Selección poética

1 octubre, 2023

Yo le pido a mi madre que cante

Ella comienza, y mi abuela se le une.
Madre e hija cantan como niñas pequeñas.
Si mi padre estuviera vivo tocaría
su acordeón, balanceándose como un bote.

Nunca he estado en Peking, o en el Palacio de Verano,
ni en el gran Bote de Piedra mirando
cómo empieza a llover en el Lago Kue Ming,
y cómo los campistas huyen por el pasto.

Pero me gusta oír ese canto;
cómo los lirios acuáticos se llenan de lluvia
hasta volcarse, derramando en agua el agua,
oscilando, para llenarse de nuevo.

Ambas mujeres han empezado a llorar.
Pero ninguna detiene su canto.

De las flores

De estas flores vienen
estos duraznos envueltos en papel marrón
que le compramos al muchacho
en la curva de la carretera donde doblamos hacia
los letreros que decían Duraznos.

De las cargadas ramas, de las manos,
de la dulce comunión en las cajas de madera,
viene el néctar a la carretera, suculentos
duraznos que devoramos, incluso la polvosa piel,
viene el polvo familiar del verano, polvo que comemos.

Oh, llevar lo que amamos en nuestro interior,
cargar un huerto en nosotros, comer
no solo la piel, también la sombra,
no solo el azúcar, también los días, sostener
la fruta en nuestras manos, adorarla, y morder
el redondo júbilo del durazno.

Hay días que vivimos
como si la muerte no estuviera
de fondo; de alegría
en alegría en alegría, de ala en ala,
de flor en flor a
imposible flor, a dulce e imposible flor.

Epístola

De la sabiduría, espléndidas columnas de luz
despertando dulces frentes,
yo no se nada,

sólo lo que he atisbado en el más esperanzador de mis ensueños.
De un mundo sin fin,
amén,

yo no se nada,
sólo lo que canté una vez con los demás,
todos nosotros de pie en la sala abovedada.

Pero hay sabiduría
en el momento en que un niño
se sienta en su cuarto, y escucha

el sonido del llanto
proveniente de alguna otra habitación
de la casa de su padre,

y ese niño era yo, y él
escuchaba sin entender, y de pronto estuvo asustado
por cómo el llanto monótono parecía risa.

Todo esto mientras el medio día se volvía vasto,
mientras los rayos solares y el reloj
daban a luz a la melancolía,

y antes que los días se vaciaran,
el sol creciera terrible, el reloj se detuviera,
y la melancolía se rindiera ante el duelo.

Todo esto
en una hora muerta de un día muerto,
entre puertas cerradas para la siesta o la oración.

¿Quién estaba llorando? ¿Por qué?
¿El niño se durmió?
¿Él huyó de esa casa? ¿Ahora está ahí?

Antes que todo quede asolado, déjenme decir
hay sabiduría en la pálida hora
que llega entre dos sombras.

No es celestial y no es dulce.
Se acompaña de constante llanto humano
y dos surcos gemelos entre las cejas.

Pero es lo que yo sé,
y por eso puedo decirlo.

Visiones e interpretaciones

Porque este cementerio es una colina,
debo subir para ver a mis muertos,
y detenerme a mitad del camino para descansar
al lado de este árbol.

Fue aquí, entre la anticipación
de cansancio y el cansancio,
entre el valle y la cumbre,
que mi padre bajó hacia mi

y subimos cogidos del brazo hasta la cima.
Él acunó el ramo que yo había traído,
y yo, un buen hijo, nunca mencioné su tumba,
erigida como una puerta tras de él.

Y fue aquí, un día de verano, que me senté
a leer un viejo libro. Cuando levanté la mirada
de la página iluminada por el día, tuve una visión
de un mundo por venir, y de un mundo por marcharse.

La verdad, es que no he visto a mi padre
desde que murió , y no, los muertos
no caminan del brazo conmigo.

Si les llevo flores, lo hago sin su ayuda,
las flores no siempre brillan como antorcha,
pero a menudo pesan como periódico mojado.

La verdad, es que un día vine aquí con mi hijo,
y descansamos junto a este árbol,
y caí dormido, y soñé

un sueño que, cuando mi hijo me despertó, conté.
Nadie de nosotros entendió.
Luego subimos.

Incluso esto no es exacto.
Permítanme comenzar de nuevo:
Entre dos penas, un árbol.
Entre mis manos, crisantemos blancos, amarillos
crisantemos.

El viejo libro que terminé de leer
lo he leído una y otra vez.

Y lo que está lejos se acerca,
y lo que está cerca se vuelve más querido,

y todas mis visiones e interpretaciones
dependen de lo que veo,

y entre mis ojos está siempre
la lluvia, la migrante lluvia.

(De Rose, 1986)
Poemas traducidos por Marco Antonio Murillo

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Es un poeta y escritor nacido en Yakarta, Indonesia, en 1957, de ascendencia china. Su familia emigró a Estados Unidos tras huir del régimen anti-chino de Sukarno. Lee es conocido por explorar temas de amor, familia, identidad y exilio en su poesía. Su primer libro, "Rose", ganó varios premios y es ampliamente aclamado. A lo largo de su carrera, ha recibido numerosos honores, incluyendo becas de la Fundación Guggenheim y la Fundación Nacional para las Artes. Su obra refleja la intersección de culturas y experiencias personales, convirtiéndolo en una voz única en la literatura contemporánea.