La patria asignada y otros poemas
1 agosto, 2023
La patria asignada
La patria es un dolor que nuestros
Leopoldo Marechal
ojos no aprenden a llorar.
Nos entregaron un templo / que en caso de emergencia
/ se reconstruiría en tres días / donde se podrían rasgar
las cortinas/ y nadie nos colocaría saliva en los párpados
/ para ver las ruinas ondeadas por el viento / pero no
fue así /nos dieron un templo casi hundido/ una patria
/ un territorio al que debimos llamar nación / un mar
que encontró la simetría/ un valle / una cordillera roja /
que se desgrana hacia las calles/ una convulsión entre la
arena y el pavimento / y fuimos vistos/ como monstruos
invisibles tendidos al sol / breves humanos devorándonos
los brazos/ depredadores rozándose sin querer / con las
manos frotándose las babas de la boca/ con el rostro
relegado en un rincón del río / con el cuerpo ocupado
por otros cuerpos y / con los ojos enterrados en un lugar
del patio / nos trataron como piedras para edificar la
casa de un dios / como trozos de carne en los pilares de
una tienda/ Nuestra tierra/ se quedó en los puños de la
camisa escolar / nadie nos preguntó/ dónde queríamos ir/
nos asignaron una patria / un lugar donde sobrevivir / un
lugar donde enterrar a otro / con los mismos gestos que
veo en ti.
Primera fotografía de Pinochet
Intertexto del poema
de Wislawa Szymborska
“Primera fotografía de Hitler”
Premio Nobel de Literatura 1996
¿Y quién es este niño con su camisita?
Pero ¡si es Augusto, el hijo de los Pinochet!
¿Tal vez llegue a ser un doctor en leyes?
¿O quizá tenor en la ópera del Teatro Municipal?
¿De quién es esta manita, de quién la orejita,
el ojito, la naricita?
¿De quién la barriguita llena de leche?
¿No se sabe todavía?
¿De un impresor, de un médico, de un comerciante,
de un cura?
¿A dónde irán estos graciosos piececitos, a dónde?
¿A la huerta, a la escuela, a la oficina,
a la boda tal vez, con la hija del senador?
Angelito, corazoncito, amorcito, cosito,
cuando hace un año vino al mundo,
no faltaron las señales en el cielo y en la tierra:
un sol de primavera, copihues en las ventanas,
música de organillo en el patio,
un presagio favorable envuelto
en un fino papel color plata.
Antes del parto, su madre tuvo
un sueño profético: vio una paloma mientras dormía,
capturarla siempre será una buena noticia,
llegará un visitante largamente esperado. Decían.
Chupete, pañal, babero, sonaja,
el niño, gracias a Dios, está sano, toquemos madera,
se parece a don Augusto Alejandro
y un poco más a la mamá y a todos los niños
de los otros álbumes familiares del mundo.
Está nervioso el pequeño, late fuerte el corazón.
Mira, mira, el pajarito, mira, mira, Augustito.
Se abre y cierra el obturado. Se regula la luz.
Se abre y cierra el objetivo. Dispara el fotógrafo.
No puedes luchar contra el desierto
Yo no soy Ícaro.
Dejé de serlo una tarde
cuando me vi escrito
en todos los horizontes tatuado de amarillo
como una leyenda cretense
o como un faro de oro en medio del desierto.
Un pájaro se apoyó en cada esquina
y me sugirió que planeara
lanzándose a los aires
pero cayó al mar.
¿Cuál mar se preguntarán ustedes?
sí es arena
pero cada cual
vuelve los ojos a donde quiere
porque ahí se derrama grano a grano la espuma del futuro
el milagro del destino.
Yo no soy Ícaro.
Me abandoné en una carrera bestial
creí que al levantar la cabeza
estaba quemando las naves de cuarzo
pero no advertí el peligro.
Jamás cerré los ojos,
dije mi nombre
como un sueño que uno tiene desde niño.
Incendié la noche
y me dejé partir por el rayo feroz
de la soledad.
(De Zona de sacrificio, inédito)
Deja que el viento te enfríe la cabeza
Nadie vuelve a uno
si no ha volado.
Y nadie vuelve a uno
sin que su padre le haya dado
las sombras, el fuego y el pavor
en medio de lo salvaje.
Nadie que haya subido a las azoteas
no ha imaginado
una luz en una línea de espuma
un vuelo en la oscuridad a pleno día
Un salto profundo
a su propia placenta,
un nado abierto
en su propio milagro,
una mano alzada entre
la estrella y lo que lo rodea.
Una torre de tiempo
en las horas más pesadas de la tarde,
una escalera gastada
rompiendo
hacia el interior del pecho,
un océano abierto
perdiendo de vista la costa.
Un estrecho secreto
en un prado estéril.
El paisaje de un iluso
Ícaro
cayó al mar
Brueghel
no pudo pintar
la cera derretida
al calor del sol
Pieter Brueghel
el Viejo
aun con tantos años
nunca supo lo que era vivir
en el desierto
pero tiñó muy bien, este
en la mente de Ícaro y
en el fondo de ese mar
porque una montaña blanca
también es un erial
también son un despoblado
las ciudades del mil quinientos
la gente que pastoreaba las ovejas
el hombre que araba la tierra
con su caballo el perro y el pájaro
jamás comprendieron
que el desierto
se les colaba por los zapatos.
Chile, 1980. Es poeta, productor de radio y televisión, investigador e historiador con estudios en Educación en Historia y Geografía y un diplomado en Guion. Ha escrito 20 libros que abarcan crónicas, investigación histórica y poesía. Fue coordinador y editor en la Editorial Universidad de Atacama (2017-2019). Entre sus obras destacan La patria asignada (Ed. Cuarto Propio, 2010), Zapatitos con sangre, 66 poetas del Fútbol (Cuarto Propio, 2017) e Introducción a la Historia (Cuarto Propio, 2022). Ha sido reconocido con la Beca de Creación Literaria del Fondo del Libro y la Lectura en 2018, y la Medalla Pedro León Gallo al Mérito del Gobierno Regional de Atacama en noviembre de 2022. Actualmente reside en México.