Una Isla: El imaginario del refugio

1 febrero, 2023

Es ineludible revisar el modo en que este libro de Rafael Cadenas1 se insertaría en la ya larga tradición de una temática tan amplia como la de la isla, tan propia de la literatura universal.  “Desde antiguo, la isla ha sido un continuo objeto de atención humana, revelándose como un tema frecuente en el mundo de la mitología y la literatura”, nos dice Mario Tomé en el estudio más específico que hemos encontrado sobre este mismo asunto. Dentro de las interpretaciones que recoge de varios autores para construir una interpretación de lo que llama el “símbolo” de la isla, este autor sintetiza sus contenidos en ocho vectores de significación más generales: como “centro espiritual primordial”, como “espacio paradisíaco”, como un “Otro mundo o Más Allá maravilloso”, como “microcosmos”, como “Tierra de utopía”, como “refugio” y como “la conjunción maravillosa ‘isla-mujer’ o ‘náufrago-isla’”2.  A partir de allí, y en base a las propuestas de Gilbert Durand de una teoría general de la imaginación simbólica, Tomé reclasifica estas directrices en tres grandes áreas para su estudio:

Situándose en un terreno que él mismo denomina ‘convergence des herméneutiques’, y apoyándose en principios psicofisiológicos, este investigador establece tres grandes divisiones o sistemas de representación simbólica, en base a tres estructuras organizadoras de imágenes (Esquizomorfas, Sintéticas y Místicas), que se corresponderían con otros tantos reflejos dominantes y esquemas de acción (Distinguir, Unir, Confundir). Estas categorías y presupuestos se asientan en la hipótesis de que existe una concomitancia entre los gestos del cuerpo, los centros nerviosos y las representaciones simbólicas3.

Esta clasificación de Durand, le sirve a Tomé para hablar, entonces, en arreglo a su propia hermenéutica del símbolo de la isla, de tres directrices fundamentales para su estudio: la isla como: 1) espacio de utopía, 2) cristalización de un inconsciente, y 3) tiempo de una aventura4. En el primer aspecto, revisando un amplio catálogo de referencias que van desde los relatos míticos y religiosos hasta obras literarias de la actualidad, Tomé concluye, siempre siguiendo a Durand, que las dimensiones utópicas de una geografía insular, van acompañadas en todo momento por la voluntad de construir un orden racional en cuyos lugares o ciudades prima la simetría y la planificación. Y en donde, además, dicho espacio utópico se elabora como un espacio excluyente, por cerrado y apartado de toda referencia exterior. Así:

Estos dos aspectos nos trasladan a una de las características esenciales de las estructuras “esquizomorfas”: el pensamiento por antítesis. La obsesión por un “géométrisme morbide”, como diría Durand, evoca una mentalidad racional que se complace en lo abstracto, lo inmóvil y la rigidez, todo ello entendido como oposición a otra cosa5.

En el segundo aspecto, en el que se concibe el símbolo de la isla como cristalización y convergencia de símbolos de intimidad, se estudian los casos en que ésta misma se convierte, como lugar trascendente, en un “centro” primordial. Al contrario del esquema anterior en el que la imagen de lo insular se concibe como espacio cerrado, ahora representaría un espacio de integración y fusión, por lo cual pertenecería a las estructuras “místicas” del Régimen Nocturno de Durand:

Ya no es necesaria aquí esa actitud divisoria y antagonista, sino que se tiene en cuenta el contacto que hace posible la penetración en lo real. Por todo ello, y frente a lo visual (geometría y simetría), esta perspectiva de representación simbólica valorará lo sensorial, en sus variantes térmicas, táctiles, olfativas o gustativas. De este modo, encontramos una constelación de símbolos que cristalizan en la isla, y a los que denominaremos “de la intimidad”6

En lo relacionado a la isla como configuración de una aventura humana, considerada la dimensión insular más frecuentada, Tomé indica que responde también, como planteamiento simbólico, al Régimen Nocturno y a la segunda categoría de estructuras denominadas “sintéticas” por el mismo Durand:

Se pone de relieve aquí un interés por el tiempo al que hay que vencer, siguiendo dos direcciones básicas: a) Partiendo de la constante repetición de los ritmos temporales, se valorarán a aquellas representaciones simbólicas que hacen referencia a un tiempo cíclico y a la idea de un eterno retorno. b) Insistiendo en su aspecto progresivo, se primarán los símbolos que evocan una sucesión temporal, lo que nos sitúa de lleno en el ámbito de la “historia”. Es fundamentalmente este aspecto el que viene a caracterizar toda aventura, ya que juegan en ella un papel determinante los distintos episodios o peripecias que hacen avanzar un relato7.

 

La preeminencia de lo temporal, ya sea con un sentido del tiempo cíclico o progresivo, incluye, además, la supresión o la conciliación de dualidades antagónicas, por lo cual en este tercer tipo se pueden presentar, por su propia cualidad sintética, una fusión de los otros dos tipos de representaciones anteriores, por lo que el universo de la utopía, tanto como el correspondiente a los símbolos de la intimidad, “acostumbran a manifestarse en el transcurso de aquellas aventuras que tienen como marco una isla”.

Es evidente que Mario Tomé, bajo la necesidad de presentar un amplio panorama histórico de la temática insular, generaliza un tanto en la aplicación del modelo de Gilbert Durand. No es que sea desacertado en su triple clasificación del decurso de esta temática cuando ejemplifica, entre otros, con la Utopía de Tomás Moro o a La ciudad del sol de Tomaso Campanella como utopías renacentistas del primer tipo, con la Isla misteriosa de Verne en el segundo tipo y con la Odisea en el tercero.  Se trata, en rigor, de que esta morfología clasificatoria de las estructuras de lo imaginario, no se expresa tan estática y parcialmente en una sola obra. Por el contrario, las formas simbólicas de los tres esquemas durandianos pueden hallarse dispersas en el interior de una misma construcción literaria, aun cuando exista una preponderancia isotópica de uno de ellos8.

Para el caso que nos ocupa, las características formales como su brevedad, su vocación fragmentaria y su misma condición provisional, hacen difícil establecer con confiada precisión las correspondencias de las polaridades o Regímenes y estructuras de Durand con el imaginario expresado en Una Isla. Aún así, resulta evidente que predominan en él imágenes del Régimen nocturno y fundamentalmente las estructuras místicas del mismo régimen definidas por Durand como aquellas en que la imaginación pone en evidencia los símbolos de la intimidad y la de reinversión eufemizante de valores (antes negativos)9 y donde el término “místico” se usa en este caso en su sentido más corriente, “en lequel se conjugent  une volonté d’union et un certain goût de la secrète intimite” 10.

De este modo, comentando los isomorfismos del retorno, la muerte y la morada como pertenecientes a los símbolos de la intimidad y la relación de estos con el complejo del enclaustramiento, hace mención directa del tema de la insularidad, cuyo simbolismo “amniótico” o “uterino” es sacralizado como lugar por la significación de su clausura:

L’insularité serait une espèce de ‘Jonas’ géographique; pour certains psychanalystes c’est cet engramme de l’île qui suffirait à separer psychologiquement l’Irlanda catholique du ‘continent’ anglais et protestant. Car l’île c’est l’ ‘image mythique de la femme, de la vierge, de la mère’. Hugo serait ontogénétiquement marque par le séjour aux îles: Corse de son enfance, Île d’Elbe, en fin île de son exil où le poete, curieusement, semble volontairement demeurer. Cette vocation de l’exil insulaire ne serait qu’un ‘complexe de retraite’ synonyme du retour à la mère11

Y precisamente, Marie-Cecile Guhl, una de las discípulas de Durand, establece más recientemente, un parentesco, más implícito que evidente, entre el refugio y el paraíso. Para ella, entonces, el refugio tiene la ambivalencia dialéctica de “lo cerrado” y “lo abierto”.  Se puede presentar como un retorno, cuando por ejemplo se constituye en una búsqueda de refugio. Así mismo, en él interviene la noción de iniciación. En ambas condiciones, se puede deducir un “más allá” del refugio12 , es decir, un refugio primero y último, un refugio mítico hacia el cual tiende todo refugio particular, refugio ejemplar al cual pudiera corresponder la imagen del paraíso.

A partir de aquí, Guhl revisa dicha relación desde la perspectiva del psicoanálisis, a través de las reflexiones sobre el traumatismo del nacimiento de Otto Rank13, para quien todos los espacios del hombre, desde la habitación de infancia hasta el relacionado con la noción de patria , casa, villa protectora e, incluso, cabaña,  altar, templo, etc.,  así como todos los medios de protección contra peligros elementales, no son, en el fondo, sino reproducciones simbólicas del “único refugio natural y cierto donde el hombre ha guardado su recuerdo inconsciente: la cavidad intrauterina”14.  Sin embargo, contrastada ésta interpretación con el análisis que del mito del paraíso hace un historiador de las religiones (como es el caso de Mircea Eliade15), el paralelismo encuentra algunas divergencias.

Para Eliade, por ejemplo, también la nostalgia del paraíso conlleva un deseo de retorno, como un regressus ad originem. La nostalgia del paraíso es siempre solidaria de una reintegración del Centro. Si para Rank la nostalgia del paraíso uterino condiciona, por el juego de sustituciones simbólicas, la adaptación a la realidad, así como las concepciones religiosas y espirituales de la humanidad, Eliade muestra, también, que las vías de recuperación del estado primordial sostienen las creaciones culturales y las concepciones espirituales de la humanidad, las cuales operan por la multiplicación del centro y su realización en niveles cada vez más accesibles16.

Pero mientras que, en la interpretación antropológica de Eliade, estos lugares devienen Centros gracias a la “repetición de un arquetipo”17, repetición consciente de un modelo ideal o trascendente que da sentido y orienta todo espacio, en la perspectiva de Rank, estos mismos lugares no son más que “sustitutos” del espacio fisiológico intrauterino. Dice, entonces, Guhl:

D’un côté, l’espace sacré par excellence qu’est le paradis apparaît comme l’archétypr de tout espace, tout refuge ‘profane’ pouvant alors subir une consécration et prendre valeur paradisiaque ; de l’autre, l’espace sacré n’est que le symbole compensateur d’un ‘symbolisé sans mystère’, l’organe sexuel maternel.18

Así, pues, se puede retener de estas dos visiones, y poniendo aparte el carácter reductor del análisis rankiano, una visión del simbolismo del paraíso de la cual se puede deducir estos dos puntos básicos. “el paraíso es por principio un espacio delimitado, un espacio protector donde la feminidad maternal parece un símbolo privilegiado” (p. 19). Así mismo, para Durand, el paraíso y el refugio se comunican  en el seno del régimen nocturno del Imaginario, y, en particular, de las estructuras  místicas. El espacio-refugio es, entonces, un “continente con semantismo feminoide”:

Les groupements de la série mystique ont une structure qui se définit par l’organisation de l’espace autour de l’elément refuge, qui peut d’ailleurs s’effacer au profit de la Nature, mais ‘dans les deux cas l’essentiel est de vivre un espace paisible’”. Du point de vue psychologique, le refuge apparaît fondamentalement comme espace protecteur, puis comme espace induisant une vie paisible.19

Luego, en una morfología dinámica del espacio paradisíaco, las imágenes de la casa, de la isla (que simboliza, también, el “centre spirituel primordial et qui s’identifient ainsi au paradis”, p. 45), del jardín, de la montaña, etc, corresponden a imágenes del centro primordial. Así, para M-C. Guhl, después de recorrer las distintas formas en que se presenta en la tradición cultural de oriente y occidente, concluye que:

L’analyse descriptive d’un certain nombre d’espaces paradisiaques confirme la nature mystique de cet espace qui est préférentiellement espace contenant au sémantisme féminoïde: les espaces paradisiaques peuvent se ranger dans ce que G. Durand appelle les “symboles de l’intimité”. Jardin, île, cité privilégiée par l’imagination paradisiaque, ont une couleur féminine qui ne fait pas doute20.

Y en cuanto a la isla como símbolo de la intimidad, especie de “Jonás” geográfico según Durand, dice Guhl:

L’analyse moderne a mis en relief un des traits essentiels de l’île qui est son rapport avec le refuge. Mais surtout l’île est microcosme, un monde en réduction, une image du cosmos complète et parfaite, parce qu’elle présente une valeur sacrale concentrée et par là représente le Centre primordial, sacré par définition. L’île, comme le jardin, s’apparenterait à ce que Bachelard considère comme refuges circulaires, évoquant l’image du refuge naturel, du ventre féminin.21

Las distintas matizaciones que hemos observado en los textos del libro de Cadenas, nos indican claramente esta polarización de la dinámica imaginaria de Una Isla como un espacio de la intimidad, en tanto que tiene conexiones con la imaginación paradisíaca, presentando por tanto una estructura mística. Sin embargo, no podemos descuidar el hecho de que, en muchos de ellos, también hay una imaginación paradisíaca opuesta a otra realidad, donde el “refugio” se presenta como “refugio contra” algo. Precisamente Durand, en lo cual le sigue Guhl (p. 77) ha observado que estas estructuras que describe no se oponen de una manera lógica puesto que corresponden a polarizaciones de energía que se equilibran en un juego dinámico sutil. Así, las imágenes edenizadas, como la de la isla, representan para Guhl el deseo profundamente humano de “trascender su situación existencial” gracias a los poderes de la imaginación simbólica y creadora. En tal sentido, la estructura mística de este espacio puede polarizarse tanto como símbolos de la intimidad como con símbolos de inversión (que incluye los fenómenos reforzadores de multiplicación, de encajamiento al modo de las matriuskas rusas y de reduplicación).  Pero, en razón de ese mismo dinamismo de la imaginación creadora, los símbolos de la intimidad pueden aparecer, como en el caso que nos ocupa, con implicaciones relativas a distintas estructuras como las heroicas (perteneciente al régimen diurno y con vocación antitética) o sintéticas (con un sentido más unificante y totalizante respecto a ambos regímenes). De este modo, la imagen de la isla tanto como la de los espacios paradisíacos, estarán siempre marcadas por el sentido de una dificultad, de una clausura o de una separación, como espacios defendidos y de difícil acceso. Y de allí que se pueden encontrar, dentro de las implicaciones heroicas de los símbolos de la intimidad, otros esquemas como el de la separación (como en el caso de las islas lejanas o fortificadas) o el de la ascensión (como en el caso de las representaciones mazdeístas, hinduistas, etc., o del mismo paraíso dantesco), que, al generar oposiciones antitéticas (cielo e infierno, lo iluminado y lo sombrío, etc.), generan también una tensión que no puede resolverse sino a través de operaciones sintéticas a la manera de una integración dramática:

Cette organisation synthétique correspond au ‘mythe dramatique’ qui cherche à maîtriser le temps par les schèmes cycliques ou progressistes. Or le mythe du paradis est mythe dramatique par excellence, et son problème central est bien celui du temps et de la mort qu’il s’agit de maîtriser, de dépasser, d’abolir. Mais, paradoxalement, l’imagination paradisiaque, sécrétant un espace, engendre à nouveau un temps. Il y aurait donc deux temps : le temps chronologique, profane, qu’il s’agit de maîtriser, de vaincre, et le temps du paradis lui-même reflétant le désir profond de l’homme. Comme nous avons pu le constater, ou bien l’espace paradisiaque arrive à se concilier avec une abolition du temps, ou bien il arrête le temps à un certain stade, ou bien elle ralentit à l’extrême à moins que (mais cela est assez exceptionnel) il ne l’accélère22.

Hay pues, implicaciones heroicas y sintéticas en el imaginario del espacio insular edenizado en este libro de Rafael Cadenas, aunque, ya lo dijimos, predomina en todo él las imágenes de la intimidad de los esquemas místicos tal como los caracteriza Durand. Lo relevante aquí es el impulso por detener el flujo de lo temporal en un instante pleno como un presente absoluto (hic et nunc), un presente continuo donde el ser se cumpla en su totalidad, poniendo en obra diferentes operaciones de traslaciones, avances y retrocesos, así como inversiones y reactualizaciones

Los modos de ocupación de ese espacio (de rememoración y de reminiscencias) se definen por oposición a fuerzas antagónicas como lo son las imágenes, menos frecuentes, pero siempre tácitas, de la caída y de la pérdida como figuras de disminución o de extinción. En la dinámica de la búsqueda de un centro sagrado, las imágenes del refugio de la isla-mujer son expresadas como fuerzas en expansión y redoblamiento cuyo equilibrio se sostiene, sobredeterminándose, contra las imágenes de la caída o de la desintegración de la experiencia de la realidad (sugeridas como empobrecimiento de la identidad o como su extravío). Pero en un equilibrio que no deja de ser precario y que, en su conjunto, no se resuelve en una síntesis mayor como parece sugerirlo en uno de los últimos poemas23: “Aún oigo las orillas. / Las olas no golpean solamente la playa./ El viento susurra una antigua historia sin desenlace” (33, p. 55).

En Una isla lo que prevalece, entonces, es la evocación de un espacio privilegiado donde la memoria quiere convocar no un pasado sino un “aquí y ahora” perdidos. Su sintaxis va a ser la de la aproximación y la construcción (o reconstrucción) de un espacio que tiende a sostenerse frente a su propia disolución. Escritura del rechazo que, en su discontinuidad y a partir de los vestigios y fragmentos de lo perdido, se hace escritura del refugio.

 

Notas

1 Es un libro que nunca se publicado completo. Y frente a las distintas versiones sucesivamente aparecidas en distintas antologías, hemos optado por usar la aparecida en la edición Obra entera. Poesía y prosa (1958-1995), México: Fondo de Cultura Económica, 2000.

2 Mario TOMÉ, La isla: Utopía, Inconsciente y Aventura. Hermenéutica simbólica de un tema literario. León: Universidad, 1987, p. 18.

3M.  Tomé, La islaop. cit…p. 19.

4 M. Tomé, La islaop. cit. p. 19.

5 M. Tomé, La isla…op. cit., p.p. 80-81.

6 M. Tomé, La isla…op. cit,.p. 58.

7 M. Tomé La islaOp. cit., p. 80-81.

8 Durand hace referencia, incluso, a la dificultad de clasificar los símbolos en torno a objetos claves en vez de hacerlo sobre la base de trayectos sicológicos o a lo que llama “esquemas y gestos”. Véase, G. Durand, Les Structures anthropologiques de l’imaginaire. Introduction à l’archétipologie générale, París: Bordas, 1969, p. 279.

9 Cfr. Durand, Les structures anthropologiquesop. cit. , p. 307 y ss. [“en el cual se conjugan tanto una voluntad de unión como un cierto gusto de la secreta intimidad”] (Traducción nuestra).

10 G. Durand, Les structures anthropologiques… op. cit., p. 308.

11 G.  Durand, Les structures anthropologiquesop. cit., pp. 273-274. [“La insularidad sería una especie de “Jonás” geográfico; para algunos sicoanalistas este engrama de la isla es lo que basta para separar psicológicamente la Irlanda católica del ‘continente’ inglés y protestante. Porque la isla es la ‘imagen mítica de la mujer, de la virgen, de la madre’. Hugo estaría ontogenéticamente marcado por su estancia en las islas: la Córcega de su infancia, la isla de Elba, en fin, la isla de su exilio, donde el poeta, curiosamente, parece permanecer voluntariamente. Esta vocación de exilio insular no sería más que un ‘complejo de retiro’, sinónimo del retorno a la madre”] (Trad. nuestra).

12 Marie-Cecile Hule, “Les paradis ou la configuration mythique et archétypale du refuge”, En: Le refuge (II), Paris: Lettres modernes, 1972. p. 12.

13 Véase Otto Rank, El mito del nacimiento del héroe, Barcelona: Paidós, 1991.

14 M.-C. Guhl, “Les paradis ou la configuration mythique…”, op. cit., p. 15.

15 Mircea Eliade, Tratado de historia de las religiones, México: Era, 1975.

16 M.-C. Guhl, “Le paradis ou le configuration mythique…” op. cit., p. 17.

17 Mircea Eliade, Tratado de historia de las religiones…,, op. cit.,  p.  324.

18 M.-C. Guhl, “Les paradis ou le configuration mythique…”,  op. cit., p. 18.[“Por un lado, el espacio sagrado por excelencia que es el paraíso, aparece como el arquetipo de todo espacio, todo refugio ‘profano’, pudiendo sufrir entonces una consagración y tomar valor paradisíaco. Por otro, el espacio sagrado no es sino el símbolo compensador de un ‘simbolizado sin misterio’, el órgano sexual maternal”] (Trad. nuestra).

19 M.-C. Guhl, “Les paradis ou le configuration mythique…”, op. cit., p. 22-23. [“Los grupos de la serie mística tienen una estructura que se define por la organización del espacio alrededor del elemento refugio, que puede, por lo demás, borrarse en provecho de la Naturaleza, pero que ‘en los dos casos lo esencial es vivir un espacio apacible’. Desde el punto de vista psicológico, el refugio aparece fundamentalmente como espacio protector, luego como espacio induciendo una vida apacible”] (Trad. nuestra).

20 M.-C. Guhl, “Le paradis ou le configuration mythique…”, op. cit., p. 65. [“El análisis descriptivo de un cierto número de espacios paradisíacos confirma la naturaleza mística de este espacio que es preferentemente espacio continente de semantismo feminoide: los espacios paradisíacos pueden clasificarse dentro de lo que G. Durand llama los ‘símbolos de la intimidad’. Jardín, isla, ciudad, privilegiados por la imaginación paradisíaca tienen un color femenino que no deja lugar a dudas”] (Trad. nuestra).

21 M.-C. Guhl, “Le paradis ou le configuration mythique…”,  op. cit., p. 66. [“El análisis moderno ha puesto de relieve uno de los trazos esenciales de la isla como lo es su relación con el refugio. Pero, sobre todo, la isla es microcosmos, un mundo en reducción, una imagen del cosmos completa y perfecta, porque ella presenta un valor sacral concentrado por lo cual representa el Centro primordial, sagrado por definición. La isla, como el jardín, se parece a eso que Bachelard considera como refugios circulares, evocando la imagen del refugio natural, del vientre materno”] (Trad. nuestra).

22 M.-C. Guhl, “Le paradis ou la configuration mythique…”, op. cit. , p. 84. [“Esta organización sintética corresponde al ‘mito dramático’ que busca dominar el tiempo por los esquemas cíclicos o progresivos. Ahora bien, el mito del paraíso es mito dramático por excelencia y su problema central es aquel del tiempo y de la muerte a los cuales trata de dominar, de trascender, de abolir. Pero, paradójicamente, la imaginación paradisíaca, secretando un espacio, engendra de nuevo un tiempo. Habría, pues, dos tiempos: el tiempo cronológico, profano, que se intenta dominar y vencer, y el tiempo del paraíso mismo reflejando el deseo profundo del hombre. Como lo hemos podido constatar, o bien el espacio paradisíaco llega a conciliarse con una abolición del tiempo, o detiene el tiempo en un cierto estadio, o bien lo ralentiza al extremo, a no ser que (pero esto sería un caso excepcional) no lo acelere”] (trad. nuestra).

23 Según la versión que manejamos, pues, en la anterior, de Monte Avila, y según el testimonio de Isava (Voz de amante, op. cit., p. 23), el último poema era el titulado “Ausencia”, ahora bastante modificado: de él fueron tachadas las últimas frases del poema que lo emparentaban significativamente con el tono y los tópicos de Los Cuadernos del destierro: “Otra temporada se inicia y mi esclavitud a los dioses/ transparentes ha terminado”. Se agregaron, además cinco poemas, de los cuales el citado a continuación es el siguiente a éste.

Comparte en:

Es poeta, ensayista y profesor jubilado venezolano. Como docente trabajó en la Universidad Experimental de Yaracuy y fue asistente administrativo durante dos años de la Cátedra Internacional de Literatura venezolana J. A Ramos Sucre, de la Universidad de Salamanca. Actualmente dicta cursos y talleres en los diplomados de la Fundación La Poeteca. Ha colaborado como escritor en los suplementos culturales “Verbigracia”, “El papel literario”, “La oruga luminosa” y “Vertientes”. Entre sus obras publicadas se encuentran: “Asidua luz” (1982), “Ensayos” (1986), “Vivir afuera” (1990) y “Paisaje reunido” (1993).

Crédito foto: Lennis Rojas