Una poética de dimensión humana

25 noviembre, 2022

La obra poética de Carlos Martínez Rivas (Puerto de Ocoz, Guatemala 1924-Managua 1998) junto a las de Ernesto Mejía Sánchez y Ernesto Cardenal, constituyen los aportes más trascendentales de la poesía nicaragüense a la lengua española en la segunda mitad del siglo XX.

Según Juan David García Bacca, filósofo mexicano traductor y hermeneuta de Aristóteles, la poética de El Estagirita, es una ontología regional que investiga el ser de lo poético y de sus obras, naturalmente bajo la hipótesis de que lo poético tiene ser, y que descubrir su ser, su qué es, es poner de manifiesto lo más fundamental, primario y nuclear de su realidad. 

Para postular elementos fundamentales de una poética carlosmartiniana, en una primera aproximación semiótica, necesito afirmar que toda la poesía de Martínez Rivas contiene una poética de dimensión humana de visión de mundo cristiana. Este postulado parte de mis análisis de tres poemas capitales de Carlos Martínez Rivas: El Paraíso Recobrado, Memoria del año Viento Inconstante y Dos Murales USA. Más las lecturas de toda su poesía hasta el momento publicada.

La visión de mundo en Carlos Martínez Rivas es producto de un ethos y una cultura nicaragüense y occidental cristianas, que en su caso funciona como amnios, alimento y voluntad, en circunstancias existenciales particularmente dolorosas y adversas, pero donde nunca se obnubila en él su sed de conocimiento y el deber de cantar bien. Hechos que producen en sus textos la sensualidad y el placer estéticos de una palabra poética ética, testimonial, precisa, deslumbrante y revolucionaria.

Carlos Martínez Rivas es como César Vallejo –su paradigma- un poeta humano, demasiado humano. Martínez Rivas poetiza lo vivido, lo sufrido, lo gozado, lo bebido, lo comido, lo fruido, lo ironizado y lo vomitado.  Martínez es un testigo ocular del drama humano de lo vivido por él y sus seres circundantes, sean estos personajes, personas, animales o cosas. Hay un abordaje existencial testimonial casi total en la obra carlosmartiniana. 

Prima en su poética una ética de lo vivido, de lo auténtico, de lo sólido, de lo testimonial irrefutable como puede ser un equilibrista andando sobre la cuerda floja de su vida sin red ni agua que lo espere. Carlos Martínez Rivas probablemente sea el creador poético donde la distancia entre el escribir y el quehacer sea menor. Hay una consecuencia total con su opción vital de construirse a partir de su propia destrucción. Y en esta pavorosa dimensión de su existencia, el desafío herético enunciado desde el espacio de la fe, también es cristiano.

Carlos Martínez Rivas no es un poeta divino, no existe en su obra la perfección. Su poesía es la de un dios hecho ser humano, como Cristo, capaz de beber las heces en el cáliz, apurarlo, no bajar legiones de ángeles o musas, y en la belleza de lo imperfecto dar el canto necesario para un tiempo de angustias e incertidumbres insoportables.

Martínez Rivas es un poeta dialogante, siempre en sus textos dialoga con el lector o lectora, prefigura a su lector(a), le hace guiños a su lector(a), le da categoría de interlocutor(a). Una poética dialogante es la de Carlos Martínez Rivas. No olvidemos que en las tres religiones monoteístas de la cultura occidental: el judaísmo es el uno, el cristianismo es la comunicación y el islamismo es la acción.

Esta actitud de los hablantes líricos en la obra de Martínez Rivas se nos torna envolvente, cómplice, subversiva y por ello seductora. Carlos seduce para insurreccionar el status quo, lo establecido, lo mojigato, lo cursi, lo banal, lo frívolo e inútil. No para obligarnos a trascender con sapiencias mayores o reglas canónicas, sino para reconocer la belleza de lo efímero del ser.

En todos sus textos, pero más apreciable en sus poemas breves, Carlos instala una ironía corrosiva. No hay demolición grosera con grandes bolas destruyendo un edificio. Hay un ácido que se cuela en los blancos de su escritura, en el espacio de sus palabras para borrar la fotografía ideal y mostrarnos la radiografía del ser y lo real. La radiografía de lo humano, de su poesía, de nuestra cultura.

Y aquí por supuesto uno de sus blancos favoritos es lo canónico. Lo canónico en su doble sentido de consagrado oficialmente o de autoridad eclesial. Bástenos recordar su Memoria del Año Viento Inconstante o “Proposición teológica a un Prelado de parte de un feligrés”. Martínez Rivas en sus textos se distancia de la catarsis aristotélica, porque sabe que la purificación completa para el hombre postmoderno nunca será total. Conoce el drama de nuestra existencia a retazos, él mismo lo vive, lo conoce y sabe que la purificación solo es posible en el texto.

El yo carlosmartiniano, el hablante lírico en sus textos poéticos, describe un periplo. Áquel que va de El paraíso Recobrado a Allegre Irato. Un yo pleno y puro; un yo con visión cinemascópica y multidimensional buen testigo de su tiempo; y un yo erosionado, corrosivo, corruptible y mortal.

También en esta poesía trascendental, hay un carrefour entre los grandes mitos helénicos y hebreos traídos a la vida cotidiana, así como eventos y seres de la vida cotidiana mitificados por su misma poesía. La densidad mítica de los textos de Martínez Rivas en su relación con la vida cotidiana, descienden del árbol genealógico del castellano Don Miguel de Cervantes y Saavedra y del dublinense Mr. James Joyce.

Si Carlos Martínez Rivas es un poeta maldito, ustedes lo dirán, yo no me atrevo a afirmarlo. Para mí, el mal en la obra de Carlos, se denuncia como subvertor del bien: Dios hizo el pan / El Diablo su precio. Pero no acoge al mal en su seno, ni lo practica contra nadie. La hazaña más grande y trágica de Carlos Martínez Rivas es haberse insurreccionado contra su genio. 

(Prólogo el estudio crítico “Carlos Martínez Rivas: Una poética de dimensión humana”)

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Bluefields, Nicaragua, 1952.
Poeta y crítico literario educado en Juigalpa, Chontales, y formado en Chile, donde se especializó en Literatura Hispanoamericana y Semiótica. Ha sido asiduo colaborador de revistas y suplementos literarios. Entre sus obras más recientes figuran Frutos del deseo (Poesía, Managua 2012), Carlos Martínez Rivas: Una poética de dimensión humana (Crítica, Managua 2012) y la novela La Mujer que Olvidó el Amor (Secretariado de Cultura de Puebla, 2000, México).