Selección poética: Landsmoder
1 junio, 2024
Carátula presenta a sus lectores una selección de poemas del libro Landsmoder de Elena Salamanca. Traducido por Ryan Greene.
Hincada
toda la vida frente a la virgen y a la bandera,
desarrollé unas rodillas fuertes
para sostener a mi patria.
De la costra de mis rodillas nacieron
todos los hongos de la tierra.
Frente a la virgen y a la bandera, de rodillas, recé y canté.
Crecieron mis rodillas hasta echar raíz,
hasta ser árbol,
madera,
mesa,
cama,
muleta,
atril.
Aquel sostén de niños que morían y se convertían
en héroes y santos,
en héroes santos.
Alrededor mío crecieron todos los frutos de la tierra.
Cayeron al suelo y nacieron otros.
Tuve trigo,
tuve harina,
tuve pan.
Tuve hambre.
Y nada probé.
Kneeling
all my life before the virgin and the flag,
I grew some strong knees
to uphold my fatherland.
All the earth’s fungi bloomed
from the scabs on my knees.
On my knees before the virgin and the flag,
I prayed and I sang.
My knees grew until they sent out roots,
until they were tree,
wood,
table,
bed,
crutch,
lectern.
That brace for boys who died and were converted
into heroes and saints,
into hero-saints.
All the earth’s fruits grew around me.
They fell to the ground and others were born.
I had wheat,
I had flour,
I had bread.
I was hungry.
Galería de los héroes
I
Soy una reina de belleza
y tengo las tetas hinchadas de leche:
Mis pezones son vastos
para alimentar a las generaciones
nacidas y por matarse.
Un reportero me pregunta:
¿a quién admiro?
Yo me planto en la plaza
con mi tacón de charol,
caigo de hinojos
frente a la mujer con vestido de mármol,
respondo:
Yo admiro a los próceres.
Los próceres; de mi patria,
que tienen la nariz quebrada
y los ojos de concreto.
Yo quiero ser como ellos:
un busto sobre un pedestal.
Voy a cortarme las piernas y entregarlas a los lisiados.
Yo soy la reina:
Y tengo los pezones erguidos.
Con mi ubre hinchada alimento a la nación.
II
Mi árbol nacional tenía labios por raíces.
Sus labios chupaban todo lo que depositábamos en la tierra.
Sus flores no llamaban a abejas ni pájaros.
Mi árbol nacional daba frutos
constantemente
y constantemente
sus frutos se podrían.
o iban por ellos los niños ni las ardillas,
jamás los pájaros.
Todos se alejaban de nuestro árbol nacional
al verlo florecer nuestras vísceras.
III
Había un indio que era un cordero
y había un santo que era un lobo.
Los colocamos en pedestales,
los veneramos.
Porque está dicho:
solo los que no existen
merecen ser recordados.
IV
Te arrancaron los ojos
y colocaron en tus córneas vacías dos flores nacionales:
La orquídea que llora de día
y el galán que se inflama de noche.
Te lloraron también,
un poco.
Lo suficiente.
Nadie se toma en serio a los ciegos.
Pero no hay ciudad que se precie si en sus calles
un ciego no hace ruido con su lata de monedas.
Te colocaron una bandera en el pecho
y te dejaron en la tierra más fría de esta tierra.
Ciego:
Que el cielo te proteja y te ciele.
V
Las niñas se levanta la falda y paren.
Paren.
Paren niños delgados como ellas.
Apenas aprenden a caminar, los niños se caen.
Apenas hincan el diente en el pan, los dientes se caen.
El pan es muy duro,
los dientes son débiles,
los dientes son de leche, dicen las abuelas.
Los niños nunca han tomado leche:
ni siquiera una gota
se desprendió del pezón magro de la madre.
El calcio solo viene de la leche y de los huesos,
dicen las abuelas.
La leche está muy cara.
La leche está muy lejos.
Por lo tanto, los niños optan por los huesos.
Los niños comen los huesos,
mastican huesos,
van dejando un diente en cada hueso partido.
Pero el hueso tiene fuerza en la médula
Y la médula los va convirtiendo en unos niños enormes
malogrados,
ojerosos.
Ojos turbios.
Y los niños van mordiendo
lo que encuentran en el camino.
Muerden a los perros,
muerden a los gatos,
atrapan a las palomas,
les rompen las alitas,
y chupan cada hueso de la alita.
Tiran las membranas,
escupen los corazones de los pájaros.
Los niños van creciendo.
No son débiles como las madres.
Siguen encontrando en el camino a las vacas y los caballos,
encuentran los vehículos, rompen los cristales;
encuentran las casonas, rompen las rejas.
Y los niños,
con sus dientes astillados,
con sus dientes malcrecidos,
con sus dientes podridos,
van mordiendo lo que encuentran en el camino.
Y muerden,
sobre todo,
la mano que los alimenta.
Los niños muerden
incluso
la yugular de esa niña
que es su madre.
Gallery of Heroes
I
I’m a beauty queen
and my tits are swollen with milk
My nipples are vast
so I can feed the generations
newly born and soon to kili each other.
A reporter asks me:
who do I admire?
I plant myself in the plaza
in my patent leather heels,
I fall to my knees
before the woman dressed in marble
I answer:
I admire the founding fathers.
The founding fathers of my fatherland,
with their broken noses
and concrete eyes.
I want to be like them:
a bust on a pedestal.
I’ll cut off my legs
and hand them over to the war-wounded.
I am the queen:
And my nipples are erect.
I feed the nation with my swollen udder.
II
My national tree had lips for roots.
Its lips sucked up everything we deposited in the earth.
Its flowers didn’t call out to bees or birds.
My national tree bore fruits
constantly
and constantly
its fruits rotted.
Children and squirrels never went after them,
neither did the birds.
Everyone steered clear of our national tree
when they saw our entrails in bloom.
III
Once there was an indio who was a lamb
and a saint who was a wolf.
We put them on pedestals,
we venerated them.
Because the saying goes:
only those who don’t exist
deserve to be remembered.
IV
They ripped out your eye,
and on your vacant corneas they placed two national flowers:
The orchid who cries by day
and the gallant cereus who swells up by night.
They cried for you, too,
a little.
Enough.
Nobody takes the blind seriously.
But there’s no self-respecting city without a blind man
in its streets rattling his can of coins.
They put a flag on your chest
and they left you in the coldest earth on this earth.
Blind one:
May the sky please guide and guard you.
V
The girls lift up their skirts and give birth.
They give birth.
They birth boys who are thin like them.
Just as they learn to walk, the boys fall.
Just as they sink their teeth into bread, their teeth fall.
The bread is so hard,
their teeth are weak,
they are milk teeth, say the grandmothers.
The boys have never tasted milk:
not a single drop
flowed from their mother’s meager nipple.
Calcium comes only from milk and bones,
say the grandmothers.
Milk is so expensive.
Milk is so far away.
Thus, the boys opt for bones.
The boys eat bones,
they gnaw on bones,
they leave a tooth in every split bone.
But the bone holds strength in its marrow,
and the marrow keeps morphing them into giant,
scrawny,
baggy-eyed boys.
Muddy-eyed.
And the boys keep biting
whatever they find in their path.
They bite dogs,
they bite cats,
they catch pigeons,
they break their little wings,
and suck each of their little wing bones.
They discard the membranes,
they spit out the birds’ hearts.
The boys keep on growing.
They are not weak like their mothers.
Along the way, they keep finding cows and horses,
they find vehicles, they break the windows;
they find mansions, they break the bars over the windows.
And the boys,
with their splintered teeth,
with their misformed teeth,
with their rotten teeth,
keep on biting whatever they find in their path.
And they bite,
more than anything,
the hand that feeds them.
The boys bite
even
the jugular of that girl
who is their mother.
El cuerpo de la nación
I
Muchacho, amor
Voy a levantarte del camino,
muchacho sin casa.
Yo te condeno a este amor:
bésame las manos,
bésame los pies.
No te enamores nunca:
tengo una piedra por corazón.
Quítate los zapatos,
quítate la ropa,
párate ante mí:
arrodíllate,
baja la mirada,
ponte como un perro,
las rodillas y las manos contra la tierra
arquea esa espalda,
ténsala.
Bésame los pies.
Me subiré en tu espalda,
muchacho,
me pararé sobre ti.
Camina,
muchacho yo soy tu amor,
arrástrate,
sángrate las manos,
sángrate las rodillas,
mancha esta tierra.
Yo soy tu patria,
muchacho,
y te condeno a este único amor.
II
Cortejo
Voy a decirte un par de cosas sucias:
Voy a meter mis manos por todos tus orificios
hasta tus entrañas.
Voy a meterte las manos en los oídos
y sacaré los martillitos que te avisaban las campanadas
para despertarte,
los martillitos con los que construimos la civilización,
con los que golpeamos sobre los yunques
donde forjamos nuestras armas.
Voy a sacarte el corazón.
Rojo como mis besos,
rojo como tu lengua.
Tu corazón es una lengua que no para de latir.
Voy a arrancarlo con mis manos
y a colocarlo en mi bandera.
Tu corazón latirá en el centro de mi bandera
como un escudo,
como lato yo
y me dilato
mientras te digo estas cosas:
Voy a rajar tu estómago:
Meteré mi mano en tu ombligo
hasta encontrar tu cordón umbilical.
Voy a estirarlo
y lo sacaré de tu estómago
a través del mismo ombligo.
Porque deberías saber que nunca
debiste salir del cuerpo de tu madre,
que nunca debiste recibir por ese conducto
el alimento oxidado de esta tierra,
que nunca debiste
postrarte sobre el suelo y venir a ofrendarte a mí.
Con este cordoncito voy a atarte al mástil de mi bandera.
Es demasiado largo tu cordón umbilical:
tendré que anudarlo alrededor de tu cuello
como una hermosa corbata.
Porque eres el príncipe de mi tiempo
y, como buen príncipe,
debes vivir mientras seas hermoso.
Eres tan hermoso con tus ojos abiertos,
con tu boca abierta,
con tu ombligo abierto,
con tu ano abierto.
Voy a hacerte un par de cosas sucias.
Tal vez no te gusten.
Pero es el precio de la eternidad.
III
(corazón)
Y sirvieron en mi mesa un plato con corazones:
los corazones de todos los seres vivientes en mi tierra:
pájaros, sapos, hombres
y ratones.
Todos latían con sus arterias y sus ventrículos
y esas líneas azules y rojas que se dibujan
en las tareas de primaria.
Torné las servilletas
y limpié
las manchas
que los corazones dejaban en mi boca mientras latían:
eran unas manchas parecidas a otros corazones
y,
sobre todo,
parecidas a los niños que cruzan la calle
en busca de la escuela.
Body of the nation
I
Boy, love
I’m gonna pick you up off the street,
boy without a home.
I sentence you to this love:
kiss my hands,
kiss my feet.
Don’t ever fall in love:
I’ve got a heart of stone.
Take off your shoes,
take off your clothes,
stand before me:
get on your knees,
lower your gaze,
get down like a dog,
your hands and your knees on the ground,
arch that back,
tense it.
Kiss my feet.
I’m gonna get up on your back,
boy,
I’m gonna stand on you.
Walk,
boy,
I’m your love,
crawl,
bloody your hands,
bloody your knees,
stain this ground.
I’m your fatherland,
boy,
and I sentence you to this one love.
II
Courtship
I’m gonna tell you a couple dirty things:
I’m gonna sink my hands into every one of your orifices
until I get to your guts.
I’m gonna sink my hands into your ears
and rip out those little hammers
that rang with the church bells to wake you,
the little hammers with which we built our civilization,
striking them against the anvils
where we forged our arms.
I’m gonna rip out your heart.
Red like my kisses,
red like your tongue.
Your heart is a tongue that never stops pulsing.
I’m gonna tear it out with my hands
and put it on my flag.
Your heart will pulse in the center of my flag
like an emblem,
like I pulse
and I dilate
as I tell you these things:
I’m gonna slice your stomach:
I’m gonna sink my hand into your navel
‘til I find your umbilical cord.
I’m gonna stretch it
and I’m gonna rip it from your stomach
back out through that very same navel.
Because you ought to know that you never
should’ve left your mother’s body,
that you never should’ve absorbed
the oxidized nourishment of this land
through that conduit
that you never should’ve
fallen prostrate and come to offer yourself up to me.
I’m gonna use this little cord to tie you to my flag pole.
This umbilical cord of yours is too long:
I’ll need to knot it around your neck
like a beautiful necktie.
Because you are the prince of my time
and, like any good prince,
you ought to live as long as you’re beautiful.
You’re so beautiful with your eyes open,
with your mouth open,
with your navel open,
with your anus open.
I’m gonna do a couple dirty things to you.
Perhaps you won’t like them.
But that’s the price of eternity.
III
(heart)
And at my table they served a plate of hearts:
the hearts of all my land’s living beings:
birds, toads, men
and mice.
They all pulsed with their arteries and ventricles
and those blue and red lines drawn
on elementary school worksheets.
I took the napkins
and wiped off
the stains
the hearts left on my mouth as they pulsed:
they were stains that looked like other hearts
and,
more than anything,
they looked like children crossing the street
on their way to school.
Sobre el traductor
Ryan Greene es un traductor, poeta y «book farmer» de Phoenix, Arizona. Es co-conspirador en F*%K IF I KNOW//BOOKS [www.fiikbooks.org], y ha traducido colecciones de Elena Salamanca, Claudina Domingo, Ana Belén López, Giancarlo Huapaya y Yaxkin Melchy, entre otros. Desde 2018, ha facilitado los talleres de fabricación de libros de Cardboard House Press Cartonera Collective en Palabras Bookstore.
Elena Salamanca, San Salvador, 1982.
Escritora e historiadora. Ha publicado La familia o el olvido (2017 y 2018), Peces en la boca (2013 y 2011), Landsmoder (2012) y Último viernes (2008). Sus libros más recientes, Claudia Lars: La niña que vio una salamandra (2020) y Prudencia Ayala: La niña con pájaros en la cabeza (2021) son los primeros dos volúmenes de su "Colección Siemprevivas", una serie dedicada a las historias de más de 40 mujeres que nacieron o vivieron en El Salvador entre los siglos XVIII y XX. Su trabajo ha sido traducido al inglés, francés, alemán y sueco. Desde 2009, ha combinado literatura, performance, memoria y política en el espacio público. Es candidata a doctorado en Historia por el Colegio de México, y su tesis investiga las relaciones entre la unidad centroamericana, ciudadanía y exilio. Obtuvo su maestría en Historia por el Colegio de México (2016) y por la Universidad de Huelva, España (2013).