¡Toque su tambor!

1 febrero, 2008

“Que se declaren libres nuestros hermanos esclavos…
que gimen en la servidumbre,
suspirando por una mano benéfica
que rompa la argolla de su esclavitud…
si la nación toda se ha declarado libre,
lo deben ser también los individuos que la componen…”

Presbítero Simeón Cañas
Ante la Asamblea Nacional Constituyente de Centroamérica
Al abolirse la esclavitud en 1824

Cita Sergio Ramírez al poeta vanguardista Luis Alberto Cabrales en sus versos: Tambor olvidado de la tribu / lejano bate mi corazón nocturno. / Mi sangre huele a selva del África. / Sombría noche de luciérnagas, / sombría sangre tachonada de estrellas; y de ahí nombra su nuevo libro, Tambor olvidado.

Y es que realmente una sombría noche de luciérnagas ha sido la historia de nuestra cultura centroamericana a partir del siglo XVI, con la conquista española y el mestizaje de nuestra raza, que, según plantea Sergio en su nuevo libro, viene de tres vertientes y no de dos como se nos ha enseñado desde la educación básica. Estos tres ríos que desembocan en el pueblo mestizo que somos en el siglo XXI son el africano, español e indígena, pero hemos aprendido a celebrar el 12 de octubre como el día del encuentro de dos razas, el día de la hispanidad. Esta teoría de la conexión y encuentro de dos culturas que advierte la omisión de lo africano en Nicaragua, lo refiere Sergio como “conspiración de olvido y de silencio”.

Tambor olvidado es un tour histórico y cultural que dura trescientos años y va desde África al pacífico de Nicaragua, cuando llegó a Centroamérica la primera oleada de negros africanos puros o llamados “ladinos” acompañando a los españoles colonizadores, sirviéndoles como pajes y niñeras de sus hijos; va de la marimba a las muy latinoamericanas peregrinaciones religiosas acompañadas de disfraces y claras señales de la cultura africana, hasta el modo de preparar los alimentos que se conoce como “cocina nicaragüense”.

En un primer momento los africanos se instalaron en Nicaragua en la parte del pacífico y de ahí se fueron mezclando con la raza indígena, generando así a los zambos y a diferentes tipos de mulatos y mestizos hasta que  la población aumentó y se asentó en barrios y colonias de mulatos, reconocidos como tales en el siglo XVII. El reino de Guatemala  comprendía desde Chiapas a Costa Rica y es ahí donde se asentó la comunidad negra, donde se asentaban los españoles, y éstos últimos, como se puede ver en la historia, poblaron en su mayoría las zonas centrales y del Pacífico de la región.

Como“mudo estigma” queda en el libro calificada la segregación de la cultura africana en nuestra idiosincrasia. Una vez mermada la población indígena por las batallas y la dura esclavitud a la que eran sometidos, en el siglo XVIII los negros venían a trabajar en las plantaciones de algodón y de caña en la Costa del Pacífico de Nicaragua, no solamente  en la Costa Caribe, como se ha podido creer. Con el tiempo los indígenas puros se fueron extinguiendo por las guerras, y entonces eran los negros quienes, como esclavos, estaban destinados al trabajo duro del campo y de carga. De ahí nació el peyorativo “mulato” que viene de mula, por ser ellos los cargueros de los enseres personajes de los blancos.

A la altura del siglo XVII, cuando se calificó a los mulatos como raza impura y nada inteligente, no les quedaba a éstos más que ocultarse y callarse, hacerse una estirpe reprimida y marginada en los barrios de las ciudades metropolitanas. Y ahí se aprendió a calificar a lo africano como indígena, de modo que cuando se decía “indios” se incluía a los mestizos, mulatos, zambos y a los mismos indígenas puros. El mestizo no quería ser criollo sino también europeo y se dedicaba a marginar también a los mulatos. Se abolió la esclavitud en 1824 por decreto de la Asamblea Nacional Constituyente de Centroamérica y así se segregaron siendo personas libres. Es ahí donde Sergio Ramírez sugiere en su tesis que da inicio al el olvido. Se comenzó a llamar indio a lo mulato, una de las posibilidades comunes en el lenguaje popular, y así los dichos burlescos que resultaron “un indio menos, un plátano más”, “no hay peor cosa que poner a un indio a comer en plato de china”, dice Ramírez que habrían sido en un principio “un mulato menos, un plátano más”, “no hay peor cosa que poner a un negro a comer en plato de china”.

Algunos personajes de la historia que se unían a este “pensamiento del momento”, eran mulatos y lo negaban, intelectuales involucrados en la historia, como Rubén Darío, que no reconoce el tercer río, el negro, no lo reconoce y se proclama ser de dos vertientes, indígena e hispana. En Tambor olvidado encontramos fragmentos de la partida de nacimiento de Darío, donde se dice que los abuelos de Rubén eran mulatos, por lo tanto el nieto también. En sus escritos y pensamiento Rubén se refiere a “mulatez”, en tono despectivo, un término que pronto se propaga en el pensamiento dariano de entonces que era el mismo pensamiento del moderno –parte de la modernidad era negar lo africano en su propia raza y cultura-. Sergio se refiere a “mulatidad”, como un término con matices de respeto, un nombre más digno al ser negro africano o mulato, “así como se llama a la hispanidad”. Escribe Sergio de Darío: “Para Rubén representa triste mulatez, todo lo que el país tiene de mediocridad y atraso provinciano, y que conlleva la natural incomprensión de lo estéticamente alto”, esto lo plantea el autor como respuesta al pensamiento del poeta y su descripción mulata: “Los mundos descubiertos e iluminados por el mulato de revueltas incandescencias que no podía dejar de ser músico, loco de armonía, el indio triste que buscaba los paraísos artificiales en el ajenjo”. Era Rubén, como ya sabemos, el cantor de la mujer blanca, que niega la raza africana mezclada directamente con nosotros.

Sandino es otro personaje de Tambor olvidado, que aparece defendiendo la cultura indohispana, como se calificaban los pensadores y artistas del momento, porque eso es lo que se creía. Sandino habla de raza indohispana sin reconocerse a sí mismo y al Pacífico de Nicaragua como descendientes de africanos o mulatos, todo expreso en sus discursos y manifiestos, teniendo él mismo ancestros mulatos. También Miguel de Larreynaga, prócer de la independencia  quien aparece muy blanco en los retratos publicados en los libros de texto de la escuela, era un mulato y como buen mulato se lanzó contra la corona española, pues son los mulatos los que llevan a Centroamérica a su independencia en 1821.

 Los mulatos y negros eran marginados por todos, no los defendían los españoles ni los mestizos ni los ingleses ni franceses ni norteamericanos. Como se lee en una cédula de Felipe II: “más los mulatos que son hijos de negros, críanse siempre con las madres y de ellas, ni de los padres, no pueden tomar buenas costumbres, y como personas libres hacen de sí lo que quieren y muy pocos se aplican a oficios, y casi ninguno a cultivar la tierra”. Cita también el autor a William Walker, quien califica a la raza en sus escritos: “el zambo de Nicaragua es una forma humana degenerada, conformada por un tercio de tigre, un tercio de mono, y un tercio de cerdo…”

Le herencia africana está a la vista, pero no se quiere ver. Como lo describe el autor: “sin África no pueden explicarse los porros y las cumbias colombianas; las guarachas y bachatas dominicanas; los jarabes mexicanos; los tamboritos panameños; el danzón, el mambo y los sones cubanos; la salsa puertorriqueña cocinada en Nueva York; el reggae de Jamaica;  el calipso de Trinidad; la punta hondureña; los gospels, los spirituals y los souls del sur de Estados Unidos, esenciales en la creación del blues y el jazz, y luego del rock and roll y del rap. Y, además de nuestra música de la costa del Caribe nicaragüense, tampoco se explicarían los sones de marimba […] En el santuario folclórico de lo nicaragüense, caben entonces por igual el son nica de las marimbas y el palo de mayo, por separado. Pero ocultamos, o no lo sabemos, que la marimba es de origen africano”.

Las influencias latentes que se narran en el contexto del libro vienen a referir esta cultura misteriosa en Nicaragua. Una vez abolida la esclavitud los mulatos y negros se marcharon a vivir sus vidas de obreros y siervos, pero se lanzó al olvido a causa de la marginación que ya hemos leído. “La herencia de la cultura africana quedó patente en las comparsas callejeras, multitudinarias y paroxísticas, y en los bailetes callejeros de negros, negras, y chinegros, lo mismo que en los de diablos y diablitos”.

En la obra se califica el idioma como “oscura lengua”, por obvia metáfora: se les prohibía a los negros hablarla hasta convertirla en clandestina y de esa manera se fue borrando el hablar de los negros y mulatos de pieles oscuras. En el español moderno encontramos una gran vertiente africana, como puede encontrarse al final de libro en una lista de palabras de origen africano calificadas como españolas y aceptadas por la Real Academia Española, parece increíble que sean africanas: “tanga”, “tambo”, “salar”, “motete”, “maní”, “mambo”, “macana”, “guaro”, ”ganga”, “dengue”, “cuca”, “congo”, “bomba”, “banano” “bamba” y muchas más.

Cualidades milyunnochescas tiene Tambor olvidado, aparecen aquí historias olvidadas o dejadas al olvido y a que el tiempo las borre, que aquí quedan rescatadas como una tesis que aporta a nuestra historia. La comida frita que se conoce como muy nicaragüense proviene de España que todo lo quería pasado por fuego con el aceite de sus exquisitas olivas, lo que se recibió como una novedad, desconocido tanto por los africanos como para los indígenas,  quienes tenían en común  cocinar al vapor y en una olla bajo la tierra. El afán de revolverlo todo en el plato es algo propio del mulato que se fue creando con el paso de los siglos y así como resulta todo en el plato somos en nuestra cultura popular. De modo que si vamos a una fiesta patronal con sus bailes de negros y disfraces, si escuchamos el son nica con sus marimbas, si hablamos en un fino español, comemos o nos miramos al espejo tenemos a África frente a nuestros ojos, aunque se le quiera negar. ¡Pom! ¡Pom! ¡Toque su tambor!

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Managua, 1980.
Comunicadora social con énfasis en prensa escrita y cuenta con postgrados en periodismo online y en marketing. Como periodista ha sido editora de revistas digitales e impresas como La investigación y Espacio Vital Magazine, jefa de sección literaria y de cultura de periódicos universitarios, articulista de suplementos culturales nicaragüenses como La Prensa Literaria, Nuevo Amanecer Cultural y la sección Voces del diario La Prensa.
Como escritora ha publicado poesía y narrativa breve. Ha recibido premios y reconocimientos interuniversitarios por su trabajo literario y un premio de fotografía. También se ha dedicado a la investigación histórica, la crítica y producción cinematográfica y a la gestión y desarrollo de proyectos y consultorías con organismos como Plan Internacional, CINEX, la UNESCO y el Instituto Nicaragüense de Cultura.

Es miembro de la Asociación Nicaragüense de Escritoras (ANIDE), del Centro Nicaragüense de Escritores (CNE) y de la Junta Directiva de la Fundación para la Cinematografía y la Imagen (FUCINE).

En el año 2012 publicó su libro Cita con Sergio Ramírez. Entrevistas, Artículos, Crónicas (Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, México) presentado durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en noviembre de 2012 con su presencia y la de Ramírez, y posteriormente presentado en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería en Ciudad de México en marzo de 2013, y en la Feria Internacional del Libro de Miami de 2013. Además, la obra se encamina a una reedición con Uruk Editores en Costa Rica y traducciones al francés y alemán. Actualmente la autora prepara otros libros de periodismo, historia y narrativa para su pronta publicación.