Selección poética: Javier Alvarado
1 junio, 2024
POEMA TARDÍO PARA FRANCISCO
La vida de un poeta puede ser despedazada, pero la obra, trunca
Mario Benedetti, Prólogo a Poesía Trunca
pero intacta, queda, y al final se convierte en su vida. Y hasta
puede seguir creciendo, siempre y cuando nuevos jóvenes
se acerquen a esa poesía interrumpida, la enlacen
con su propia juventud, la continúen con su propia vida.
Yo soy más pobre que un gato. Si no encuentro la luz, la invento.
Chat de Mensajero Cibernético, Francisco Ruiz Udiel (1977-2010)
Yo no sé si es cierto
Pero alguien me vio llorar en un sueño,
A mí, el pequeño burgués, el proletario, el de izquierdas, el de derechas,
El intimista, el neobarroco, el de la poesía de la experiencia, el que escribe poemas muy adentro de mí, muy afuera de su propia carne
sin más revolución que la palabra
O el machete
Junto al campesino que va cargando el zacate que no se doblega al sol.
Yo no sé si es cierto,
Si vivo o muero permanentemente, aunque el alma indique que su estado es el de la orfandad de escribir,
De atar un caballo a las estrellas y luego soltarlo para galopar y dejar escarcha en las milpas, en las aldeas y en la sangre
Y decirte: ¿dónde estás hermana María, la costurera; hermano José, el que desprende y cose las suelas de los zapatos,
Hermana Asunción, la del quesillo, Hermana Clara, la hacedora de los indios viejos y los gallos pintos;
Hermano Sergio, el fabricador de máscaras del güeguense,
Hermana Toya, la vendedora de pitahayas?
Y aquí me dicen: aquí estamos y seguimos respirando por las calles y los laberintos
Donde hay un árbol que me toma en sus brazos, cuando hay madres y madres que muerden semillas. Suplicad la tierra.
Francisco: a dónde vas con tu escritura en las paredes
En aquella casa donde llegaba el vaho
De los lagos de Nicaragua,
Tu poema a las suicidas y esa invocación a volver a la infancia
Como el viento que entra en el erial sin nombre
Cuando te conocí en el 2005; haciendo figuras con las manos y los dedos en medio de la luna acalambrada.
Eras como un niño iracundo, escondiéndole la muñeca
A la nodriza de Dios;
Contemplando el resplandecimiento
En Estelí donde la muerte templó entonces
El ombligo de tu madre
Haciendo arabescos en el vientre y dejando una choreja de guanacaste para las futuras memorias en el agua.
Andrés se encarnó en ti y rehuimos a pertenecer a un par de antologías,
A estudios lóbregos sobre “como la muerte
Asoma con cierto vaticinio en los versos de los poetas jóvenes”.
Eras más pobre que un gato y ellos te dejaron entrar a las huestes de su reino,
Te dieron un espejo, una madeja y un plato para lamerte todo y unas nuevas uñas para escarbar en la metáfora.
Hay algo de leche en esa oscuridad y en la plegaria de un perro que quiere llenar nuestros labios de espuma donde mendiga la rabia.
Hay una esperanza concreta para tus dedos dispersos;
(Una luz que inventas)
Para iluminar el llanto en nuestro sueño.
CANTO EN MALACATOYA PARA LOS POLICÍAS
(HOMENAJE A MANOLO CUADRA)
Yo soy triste como un policía
Manolo Cuadra
de esos que florecen en las esquinas.
Voy a Malacatoya
A encontrarme con sus cañaverales
Y sus góticos atardeceres.
Voy por sus calles en busca de la tortilla y el quesillo,
Del indio viejo y sus fábulas de elote.
En todas sus esquinas
Soy triste como un policía.
Yo pierdo mi silbato y me encuentro con una mujer
Labrada en piedra y le pongo el alma en los labios,
Con una nostalgia de remedar el mar
Y llegar hasta Corn Island y de cumplir como Ulises;
La Manoleada de un exilio, de ser como el viento
Entre los malinches y regurgitar en el espacio
Como un astro inconsciente de su cosmos.
Aquí me acerco a la tierra en un destierro,
Un destierro de mar que no es mío y ya me alcanza,
Un destierro de sangre
Que me devuelve a la muralla insomne,
Al movimiento rápido de la gaviota
Por dominar
(La pacífica y caribeña) ausencia de los peces.
Este es mi memorial con sus versos y sus temibles utopías.
Todo el mar que envuelve a Nicaragua
Reposa en mi pecho
Como sus lagos de agua dulce. Sin cesar, escribo mis poemas
En las hojas de los bananos, dejo mis iniciales
En la corteza parda de sus troncos.
Voy a Malacatoya a encontrarme con su río
Y sus cañaverales. Hoy los gendarmes no le toman fotos
A poetas
En la tumba de Rubén Darío. Hoy te pongo el alma en la mano
Y libero todas las palabras
Como un volatinero. Hoy soy triste
Como un policía.
ORACIÓN POR ERNESTO CARDENAL
Señor,
Tú que ya recibiste a Marilyn Monroe,
A aquella actriz y a aquella empleadita de tienda que fue maga en el technicolor,
Que escuchaste los versos de aquel sacerdote trapense por su alma ya alejada de los reflectores,
Que pudiste ver su intención de que llegara al cielo con su vestido blanco
Y con la poesía que puede convocar a la redención de las rubias,
A ninguna mendicación por la piedra y por el mármol,
Por el último lápiz labial que quedó sobre la mesita de noche y que por aquellos versos, te fijaste en el
detalle del teléfono descolgado,
Tú que innumerables veces recibiste aquella súplica desde la voz de Ernesto y desde sus lectores
Recibe ahora a este clérigo que reescribió los Salmos
Desde su Revolución, y que, como el rey David, contempló el mundo en su discordancia y en sus afanes,
Que se dejó crecer la barba y el cabello para enraizar las hondonadas del otoño,
Y que usó una caña de guanacaste para apoyarse entre los pedregales y la sombra,
Entre los guerrilleros que cayeron muertos y se siguen cayendo con civiles y estudiantes en un coro de espesa sangre.
Vendrá una nueva ceremonia con sus odres y sus frutas,
Con su vino consagrado y las ansias de que su patria fuese libre
Y que ahora aguarda su lugar en la tormenta, en sus vientos frenéticos
Y en sus relámpagos que extienden sus brazos por los ríos y por el mar
Y que anega la barca desde donde predicarás por el archipiélago,
Bautizando el esfuerzo de los que se dejan calar por su nación y sin rendirse.
Creemos en Dios y en lo que hombro a hombro se nos viene:
Esa fiebre por ver el cielo nuevo y despejado.
Eran como las pláticas que no tuve, esa demarcación del texto en el exteriorismo,
Aguardando como la samaritana la revelación en el pozo;
Las imágenes que van y vienen bifurcándose en el hotel o en la sombra del gran lago
Cuando veíamos la isla de Ometepe en aquellos sueños,
Donde los volcanes rielaban
Y la noche parecía extraviarse en las orejas del güegüense
Y así vestido de albas nunca extintas, oficiabas los recitales como una celebración dominical
Y era el nuevo evangelio aquí en la tierra:
Porque al perderte, Ermesto, todos hemos perdido y nos parece remoto el tiempo de la Pascua;
Los talleres de poesía te recordaban con tu boina negra donde se posaban los guardabarrancos desde una cordillera
Y la historia de tu país, más grande y más amplia como la boca del Masaya,
Sigue bramando y sigue succionando todo a su interior: el agua de Nicarao,
La cabellera de Isabel de Bobadilla, el gesto mercenario de William Walker
Y esa cruz de palo, monárquica, rebelada a la fe como tú que te pusiste a cargar el saco repleto de pitahayas,
Viniendo del río San Juan, desde la finca de Coronel Urtecho
Y la luna y el coyote vengan con Pablo Antonio Cuadra a moldear la arcilla
Y otra vez los ojos de una muchacha se replieguen como astros en las rimas de Ernesto Mejía Sánchez,
Porque todos nos unimos con Joaquín Pasos en el Canto de Guerra de las cosas
Y con Ana Ilce Gómez en su barricada, allá en Masaya,
Y decimos Sobrevivo
Como Claribel Alegría y Carlos Martínez Rivas seguirá con su puesta en el sepulcro del amor resucitándolo cada tres días
Porque estamos con Leonel Rugama, todos, en una trinchera, cumpliendo años, Contemplando las tres décadas sin tus santos oficios,
Arrodillado ante Juan Pablo II escuchando las amonestaciones,
Caminando con tus sandalias de pescador y renovando tu Iglesia
Y aguardando todos que levantaras el cáliz lleno de hostias o las manos llenas de poemas en tu Solentiname,
En esta misa campesina ya fundada, ya cantada, ya luchada y por luchar,
Oficiando esta eterna misa por tu América,
por tu Nicaragua,
por tu gente.
Señor, tú que también puedes valorar literariamente y humanamente las obras, recíbelo.
En estos tiempos de otras revoluciones y de coronavirus.
A ti, que siempre te llamó para interceder por actrices y por su pueblo.
Contéstale ahora, tú, el teléfono.
MUERTE DE UN POETA NATURALISTA
Esta es la primera noche en que el anciano, tomando su meditada lámpara nos dirá:
“Hoy empieza el ayuno por Seamus Heaney”…
Entonces, nos levantaremos de la mesa y soñaremos con las migajas del banquete de la jornada anterior.
Ya no queda agua, ni siquiera una brizna de algún alimento para las aves pendencieras.
Es la nostalgia de un cosechador sobre sus piñones de saliva;
Un toro inmenso que va aguardando la puesta de sol para ir a resoplar con las luces del terruño.
Yo aguardaré el paso del calor al frio observando el prisma del hogar y la danza de las luciérnagas sobre los contornos ágiles;
sobre estas pequeñas epopeyas donde un labrador puede ser Ulises,
Mientras haya metáforas hibernando con los animales en sus madrigueras
O rebullendo en medio de un estanque junto a los huevecillos de los anfibios, copulantes en su furia
Mientras se encienda alguna chimenea y el humo arengue
Que hay poesía sobre los marjales
Una rapsodia para la hambruna mientras arrancamos inquisiciones a las estirpes de la hierba,
Un intervalo de voces que entran y salen de las cocinas,
Horneando alguna tarta de cerezas o de frutillas del bosque para que el viejo Seamus
Vaya satisfecho a reencontrarse con los muertos;
Con William Butler Yeats y las almas generadas,
Limpiándose los labios luego y entonando un credo que se hinche como una levadura sobre los aguajes y los páramos
Aunque no se tenga una litera en donde arrullar a la conquista,
Una espada gradual que vaya ascendiendo
Entre la grupa de plantas parasitarias,
Entre las cosas mortales que se culebrean por los campos de Irlanda,
Por donde avizora
El alpinista su último suspiro antes de tocar la cima;
Antes de encontrar el caldero con las monedas de oro y la continuidad del arcoíris,
Ese envejecimiento prematuro de nuestro pasado, de las clínicas boreales
En su tambor de carne viva,
Cuando en tu poesía oímos las detonaciones y los bombardeos en Belfast;
Y escuchamos también a una rana croar infinitamente en nuestro pecho, en nuestra cueva del azar
Demarcando fronteras, recogiendo pequeñas imágenes del condado de Derry para engarzar en nuestros parietales,
En nuestros riñones colmados, en nuestras manos que toman un azadón para cavar en la tierra,
Para pulir esa música de las asombradas esferas,
Esa inclinación de reencontrarnos con nuestras generaciones enterradas,
Dispuestas a retoñar ahora que te observo sonreírme destapando la botella de leche y beber a grandes sorbos
Esa lactescencia del mundo
Para saber que estamos solos,
Para saber que estamos solos,
Para saber que estamos solos,
En ese dolor hirviendo de los mares poseídos,
De la lluvia ancestral,
De la tiniebla coagulada que tintinea en la escarcha de los tejados
Como una antigua herida
Que sigue supurando
Los eriales en nosotros;
Esa marcha caduca de los espejos como un secreto del aire,
Como la pieza de cacería llevada en hombros, que con algo de nostalgia mira el paisaje dejado atrás
Donde te has quedado copiando imágenes de la tierra,
Plagiando entonces la muerte de un naturalista.
CARTA DE HIELO A ANAHÍ LAZZARONI HASTA EL FIN DEL MUNDO
Algunos poetas me escriben cartas
A.L.
donde me cuentan que deliran por el lejano sur.
En Ushuaia hay una montaña circulizada por la nieve
Los hombres no se atreven a escalarla pues dicen que allí termina
La fragata de los aires.
Algunas flores son raptadas
Para mantener el secreto del fruto.
Por las tardes, como si alguna mujer
Se sentara en la escarpada cima, caen copos
Como soplados de un diente de león. Fulguran presencias en el vacío,
Descienden celulares dioses desde el peso
De una torre
Que se desmorona a gran altura. También hay un oso
Que se pone a rugir para cazar peces en el cenit
Y allí se encuentran entonces la gravedad de un llamado,
El eclipse de las tundras
Y las constelaciones agrupadas en fila por la costa.
Siempre hemos escuchado reseñas sobre el final.
Desde niños las lecturas de la Biblia y el granizo cayendo sobre nuestros actos
O también la pesa de oro egipcio donde el corazón y una pluma versifican el juicio en medio de las claridades.
No imaginé que ese fin pudiese llegar a mí a través de una corriente helada,
El aguaviento batiendo las colas de las fieras
Y colocando un molino de ágatas en los dientes de los castores
O a través de la imagen de un trineo por la calle
Guiando a una poeta a un recital con el cosmos, aquí en la ciudad más austral del orbe, donde el tiempo es un gran barco
Y quizás nosotros esos pequeños botes salvavidas que seremos succionados a su adentro.
Hasta aquí entonces una alegórica visión del mar, olas que huyen y regresan hacia la
natalidad de la sangre,
Madres que buscan desesperadamente las islas del Atlántico.
Esta es Ushuaia con sus habitantes, sus turistas y sus mercaderes enmarañados al caos.
Entonces en una pequeña casa me detengo, ahí regurgita y silabea
El fuego de los hielos
Ahí contemplo a Anahí Lazzaroni en su casa de paridades claveteadas
Escribiendo junto a la imaginaria chimenea como un personaje atemporal,
Siempre tallando el papel
Como si fuese una madera, una costura, una armadura de pájaros.
Que regresarán y emigrarán a la aurora de las ramas.
Su pequeñez es solo el símbolo de un bisbiseo
Que puede originar una avalancha,
Una referencia epistolar
Para delirar con el fin del mundo
Y con su poesía de fulgurantes témpanos, allá en el Cono Sur.
PARA HACER EL AMOR EN PONELOYA
Para hacer el amor debe evitarse un sol muy fuerte sobre los ojos de la muchacha, tampoco es buena la sombra si el lomo del amante se achicharra para hacer el amor
Antonio Cisneros, Tercer Movimiento
No hay nada mejor que hacer el amor en Poneloya
Para llegar es necesario comer un gallo pinto,
Inquirir en el techo hasta encontrar esa ambrosía que irradia la pitahaya,
(El puñado de pétalos que fundan una boca una lengua unos pezones
Hasta decirse templo). El jugo de fruta es el mejor afrodisíaco,
Sobre todo si se quiere descifrar el deseo en los ojos de la doncella. Esa primera y última
imagen de tu cuerpo entrándome de a poco.
Celebro la sal. Celebro el agua; ahora que soy inagotable, que soy un rompeolas
Con esa certeza de la rotación o del naufragio; girándonos para vernos en la refracción de la
luz,
Exprimiendo el fuego de la pulpa, siendo entre los dedos el mejor lubricante, si la carne no
se abre,
Como la aldaba ante la ejecución de la mano, con un fondo de ultramar o de marimba.
No importa si el lecho marino es áspero o suave.
Uno de los amantes presidirá escarbar un lecho hondo
Para residir entre los caracoles y las tenazas lascivas del cangrejo;
Algunos más austeros sentirán blandas
Los caparazones húmedos de Las Peñitas;
Pero no emprendas la marcha
Ni el susto
Si te sorprende la acusación de una ola en la Peña del Tigre.
Es preciso caminar por la orilla e ir dejando la ropa excitada por descuido.
Nadie puede evitar el sol de la costa y que esta vez lastime el lomo
De algún amante
Dispuesto a desovar como los peces.
Hay que hacer el amor en todas las playas del mundo
Y dejar que los sexos se ahoguen y respiren
En ese diluvio genital y planetario.
Ven a este mar y húndete.
Escribe tu manual de instrucciones
Y haz el amor en Poneloya.
TESTIMONIO DE LOS ZAPATOS
Un hombre señalado por la muerte. Eccehomo.
Alfonso Quijada Urías
¿Quién puede recoger la biografía
fragmentada
de los zapatos?
Nadie puede hablar o protestar a través de las suelas,
De los colores y la materia prima o acaso vociferar alguna arenga que se desprenda del
masticar de un ave
O de una flor que abierta al rocío nos hable de su gracia, de su posible enjambre, de su
romanidad,
En el credo latinoamericano o más bien de una iglesia enraizada en los pobres,
En los tallos de elote que nos hablen del martirio de todos,
En el tiempo en que la temperatura traspasa las sacralidades del cuero o de la piedra
Y osáramos recitar algún verso o algún salmo en el entierro de Monseñor
Cuando las horas son oscuras y el sol decida aletargarse tras las cúpulas o tras las
columnatas del Palacio Nacional.
Debajo de nosotros hay puñados de tierra de El Salvador, de cada uno de sus
departamentos,
Del polvo del hogar, de la huerta abandonada,
Del miedo que no se puede contener, aunque la hostilidad nos conmute a vivir debajo de las
mesas
O escondiendo a los jóvenes y rememoremos el golpe del zapatero forjándonos una vida
útil
Para los posibles compradores.
Somos los calzados de los hombres y mujeres que soportamos sus pesos bajo el calor,
Bajo el regocijo de la misa de cuerpo presente y atestando la Plaza Barrios el 30 de marzo
de 1979
Y muy arriba de nosotros rezaban y comentaban el balazo al corazón
Y la sangre del Cordero y del sacerdote se unificaron para acoger las hostias dispersas
Para luego ser comulgadas ante los versículos del evangelio interrumpido
Y fueron los disparos y las bombas las que se repiten y se siguen repitiendo
Desde la persecución en el coliseo y las catacumbas;
Porque son circulares las caminatas. Fuimos abandonados y fuimos huérfanos en la
estampida del pueblo,
Entre la confusión y los llantos donde todo empieza a conmutarse como una quemadura,
Esa patria que no pueden destruir ni aun triturando sus escombros, sus luchas y sus faenas,
Hoy Domingo de los Ramos y las Palmas, la hemoglobina dividida
haciendo pares impares
La sandalia y el tacón,
el botín y la zapatilla,
La bota y la chancleta,
la alpargata y el mocasín,
La plataforma y la epidermis.
Algunos morimos y vivimos descalzos,
Prestos a asistir ante Jesús o ante una corte para un gran lavatorio.
EL HACEDOR DE COMETAS
pero sé que mañana serás del aire
José Watanabe
A Toño, el de Maya
Mi infancia estuvo traspasada por cometas
Rojas, amarillas, blancas, azules, verdes
Como aves en el cielo de la tarde. Toño solía
Confeccionarlas con virulí (unas delgadas cañas
Como los dedos envejecidos de una diosa)
Y papel de china repleto de alegorías y fabulaciones.
Pudieron ser velas de nave,
Alas de colibrí
O envoltorios de regalo;
Pero era seccionado y dispuesto sobre el rombo; geométrica flor de los puntos cardinales.
Mientras la goma de harina se secaba
Imaginaba un revoloteo
Conquistando la magnitud de un arcoíris.
Ahora que la calle pareciera estar desierta
Y que Toño ya no vive en la casa de Maya
Y que un trompo sigue girando enérgicamente
En el país de la nostalgia
Las recuerdo entre rondas, el escondido y el juego de la lata.
-Esa fue tu infancia. – me dijeron las cometas. -Tienes un hilo de poesía,
Te convertirás en él
Y sabemos
Que mañana
Serás del aire.
Para hacernos volar.
Poeta panameño. Ha obtenido varios premios y reconocimientos a nivel nacional e internacional como el Ricardo Miró, Mención Casa de las Américas de Cuba. Rubén Darío de Nicaragua, Mención Premio Mundial de Poesía Mística Fernando Rielo, Rey David de Poesía Bíblica Iberoamericana, Premio Internacional de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz, Dámaso Alonso por obra y trayectoria, entre otros.