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Una luz extraña. Lectura sobre De la luz hallada de Alberto Acereda

1 diciembre, 2012

El poeta, académico y crítico ibérico Alberto Acereda, asentado con su quehacer pedagógico y literario en la Universidad estadounidense, es visto por José Prats Sariol a través del libro de poesía De la luz hallada. Las aproximaciones de Prats sobre el libro en cuestión, nos conducen a entablar una conversación con las palabras y motivaciones del poeta español, de tal manera que podamos penetrar en su universo y por otra parte re – conocer el trabajo constante y cualitativo de un enamorado de la obra dariana, como lo es Acereda, desde su perspectiva de la educación superior anglosajona. 


Los poemas del riojano Alberto Acereda imantan desde la difícil sencillez de Antonio Machado y las razones del corazón de María Zambrano… Leerlos es una experiencia artística que conduce a asociar las excelentes fotos que acompañan a cada texto con las de Juan Rulfo, donde la mítica Comala —El llano en llamas, Pedro Páramo— se retroalimenta con los misterios de las fotografías tomadas por el propio Rulfo.

El placer receptivo va por ahí, en esa interacción visual entre letras e imágenes, como ocurre en Penúltima parada, donde el fragor versal transita por los rieles de la infinita vía, donde no aparece ni el guardagujas de Juan José Arreola ni aquellos exiliados de la antigua Yugoeslavia que buscaban salvarse, huir de las hecatombes políticas –aquí anímicas– que prosiguen enfermando al planeta.

La exaltación –sueño romántico y sesgaduras autobiográficas– tienen el valor añadido de sutiles intertextualidades, desde Rubén Darío –por supuesto que sí, al tratarse quizás de su mejor conocedor– hasta el último César Vallejo, en París mientras llueve; tal vez con un guiño a los poetas peninsulares de la llamada Generación del 50, con Jaime Gil de Biedma y Ángel González, más una leve ironía trasatlántica, quizás derivada de Nicanor Parra y Juan Gelman… Así puede experimentarse en las farsas irónicas, a veces hasta el sarcasmo, de poemas como Suele que me acuerdoEl triunfo del mediocre o Declaración final.

“A los que os duele el alma” –dice Acereda en un verso clave. A ellos –¿nosotros?– van dirigidos estos poemas líricos sin melcocherías, líricos sin excesos sentimentales, líricos casi al desnudo, como los que escribiera al final de su vida Juan Ramón Jiménez. Pero a ese lirismo –cuando palpa la felicidad de su actual hogar, de mujer e hijos– donde la salud familiar no pierde la memoria de amarguras y desgarramientos, Acereda sabiamente agrega un raro, muy extraño –lo otro, lo desconocido– elemento en la poesía de habla hispana actual: El giro a lo divino. ¡Dios!

Que este desvío temático sea un signo plurisémico en los poemas finales del cuaderno, no sólo sugiere el por qué del título sino el recorrido existencial del autor. Tal vez allí se halle –ser y estar— parte del eclecticismo crítico que se observa en la poesía actual, no sólo de habla hispana. La búsqueda de asideros espirituales inexorablemente, tras la muerte de las ideologías cerradas de la modernidad, apunta a lo divino, a una plenitud donde la palabra no deja de jugar a los alimentos terrestres, pero los proyecta hacia regiones más hermosas.

Si convenimos en que los más fuertes poemas líricos del idioma corresponden a San Juan de la Cruz, si sabemos que allí apenas rozaron los ascéticos, porque se trataba de la poesía mística –como demostrase Dámaso Alonso en su exacto ensayo–, entonces este clamor de Acereda hacia el Amor que Jesucristo encarna, también es una sesgadura difícil, extraña de hallar en nuestros días de trivializaciones googlelizadas y pragmatismos consumistas.

Desde ella –a lo romántico, a lo Rosalía de Castro y a lo García Lorca– Alberto Acereda nos regala un verso que atesoramos. Dice: «Me lo han dado la luna y un rosal encendido». Proceso órfico –símbolos encarnados– la rosa sin porqué de Silesius da la señal al guardagujas invisible en la foto. Adonai aparece.

Convenimos en que “la Luz” ha sido “hallada”. De ahí que la lectura sea a la vez elección: texto y fotografía, instantes simultáneos que forman una sinestesia donde el claroscuro –maestría del lente– se transmuta a emersión, salida, luces…

Felicidades por él, por nosotros sus lectores al compartir sus rosas visualizadas entre metáforas continuadas y fotos sugerentes. Así, sin porqué.

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La Habana, 1946.
Hizo estudios de Literatura en la Universidad de la Habana. Crítico literario, narrador, ensayista y profesor universitario, posee una compacta obra en la que sobresalen las novelas:Erótica, Mariel (1997, 1999),Guanago Gay (2001); Las penas de la joven Lila (2004); y Cuentos… además de los textos críticos: Estudios sobre poesía cubana (1988); Criticar al crítico(1983); Pellicer río de voces; No leas poesía...; y Fabelo (1994).

Junto con un grupo de críticos literarios preparó en 1988, la edición cumbre de Paradiso, la novela de Lezama Lima para la UNESCO.
Ha sido compilado en el libroTópicos y trópicos pellicereanos. Estudios sobre la vida y obra de Carlos Pellicer, ed. Hora y veinte, 2005, con el ensayo Pellicer, Lezama, el amor filial.

A su cargo estuvieron la preparación (compilación, prologo, notas…) de La Habana(1992)y de La materia artizada(1996).
Ha ofrecido conferencias en universidades y centros culturales en diversas partes del mundo. Fue huésped becado, de la Casa del Escritor de Puebla, México, durante dos años, en donde coadyuvó en la preparación de escritores noveles, creó la revistaInstantes, bajo los auspicios de la Universidad de las Américas y colaboró en varias publicaciones literarias locales. En 2011 publicó el libro de ensayos Lezama Lima o el azar concurrente, Ed. Confluencias de España.