Selección poética

1 diciembre, 2010

El verso libre y una prosa que persigue la sonoridad y rapidez verbal, la violencia en la palabra y el significado inmediato, son los dos estilos de esta poesía, en las que el autor hace referencias, entre otros aspectos, a símbolos de la libertad, al sometimiento mítico de promesantes indígenas y a las ceremonias de cantos después de una guerra para evocar la felicidad.


Eva tierna con zócalo rojo

Escribamos sin sol al borde de la llama: verde es la luz y tibia la oscureza del paraíso. La palabra poseída ambienta distanciándonos, cercándonos: negro y luna, trópico y fuego. Describamos. Teclea el índice que la palmera ya está en la mañana, la palmera está en el biombo y el bambuco, la palmera está en el primer día y en su nombre. Verde manglar: florecita amada, florecita tornasol, florecita crepuscular. Rubén Darío amaneció en León de Nicaragua: vomita, eructa, defeca, refunfuña, palidece y muere. Verde oscurantez: mexica obsidiana, mexica tibia, mexica picosa, mexica reina, mexica pirámide. A las nueve te veo, es posible, sin retraso estaré. Originaré nuevamente  otro error. La mañana tropicaliza palmerosa y correspondida. La letra redondea, sacrifica el umbral. La letra huele a chinche chorotega, a pulga totonaca. La letra sugestiona fertilidad complacida, hembra  turbia, verde cálida. Se pudo amar, se debe con frecuencia deslindar el paraíso.

De Otras después de Eva (1991)

Mi casa se dirige hacia el sur

Nican náhuatl: Nicaragua.
Hemos llegado entregados al tiempo.
Otro no: el mismo sueño entre espadas.

El sol crece y se encamina.
Siglos desgajan su luz corriente abajo.
Permanente habitante del espacio.
Los viejos saludaron al sol y los niños
lloraron a nuestro Dios que se va.
Adiós, Itzamná. ¡Oh, Padre Sol!

Según Remesal los indios chiapas
regresaron de tierras nicaraguas.
¿Convencidos de que el sol es el mismo?

Hemos vuelto a ver lo que nos representa.
El aire herido.
El círculo de la vida cotidiana.
La mujer de ovarios frescos
y la luz de sus ojos.
Busco las estrellas detrás de mí.

Afortunado el que cruza la muerte
y nos trae el nombre
de lo que modestamente pudo ver.
¿Quiénes presagian la llegada?
¿El canto del cenzontle?
¿Una mariposa que se hunde en el patio?

Las piedras sueltas arquitecturan
más que las palabras y el número.
El surco orinado por Ixchmel florece.

Corre el barro en la sangre, aluvión
que el sol tuesta sobre su pecho.
Nuestra insurrección es el hambre
aumentada por el fuego.
Tierra ardiente, diferida, la victoria
Hemos vuelto a ver.
Las pirámides están aquí, aún son nuestras.
Las pirámides y las nubes y la geometría.
El atrio profundo hecho tumba
pulsa este paraíso entintado
de sedientas guacamayas.
Las pirámides hablan por la tribu.

Me llevaré a mi mujer que es todo
y a sus hijas que completan su llanto.
El mecapal honrado resiste
la carga de las estrellas.
Me llevaré la palabra que es mía:
«Te quiero, yo te quiero
fuego del día, sol no te vayas».
Los nicaraguas aún cantan.

De Hospedaje de la pirámide (1992)

El vuelo del quetzal

Una línea azul atraviesa
el círculo rojo. Abajo
el verde desciende bruscamente.
Adentro de su ojo
rodea la hermosura
reconoce su tierra.
Lluviosa tierra de caracoles tiernos
Lluviosa tierra de caracoles negros
dóciles a la humedad que los guía.
Los mayas del sur gozan sus palabras
reverdecen el limo en sus hojas.
El quetzal custodia su muerte
refresca el aire su agonía.
Todo bajo su vuelo
es sueño líquido atrapado
es aire de agua sin trono.
¿Del sur llegaron los quetzales?
Paladares de cauce dulce pregonan
una brisa de amor perdido.
El tlatoani revuelve su piedra
empollando la selva prisionera
¿Adereza su celo
con plumas de quetzalli?
El tlatoani desconoce la felicidad.
de su vuelo.

De Cantar mexica (1995)

Oración del Ahau Can

No hemos conocido reposo.
Tus escamas de rombos tornasoles
tu cascabel esbelto nos asusta.
Fuimos a Xptoval y no te encontramos.
En ese lugar comimos zapotes rojos.
Fuimos a Comalapa y tampoco estabas.
Nos asediaba el día que se levanta.
Llegamos a Yaiaguita, Ocothenago
Chicomuselo, Guaquitepeque
Zitala, Sihachac. Allá no estabas.
Te encontrabas en Yaxchilán.
A ese lugar que llaman Yaxchilán no fuimos.
El aguacero rompió en ventarrones.
Tu, Señor Serpiente, estabas con nosotros.

De Residencia cautiva (1995)

Palenque

Cronistas ausentes descubren la ciudad.
¿Hay que aceptar nuestras ausencias?
Este es Palenque, ciudad del pájaro-serpiente,
casa de piedra bajo un cielo oscuro,
ciudad amurallada para el tiempo
sin historias ni confidentes.
Este es Palenque, ciudad de la culebra despojada,
plantío de maíz que Ahpo Hel con sus manos cuidara
para justificar el cielo de los mayas.
En silencio la ciudad saqueada espera
al escriba, al orador, al artesano,
al sacerdote y su progenie, al dragón bicéfalo
y al pez que muerde la flor de lirio.
Este es Palenque, ruta de viajeros,
días de aventuras, polen que endulza al romántico.
La lluvia, el calor y el mosquito se recuerdan.
La pirámide, la inscripción y el símbolo
existen en el texto moldeado en estuco.
Este es Palenque, habitación de los muertos
interrumpida apenas por el Otulum rumoroso,
desprendedor de jades y caracolitos.
A través de la niebla la ciudad flota
sobre el Templo Encantado.
Al sur -dirán- queda el Templo de las Cruces.
Este es Palenque, linaje de prodigiosos chamanes
restauradores del cielo y la tierra.
Máscara solar adosada al sagrario.
Hemos dado mil caras al sol para que se contente,
para que se contenga del rayo y la venganza.
Démosles a los dioses nuestros nombres,
Cham Bahlum, K´an Xul, Xoc, Hun k´anleun,
y podamos rencontrarnos sin violencia.
Este es Palenque, ese, aquel es Palenque,
un hombre descarnado hecho tiempo.

De Vecindad entre ruinas (1996)

Canto triste para leerse
después de la guerra

Nace el sol
a vencer los peligros de la noche.
Sale para que surja otro imperio.
Emerge
como un nuevo rey.
Accede presidir nuestros lamentos.
Aún así, el sol saldrá mañana,
porque el es el trono,
porque el es la fiesta,
porque el es el tiempo.
Detrás del sol no vive nadie.
Si el sol regresa
es para que cada día exista.
Vedlo si amaneces,
porque el saldrá
para ver si eres libre.

De Somos habitantes de un mismo sueño (1996)

El gorrión doméstico
(Passer Domesticus; Linnaeus, 1758)

 A Sergio Ramírez Mercado
Un abrazo

En mi casa los gorriones molestan cuando se comen las frutas tiernas del aguacate. La flor germina en la molleja. Los espanto, pero ellos no entienden ese lenguaje de fantasmas. En el patio viven el paraíso. Muy enamorados reclaman competencias evolutivas compitiendo elogios desesperados por su hembra. Monógamos gregarios encuentran en el amor su prole; abren el día cantando para honrar su estirpe. Ave canora, tenor de las luciérnagas, pájaro cumplidor del cortejo. En todo momento disponen respiración liviana, calor de sangre y pico córneo para continuar la especie. Vuelan con suavidad sobre el dorso de su compañera para entregarle ternura bendecida por la estación lluviosa y la luz del verano; las machucan con delicadeza complacida, espolvoreándoles rito deseoso, polvo, polvito de oro sobre plumaje en gris mayor. Algunos niños lo nombran ave de la patria, sin embargo, exigentes tías lo han preferido con agrado como a un ruiseñor, porque ese passer, ese pássaro cuando se para a trinar, complace cualquier alcoba con melodía inacabable. Únicamente en la antártica los gorriones desprecian su libertad, en esos lugares no pueden volar a su antojo, ni coger insectos para satisfacer ligera dieta, hace mucho frío y les haría falta el sol intenso del calor primitivo de los girasoles. En esas gélidas latitudes sus huevos sufrirían mucho, se echarían a perder; necesitarían de una vara o de un báculo para poder pararse – os de Príapo – como tienen los perros esquimales que no necesitan despertar flujo hormonal con anticongelantes. Para los gorriones los árboles y aleros de mi casa son reserva ecológica, allí han encontrado refugio contra púberes tiradores y protección al vuelo de los gavilanes.

De Territorios (Inédito)

El hombre en la esquina rosada

A Hugo Gutiérrez Vega
Homenaje

Jorge Luis Borges entiende
lo que no es suyo es de otro:
quien pega primero, pega dos veces.
Lo que hizo fue adelantarse en escribir.
Y lo que no fue de él fueron ellas:
Leonor Acevedo, maternidad inquebrantable.
Epifanía Uveda, nana mimosa.
María Kodama, su último suspiro,
viejo testamento, heredera,
pretexto, lectura, insomnio,
ciega pasión sin dormitorio.
Desvestir, mudar, acicalar
a su padre, tutor,  maestro,
maniquí literario y apretarle
con fidelidad el nudo
de su corbata fue poca cosa.
Lo cierto es que Borges tuvo hembra al fin,
por poder, casándose sin edad, sin tiempo,
no mas para tapar el ojo al macho.
¾ Habla poco y pleitean mucho. Dicen.
Y Él, mas allá de la muerte y sus escritos,
urde soberbia mortaja en papiros
requisados sobre las brasas de Alejandría.

De Amerrisque (Inédito)

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Juigalpa, Chontales, Nicaragua, 1950.
Ha publicado en periódicos y revistas nacionales y extranjeros; aparece en varias antologías. Ha obtenido entre otros reconocimientos y premios, Mención Honorífica en el Premio Nacional de Poesía Jaime Sabines (Instituto Chiapaneco de Cultura/Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1989); Primer Lugar en el Premio Nacional de Poesía Balún Canan (Instituto Chiapaneco de Cultura y Casa de la Imágenes / San Cristóbal de la Casas, Chiapas, 1992) y Mención Honorífica en los Juegos Florales de la Primavera San Marcos, Chiapas, 1994.

Ha publicado Influencias y confluencias (1976), Otras después de Eva (1991), Hospedaje de la Pirámide (1992), Residencia Cautiva (1995), Vecindad entre ruinas (1996), Somos habitantes de un mismo sueño (1996) y Juigalpan Tierra de caracoles (2010).