Una Odisea ladina: El Homero de Moshe Ha-Elion
5 febrero, 2024
Así comienza la Odisea en la traducción de Moshe Ha-Elion a su ladino salonicense nativo, un proyecto que emprendió al final de una larga vida plagada de traumas, penurias y triunfos. El ladino, también conocido como Judezmo, Djidio-espanyol, Djidio, Spanyolit o Haketía, en el caso de las variantes del norte de África, fue la lengua común entre los judíos sefardíes a lo largo de los dominios del Imperio Otomano, y se basa en la(s) lengua(s) ibéricas del siglo XV que las comunidades judías llevaron consigo al exilio. El ladino de Salónica contiene diversas palabras turcas, griegas, italianas, francesas y hebreas, junto con unas pocas peculiaridades sintácticas distintivas, pero aun así es bastante accesible para cualquier persona con conocimientos de lenguas románicas. Lamentablemente, es también una lengua en vías de extinción, que ya entró en la fase “post-vernácula” en que hay cada vez menos hablantes nativos.
¿Como llegó entonces una variante del español a ser hablada en Grecia, Turquía, Bulgaria y otros lugares orientales? Tendemos a pensar en 1453, la fecha de la conquista otomana de Constantinopla, como el momento decisivo en que la cultura literaria griega se desplazó hacia el oeste, a medida que los eruditos y sus bibliotecas se trasladaron desde Bizancio a Italia y Europa occidental. Pero 1492 es también un momento crucial: la fecha del decreto de la Alhambra en España, que exigió a todos los judíos de los reinos de Castilla y Aragón convertirse al cristianismo o bien partir. Los exiliados iniciales fueron recibidos por el sultán otomano Bayezid II, y muchos se establecieron en áreas urbanas como Estambul, Sarajevo, Sofia, Esmirna y Salónica (Thessaloniki). Es una ironía histórica interesante que Thessaloniki, la ciudad otrora conocida por su erudición homérica en época de Eustacio, arzobispo de esa ciudad en el siglo XII y autor de extensos comentarios consultados por especialistas hasta el día de hoy, se transformara durante el periodo otomano en la ciudad más judía del mundo, el único puerto del Mediterráneo que cerraba durante el Sabbath. Los judíos llevaron las primeras imprentas al Imperio Otomano, produciendo volúmenes como el Pentateuco de Constantinopla en 1547, que dispone el texto hebreo flanqueado por traducciones contemporáneas al ladino (en su lado derecho) y al griego moderno (en el izquierdo) y coronado por el tradicional targum—una traducción aramea usada tradicionalmente por los judíos para la comprensión del texto sagrado. Debajo de esto se ve el comentario medieval de Rashi. Tanto las traducciones al griego como al ladino están escritas en una forma del alfabeto hebreo, lo que es normal para las lenguas judías (el yiddish también se escribe de esa manera). Dichos textos se conocen en español como aljamía o textos aljamiados (denominación que puede referirse a una lengua extranjera escrita en alfabeto árabe o hebreo). Los textos en ladino se imprimían usualmente en una fuente cursiva (llamada Rashi, porque la fuente era usada para diferenciar los comentarios Rashi de la Torah impresa), y eran escritos a mano en una letra llamada Solitreo.
A pesar de que Thessaloniki es hoy en día la segunda ciudad más grande de Grecia y alberga la mayor universidad de los Balcanes, solo pasó a formar parte del estado griego moderno en 1912. El influjo de griegos desde el Asia Menor después de 1922 gradualmente cambió el carácter de la ciudad, pero conservó una numerosa población judía de habla ladina hasta las vísperas de la Segunda Guerra Mundial. Moshe Ha-Elion (1925–2022) fue uno de los pocos sobrevivientes de la comunidad judía original en Thessaloniki. Entre el 90 y el 95 por ciento de su población pereció en el Holocausto, incluyendo a prácticamente toda la familia de Ha-Elion. La pérdida de esta vibrante comunidad judía y de su lengua ha cambiado el carácter de la ciudad de manera permanente. De ahí el carácter heroico del esfuerzo de Ha-Elion por monumentalizar la lengua de su comunidad en traducciones que serían importantes logros literarios en cualquier lengua. En reconocimiento de sus considerables esfuerzos por mantener vivo el ladino, Ha-Elion fue galardonado con la Órden del Mérito Civil por el rey Felipe VI de España en 2017. Sin embargo, aún no ha sido honrado en Grecia por este proyecto cultural distintivamente judío-griego. Tal vez algún día sea reconocido por la Academia de Atenas de la misma forma en que su contemporáneo Giorgos Psychoundakis, combatiente de la resistencia griega en la Segunda Guerra Mundial, fue honrado en 1981 por sus traducciones de la Ilíada y la Odisea al dialecto cretense.
El giro hacia la traducción homérica fue el último esfuerzo literario de Ha-Elion. Tras ser liberado del campo de concentración nazi de Ebensee, Ha-Elion emigró al Mandato Británico de Palestina en 1946 y desarrolló una carrera en la nueva nación de Israel en las Fuerzas de Defensa Israelíes, y más tarde en el Ministerio de Defensa. Como muchos sobrevivientes, pasaron décadas antes de que fuera capaz de escribir un relato de sus experiencias en Auschwitz-Birkenau y otros campos de concentración, que luego publicó en ediciones en hebreo, ladino e inglés. Posteriormente se dedicó a escribir sobre ellas en verso ladino, en la forma tradicional de la kopla, y las publicó en alfabeto rashi y romano (ver el ejemplo). En una colección titulada En los Kampos de la Muerte, Moshe escribió una larga balada, La Djovenika al Lager (“La doncella en el campo de concentración”), sobre su hermana Nina, quien murió poco después de llegar a Auschwitz. Pero escribió el poema como si ella hubiese sobrevivido por más tiempo, sucumbiendo finalmente por inanición; en realidad, él estaba escribiendo sobre sus propias experiencias de hambre, agotamiento y desesperación a través de ella. Musicalizó el poema y tenía la esperanza de que se convirtiera en una especie de himno del Holocausto. Los otros dos poemas largos de Los Kampos describen cómo los prisioneros comían el pan y el largo calvario de la marcha de la muerte que le llevó de Auschwitz a Mauthausen hacia el final de la Segunda Guerra Mundial.
Con el apoyo de Avner Peretz, poeta israelita hebreo-ladino que tradujo En los Kampos de la Muerte, Ha-Elion emprendió la traducción completa de la Odisea, y más tarde completó la Ilíada, publicando ambas en edición bilingüe con traducción hebrea de Peretz. El trabajo de traducción fue bastante difícil, ya que la lexicografía ladina aún era inadecuada, y el corpus homérico aborda muchos aspectos técnicos alejados de la experiencia moderna. Ha-Elion estaba decidido a basar su traducción tanto como fuera posible en el ladino de Salónica, y recurrió a textos ladinos antiguos, como la traducción de la Biblia Hebrea publicada en Constantinopla por la Sociedad Bíblica Británica en 1873. Ambos traductores trabajaron estrictamente en una traducción verso por verso, e incluso replicaron el hexámetro dactílico en ladino y hebreo. Es notable que Ha-Elion no parece haber consultado ninguna traducción castellana en el proceso, aunque Peretz admitió haber consultado el Chicago Homer para su texto en hebreo.
Como me explicó Peretz, este proyecto pretendía ser una prueba real de la capacidad literaria de un ladino occidentalizado, y la obra de Ha-Elion parece ciertamente un logro ambicioso para una lengua que ha vivido primordialmente en la tradición oral y la canción popular. Pero el ladino, como mencioné antes, también tiene una larga tradición como lengua de traducción estricta que remonta a la Edad Media española, cuando era la «lengua vernácula bárbara» (la’az) utilizada para la traducción oral de la Torá y otros textos hebreos en contextos rituales. Una vez, existió una rica tradición de textos bíblicos aljamiados en España — escritos en lengua vernácula romance con caracteres hebreos—, pero la mayoría fue quemada por la Inquisición tras el decreto de la Alhambra de 1492. Aun así, la tradición de ladinamiento o traducción bíblica está representada por algunos manuscritos conservados, así como por traducciones de la Biblia Hebrea al castellano por traductores conversos. De esa forma, en cierta medida, Ha-Elion trabajó en una tradición de traducción letrada que se remonta a siglos antes. En el caso de Homero, no obstante, tradujo como griego (convertido en ciudadano israelita) y como judío, en conexión con su educación en un ginasio, una secundaria griega con un enfoque en la educación clásica, antes que la guerra trastornara su vida.
Así, esta traducción de Homero es una notable declaración del estatus secular de ambas lenguas: ladino y hebreo codo a codo, transgrediendo los mandamientos en su versión cercana al original de los dioses y diosas homéricas. La traducción doble, sin embargo, es tal vez la primera en su especie a lo largo de la historia de la traducción homérica: el ladino no está al lado del texto fuente en griego, sino de la traducción hebrea cuyo objetivo es guiar al lector israelita en la comprensión del ladino, ahora monumentalizado mediante la poesía de Homero. Ha-Elon murió el 1 de noviembre de 2022, y sus traducciones seguirán siendo un legado único.
Originalmente publicado en Verba Nostra, blog de la organización Hesperides: Classics in the Luso-Hispanic World. Este artículo fue traducido al español por Brenda López Saiz.
Profesor en la Universidad de Houston. Su investigación se centra en la recepción clásica en los primeros estudios de psicoanálisis y traducción. Es autor de A Compulsion for Antiquity: Freud and the Ancient World (2005), coeditor junto con Alexandra Lianeri de A Companion to the Translation of Classical Epic (próximo a publicarse en 2024) y Classical Translation Studies: Transfigurations in Reception and Cultural History (próximo a publicarse en 2025), y junto con Paul Allen Miller, Daniel Orrells y Vanda Zajko de The Bloomsbury Handbook to Psychoanalysis and Classical Reception (próximo a publicarse en 2025). Fue cocurador de la reciente exposición en el Museo Freud de Londres, Freud's Antiquity: Object, Idea, Desire.