Veintiún poemas de amor (fragmentos)

1 abril, 2023

I

Donde quiera en esta ciudad, las pantallas parpadean
con pornografía, con vampiros de ciencia ficción,
con mercenarios victimizados doblándose bajo el látigo,
nosotras también tenemos que caminar… sí simplemente caminar
entre la basura empapada por la lluvia, los crueles tabloides
de nuestros propios vecindarios.
Necesitamos entender nuestras vidas inseparables
de aquellos sueños rancios, esos estallidos de metal, aquellas desgracias
y de la roja begonia centelleando peligrosamente
en el balcón de un edificio de seis pisos,
o de las chicas jóvenes de piernas largas jugando a la pelota
en el patio de la secundaria.
Nadie nos ha imaginado. Queremos vivir como árboles,
sicómoros ardiendo a través del aire sulfúrico
manchados con cicatrices, pero floreciendo exuberantemente,
nuestra pasión animal arraigada en la ciudad.

II

Despierto en tu cama. Sé que estuve soñando.
Mucho antes, la alarma nos separó,
estuviste en tu escritorio por horas. Sé lo que soñé:
nuestra amiga poeta entra en mi cuarto
donde estuve escribiendo por días,
borradores, papel carbón, poemas dispersos por todos lados,
y yo quería mostrarle un poema
el cuál es el poema de mi vida. Pero vacilo
y despierto. Besaste mi pelo
para despertarme. Soñé que eras un poema,
digo, un poema que le quería mostrar a alguien…
río y duermo otra vez
del deseo de mostrarte a todos los que amo,
de movernos juntas abiertamente
bajo el empuje de la gravedad, que no es simple,
que arrastra los carrizos un largo camino por el aire que sopla.

VII

¿Qué clase de bestia convertiría su vida en palabras?
¿Qué clase de expiación es ésta?
y sin embargo, al escribir palabras como éstas, también vivo.
¿Es todo esto algo cercano a las señales aulladas por el carcayú,
esa modulada cantata de lo salvaje?
o bien, cuando estoy lejos de ti y trato de crearte con palabras,
¿te estoy usando simplemente, como un río o una guerra?
Pero, ¿Cómo he usado los ríos, cómo he usado las guerras
para escapar de escribir lo peor de todo,
no los crímenes de los demás, ni siquiera nuestra propia muerte,
sino del fracaso de querer nuestra libertad lo suficientemente apasionada
de manera que los olmos azotados, los ríos enfermos, las masacres parecerían
meros emblemas de esa profanación de nosotros mismos?

IX

Tu silencio es un lago donde viven cosas ahogadas
que yo quiero ver puestas al sol, goteando.
No es mi propio rostro el que veo ahí, sino el de otros,
incluso el tuyo, pero en otro tiempo.
Lo que sea que esté perdido ahí es necesario para ambas,
un reloj de oro viejo, cuadros de fiebre borroneados con agua,
una llave… Incluso el limo y los guijarros del fondo
merecen su chispa de reconocimiento. Le temo a este silencio,
a esta vida inarticulada. Estoy esperando
un viento que abrirá gentilmente esta agua lisa
de una vez, y me muestre lo que puedo hacer
por ti, que a menudo has hecho lo innombrable
para los demás, incluso para mí.

X

Tu perra, tranquila e inocente, se queda dormida a pesar
de nuestros gritos, nuestras conspiraciones del amanecer,
nuestras llamadas telefónicas.
Ella sabe, ¿qué puede saber?
Si en mi arrogancia reclamo leer sus ojos,
encuentro sólo mis propios pensamientos animales:
que las criaturas deben encontrarse para confortar sus cuerpos,
que las voces de la mente van por la carne
más rápido de lo que el cerebro podría haber predicho,
que las noches planetarias se ponen frías para aquellas
que van en el mismo viaje, esas que buscan tocar
una criatura viajera limpia hasta el final;
que sin ternura, estamos en el infierno.

XII

Durmiendo, girando por turnos como planetas
en la pradera de medianoche:
un roce es suficiente para dejarnos saber
que no estamos solas en el universo, incluso al dormir:
los fantasma del sueño entre dos mundos
caminando en sus pueblos­fantasma, casi se dirigen el uno al otro.
He despertado a las palabras que murmuras,
dichas años luz o años oscuridad de distancia
como si mi propia voz hubiese hablado.
Pero tenemos voces diferentes, incluso al dormir,
y nuestros cuerpos, tan parecidos, son aún tan diferentes
y el pasado, haciendo eco en nuestro flujo sanguineo,
se carga con diferentes idiomas, diferentes significados
aunque en cualquier crónica del mundo que compartimos
podría escribirse con un nuevo significado
éramos dos amantes de un mismo género,
éramos dos mujeres de una misma generación.

Traducción de Rubén Naíl.
Rubén Naíl, México, 1980. Ingeniero y fotógrafo. Del 2018 al 2021 dirigió la revista digital Marcapiel. En 2022 publicó el libro de poesía “Estancia de soledades”. 

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EUA, 1929-2012. Poeta, intelectual, crítica y activista estadounidense. Fue una de las escritoras de mayor talento de la poesía en lengua inglesa. Nació en Baltimore, fue estudiante en el Radcliffe College donde obtuvo el título de Bachelor of Arts. Por entonces (1951) aparece su primera obra “Un cambio de rumbo”. De 1961 a 1962 vivió en los Países Bajos, aprovechando una beca Guggenheim. Fue una mujer comprometida con las reivindicaciones sociales y políticas en defensa de la igualdad racial, económica, sexual y contra toda clase de injusticia. Obtuvo numerosos premios a lo largo de su vida: National Institute of Arts and Letters en 1959, Shelley Memorial Award en 1971, National Book Award en 1974, American Academy of Arts and Sciences en 1991 entre otros; se le concedió el Doctor Honoris Causa por Smith College y las Universidades de Brandeis, Harward y City College of New York. Cuando el entonces presidente Bill Clinton le otorgó la Medalla Nacional de las Artes (1997), Rich se negó a aceptarla por las “políticas cínicas” de esa administración.