Selección: Diciembre y nos besamos

1 octubre, 2014

Con el poemario Diciembre y nos besamos, Paula Bozalongo mereció este año el XXIX Premio de Poesía Hiperión, uno de los galardones más prestigiosos de las letras hispánicas y todo un referente en la poesía española. «La voz de Paula es ante todo serena, diáfana y es necesario que nos fijemos en sus poemas para entender que ha nacido una poeta que deberemos tener en cuenta», señala Jordi Valls, quien también afirma: «Una voz la de Paula que se expresa con mucha madurez, sin un exceso de pirotecnia, la justa. Ha nacido una estrella que intuyo brillante y verdadera. El futuro en la poesía de Paula ya ha nacido.»


PARA QUE NO ME OLVIDES

En el cenit del tiempo
cuando la lluvia grita
y un relámpago vela
la habitación vacía,
se ha apagado la luz.

El techo se ha cansado
de sostener el agua
que pedirán las flores en abril.

Estamos en diciembre
y hay tormentas que rasgan
su duelo en el cristal
para que no te olvides
de quererme en invierno.

A LA IZQUIERDA DEL TIEMPO

Son números reales 
los días que queremos olvidar 
aunque estén escondidos 
a la izquierda del tiempo. 

Ya todo lo que tienes 
te recuerda a un instante
que quisiste dejar en el vacío
para que se volcara
sin demasiado empeño.

Todo a tu alrededor ha venido contigo. 

Inmóviles, callados, sin aliento, 
los únicos testigos  
te acusan a diario de impaciencia,
de no haberlo intentado suficiente.

Todo se ensucia aquí.

En esta habitación
que ha cambiado mil veces de apariencia 
siempre vuelve el desorden:
la lámpara, los libros, 
las sábanas, la ropa. 

Todos están de acuerdo en que vuelva el desastre.

Yo no quise quedarme sin todo lo que tengo
para empezar de cero.

Cero de todo es nada.

Para contarte lunes a distancia, 
por celebrar las nuevas tradiciones que nos salven de lo que ya no existe, 
y levantar un puente 
donde nunca hubo agua 
sin mirar hacia abajo.

Yo he nacido en el agua de este río, 
todo lo que conservo 
se oxidó en este cauce,
todo lo que perdí 
lo arrastraron las aguas del deshielo,
y lo poco que quede 
me espera en un meandro.

No hay cambios de sentido que no vuelvan atrás, 
no puedes empezar de cero desde ayer.

Han llegado los días 
de los sueños sencillos.

SARAJEVO

Respira la posguerra,
la tristeza te observa, muda y deshidratada,
y continúa jugando al ajedrez,
buscando en la partida
el valor defensivo de su rostro.

Luego llegan sus hijos,
cansados de sentir el llanto del abuelo,
la nostalgia del padre,
y pintan las fachadas de azules estridentes,
de fucsias desbordados
como pasiones ciegas.

Son colores que esconden
el humo de los días,
los diarios de guerra de un hermano,
el llanto inconfundible de cada once de julio
cuando estampa su brillo en las banderas,
relucientes en nombre de una paz
que ha sido el territorio de la muerte.

Pero todo está aquí,
la destrucción me mira en Sarajevo,
luego sigue jugando al ajedrez.

ANA Y LOS HOMBRES BUENOS

Cada muerte es la tuya,
hay miles cada día,
y en su fugacidad 
como caricias negras 
me he acostumbrado al llanto.

Si pienso en las historias
que siempre me contabas
me recoge el silencio.

Caminas a mi lado
atravesando el Parque del Oeste.
Si el tiempo se complica,
alargo un parpadeo y continúo.
Tú te vas al saber 
que no renuncio al día.

A veces la mentira es sólo un juego
para que me acompañes.

He querido engañarte
y que vuelvas mañana.
Eso que yo prefiero
no saber todavía 
él lo ha aprendido ya.

Presume indiferente,
desertor de la prisa,
respira muy profundo
con un sonido ronco.
El daño es la victoria 
de no ser el sicario del dolor. 

Aprendió que ventaja 
es el tiempo que resta 
para volverla a ver.

Ana siempre se escribe varias veces.

BERLÍN

Serena y contundente,
delicada, sencilla,
no se esconde de nada.

Heridas, cicatrices,
todo el llanto está en ella,
las balas han hundido
su recuerdo en la piedra
a la entrada del Altes.

Después vuelve la calma,
humo blanco guardado entre las manos,
efectos secundarios del amor en invierno.

Despacio, débilmente,
sobre pocos apoyos
y con menos palabras,
Galería Nacional.

Siente el miedo en el Reichstag,
el calor en los bares,
y febrero se aleja
flotando a la deriva,
ahora que pasó el barco
para romper el hielo.

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Granada, España, 1991.
Poeta, autora del poemario Diciembre y nos besamos, con el que mereció este año el XXIX Premio de Poesía Hiperión.

Es estudiante de arquitectura en la Universidad Politécnica de Madrid, sin descuidar su formación literaria desde que a los quince años publicó su primer relato.

Combinando ambas disciplinas (arquitectura y literatura) ha trabajado en la realización de proyectos de escenografía de La vida breve, de Manuel de Falla, y El gran teatro del mundo, de Calderón de la Barca, en cursos organizados por la Universidad de Granada y el Festival Internacional de Música y Danza, también de Granada,

Es antóloga y prologuista de A las órdenes del viento, de Raquel Lanseros.