Severo Sarduy, poeta: Las desmesuras del equilibrio

1 febrero, 2008

“Dispersa en revistas, periódicos, memorias de congresos y en libros no lo suficientemente distribuidos, la obra literaria de Sarduy sigue siendo hoy, para muchos, una rara avis, más especulativa que cierta.”


En un ensayo ya clásico, “El barroco y el neobarroco”, incluido en un volumen colectivo titulado América Latina en su literatura, Severo Sarduy (Cuba, 1937-Francia, 1993) definía en las primeras líneas el concepto de lo barroco en estos términos: “Fue la gruesa perla irregular –en español barrueco o berrueco, en portugués barroco-, la roca, lo nudoso, la densidad aglutinada de la piedra –barrueco o berrueco-, quizá la excrescencia, el quiste, lo que prolifera, al mismo tiempo libre y lítico, tumoral, verrugoso…” En el mismo ensayo, al definir lo neobarroco, destacaba el cubano el feroz logocentrismo de esa expresión literaria, verborrea que, como el fanatismo religioso que enmarcó al barroco –inspirado e instigado por la Contrarreforma de Felipe II-, deriva en una pirotecnia lingüística sensual, voluptuosa, que no dice nada y, sin embargo, lo transmite y los transmuta todo.

Pocas obras literarias han llegado a tener tan clara conciencia de sí mismas y de su naturaleza como la de Severo Sarduy. La complejidad estilística, el alarde técnico, el virtuosismo discursivo, esconden a la perfección la robustez de la espontaneidad y el goce descaradamente autocomplaciente del escritor ante su trabajo.

Dispersa en revistas, periódicos, memorias de congresos y en libros no lo suficientemente distribuidos, la obra literaria de Sarduy sigue siendo hoy, para muchos, una rara avis, más especulativa que cierta. Obras I-Poesía (Prólogo de Gustavo Guerrero. Fondo de Cultura Económica. Colección Tierra Firme. México, 2007. 209 pp.) representa un acontecimiento por lo menos doble, a saber: es el primer volumen de un proyecto editorial que pretende publicar la obra completa del cubano, y reúne en un solo tomo, parco y elegante, los libro de poesía del multifacético escritor –aunque, reitero, aún hay obra de Sarduy dispersa en publicaciones de América y Europa, que tiene que ser debidamente reunida y fijada-.

Conocido por sus brillantes ensayos y sus neobarrocas novelas, Sarduy no ha sido tan conocido, mucho menos apreciado, en su labor poética, aunque fue en la poesía sin duda, donde el cubano desplegó con mayor vigor, que no siempre con rigor, su instinto neobarroco; quiero decir, fue en la poesía en la que se entregó con mayor libertad a la creación de un discurso neobarroco menos calibrado, menos intelectualizado, perro en compensación más espontáneo y consciente de sus limitaciones.

La experiencia narratológica en Sarduy está cargada de juegos de significados y significantes trastocados en su función expresiva, vueltos imitación, farsa o anulación de la cosa o la idea representadas, a más de estar construida sobre los cimientos de intelectualismos complejos y exacerbados, materia viva con la que el autor jugaba, entre otras cosas, a esconder el mensaje, la moraleja –si acaso existe algo como moraleja en la narrativa de Sarduy-, en un bosque de guiños de ojo y simulaciones, de gestos y actitudes unidimensionales que se pierden en la maraña de referencias multidimensionales que se apropian del discurso narratológico.

La experiencia ensayística, en oposición pero también en complemento a la narratológica, desenvuelve un logicismo implacable, hiperrealista a ratos y a ratos mordaz, bromista, que explica con rigor, paciencia y lucidez cuestiones estéticas, éticas, históricas, que observa, analiza e interpreta con brillantez temas literarios y “banalidades” de la moda, el placer refinado y la anécdota trivial. El ensayo como una actitud y una aptitud del pensamiento.

La experiencia poética se apropia de la narratológica y la ensayística y se ríe de ellas, las ironiza y se ironiza. A sabiendas de su muerte, debido al padecimiento del síndrome de inmunodeficiencia adquirida, Sarduy escribe unos “Epitafios” teratógenos. Uno de ellos dice: “Aquí reposa burlón,/ ángel de la jiribilla,/ el mago de la cuartilla/ y hasta del más puro son./ Un trago de ron peleón,/ un buen despojo, una misa/ y un brindis seco y sin prisa/ para aplacar a los dioses/ ausentes, sino feroces:/ ¡Al que se murió de risa¡” Versos teratógenos porque crean y re-crean al monstruo poético capaz de burlarse de sí mismo, de su condición de muerto en vida, pero vivo en la muerte.

Desde sus primeros poemas, desde los Poemas bizantinos, escritos en pleno apogeo del boom narrativo hispanoamericano y del neobarroquismo cubano con sus cuatro jinetes del Apocalipsis –Guillermo Cabrera Infante, José Lezama Lima, y Alejo Carpentier conforman, junto con Sarduy, esa tan singular e irrepetible generación-, el autor realizó siempre en su poesía una disección y un diagnóstico del poeta y su función creativa: “Frescos los ojos tiene y clara la mirada./ La voz, en el vacío, al silencio convoca/ porque sólo él conoce el secreto del habla.”

La poesía, acto de confesión, de liberación, encuentra en Sarduy una mezcla de goce y burla, de desengaño y credulidad.  La poesía del cubano se libera al “entregarse” a la rigidez de las formas barrocas –sonetos, seguidillas, etcétera-, y se autolimita al entregarse al verso libre y a la ideografía. Para Sarduy, la poesía es un desafío al delirio de la libertad caro a las sociedades occidentales de la segunda mitad del siglo XX. El soneto, tan trabajado por él, revela un orden estricto en el que caben todos los excesos, un orden irónico, que estalla por dentro y mantiene su equilibrio.

La libertad como goce necesariamente interior, el intelecto como arma personalísima que no hiere, sino que recrea y, al recrear, desestabiliza, desorienta, Un testigo perenne y delatado se titula una de las colecciones, colección de sonetos y décimas, homenaje y burla a los escritores místicos y a los vanguardistas. La libertad de Sarduy es experiencia intelectual, intención creativa, acción íntima reflejada en la construcción cuidadosa del estilo: “De cuantos hombres Dios ha reclamado/ a su diestra, ninguno tan preciso/ en su misión: la de nombrar lo que hizo/ el creador torpe y apresurado.”

Corregimos al Altísimo al corregirnos; la lucidez abruma y enceguece, pero no anula nuestra percepción del mundo. Más bien la amplía. La lucidez borgesiana admirada y embromada por el cubano, porque la lucidez se sedimenta, se trueca en un capricho divino: “Necesitaba el Hacedor supremo/ de un humano hacedor, austral y ciego.” Junto a la tragedia, lo inexorable y lo establecido, sonríen la comedia, el azar y el caos.Para algunos, Sarduy fue un escritor confuso; para otros, tecnócrata. Ambas, lecturas superficiales, erróneas. Difícilmente hay ahora escritores con la valentía y la convicción que tuvo Sarduy para hacer la extroversión de sí mismo a través de una obra “introvertida”, entendida de que su erudición, su exquisitez creativa, eran en sí mismas un provocación, una ruptura con la miopía que pretende encasillar la literatura en discursos inmediatos. Poesía que es crítica de la poesía, cuestionamiento y reafirmación a un tiempo del quehacer literario.

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Managua, Nicaragua, 1972.
Poeta y ensayista nicaragüense . Licenciado en lengua y literaturas hispánicas por la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam). Ha colaborado en diversas revistas culturales de su país (Cultura de Paz, Decenio, El Pez y la Serpiente), así como de México (Diturna, Alforja de Poesía, Cuadernos Americanos). Publica artículos y ensayos de crítica literaria y de cine en el periódico El Nuevo Diario, de su país, y en la revista virtual Carátula, del escritor nicaragüense Sergio Ramírez. Ha participado en el 4º Encuentro Internacional de Poesía Pacífico-Lázaro Cárdenas (2002), en Michoacán, en el Primer Encuentro Internacional de Escritores Salvatierra (Guanajuato, 2004), en el 8º Encuentro Internacional de Escritores Zamora (2004), en Michoacán, en el Libro Club de la Fábrica de Artes y Oficios de Oriente (2004), como invitado especial en el Tercer Encuentro Regional de Escritores Salvatierra (Guanajuato, 2004), y en el Segundo Encuentro Internacional de Escritores Salvatierra (Guanajuato, 2005). Radica en México, D.F.