Y todos ellos idos son ya

1 febrero, 2013

Manuel Obregón comparte con Carátula un poema reciente.


[En reconocimiento a una generación mayor que acompañó mi niñez]

Las familias que conocí de pequeño
Se han ido desgranando o desprendiendo
Como mangos que caen ya maduros
Por cientos si contara por calle

Sé que están ausentes pero los sigo viendo
En sus hijos y en sus nietos
Se me aparecen como fantasmas ellos mismos
Creo que nunca se murieron
Solo desaparecieron de mi vista
Recojo sus gestos
Oigo sus palabras

Carlos Bailón y la Mercedes Lorenza
[La Nallita]
Se fueron en menos de un mes [este noviembre]
Y estaban por cumplir setenta años de casados
 Y una de sus nietas dijo en la iglesia esta mañana
Que la canción Mujer de Alberto Ramírez
Era la que ellos preferían
Y la cantó entre sollozos
Porque el dolor la embargaba
Y la iban tocando los músicos
A la salida
Sabido es que en este pueblo
A los muertos se le entierra con chicheros
Primero se fue don Carlos
Un señor tranquilo
Que me trae recuerdos de la infancia

Solía ocuparse de tramitar escrituras en el registro
Y lo evoco con un cartapacio desgastado
Repleto de papeles
Ahora le dicen un gestor
Prefiero llamarle amanuense o escribano
[Leguleyo, no, que me suena ofensivo]

La Nallita una santa señora
Dedicada a su casa y a sus hijos
Siempre me saludó cariñosa
Y me preguntaba, ya mayor, por mi mujer,
Perennemente   tranquila
Con ese carácter dulce que tienen ciertas mujeres
Que oyen primero
Y si opinan lo hacen discretamente
                                                           Lo dos son idos ya

Antes se marcharon
Don Fernando con su caballito manso
Esperando a la orilla de la acera
Y sus alforjas anudadas como regalo de pobres

Papa Tín ya inválido en su silla de ruedas
Diciendo un adiós con sus manos temblorosas
Porque hablar ya no podía
Doña Toña en el fondo borroso
Divisando la escena

Desfilan ante mí don Enrique
Con su vientre gordo y su faja vieja desdoblada
Sobre un pantalón con paletones
Dando órdenes para que suban los sacos
Y lo veo afianzado el brazo
En la ventana de su vetusto automotor
De sombrero y liga en el brazo rumbo a su finca

Doña Adela su mujer allá en el rincón de la cocina
Donde se concentraba el afán del día
Haciendo oficios domésticos
Preparando cuajadas frescas
El suero escurriéndole en sus manos arrugadas
O en un rústico mostrador vendiendo
Frutas y plátanos

Y oigo el chirrido
De la ventana de madera con celosía
Que dividía la sala principal
Con el hermoso corredor
Que olía a pájaros y begonias
Los dos son idos ya

El viejo don Gustavo saliendo de madrugada
De su casa esquinera
Saltando charcos para acudir
A la primera cita del pecado
[Lo reclamaban dos hogares]
Bosquejo la imagen de su abnegada esposa
Que nunca le reprochó
Semejante afrenta
Que ni a la puerta salía de vergüenza
La veo recogiéndose el pelo en moña y nerviosa
Platicando con sus hijas quedita sin poder hacer nada
Tragándose aquél amor prohibido de su marido
Aquella bofetada
Los dos son idos ya

A don Carlitos ya doblegado en su mecedora
Vestido de blanco como refundida mota de algodón
Medio platicando con sus hijos
Ya grandotes flacos y caseros
Qué por lo visto se resistían
A abandonar la cómoda mesa paterna
Les costó alzar vuelo

A su esposa doña Adelita con su piel blanca y transparente
Sus ojos claros y acuosos
Tratando de distinguir sombras
Caminando con su bastón en el piso de tierra
Que cuando lo regaban
Del suelo subía un aroma a tierra mojada
Los dos son idos ya

Mi vecino don Teófilo arcano y señorial
Leyendo su periódico   que ha ido a traer a la Estación
Escucho la entonación de los cantos evangélicos
Que desde su casa invaden los tejados del barrio
En himnos de alabanza

Veo a sus empleados que lo alzan en andas
Para subirlo a la carreta que lo llevará a su finca de café  
Muy cómodo en su poltrona
Acariciando su bastón 

A doña Luisa su blanca señora
Con la paciencia de una santa
Atendiendo la tienda
Donde mis padres me mandaban a
Comprar hielo
Y la veo levantarse con la fatiga de la edad
Luchar con la nevera que hace escarcha
Ayudada de la cuchara y el punzón
Todo para despacharme una humilde panita enlozada
Donde cabían diez cubos de hielo por un chelín
Los dos son idos ya

Se me hace un rosario
Santiago y la Anita que gustaba silbar
Cuando se acercaba a su casa
Para que la oyeran sus hijos que llegaba
El otro Fernando que curaba como si fuese doctor
Y doña Esmeralda que murió de cáncer
 Don Manuel y la Mariíta
Que después serían mis suegros
[Que nos tratamos tan de cerca]

Don Juan y doña Chola
Hogar piadoso y de cariñoso trato

Don Salomón y doña Hilma
Cristianos puros

Y las que no se casaron
Las hermanas Memé que me prepararon
Para la primera comunión
La niña Ester y la niña Matilde
Que enseñaban primeras letras
La Juanita y Mercedes
Muy devotas en procesiones
Y asiduas visitadoras de enfermos

Y los solterones como Gonzalo y
Un hombre alto y enclenque
Que le decían Marraqueta

Todos idos ya
Todos idos ya

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Licenciado en Economía por La Universidad Nacional Autónoma de México, con Maestría por la Universidad de Vanderbilt, Tennessee, ha laborado como funcionario bancario en el Banco Central de Nicaragua (1967-1997) y ha colaborado en la fundación de la actual biblioteca de dicho Banco, además de Asesor cultural. Jubilado de las actividades bancarias viró su oficio hacia el de la agricultura, sin olvidar nunca sus grandes pasiones: la lectura y la escritura de textos.