Tomás Ruiz: Filósofo y primer doctor indígena centroamericano (1777-1819)

1 octubre, 2024

Carátula presenta a los lectores este ensayo sobre la figura de Tomás Ruiz, el primer doctor en derecho canónico de origen indígena centroamericano, nacido en la ciudad de Chinandega, Nicaragua.

En el número 289 del volumen 7 de la Gazeta de Guatemala, 1803-1804, encontré un título revelador: Exámenes de filosofía en el colegio de León, tenidos por Indios. El texto era de media página. Se trataba de una lista de disertaciones de los estudiantes del Colegio Tridentino de León, Nicaragua. Estaban a cargo del Catedrático substituto de filosofía D. Tomas Ruiz y D. Juan de los Santos Zuazo, uno de los sustentantes. El documento mencionaba que estos catedráticos eran Indios puros de aquella provincia, el primero bien conocido en esta capital como familiar que fue del Ilmo. Sr. Arzobispo difunto D. Juan Félix de Villegas. Tomás Ruiz estaba a cargo de los exámenes de lógica y metafísica. Los temas abordados fueron sobre la inmortalidad del alma, argumentos para demostrar la existencia de Dios y refutar algunas ideas ateístas; a cerca de la relación metafísica entre naturaleza y materia. Y un trabajo que defendía los elementos del arte de pensar de Étienne Bonnot de Condillac.

            Llegué a ese archivo por una investigación y recopilación de documentos sobre la filosofía en Nicaragua. Mi idea era escribir un texto sobre el inicio de la filosofía en el país, pero no pensé que esa incursión me llevaría a la figura de Tomás Ruiz. Un autor olvidado y en busca de su historia.

            Leí varios textos sobre él. En la mayoría lo declaraban el Autor nacido en Nicaragua con más títulos impresos –en latín y español– entre finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX. Fue sacerdote y el primer indígena centroamericano que obtuvo estudios de doctorado en derecho canónico por la Universidad de San Carlos de Guatemala. Oriundo de Chinandega, Nicaragua, su familia eran teteuctin (teites o jefes indígenas) y ejerció como profesor de filosofía en el Colegio Tridentino.

            Se trataba de alguien omitido en los manuales de la historia nicaragüense. ¿Cómo era posible este insólito desliz historiográfico? Más que un desliz, ya que había decenas de textos sobre el autor, era una ignorancia que suele ocurrir con eventos y personajes del pasado, aunque el imaginario social los tenga de frente. Jorge Eduardo Arellano y Carlos Tünnermann Bernheim escribieron biografías sobre él. Ellos citan algunos de sus textos y eventos en los que estuvo involucrado.

            El problema es que la mayoría de sus ensayos fortalecen un indigenismo integrado a la cultura dominante. Desde llamarlo padre-indio, prócer revolucionario de la independencia centroamericana a fundador de los cimientos de la Universidad de León. Estos autores lograron un rescate del personaje y contaron con una investigación de archivo histórico. Sin embargo, cayeron en su idealización e instrumentalización política. Algunos de sus artículos cumplían con el propósito de crear a un héroe nacional como lo fue Miguel Larreynaga y otras figuras de la independencia nicaragüense. Y a pesar de esa tarea ideológica, sus objetivos quedaron truncados dentro del imaginario social nicaragüense. Tomás Ruiz no figura en los libros de historia. Algo que sucede cuando la investigación, aunque detallada, mantiene objetivos que satisfacen una agenda política de turno y desaparecen cuando esa agenda es sustituida por otra.

            Por eso, si iba a escribir sobre Ruiz era mejor ahondar en uno de sus aportes y desde ahí explorar sus demás contribuciones. Me interesé por su trabajo como profesor de filosofía. Pensé que él, como otros pensadores centroamericanos, tendría una influencia del pensamiento moderno y la ilustración francesa que había cambiado la perspectiva, en ese entonces, de algunas universidades que pertenecían a las provincias de la colonia española. La cuestión era cómo empezar una investigación de archivos dispersos y documentos que refutaban algunos sucesos que se escribieron sobre él.

            Las lecturas me llevaron a conocer el surgimiento de los movimientos independentistas de Centroamérica, el papel que jugó la filosofía en el siglo XVIII y XIX, el nacimiento de un espíritu liberal en las provincias españolas y cómo las ideas del círculo de Diderot llegaron al cinturón de América.

            El primer eslabón estaba en la influencia filosófica de Condillac en el pensamiento de Ruiz. Según los anuarios de los alumnos del Colegio Tridentino, él destacó por sus explicaciones sobre la teoría del conocimiento sensualista que Condillac propuso en su Lógica. Libro que leyó y consiguió en una edición recientemente traducida al castellano, al igual que el Tratado de las sensaciones.

            En ambos textos, el filósofo francés defiende que la facultad de sentir es la primera de las facultades del alma y es importante aplicar …con reglas nuestros órganos sobre los objetos que queremos estudiar. Si Descartes había suspendido el cuerpo para confirmar la conciencia, Condillac pensaba que era mejor empezar por lo corpóreo. Su lógica residía en las facultades anímicas. Defendía como otros empiristas que el conocimiento primero pasa por un estudio descriptivo de los sentidos. Hay que empezar por el tacto para dar cuenta del exterior y de ahí sentir la realidad gustativa, sonora, coloreada y odorífera que el ser humano percibe. Esta recepción no era un caso aislado en Centroamérica sino la entrada de una renovación filosófica frente a la tradición aristotélica-tomista de las universidades americanas. Ruiz comprendió el enlace de esta nueva filosofía con la investigación científica: observar, registrar, analizar, clasificar y establecer una conclusión general a partir de los hechos observados.

            Otra pieza esencial para entender su aporte como profesor de filosofía es una biografía titulada: Tomás Ruiz. Utbildning, karriär och konflikter i den sena kolonialtidens Centralamerika1, escrita a modo de tesis por el sueco y teólogo Magnus Lundberg. En ella comenta que, durante sus años como catedrático, además de Condillac, utilizó el Lugdenense en metafísica que se trataba de un volumen de las Institutiones philosophicae deFrançois Jecquier. Y en sus clases de matemática y geometría trabajaba con las obras del matemático y arquitecto español Benito Bails y con las cartas fisicomatemáticas del sacerdote y filósofo portugués Teodoro Almeida. En ese contexto, Ruiz era un autor que manejaba temas actuales en ciencias de la naturaleza. Era el ejemplo de que toda filosofía responsable necesita de las ciencias para ahondar en sus investigaciones. Talante promovido por la modernidad y el contexto de la ilustración.

            El pensamiento dominante a principios del siglo XIX fue importado de Inglaterra y Francia. Autores como Hume, Newton, Voltaire y Rousseau influyeron en una España que se quedó atrás en la aportación cultural y científica debido a los problemas sociopolíticos que la asechaban. En su intento de conocer una nueva visión moderna de empiristas y enciclopedistas en pro de las ciencias naturales, los intelectuales españoles le abrieron paso a la nueva filosofía. Evento que caló en toda la América dominada por la corona española.

            Las ideas científicas de la Ilustración tomaron un auge en la Universidad de San Carlos de Guatemala por el franciscano costarricense José Antonio de Liendo y Goicoechea, quien estuvo a cargo de la cátedra de filosofía durante cuarenta años en la universidad. Liendo y Goicoechea vivió una temporada en España. Ahí adquirió la bibliografía occidental más reciente y la importó a las provincias centroamericanas. En 1760 introdujo cursos cruciales para el desarrollo de la educación de la Universidad de San Carlos como física experimental, geometría, lenguas indígenas, anatomía, botánica, empirismo y filosofía cartesiana. Ruiz fue uno de sus estudiantes durante la década de 1790 y esto coincide con la implementación, a inicios de 1801, de clases similares a las de su mentor en la ciudad de León.

            Ese contexto de reforma ayudó a promover los hallazgos empíricos de la filosofía, distinguir entre los estudios teológicos y filosóficos, y fomentar nuevas asignaturas en el Colegio Tridentino donde la educación era, según José Coronel Urtecho, …conservadora, reaccionaria, tradicionalista, enteramente arraigada en la mentalidad colonial y florecida a la sombra de la Iglesia. Este carácter progresista de Ruiz tenía como objetivo acrecentar el sistema educativo de su sociedad. Pero, en ese deseo de cambio también vivió el rechazo y la discriminación de una comunidad dominada por instituciones coloniales que no veían de buena manera cómo un indígena confrontaba y reformulaba el pensamiento.

            Llegar al reparto de lo sensible y hacer de ello una praxis no es fácil. Ruiz era un filósofo que defendía las sensaciones y la razón como las facultades que todo ser humano posee sin importar el color de su piel. Con Condillac entendió la importancia del tacto y demás sentidos. El entendimiento de las expresiones sensibles reforzó sus argumentos jurídicos sobre igualdad y derechos humanos para rechazar esa violencia simbólica y biológica que padecían las comunidades indígenas nicaragüenses. Y para evidenciarlo, matriculó a otros indígenas de su provincia en clases de leyes y filosofía. Quería demostrar a las instituciones coloniales que sus menosprecios caían en el absurdo. Sin embargo, estas acciones lo llevaron a un nefasto desenlace y, probablemente, a su casi olvido.

***

En 1805 Antonia Florencia, indígena originaria de El Viejo, Chinandega, dueña de una fábrica de aguardiente, fue detenida por el subdelegado Calixto Robledo, quien junto al intendente provincial Juan Salvador se encargaron de impedir el contrabando local de bebidas alcohólicas y así justificar la recaudación de impuestos en esa ciudad. Estos sucesos no tenían contentos a los habitantes de El Viejo y particularmente al cabildo indígena. Antonia Florencia fue acusada por vender de manera clandestina cususa, un aguardiente a base de maíz fermentado y licores hechos de caña de azúcar.

            La pena injustificada hacia la dueña del local, junto a otras represiones contra la comunidad de El Viejo, provocó que una multitud de habitantes empezara una revuelta clasificada por las autoridades como perturbación del orden público. Con la protesta lograron que Antonia no fuera procesada en la ciudad vecina. Tomás Ayón, en el tercer tomo de su Historia de Nicaragua, comenta este episodio:

La insubordinación y el desasosiego de los pueblos de Chinandega y el Viejo aumentaba de día en día y amenazaba con tomar más serias proporciones, á causa del desprecio con que era vista la autoridad del Subdelegado. Principales instigadores del desorden y propagandistas de doctrinas revolucionarias, eran el Doctor Tomás Ruiz, sacerdote de raza indígena pura, y el Padre Fray José Antonio Moñino, quien habiendo sido expulsado del convento de Franciscanos, por su carácter inquieto y turbulento y por sus opiniones contrarias al dominio de España en América, se había trasladado al Viejo y no cesaba de trabajar allí, infundiendo en los indios y mulatos el espíritu de desobediencia contra los empleados coloniales. De manera que por una extraña combinación de elementos, las diversas clases sociales que constituían la población del Viejo, preparaban los ánimos para la proclamación de la independencia y estimulaban á otros pueblos, que con ardoroso entusiasmo tomaron parte en los primeros movimientos subversivos que por aquella época se efectuaron.

Ruiz durante ese año, impartía clases en el seminario, pero se ausentó una temporada de sus obligaciones en León para apoyar como sacerdote en la parroquia de El Viejo. Durante su estadía, se enteró de los intentos de Calixto Robledo por cobrar impuestos excesivos, tributos y diezmos a pesar de que sus habitantes estaban por ley exentos de estos pagos. Fue debido a sus conocimientos en legislación y una queja escrita al Capitán General, Antonio González Moliendo y Saravia, que lograron influir en la liberación de Antonia Florencia. Su dominio de la legislación de Indias evitó que los indígenas de El Viejo tuvieran que pagar diezmos y, además, que fueran hostigados por encima del marco legal.

Estos hechos revelan el compromiso social, de justicia y equidad que él tenía. Pero al mismo tiempo, estos motivos fueron los que provocaron un malestar entre los miembros del clero y las autoridades civiles que terminaron etiquetándolo como un perturbador del orden. El epíteto que Tomás Ayón utilizó en su libro de historia influyó para desorbitar en los años venideros la imagen histórica de este filósofo como instigador del desorden, propagandista de ideas revolucionarias, turbulento y desobediente.

Los argumentos en su contra, utilizados por sus contemporáneos y luego por historiadores oficialistas, cumplían con el mecanismo colonialista de frustrar en vida su carrera dentro del alto clero y borrarlo, post mortem, de la esfera histórica.

Ruiz fue de los pocos que defendió las Leyes de Indias para evidenciar los atropellos constantes a las estructuras de gobierno, territorios y tipos de encomiendas contra su comunidad. Las autoridades eclesiásticas despreciaron y no aceptaron la forma en que un natural les hablaba y ubicaba dentro del marco de la legislación civil para mostrar las corrupciones de las cuales eran partícipes. Esos fueron los incidentes que le impidieron la obtención de una canonjía en las provincias centroamericanas y causaron el declive en su vida.

Para 1808 después de algunos intentos frustrados de Ruiz por aspirar, unos años antes, a una vacante en el capítulo de la catedral de León -debido al propio rechazo del clérigo nicaragüense de aceptarlo dentro de un puesto merecido para alguien preparado y con la experiencia idónea para pertenecer al alto clero-, un amigo, Juan José Zelaya, lo alentó para que aplicara en Comayagua, Honduras. El filósofo nicaragüense sentía que estaba preparado para una canonjía y desde ahí trabajar lo que bien comunicó en su carta a Carlos IV, debido al boicot de sus aspiraciones provocado por el clérigo criollo de León: …ninguno es tan acreedor a la merced de la Canonjía como el exponente, que desde el abatimiento en que hacen subsistir aquí (a) los indios, ha sabido erigir su fortuna desmintiendo la preocupación general de que los naturales son incapaces para las ciencias y las virtudes.

Los conocimientos que él tenía en teología, derecho canónico, filosofía y ciencias naturales eran ideales para que él ocupara un puesto y quizás pasara a la historia como uno de los sacerdotes que colaboró en la defensa de los derechos indígenas. Pero ahí estaba el problema, ¿cómo era posible que un natural viniera a dirigir y encaminar al clero criollo? Ese fue el motivo principal por los que durante un largo proceso -que terminó truncado por el complot de otros eclesiásticos- no lograra su aspiración al puesto en Comayagua. Como él expone, lo que estaba de fondo era que él defendía las Leyes de Indias dentro de la corrupción y hostigamiento de algunos religiosos. Así lo confirma en una de sus cartas:

Todos cuantos lamentos hacen los Señores Canónigos (del capítulo de la Catedral de Comayagua) por la falta del Doctoral. Son testigos contra ellos un doctoral celoso y recto les hubiera puesto las leyes (de Indias) a la vista, estas leyes (de Indias) que ellos no quisieron guardar. Y como esta inobservancia (de las Leyes de Indias) ha causado tantos perjuicios a la oficina (del doctorado canónigo del capítulo de la Catedral de Comayagua) y a mi persona.

Esos prejuicios lo llevaron a tomar un rumbo diferente en su vida y a participar, junto con otros ciudadanos inconformes con la administración de la Capitanía General, en desestabilizar el orden político de la región.

El 21 de diciembre de 1813 el Capitán General de Guatemala, José de Bustamante y Guerra, ordenó a un grupo de soldados capturar y encarcelar a unos presuntos conspiradores que se reunieron en la Celda prioral del Convento de Belén de la Ciudad de Guatemala. Las fuentes de algunos infiltrados le informaron que se trataba de insurrectos que pretendían tomarse la Capitanía General, encarcelar a Bustamante, liberar a los prisioneros nicaragüenses que habían participado en la rebelión de Granada en 1811 y declarar así la independencia de España. Era un tiempo de revueltas y resquebrajamiento que sucedía en las colonias españolas de América.

            Entre los detenidos de ese grupo estaba Ruiz, quien junto a varios de los que expresaron su descontento por la administración de Bustamante fueron condenados, el 18 de septiembre de 1814, a muerte por garrote vil. Otros condenados a la horca y tres de los supuestos golpistas sentenciados a diez años de prisión en los calabozos de las colonias penitenciarias españolas al norte de África.

            Para suerte de los reos, no se aplicaron estos juicios debido a la desestabilización que vivía el reino de España producto de la invasión imperial de Napoleón Bonaparte que inició en 1808, la guerra en México que proclamó un grito de independencia en 1810 y la promulgada Constitución de Cádiz de 1812 que, a pesar de sus 2 años de vigencia, promovió una limitación de poderes al sistema monárquico; acto que causó una confusión en las provincias americanas para aquellos procesos de jurisdicción militar y civil. En particular, según Gene A. Müller, las condenas de los conspiradores de Belén formaron parte de los procesos dilatorios que caracterizaban a un sistema judicial español al que le era imposible controlar todas sus provincias.

            Ruiz, luego de su captura y arresto, permaneció seis años encadenado en las mazmorras de la Capitanía General por la conspiración de Belén. Pasaron varios cambios dentro y fuera del reinado español durante ese período. La derrota a Napoleón Bonaparte, el regreso de Fernando VII y el nombramiento en Guatemala del nuevo Capitán General, Carlos de Urrutia. Los reos y sus familiares vivieron años de incertidumbre. Y Ruiz, en 1818, escribió en su petición de indulto que durante esos años de cárcel enfermó gravemente y cierta voz fúnebre lo llamaba:

Yo soy un pobre clérigo indio y fiel vasallo de las magestades católicas y por lo mismo implora la gran benignidad con que han distinguido a mi nación para que mi causa se determine conforme a V.A. le pareciese justo, pues de otra suerte cuando otros de la misma causa gozan de libertad. Yo soy el único que estoy exponiendo ya mi vida. Me parece que por estas razones que puedo y debo suplicar a V.A. digne señalar el día para la vista de mi causa pues de otra suerte me veo sentenciado a morir contra la intención de V.A. y del Monarco por el mismo.

Hasta la fecha nadie sabe cuál fue su destino, algunos dicen que continúo prisionero hasta que falleció por una enfermedad que le provocó la humedad de la prisión. Otras fuentes mencionan que fue liberado en 1819 junto a los demás reos que participaron en la conspiración y luego viajó a la Ciudad Real en Chiapas, San Cristóbal de las Casas, invitado por el obispo Salvador de San Martín y Cuevas para pasar una temporada en su residencia donde murió sin poder regresar a Nicaragua. Aún existe incertidumbre sobre el lugar donde pasó sus últimos días. El único punto en el que coinciden algunos investigadores interesados en su vida es que, después de 1818, no se le menciona en los registros de Guatemala.

***

Existen archivos cubiertos de polvo que son necesarios sacudir.  Ruiz pretendió crear una escuela a favor de las ciencias naturales en Nicaragua como lo confirma su Sermón del 15 de mayo 1807, dirigido a hijos y padres leoneses. En su discurso, cargado de contenido moral y devoto, defendió la importancia del empirismo y el utilitarismo de la ciencia para verificar algunos eventos mencionados en los textos religiosos. En el escrito reza:

…pero está cierto hombre laborioso, pintor de la naturaleza, está cierto, que la Religión te vive agradecida, y consagra tus fatigas, por que ellas da un nuevo apoyo á nuestros santos libros, ya haciendo ver, que las especies se propagan por sus respectivas semillas, como leemos en el Genesis, (v) yá testificando, que hubo un diluvio universal, mostrando á los incrédulos peces petrificados, o mares de conchas en alturas pasmosas, donde no podría colocarlas sino una espantosa revolución.

En esta defensa, su objetivo como filósofo y sacerdote fue reconciliar teología y ciencias naturales y, a la vez, ubicar a cada disciplina desde su propia área de estudio. En la cita habla de los fósiles para justificar el diluvio narrado en el Génesis. Persuade desde la fe para que las familias leonesas colaboraran en la formación intelectual de sus hijos y educaran desde …el seno de la patria ministros dignos del santuario, filósofos que hagan conocer las maravillas del criador, abogados integros, que os dirijan en Justicia y equidad, Jueces incorruptibles, que vindiquen vuestros derechos. Peticiones motivadas por el siglo de las luces, la deficiente formación que atravesaba el país y los gritos de independencia alrededor del continente americano.

            Condillac, crítico del fundamentalismo racionalista de corte cartesiano que imperaba en varias universidades francesas y renovador del pensamiento empirista para comprobar que la reflexión también era un tipo de sensación, fue el filósofo que influyó en su pensamiento. Con él entendió la importancia de los sentidos como la estructura primordial del alma. A su vez, era el sacerdote que mantuvo una modesta postura católica en un contexto de inminente materialismo. Esta doble visión fue la que mantuvo Ruiz para no ser visto como radical, desobediente y ateísta. Pero, toda lucha y cambio de paradigma, como el suyo, corrió el peligro de ser silenciado por los embates del colonialismo decimonónico. 

            Por esas razones, suelo imaginar a este personaje como profesor de filosofía en las aulas del Colegio Tridentino. Alborotando, sin temor, el avispero de la juventud. Deteniéndose en algunos pasajes de Condillac para hablar sobre la lógica de la sensación, inmiscuido en el origen de los conceptos para exponer cómo la επιεικεία (epiekeia) de los griegos, que los latinos tradujeron como aequitas-atis (equidad), fue adoptada por los ilustrados como igualdad y fraternidad. Derechos naturales para cualquier persona, aunque, en la práctica, sabía que se trataba de un panfleto más que no respondía a las necesidades de una mayoría. Lo pienso como defensor de cierta democracia para que indígenas y familias de escasos recursos tuvieran oportunidad de estudiar. Y a la vez, como un progresista que combatió la centralización del conocimiento en manos de un séquito religioso y ciertas oligarquías familiares. 

            Reivindicar su figura como lo han hecho los eruditos de la vanguardia y los que se enorgullecen de hablar sobre el mestizaje como binomio perfecto, todavía caen en los marcos conservadores de una identidad indígena-española y en discursos intelectuales hispanistas. Hay que ser más sinceros y abrir el espectro de la diversidad, los procesos de independencia fueron liderados por criollos y el clero, pero sujetados por pueblos indígenas, mulatos, afrocaribeños y mestizos; esclavos, obreros y campesinos, hombres y mujeres, que han sufrido desde sus cuerpos los procesos de colonización y dictadura.

            Para hablar del pasado filosófico en Nicaragua es importante recrear el contexto de Ruiz como maestro de las teorías contemporáneas de su época. Este filósofo y doctor indígena centroamericano que defendió los derechos de otras comunidades étnicas. No se trata de afirmar que él fue el primer filósofo y prócer del país en un sentido mesiánico, sino de reivindicar su papel modesto desde la filosofía en el discurso independentista de la época que buscaba dejar de ser un anexo y convertirse en un territorio autodeterminado. Quizás algún día ser territorio con derechos pluriculturales. Desde esa perspectiva se pueden desempolvar los archivos de una historia filosófica que trazó cierto rumbo de autonomía universitaria y libre pensamiento.

            Tomás Ruiz es un autor que aún sigue en busca de su historia. Ir a su encuentro provoca tensiones políticas, interétnicas y descolonizadoras contra las hegemonías de la identidad criolla que silenciaron las voces disruptivas de los registros oficiales de la memoria. En la mentalidad colonialista de Nicaragua, la piel es un reparto de lo sensible donde la política y su historia se entremezclan. Ese reparto tiene vuelcos y laberintos. Algunos nombrados por conveniencia y otros ignorados adrede. Ruiz es un acontecimiento que no puede escapar de la investigación de archivo por muy silenciado que esté.

        Aún hay lagunas sin explorar debido a las mediocridades vividas por el sometimiento de una narrativa institucionalizada. Censura y olvido, como este personaje desconocido que, a principios del siglo XIX, comprendió que en la aprehensión de realidad primera de los sentidos no hay distinción en el color de la piel. Y entendió que las ciencias y las leyes son herramientas necesarias para evidenciar y superar la crueldad que unos pocos ejercen contra los derechos de la multitud.


Bibliografía

Carlos Tünnermann Bernheim. (2008). «El Doctor y presbítero Tomás Ruiz: Prócer revolucionario de la independencia». Revista de Temas Nicaragüenses. N.º 8, pp. 21-30

Étienne Bonnot de Condillac. (1784). La lógica o los primeros elementos del arte de pensar. Joachín Ibarra Impresor.

———–. (1963). Tratado de las sensaciones. Eudeba.

Gazeta de Guatemala. (1803-1804). «Crítica y Literatura». Vol. 7, N.º 287. Ignacio Beteta.

Gene A. Müller. (1977). «La formación de un revolucionario del siglo XIX: el doctor Tomás Ruiz de Centroamérica». Revista del pensamiento centroamericano. N.º 154, pp. 22-32.

Jorge Eduardo Arellano. (1972). El Padre-indio Dr. Tomás Ruiz: Fundador de la universidad y prócer de Centroamérica. Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua.

———–. (1974). «El prócer centroamericano Tomás Ruiz». Encuentro. N.º 5, pp. 53-74.

———–. (1989). Nuevos estudios sobre “el padre indio” Dr. Tomás Ruiz 1777.18…). Biblioteca Pbro. Tomás Ruiz & Banco Nacional de Nicaragua.

José Coronel Urtecho. (2001). Reflexiones sobre la Historia de Nicaragua: de la Colonia a la Independencia. Colección Cultural de Centroamérica.  

Magnus Lundberg. (2017). Tomás Ruiz: Utbildning, karriär och konflikter i den sena kolonialtidens Centralamerika. Uppsala Universitet.

Tomás Ayón. (1977). Historia de Nicaragua. Tomo III. Colección Cultural de Banco de América.

Tomás Ruiz. (1807). «Sermón predicado el día 15 de mayo de 1807 por el D.D. Tomás Ruiz, Catedrático de Filosofía y Vice-Rector del Colegio seminario de León de Nicaragua. En Misa Solemne, que se dixo en el oratorio del mismo Colegio para dar gracias al Altísimo, por haberlo concedido S.M». Archivo General de Centroamérica, pp. 5-25.

———. (1937). «El Presbítero Doctor Tomás Ruiz solicita que se le aplique la Real Cédula del indulto». Boletín del Archivo General del Gobierno de Guatemala. Año 2, N.º 2, pp. 127.132.


[1] Tomás Ruiz. Educación, carrera y conflicto en la Centroamérica colonial tardía.

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Managua, Nicaragua, 1989.
Ensayista, investigador y profesor. Autor de los ensayos narrativos Tiembla todo lo vivo (anamá, 2023). Es doctor en filosofía por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Morelia, México. Sus textos han sido publicados en periódicos y revistas latinoamericanas.