Textos de Ricardo Martin

1 agosto, 2008

PENULTIMO INFORME

Tengo ahora escasa popularidad a bordo.  La tripulación, imitando el desdén del Almirantazgo, me ha dado la espalda.  Se afilan las cuchillas.  A lo largo de estos dos últimos meses de desgracia no pude equiparar mis proezas con las que históricamente esculpieron mi prestigio.  ¿La razón?  Falta de apoyo logístico.  Pero mis desleales prefieren ignorarlo; no es este un barco razonable.  La obediencia que se me debe le fue transferida al alto mando que me abandona.  Así como se extingue la luz hacia la noche, se esfumó la solidaridad.  Se afilan también las hachas.  Intento ingresar en la ruina con dignidad, pero mi entereza ofende. Son irrespetadas mis extremidades.  Estas y otros pedazos de mí van a parar al agua oceánica.  La marinería firma con el poder un pacto de sangre, con mi sangre.  Precedidos por mi corazón (más pesado a causa de las decepciones que lo tripulan), mis segmentos se resisten a dispersarse.  Durante el hundimiento, mis ojos graban en folios de arrecife los rostros de aquellos infames.  Porque querrá recordarlos mi justicia cuando estas partes mías dispongan reunirse y ser nuevamente yo.

EL MITO DE LOS BARCOS FANTASMA

Antes contaba con los auxilios de la razón, pero ya no tengo argumentos para negar la existencia de los barcos fantasma.  No tengo razón.  Hemos sido derrotados y ahora la oscuridad y otros factores han borrado nuestras cartas de navegación.  Me visto de gala, subo a cubierta e intento vociferar una explicación racional de lo acontecido.  Es imposible.  Resuenan todavía los cañonazos y los ayes y los mástiles quebrándose, y es evidente que navegamos en sentido contrario.  Mis valientes degollados no me prestan atención.  Cae mi voz por la borda de mis labios y se ahoga en el espacio.  ¿O en el tiempo?  Ya no importa.  Junto a nosotros y en sentido correcto pasa un gigantesco navío diseñado dentro de doscientos años.  Su tripulación nos observa con estupor y espanto.

ESCRIBIRA ACERCA DE MI

Llueve en la estancia sobre las tres mil vacas.  Miro la lluvia con nostalgia.  Soy Sofía Lange, mi abuela materna.  De chica fui alemana.  Eduqué a mis hijos en París para que me llorasen en francés.  Todo saldrá mal.  Los campos serán atomizados por la ley de la herencia. Tres González Lange dilapidarán mi fortuna en mesas de póker.  Y mi nieto, yo, que no sabrá nada de estancias ni de vacas, escribirá acerca de mí.

EL SILLON

El sillón estaba sentado.  Era mi abuela.  Abuela continuaba en la caña y en la felpa.  Nos observaba.  ¿Qué ha pasado desde que morí?  Escombros.  Deberían cuidar más la casa.  Pastos altos, divorcios, paredes rajadas, malos parentescos.  La casa es el honor.  Un temporal lo arrastró por el jardín, lo puso patas arriba.  Siete años estuvo así.  Después vino un camión de muebles usados compro. Pusieron el piano encima de la mesa y a Abuela encima del piano.  No volví a saber nada del sillón.

LA MARIPOSA

Para la mariposa el vidrio es aire congelado, tiempo en el que ya no vuela el tiempo.  Con sólo posarse en él, simula la eternidad.  El señor González se ha quedado mirándola, como eternizado en ese instante inmóvil y amarillo que se posó en la ventana del Ministerio.

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Nació en Argentina. Hasta 1976, era todavía un joven que trabajaba en publicidad en Buenos Aires y dirigía allá un taller literario. En el año 1977 llegó a Costa Rica. Marín se define como “el joven escritor más viejo del mundo, aunque también el más desconocido”. Su primera novela “Los ojos y la boca” fue publicada por Editorial Losada en 1970, porque ganó el primer premio del 40mo Aniversario de la Sociedad Argentina de Escritores y Ernesto Sabato se la recomendó a Losada. Luego 37 años después publicó una segunda novela titulada “La mujer barbuda”, obra finalista del Concurso de Novela “Clarín-Alfaguara”. Actualmente dirige talleres en Costa Rica, como una forma de repetir una experiencia tallerística que empezó cuando a sus veinte años fue alumno de Sábato y Augusto Roa Bastos.