  presentación de los nombres de los ganadores del Grand Prix (La caravana pasa), o en su lista de los representantes de la escuela dantesca en España (Una nueva traducción del Dante, en La Nación del 28 de agosto de 1894), o en su artículo humorístico sobre las interpretaciones de las obras de Shakespeare (El erudito, en La Razón del 22 de julio de 1894), o en la lista de los caballeros que formaban parte de la Real Academia Española (España contemporánea), o incluso en el listado de los astrónomos que llegaron a observar el eclipse en Asturias el 31 de agosto de 1905 (Un eclipse, en Opiniones), Darío no toma estas listas ni de su experiencia, ni de su memoria personal, sino de algún artículo periodístico de los muchos que solía leer o sobrevolar diariamente. Lo mismo es el caso aquí. Darío se refiere a la revista Femina, que en su número del 1° de julio de 1902 convocó a un Concurso: Una Academia femenina ideal, invitando a sus lectores y lectoras a votar por las más famosas y más admiradas escritoras, poetas, novelistas y filósofas, pero también por las artistas, pintoras, escultoras, compositoras, artistas dramáticas y líricas, y hasta por mujeres mundanas y otras más dedicadas a obras de caridad. Las lectoras de Femina que participaron podían ganar un primer premio consistente  de Une garniture de toilette en cristal et verrerie ciselée. La participación no era fácil, ya que había que anotar cuarenta nombres en el anverso de una tarjeta postal ilustrada; pero para facilitar la tarea, la redacción de Femina proponía ya toda una serie de nombres famosos en cada categoría. Los resultados se publicaron en el número del 1° de septiembre. Darío, que redactó la crónica referida el 28 de julio de 1902, no los podía conocer todavía. Por eso alude a una lista más vieja que „hace unos años … fue de actualidad …  y se hizo una lista de las que resultaron elegidas en el plebiscito”. Efectivamente, cuatro años atrás, uno de los grandes diarios parisienses informó a sus lectores que “la conquista femenina continúa. Un grupo de escritoras ha decidido crear una Academia compuesta únicamente de escritores del sexo gracioso. Varias reuniones preparatorias se han dado ya, y esta es la lista de las cuarenta inmortales que ha sido el resultado de esas laboriosas deliberaciones” 1. La lista que reproduce Le Journal coincide casi completamente con aquella que reproduce Darío en su crónica.

Por lo demás, solamente un año antes, la revista Les Annales politiques et littéraires había organizado un “plebiscito” cuyo resultado fue un “Álbum de Navidad” que salió el 24 de diciembre de 1901: L’Académie des Femmes2. El precio era de 60 céntimos y el álbum se agotó rápidamente. En febrero ya no había más ejemplares.

La hipotética Academia propuesta por los Annales no se limitaba a las mujeres escritoras francesas, sino que abarcaba diversas áreas de la actividad femenina. Incluso se acercaba al internacionalismo, ya que incluía también a mujeres de otros países. La redacción de Annales creó seis grupos, reservando cinco plazas a las reinas y princesas; dieciséis a las literatas, sabias y filósofas; cuatro a las mujeres caritativas; dos a las compositoras; cinco a las pintoras y escultoras; y ocho a las artistas dramáticas y líricas. En la introducción se enumeraban bajo cada grupo aquellas candidatas que habían recibido más de mil votos (con indicación del número de votos), o aquellas que habían recibido menos de mil votos (sin indicación del número). La condesa de Noailles, que dio su nombre a la mencionada crónica cuando pasó a ser un capítulo de Opiniones, figura entre las literatas que habían recibido menos de mil votos. Como Francia era república, en el grupo de reinas y princesas figuraban cinco damas extranjeras: la reina Guillermina de Holanda, la zarina Alexandra Feodorovna, las reinas María Cristina de España y Carmen Sylva de Rumanía, y, finalmente, Tseu-Hi, la emperatriz de la China. Entre las literatas había varias conocidas por los lectores de Darío, entre ellas Gyp,la duquesa de Uzès; Séverine, y, con menos de mil votos, una misteriosa Marion (¿Marion Delorme, la amante de Darío y de Catulle Mendès?). La parte principal del folleto presentaba las biografías ilustradas de las cuarenta que habían reunido la mayor cantidad de votos. Si eran escritoras, se reproducían fragmentos de sus obras. De las compositoras se reproducían partituras; de las artistas, algunos cuadros escogidos, y, de las actrices, fotografías que mostraban su actuación. 

Se sabe que Darío no fue partidario del feminismo, pero su comentario: “si tal Academia llegase a realizarse, sería uno de los mayores triunfos del ridículo en la historia de las ocurrencias humanas“ , no es antifeminista, puesto que el texto continúa: „Ya hay bastante con el que ha caído durante tanto tiempo sobre la de »inmortales« varones. Entre todos esos nombres los hay dignos de la mayor estimación y aun admiración, y los hay medianos y casi desconocidos. No puede haber parangón alguno entre, por ejemplo, Judith Gautier y la señora Malot, entre Rachilde y la señora Tinayre. ¡Así sucede bajo la Cúpula!“ O sea, la mezcla entre „eminentes“ y „mediocres“ es inevitable en cualquier organismo de ese tipo.

El proyecto de la Academia de Mujeres provocó animadas discusiones en los primeros años del siglo XX. Muchos años después, en 1980, la iniciativa de incluir a una mujer, la novelista Marguerite Yourcenar, en la Academia Francesa, tuvo éxito, aunque tuviera que luchar contra una fuerte oposición. La Real Academia Española recibió su primera mujer en 1979; se trataba de Carmen Conde, autora del libro Acompañando a Francisca Sánchez — resumen de una vida junto a Rubén Darío3. En la patria de Darío, las primeras mujeres recibidas en la Academia de la Lengua fueron la poeta Mariana Sansón Argüello, incorporada como miembro correspondiente el 2 de diciembre de 1997, y la novelista Rosario Aguilar, incorporada como miembro de número el 21 de junio de 1999.


[1] Le Journal, 4 de abril de 1898, p. 1, “Nos Échos”.

[2] Bibliothèque des Annales Politiques et Littéraires, Paris – 15, Rue Saint-Georges, 1902, 48 páginas no numeradas, formato 32×24 cm.

[3] Managua: Editorial Union, 1964.

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Filólogo alemán, doctor en filología moderna por la Universidad de Frankfurt am Main (1980). Autor de estudios sobre André Malraux, Ernest Hemingway, W. B. Yeats, la literatura de la guerra civil española y la literatura nicaragüense. Publicó ediciones críticas de varias obras de Rubén Darío y artículos sobre la vida de Darío en París y su relación con la literatura francesa. Fue profesor de la Escuela de Bibliotecología y de la Escuela de Arte y Letras, UCA, Managua, en los años 1988-1994.